martes, 14 de octubre de 2014

El Síndrome de Abstinencia

El síndrome de abstinencia es el conjunto de síntomas, reacciones físicas o corporales que ocurren cuando una persona deja de consumir sustancias a las que es adicta. El SA puede aparecer relacionado con cualquier sustancia que tenga el potencial de crear dependencia, el alcohol, el tabaco, cocaína, cannabis, cafeína, benzodiacepinas, etcétera.

Aunque los síntomas varían en forma e intensidad de acuerdo con el producto empleado y el tiempo que lleva desarrollándose la dependencia, en todos los casos se deben a que se ha alterado el funcionamiento normal del sistema nervioso.

Este síndrome también puede presentarse en algunas enfermedades psicológicas como la dependencia emocional, donde no se depende de una sustancia o droga, pero sí de afecto desmedido o dependencia hacia otra persona, presentando el individuo somatización (es decir, proceso por el cual se transforman o convierten problemas emotivos o psicológicos en dolores físicos).

Tipos de síndrome de abstinencia

El síndrome de abstinencia agudo es el más conocido. Se trata de una serie de reacciones fisiológicas y psicológicas que aparecen nada más interrumpir el consumo de una sustancia psicoactiva hacia la que se sufre adicción. Los síntomas dependerán del tipo de sustancias psicoactiva. Generalmente el SA produce lo contrario al consumo de la sustancia (por ejemplo, si el consumo de cocaína produce activación e hiperalerta, su síndrome de abstinencia produce decaimiento, desgana, etcétera). La intensidad y gravedad de estos síntomas varían en función del tipo y de la cantidad de sustancia habitualmente consumida.

Sin embargo a este síndrome de abstinencia le acompañan frecuentemente otros SA menos conocidos. Estos son:
  • Síndrome de abstinencia tardío: caracterizado por un conjunto de alteraciones del sistema nervioso asociado con problemas de salud física y psicológica. El SA tardío interfiere de forma significativa en la vida del paciente además de aumentar la probabilidad de recaía.
  • Síndrome de abstinencia condicionado (o psicológico): los síntomas del SA agudo re-aparecen cuando la persona se encuentra en situaciones en donde habitualmente consumía la sustancia. En este síndrome ha habido un proceso de aprendizaje en el que se asocian determinados estímulos a la conducta de consumir. Por ejemplo, es frecuente que los fumadores fumen más en circunstancias concretas. Así pasa por ejemplo, cuando se toma café o en el descanso de una charla. El SA condicionado aparecerá en el proceso de deshabituación tabáquica en estas circunstancias.
Causas

En términos generales, las sustancias adictivas poseen compuestos semejantes a los neurotransmisores (compuestos químicos empleados por las neuronas para comunicarse entre sí) encargados de desencadenar la actividad de los centros cerebrales de recompensa, placer o satisfacción, los cuales permiten la expresión de emociones gratificantes como entusiasmo, alegría y serenidad. Precisamente por ello hay quienes los utilizan para enfrentar momentos difíciles.

Pero, el uso frecuente de drogas, tabaco o alcohol exige cantidades cada vez mayores para lograr el mismo efecto, a este hecho se le conoce como tolerancia, y ocurre porque las sustancias adictivas sustituyen gradualmente la creación de neurotransmisores que desencadenan sensaciones de bienestar. En consecuencia, el paciente pierde la capacidad de experimentar gozo y tranquilidad de manera natural, y crea una dependencia o consumo compulsivo para no sufrir una serie de malestares como ansiedad, nerviosismo, alucinaciones, sudoración, temblores, escalofríos, dificultad para dormir, vómito y otros que, en conjunto, forman el síndrome de abstinencia.

Cabe destacar que el abuso de sustancias no siempre crea dependencia física, sino psicológica, la cual se basa en el deseo continuo de consumir un químico para hacer frente a situaciones que generan malestar. Aunque también es muy difícil de superar, tiene la peculiaridad de que cuando se deja de emplear la droga no se manifiestan cambios en el organismo, es decir, no hay síndrome de abstinencia, sólo alteraciones emocionales y de conducta. El uso continuo de sustancias que actúan sobre el sistema nervioso es responsable de dependencia física, ya que el cuerpo se adapta a ellas y el cerebro experimenta un cambio en su estructura y desempeño, de manera que sólo puede funcionar normalmente ante la presencia de dichos químicos, sin olvidar que cada vez requiere mayores dosis para obtener efectos placenteros.

Es importante mencionar que cada sustancia actúa en forma particular en el cerebro y que no todas generan dependencia física ni síndrome de abstinencia. Para explicarlo mejor, podemos recurrir a una clasificación general de dichos químicos en tres grupos:

Depresores: Dosis pequeñas generan euforia, pero cuando son altas relajan la actividad del cerebro, produciendo aturdimiento y letargo, incluso la muerte al paralizar la actividad nerviosa que controla al aparato respiratorio. Muchos de estos químicos se utilizan con finalidades médicas, como tranquilizantes (narcóticos) o inductores del sueño (hipnóticos). Los más conocidos en esta clasificación son: alcohol, benzodiacepinas, fármacos calmantes, solventes y adhesivos; los tres primeros generan dependencia física y psicológica, los dos últimos sólo psicológica, según se ha comprobado hasta la fecha.

Estimulantes: Incrementan la actividad del sistema nervioso central. Suelen generar mejoría del estado de ánimo, sensación de felicidad, aparente aumento de la capacidad mental y física, falta de sueño y apetito, así como mayor actividad en general. Este grupo incluye anfetaminas, metanfetamina (speed), metilendioximetanfetamina (éxtasis o MDMA), fenciclidina (PCP o polvo de ángel), cocaína, nicotina, y cafeína; todas estas sustancias generan dependencia física y psicológica en distinto grado, además de síndrome de abstinencia.

Alucinógenos o psicodélicos: Producen la impresión de percibir imágenes o sonidos que no pueden captarse ordinariamente con los sentidos, y son empleados por algunas culturas en rituales. Producen aumento en la actividad de algunos centros cerebrales, dilatación de las pupilas, frío en brazos y piernas, y sensación de hormigueo en el estómago; así mismo, llegan a generar experiencias muy placenteras o terroríficas. En esta categoría encontramos: dietilamida del ácido lisérgico (LSD), mescalina (peyote) y psilocibina; existe discusión acerca de su capacidad para generar dependencia psicológica, en tanto que la de tipo físico y el síndrome de abstinencia parecen estar por completo ausentes, salvo en sustancias específicas como la ketamina o la fenciclidina, cuya capacidad de provocar dependencia, tanto física como psicológica, está comprobada.

Síntomas

Los síntomas del síndrome de abstinencia siempre dependerán de la sustancia utilizada y del organismo de cada persona, ya que no siempre se tienen las mismas reacciones, en términos generales describimos a continuación los síntomas correspondientes a las adicciones más frecuentes:

Alcohol. El síndrome de abstinencia en bebedores relativamente moderados comienza de 12 a 24 horas después de haber dejado de beber, y sus síntomas son: temblor, debilidad, escalofríos, cefaleas, deshidratación y náuseas. También es común el deseo de volver a ingerir esta sustancia.

En grandes bebedores, además de lo anterior, puede producirse un evento más grave, llamado delírium tremens, que ocurre entre 2 y 10 días después de dejar de ingerir alcohol y que puede ser mortal. En principio, el paciente se muestra ansioso, desorientado, con pesadillas, sudoración excesiva, alteraciones en el tacto y depresión profunda; en ocasiones el pulso se acelera, hay fiebre, convulsiones (epilepsia alcohólica) y alucinaciones. También parece que el suelo se mueve, la cama gira o las paredes caen.

Síntomas

Los síntomas de abstinencia del alcohol se presentan por lo regular al cabo de 8 horas después del último trago, pero pueden ocurrir días más tarde. Por lo general, alcanzan su punto máximo en 24 a 72 horas, pero pueden persistir durante semanas.

Los síntomas comunes abarcan:
  • Ansiedad o nerviosismo
  • Depresión
  • Fatiga
  • Irritabilidad
  • Sobresaltos o temblores
  • Altibajos en el estado de ánimo
  • Pesadillas
  • No pensar con claridad
  • Otros síntomas pueden abarcar:
  • Piel fría y húmeda
  • Pupilas agrandadas (dilatadas)
  • Dolor de cabeza
  • Insomnio (dificultad para dormir)
  • Inapetencia
  • Náuseas y vómitos
  • Palidez
  • Frecuencia cardíaca rápida
  • Sudoración
  • Temblor en las manos y otras partes del cuerpo
Una forma grave de abstinencia alcohólica llamada delirium tremens puede causar:
  • Agitación
  • Fiebre
  • Ver o sentir cosas que no existen (alucinaciones)
  • Convulsiones
  • Confusión intensa
Si hay deficiencia de vitaminas llegan a presentarse, después del delirium tremens, el síndrome de Korsakoff, en el que se pierde la memoria de acontecimientos recientes, y encefalopatía de Wernicke, que genera movimientos anormales de ojos y extremidades, confusión y cambios de carácter.

Nicotina. Por regla general, cuanto más tiempo y más cigarrillos haya fumado una persona, mucho mayor será la probabilidad de que presente síntomas al abandonar el consumo de tabaco; los más comunes son: deseo irrefrenable de fumar, tensión, irritabilidad, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, somnolencia o insomnio y aumento del apetito y de peso. El uso de la nicotina puede tener muchos efectos diferentes en el cuerpo:
  • Disminuye el apetito (el temor a aumentar de peso hace que muchas personas no quieran dejar de fumar).
  • Estimula el estado anímico y puede incluso aliviar la depresión menor (muchas personas experimentarán una sensación de bienestar).
  • Incrementa la actividad intestinal.
  • Crea más saliva y flema.
  • Incrementa la frecuencia cardíaca alrededor de 10 a 20 latidos por minuto.
  • Incrementa la presión arterial a 5 a 10 mmHg.
  • Puede causar sudoración, náuseas y diarrea.
  • Estimula la memoria y la vigilia (las personas que consumen tabaco con frecuencia dependen de él para ayudarlos a cumplir ciertas tareas y desempeñarse bien).
Los síntomas de abstinencia de nicotina aparecen al cabo de 2 a 3 horas después del último consumo de tabaco. Las personas que fumaron por más tiempo o que fumaban una cantidad mayor de cigarrillos al día son más propensas a tener síntomas de abstinencia. Para quienes están dejando de fumar, los síntomas alcanzan su pico máximo aproximadamente de 2 a 3 días después. Los síntomas comunes abarcan:
  • Un deseo vehemente de nicotina
  • Ansiedad
  • Depresión
  • Somnolencia y problemas para dormir
  • Malos sueños y pesadillas
  • Sentir tensión, inquietud o frustración
  • Dolores de cabeza
  • Incremento del apetito y aumento de peso
  • Dificultad para concentrarse
  • Usted puede notar algunos o todos estos síntomas al cambiar los cigarrillos regulares por cigarrillos con contenido bajo de nicotina o cuando reduce la cantidad de cigarrillos que fuma.
Narcóticos. Morfina, opio y heroína, además de sustancias farmacológicas como oxicodona y codeína integran este grupo de depresores del sistema nervioso. La reacción del organismo ante la abstinencia suele ser, en principio, respiración agitada acompañada de bostezos, lagrimeo, flujo nasal y sudoración; luego se presentan hiperactividad, sentido de alerta exacerbado, incremento del ritmo cardiaco, piloerección ("piel de gallina") y fiebre. Otras manifestaciones son pupilas dilatadas, temblores, escalofríos, dolor muscular, inapetencia, dolor abdominal y diarrea.

La marihuana y la salud mental: Varios estudios han demostrado que existe una asociación entre el consumo crónico de marihuana y una mayor incidencia de ansiedad, depresión, ideas suicidas y esquizofrenia. Algunos de estos estudios han demostrado que la edad del primer consumo es un factor importante, y que el uso temprano de la droga constituye un marcador de vulnerabilidad para problemas más adelante. Sin embargo, en este momento no está claro si el consumo de marihuana causa los problemas mentales, los empeora o si se utiliza la droga en un intento de automedicarse los síntomas preexistentes. El consumo crónico o habitual de marihuana, especialmente en una persona muy joven, también puede ser un marcador de riesgo para las enfermedades mentales, incluyendo la adicción, que provienen de vulnerabilidades genéticas o ambientales, tal como la exposición temprana al estrés o a la violencia. Actualmente, la evidencia más fuerte establece un vínculo entre el consumo de marihuana y la esquizofrenia y otros trastornos relacionados.6 Las dosis altas de marihuana pueden producir una reacción psicótica aguda. Además, el consumo de esta droga podría provocar la aparición de esquizofrenia o una recaída en aquellas personas vulnerables a este trastorno.

Ansiolíticos e hipnóticos. Son fármacos depresores de la actividad nerviosa, como benzodiacepinas, barbitúricos, glutetimida, cloralhidrato y meprobamato que se prescriben con receta médica para controlar la ansiedad o inducir el sueño, pero que al tomarse en altas dosis o por periodos prolongados generan adicción. Al interrumpir su consumo cuando hay dependencia se desencadena una reacción grave, aterrorizante y potencialmente mortal, muy parecida al delirium tremens, cuyos síntomas principales son debilidad, malestar general, depresión, temblores, deshidratación, delirio, insomnio y alucinaciones.

Anfetaminas. La adicción a estos estimulantes del sistema nervioso suele iniciar cuando se administran como medicamentos para bajar de peso, aunque la metanfetamina y el MDMA o éxtasis han alcanzado amplia difusión en el mercado ilegal. Cuando se interrumpe bruscamente su consumo se generan cansancio y somnolencia extremas, si bien algunas personas se muestran intensamente ansiosas e inquietas. Los consumidores que estaban deprimidos al comenzar a usar las anfetaminas pueden incrementar su malestar cuando las dejan, al grado de que adoptan tendencias suicidas. También experimentan delirios y alucinaciones.

Cocaína. Es otro estimulante del sistema nervioso, sólo que más potente; puede inhalarse o inyectarse, y cuando se hierve con bicarbonato sódico se obtiene el crack, que puede ser fumado. La tolerancia se desarrolla rápidamente y las reacciones de abstinencia incluyen cansancio extremo, depresión y ansia de suicidio; en ocasiones hay alucinaciones.

Síntomas
  • Estado de ánimo deprimido. Sin necesidad de que haya ninguna otra causa a parte de no consumir cocaína.
  • Irritabilidad. Tendencia del adicto a discutir con toda persona que intente hablar con él o ella.
  • Cambios de humor. Del enfado a la depresión y vuelta al enfado, una y otra vez.
  • La fatiga. El adicto se siente muy cansado. El síndrome de abstinencia por cocaína le mueve a intentar descansar todo lo que puede aunque sea sentado sin conseguir que esto le aporte energía.
  • Insomnio. Dificultad para conciliar el sueño, lo que unido al cansancio impide al adicto a recuperar energía y salir de este cansancio.
  • Malestar en todo el cuerpo. El adicto o la adicta, se siente como si tuviese una gripe. El síndrome de abstinencia de la coca hace que le duela todo el cuerpo aunque no esté enfermo. Es su cuerpo reclamando el consumo de cocaína.
  • La desaceleración de la actividad. El adicto se vuelve torpe y lento a la hora de hacer algo.
  • Agitación y conducta inquieta. El síndrome de abstinencia de la cocaína vuelve al adicto muy nervioso.
  • Incapacidad para pensar con claridad. El adicto o adicta es incapaz de concentrarse. Esto hace muy trabajoso el conseguir hablar o razonar con el adicto sobre lo que le está pasando, y aún más ayudarle.
  • Aumento del apetito. Consumir cocaína reduce el apetito. Mientras que el síndrome de abstinencia lo dispara.
  • Pesadillas y sueños desagradables. Sueños muy vívidos y muy inquietantes. Paranoia. Que vuelve al adicto agresivo contra los que le rodean mientras dura el síndrome de abstinencia de la cocaína.
  • Extrema sospecha. Como consecuencia del síndrome paranoide, el adicto desconfía de todo el mundo. Llega a creer que todo el que le rodea pretende acabar con él o ella.
  • Deseo de más cocaína. Un deseo compulsivo y muy fuerte que obsesiona al adicto o adicta.
Polvo de ángel o fenciclidina. Fue desarrollado a mediados del siglo XX como anestésico, pero se suspendió su uso porque los pacientes presentaban ansiedad, delirios y cuadros de psicosis temporal (alteraciones profundas de la realidad y de la percepción sensorial); sin embargo, comenzó a sintetizarse en laboratorios clandestinos para su uso como estimulante. Su abstinencia genera depresión, ansia de consumir drogas, fatiga, dificultades para dormir o dormir mucho, aumento del apetito y de peso, movimientos lentos o súbitos y sueños vívidos desagradables. El carácter suele volverse violento y suicida.

Diagnóstico

Por lo general se basa en: 
  • Observación de los síntomas antes descritos.
  • Historia clínica, en la mayoría de las veces con ayuda de familiares o personas cercanas.
  • Revisión física realizada por un médico general, adictólogo o, en ocasiones, por un especialista en urgencias.
En algunos casos se requieren exámenes de toxicológica (detección de drogas) para descubrir la presencia de numerosas sustancias en el organismo. Dichos estudios pueden efectuarse con pruebas de orina (los más frecuentes) o de sangre (de mayor precisión).

Tratamiento

El objetivo del tratamiento abarca:
  • Reducir los síntomas de abstinencia.
  • Prevenir complicaciones del consumo.
  • Terapia para lograr que usted deje de tomar (abstinencia).
La terapia de rehabilitación contra las adicciones tiene entre sus principales objetivos ayudar a superar el síndrome de abstinencia. Nuevamente, en cada caso se debe considerar cuál es la sustancia empleada por el paciente, ya que de ello dependerán las medidas a seguir:

Alcohol. Una de las primeras complicaciones en ser tratadas es la deficiencia nutricional, por lo que es común la administración de complejos vitamínicos ricos en vitamina C y vitamina (B1, B2,B6); también se combate la deshidratación con soluciones intravenosas de magnesio y glucosa. Por otra parte, se suele prescribir un fármaco benzodiacepínico durante algunos días para calmar la agitación, y en caso de que el paciente sufra alucinaciones se darán antipsicóticos. Todas estas medidas son más agresivas en caso de delírium trémens, aunque también se requiere el empleo de analgésicos que ayuden a fiebre y dolores de cabeza.

Una vez que se ha superado la fase crítica del problema, se requiere la supresión del alcohol por completo. Debido a que es prácticamente imposible que el paciente lo logre por cuenta propia, es necesario que cuente con ayuda psicológica y apoyo de sus familiares, sin olvidar la importancia de recibir asesoría individual por parte del médico (a veces prescribirá algunos medicamentos que le ayuden a prevenir recaídas, sin olvidar que probablemente requerirá atención especial debido a problemas hepáticos o en los riñones). Es de mucha utilidad que se integre a terapias grupales como las que brinda Alcohólicos Anónimos y que sea llevado por un especialista.

Nicotina. Se han desarrollado diversas estrategias de terapia, aunque para que cumplan con el objetivo de superar definitivamente el síndrome de abstinencia y dejar de fumar es conveniente que se utilicen bajo prescripción médica. En casos moderados es ideal recurrir a suplementos de nicotina en forma de goma de mascar o parches, y en casos más severos fármacos como clonidina (ayuda a regular la presión sanguínea), fluoxetina y buspirona (antidepresivos).

También son importantes el apoyo emocional y la terapia psicológica para superar la dependencia a la nicotina, por lo que es altamente recomendable acudir a una clínica antitabaco, donde se brinda tratamiento integral al paciente, siempre de acuerdo con sus características.

Narcóticos. La sustitución de estas sustancias por metadona es el principal procedimiento para superar la abstinencia; de hecho, este fármaco es también un narcótico, pero genera alteraciones menores, se toma con menos frecuencia y puede disminuirse la dosis poco a poco. Asimismo, la naltrexona es útil para la recuperación en caso de dependencia a la heroína, ya que bloquea los efectos de esta droga incluso en dosis intravenosas importantes. Los grupos de ayuda o la terapia psicológica son también de gran utilidad.

Ansiolóticos e hipnóticos. Incluso aplicando el mejor tratamiento, una persona puede tardar un mes o más en sentirse normal. Frecuentemente, los médicos tratan la abstinencia volviendo a administrar el fármaco causante, sólo que en dosis inferior y disminuyéndola progresivamente a lo largo de días o semanas.

Anfetaminas. Un consumidor crónico llega a necesitar de hospitalización durante la abstinencia. Si sufre delirios y alucinaciones puede recibir un fármaco antipsicótico, como clorpomacina, que tiene efecto calmante y alivia el sufrimiento, aunque puede reducir la presión arterial en forma considerable. Asimismo, un ambiente tranquilizante y seguro ayuda a la persona a recuperarse.

Cocaína. El tratamiento exige supervisión de cerca porque la persona puede volverse depresiva y suicida, por ello, muchas veces se recomienda su ingreso a un hospital o centro de rehabilitación. El método más eficaz consiste en combinar asesoramiento médico y psicoterapia personalizada o en grupo, además de que en caso de que se presenten depresión o trastorno bipolar se deben administrar antidepresivos o litio, respectivamente.

Polvo de ángel o fenciclidina. Las medidas a tomar dependen de los síntomas específicos: se administran fármacos para bajar la presión arterial elevada o para frenar las convulsiones; cuando el paciente se agita, se le instala en una habitación tranquila para que se relaje, aunque se le debe supervisar a menudo la presión sanguínea, respiración y ritmo cardiaco. No ayuda hablarle de manera calmada, ya que esto puede agitarle todavía más. En caso que la intranquilidad permanezca, se dará un medicamento como diazepam. Superada la crisis se requiere tratamiento psicológico y probablemente algún antidepresivo.

Abstinencia en recién nacidos. Los bebés con este problema son irritables y es difícil consolarlos, por lo que envolverlos en una manta durante estos episodios puede ayudar. Además, pueden requerir calorías adicionales debido a su mayor actividad, de modo que se les proporcionan fórmulas lácteas que cubran sus exigencias. En caso de vómito o diarrea, se administran líquidos por vía intravenosa para evitar deshidratación.

Se pueden recetar medicamentos para tratar síntomas severos, como metadona y benzodiacepinas, especialmente las convulsiones. También es común que se utilice la misma sustancia a la que fue expuesto el recién nacido, y una vez que se controlan los síntomas del síndrome de abstinencia, se reduce gradualmente la dosis.

Tratamiento Hospitalario

Las personas con síntomas de abstinencia de alcohol u otra sustancia de moderados a graves pueden necesitar tratamiento como paciente interno en un hospital u otro centro que trate este tipo de abstinencia. A usted lo vigilarán muy de cerca para ver si se presentan alucinaciones y otros signos de delirium tremens.

El tratamiento puede abarcar:

Monitoreo de la presión arterial, la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y los niveles sanguíneos de diferentes químicos en el cuerpo.
Líquidos o medicamentos a través de una vena (IV).
Sedación empleando medicamentos llamados benzodiazepinas hasta que la abstinencia sea completa.

Tratamiento Ambulatorio

Si usted tiene síntomas de abstinencia de alcohol o tras sustancias de leves a moderados, a menudo puede recibir tratamiento en forma ambulatoria. Será necesario alguien que se comprometa a permanecer con usted durante este proceso y que pueda vigilarlo. Con frecuencia, se necesitan visitas diarias a un médico hasta que usted se estabilice.

El tratamiento Generalmente abarca:

Sedantes para ayudar a mitigar los síntomas de abstinencia.
Exámenes de sangre.
Asesoría al paciente y a la familia para abordar el problema del alcoholismo o drogadicción a largo plazo.
Pruebas y tratamiento para otros problemas de salud asociados con el consumo de alcohol.

Es importante que el paciente viva en un contexto que le sirva de apoyo para mantenerse sobrio (sin consumo).

Posibles complicaciones:

Depresión
Deseo vehemente y sobredosis
Suicidio

sábado, 11 de octubre de 2014

En Paz con el Pasado

Un hábito bastante común de la mente es el de divagar hacia eventos y situaciones del pasado. Algo que incluso puede parecernos normal y que no merece mayor atención. Sin embargo, una reflexión más minuciosa acerca de esta tendencia tan natural, nos alerta sobre sus implicaciones y efectos. A veces el pasado nos atrapa como si fuera el diagnóstico de una enfermedad crónica y nos condena a un futuro limitado. Pero no tiene que ser necesariamente así.
Aferrarse al pasado, ya sea a través de la culpa, de la nostalgia, de la negación o del resentimiento, es un desperdicio de valiosa energía, de energía que se puede usar para transformar el hoy y el mañana.
Al vivir en el pasado no le damos la posibilidad a nuestro ser interior de aprender, de experimentar sensaciones nuevas. Nos perdemos el hoy y cerramos las puertas a todo lo nuevo. Mirar hacia atrás es retroceder, todo lo que sucedió ya forma parte del pasado.

Una cosa es dirigirnos al pasado de manera consciente, para recordar hechos y para extraer información y aprendizaje. En ese sentido es algo no sólo útil sino necesario en muchas ocasiones. Algo muy diferente es volar de modo involuntario, a escenas y situaciones del pasado y volver a revivirlas, evocando los sentimientos, sensaciones y emociones que se produjeron que a veces incluso son dolorosas y nos aferramos a eso. Tanto si fueron escenas agradables como desagradables, en ambos casos, volver con nuestra mente al pasado nos impide vivir con plenitud el presente, ya que no estamos plenamente alertas ni conscientes de lo que está sucediendo. Cuando hablamos del presente, por un lado implica el momento actual y por otro es el regalo más valioso, es la oportunidad de aprender y crecer, pero sólo si sabemos vivirlo con plena consciencia.

Vivir en paz es vivir en armonía con uno mismo, con los demás y todos los seres sintientes a tu alrededor, vivir en paz es tanto un proceso externo como interno. De manera exterior, vivir en paz es una forma de vida en la nos respetamos y amamos unos a los otros a pesar de nuestras diferencias culturales, religiosas y políticas. De manera interior, todos tenemos que buscar  en nuestros corazones y entender, el miedo, el impulso de violencia, el rencor y el odio, ya que si continuamos ignorando esto, la tormenta afuera nunca desaparecerá. Olvida los sentimientos de victimismo e impotencia, aceptando tu realidad que es el primer paso para avanzar de una manera sana, consiste en comprender y si es necesario, perdonar.

Para olvidar el pasado, dejar de lado la idea de que la culpa es de otro. Cuando culpamos a los demás, lo que hacemos en realidad es buscar excusas para llenar el vacío que dejamos con nuestras decisiones que consideramos erróneas.

Habréis de quedar en paz con nuestro pasado, bendiciendo a nuestros detractores y enemistades, tal vez un engaño amoroso, o una relación sentimental destructiva, una experiencia negativa o impactante, un fracaso o falla importante, ¡¡Suéltalo, déjalo ir!! Marca tu raya, suelta el ancla, desata amarres y libérate de la esclavitud de todos los recuerdos que atormentan tu razón y tu corazón. Desatórate, suelta las costumbres, los hábitos, los vicios, los apegos que te hacen esclava(o) de tus propios sentimientos y resentimientos. Comprende que nosotros tampoco fuimos perfectos al estar en las vidas de las personas que ahora decimos odiar. No permitir el odio bajo ninguna circunstancia, evento o condición. No permitir la falta de perdón bajo ninguna circunstancia. Busca el perdón, más no la venganza. Ponerse en paz con el pasado implica comprenderlo.

"Dejar el pasado atrás, pesado compañero de viaje, sombra que no cubre pero enfría. Te dejo pasado mío, te dejo dormir en paz, ya no te buscaré para sacar de ti recuerdos amargos. Ya no te llamaré para que seas refugio recordando esos  momentos de glorias pasadas que no me permiten ver la vida en su esplendor y belleza. Te dejo atrás con amor y respeto y agradeciendo lo que fuiste que ya no serás más".

Vive en el presente, no en el pasado. Pensar mucho en lo que podría haber sido y revivir las heridas del pasado, mantendrá vivos los aspectos negativos del pasado y traerá un conflicto interno constante. Nadie va a venir y arreglar tu vida, eres tú quien debe hacerlo y si estás leyendo esto, es porque lo comprendes a la perfección. Acepta que lo que has hecho en tu vida, simplemente ha ocurrido y no es posible cambiarlo ahora, pero si puedes elegir como confrontarlo de manera que no te afecte y puedas crecer con él. Si logras perdonar y perdonarte, aprender de tu pasado, y comprendes que es tu responsabilidad cambiar tu vida desde ahora…pondrás en paz tu pasado, así no arruinara tu presente.

Si tú eres una persona que vive anclada en el pasado, tu presente se tornará en una vida muy accidentada.

“Hoy empezare a sentir gratitud por mi pasado. No puedo cambiar lo que ocurrió, pero puedo transformar el pasado adueñándome de mi poder, ahora, para aceptar, para curarme y para aprender de él”.

Comparto un fragmento del libro “el lenguaje del adiós”:

“Yo solía vivir en mi pasado”, dijo una mujer en recuperación. “O bien estaba tratando de cambiarlo, o lo estaba dejando que me controlara. Por lo general eran ambas cosas. Constantemente me sentía culpable de cosas que habían sucedido. De cosas que yo había hecho, de cosas que otros me habían hecho a mí, aunque había reparado casi todos los daños, la culpa me embargaba. De alguna manera, todo era mi culpa. Simplemente, nunca pude dejarlo ir. Me aferre a la ira durante años, diciéndome a mí misma que era justificada. Estaba en negación acerca de muchas cosas. A veces, trataba de olvidarme absolutamente de mi pasado, pero nunca me detuve a analizarlo realmente, mi pasado era como una nube oscura que me perseguía, y del cual no me podía sacudir. Supongo que me asustaba dejarlo ir, que le temía al hoy, que le temía al mañana. He estado en recuperación durante años, y me ha llevado casi los mismos años tener una perspectiva adecuada de mi pasado. Estoy aprendiendo que puedo olvidarlo, necesito curarme de él. Necesito sentir y dejar ir cualquier sentimiento que aún tenga, especialmente la ira. Necesito dejar de culparme a mí misma por los eventos dolorosos que ocurrieron y confiar en que todo ha sucedido de acuerdo con lo programando y que verdaderamente todo está bien. He aprendido a dejar de tener remordimientos, a sentirme agradecida. Cuando pienso en el pasado, le doy gracias a Dios por la curación y el recuerdo. Si ocurre algo que necesite de una reparación, lo hago y termino con ello. He aprendido a ver mi pasado con compasión hacia mí misma, confiando en que mi Poder Superior tenía el control, incluso entonces. Me he curado de algunas de las peores cosas que me pasaron. He hecho las paces conmigo misma acerca de estas cuestiones y he aprendido que curarme de algunas de ellas me ha permitido ayudar a los otros a curarse también. Soy capaz de ver cómo las peores cosas me ayudaron a formar mi carácter y a desarrollar algunas de mis facetas más sutiles. Incluso he llegado a desarrollar gratitud por mis relaciones fracasadas porque ellas me han llevado a ser quien soy y a encontrarme donde me encuentro hoy. Lo que he aprendido ha sido la aceptación, sin culpa, sin ira, sin culpar y sin vergüenza. He tenido incluso que aprender a aceptar los años que pasé sintiéndome culpable, enojada, avergonzada y culpando a los demás. Nosotros no podemos controlar el pasado. Pero podemos transformarlo permitiéndonos curarnos de él y aceptándolo con amor a nosotros mismos y a los demás. Lo sé, porque esa persona soy yo”


lunes, 6 de octubre de 2014

Caligula: Perfil Psicológico del Monstruo del Imperio Romano

Advierto de la extrema dureza de algunas de las declaraciones que pueden leerse en este articulo, Si no está seguro, pulse el botón de atrás de su navegador, ya que  puede "herir susceptibilidades".
Cayo Julio César Augusto Germánico, o “Gaius Julius Caesar Augustus Germanicus”. Nació el 31 de agosto del año 12 d.C. Caligula, el tercer emperador romano del Imperium, es conocido por ser uno de los mas despiadados y locos emperadores, por su excéntrica personalidad. Era un hombre alto, de piel muy blanca, grueso aunque de piernas y cuello delgados, con abundante bello corporal, ojos hundidos, frente ancha y abultada, poco pelo y calvicie en la parte superior de la cabeza. Con un rostro y semblante soberbio y amenazador, que él mismo potenciaba ensayando gestos frente al espejo, Calígula inspiraba temor a donde quiera que fuese. Sabía que lo odiaban, pero admitía con actitud maquiavélica: “Que me odian, con tal de que me teman”.

Calígula fue un psicópata y antisocial, un megalómano, paranoico, envidioso patológico, depravado sexual (incestuoso, enormemente promiscuo, bisexual, sádico, exhibicionista), hábil manipulador, ladrón y farsante. Se cree que en su juventud sufrió de epilepsia, y se sabe que padecía de insomnio y casi nunca dormía más de tres horas.

La ciencia moderna plantea que, además de algunas experiencias de vida, comportamientos aprendidos y una cierta predisposición genética al mal, el alcohol de aquellos días, que él bebía con una desmesura que hasta para el bebedor promedio de aquel entonces era demasiado, tenía una cantidad tal de plomo que resultaba tóxica para el cerebro humano, causando, en casos extremos como el de Calígula, un deterioro en los lóbulos frontales, volviendo así más impulsiva y violenta a la persona. Sin embargo el plomo no explicaba todo en Calígula, ya que éste conservó siempre una gran capacidad de planificación, lo cual no habría sucedido si el plomo fuese lo único detrás de su transformación en monstruo, algunos meses después de que tomara el poder. En otras palabras, Calígula había nacido con tendencias psicópatas, pero ciertas experiencias primeramente, y más adelante el plomo, llevaron su oscuridad innata hasta esa cima de locura y maldad que lo inmortalizó como uno de los más terribles emperadores romanos.

Ya con siete años, Calígula acompañó a su padre en un viaje a Siria, donde éste moriría, un 10 de octubre del año 19, envenenado por un agente del emperador Tiberio, quien lo veía como un peligroso adversario político, al menos según el historiador Suetonio. Así, al perder a su padre, Calígula empezó a proyectar gran parte de sus necesidades afectivas sobre Incitatus, un caballo al cual endiosaría al llegar a asumir el poder del Imperio Romano. Por otro lado los análisis psicológicos, en base a las evidencias históricas, dicen que, ya que durante su niñez Calígula no tuvo una buena guía moral en su padre y casi todos los adultos lo trataban como alguien a quien tenían que servir y cuyos caprichos debían satisfacer, Calígula se volvió consentido, inmaduro, egocéntrico y narcisista. Pero además la muerte de su padre significó algo terrible en sí mismo para su desarrollo psicológico: lo vio morir joven, pese a que era grande y poderoso, de modo que, en cierta forma y a partir de un sentimiento de identificación con su padre, creyó (aunque fuese inconscientemente) que tendría el mismo destino, y esto detonó en él una actitud nihilista y fatalista.

Ahora, y puesto que no podía ya seguir con su padre pues éste no vivía más, Calígula tuvo que ir a vivir a Roma con su madre y permaneció allí hasta que se deterioraron las relaciones de su progenitora con el emperador Tiberio, quien no quería que ésta se casara porque, en su paranoia, temía que el esposo se convirtiera en enemigo político, así que en el año 29, bajo falsos cargos de traición, la exilió a ella y a Nerón César, y Calígula pasó a vivir con Livia, bisabuela suya y madre del emperador Tiberio.

Cuando la vieja Livia murió, Calígula pasó a vivir con su abuela Antonia, junto con sus hermanas Agripina la Menor, Drusila y Lívila. Según se sabe, Calígula mantuvo relaciones incestuosas con sus tres hermanas, aunque su favorita, y de la cual realmente se enamoró, fue Drusila, a la cual tomó cuando ésta todavía era virgen. Lejos de ser algo esporádico, esas relaciones incestuosas eran tan frecuentes que una vez Antonia encontró a Calígula y Drusila haciendo el amor. Paralelamente, en el año 30 Druso César fue encarcelado, y Nerón César, hermano de Calígula, murió un año después en el exilio.

Si a nivel de experiencias algo fue tremendamente decisivo en la conversión de Calígula en un monstruo, eso fue el hecho de ser llamado a Capri por Tiberio (Su gran maestro de la depreavacion), cuando tenía 19 años, en el año 31. Allí, en la isla de Capri, por seis años Calígula tuvo que esconder el resentimiento que tenía hacia Tiberio a fin de sobrevivir. “Nunca hubo aquí un mejor sirviente o un peor maestro”, dijo un testigo sobre Calígula y Tiberio, ya que en esos seis años Calígula presenció todas las crueldades y depravaciones que Tiberio cometía, pues el “viejo granuja” hizo cosas como: empujar cotidianamente a personas del acantilado, principalmente criminales, pero a veces también mujeres y niños inocentes; realizar orgías con niños, niñas, mujeres, hombres y adolescentes; ordenar y presenciar torturas; cometer violaciones; nadar desnudo en una piscina, junto a niños vestidos de peces que le hacían felaciones bajo el agua. Según el análisis de los expertos, Calígula, siendo una versión temprana del Síndrome de Estocolmo, terminó queriendo ser como Tiberio, y aprendió de él una filosofía hedonista y amoral en que la finalidad de la existencia era el placer, en que la vida de los demás no valía nada, y en que la violencia y el placer podían combinarse perfectamente bajo el más cruel y depravado sadismo. Si bien en esos años con Tiberio también Calígula se entregó a cosas como las artes escénicas, la danza, el mimo y otras actividades consideradas inconvenientes para los nobles pero buenas en sí mismas, también aprendió a disfrutar de las orgías y el desenfreno, y hasta se hizo el hábito de asistir disfrazado (con peluca y manto para que no lo reconozcan) a torturas y ejecuciones. “Cayo vive para su propia perdición y para la de todos”, había dicho Tiberio sobre Calígula, no sospechando de que el joven, aparentemente inofensivo, acabaría asesinándolo tiempo después.

En el año 35, Calígula y Tiberio Gemelo fueron nombrados como herederos del trono. Calígula asesinó a Tiberio, lógicamente sin que nadie se percatara. En todo caso y con el importante respaldo pretoriano de Macrón, Calígula fue nombrado emperador. Calígula entró en Roma, vestido de luto, con un aspecto que transmitía fragilidad, bondad y falso pesar por la muerte del malvado Tiberio. Cientos de teas brillaban, hombres, mujeres, ancianos y niños estaban en las calles para recibir con entusiasmo al hijo del insigne Germánico.

Durante los primeros siete meses del reinado de Calígula, hubo una felicidad general que no se había experimentado durante mucho tiempo en el Imperio Romano. Se mostró inicialmente como un ser piadoso, generoso y bienintencionado: puso las cenizas de Tiberio en el Mausoleo de Augusto, pese a que muchos lo odiaban y querían que sus despreciables despojos fuesen lanzados al Tíber decretó una amnistía para exiliados y condenados, desterró a los delincuentes sexuales, rehabilitó a su tío Claudio en la vida política, adoptó como sucesor a Tiberio Gemelo y lo nombró Príncipe de la Juventud, hizo rendir honores a su difunta abuela Antonia, viajó a las islas de Pandataria y Pontia para recuperar los restos de su madre y de su hermano; concedió al pueblo el derecho a votar por magistrados, aumentó las obras de teatro y los combates de gladiadores, a fin de entretener a las masas, donó a cada ciudadano romano trescientos denarios, repartió alimentos y regalos, dio generosas compensaciones económicas a la Guardia Pretoriana y a las tropas urbanas y fronterizas, realizó abundantes banquetes a los cuales invitó a senadores y caballeros, etcétera.

Calígula no tenía en mente convertirse en el monstruo que fue de la noche a la mañana. En octubre del año 37 sufrió una enfermedad con crisis epiléptica. Se cree que el plomo, presente en el vino que tomaba con sorprendente desmesura, le causó una intoxicación que le produjo daños cerebrales irreversibles que posteriormente se manifestaron en trastornos de psicológicos, como la paranoia y la extrema crueldad, algo que realmente lo trastornó y sobre la naturaleza de esa enfermedad se han esbozado algunas teorías, pero los planteamientos más confiables indican que sintomáticamente presentó epilepsia, y que a nivel de causas el plomo pudo haber desatado la crisis, ya que Calígula empezó a beber demasiado cuando ascendió al poder, pero si el plomo estuvo en el origen de su locura, parecería claro que dicho metal se fue acumulando en su cerebro, hasta que cierto día, abruptamente, se desató una crisis epiléptica, que conllevó daños cerebrales irreparables que posteriormente se manifestaron como profundos trastornos conductuales.

Calígula ejecutó y torturó senadores en base a meras sospechas o por pura ambición, y prostituyó a las hijas, esposas y hermanas de los senadores. Cualquier cosa bastaba para ser acusado por delitos de lesa majestad, y así muchos senadores fueron marcados con fuego, enviados a trabajar a minas o a reparar carreteras, encerrados en jaulas (en cuatro patas, para humillarlos más), lanzados a los feroces leones, abiertos en canal con sierras o, si tenían suerte, simplemente enviados a correr detrás de su carroza, u obligados a permanecer de pie mientras él comía deliciosos manjares y se reía viéndolos sufrir hambre y sed.

Una especie de signo viviente de la locura de Calígula fue su caballo Incitatus, al cual lo hizo nombrar sacerdote y cónsul de Bitania (territorio al norte de Turquía), además de que le mandó a construir una enorme caballeriza de mármol con pesebres de marfil, una estatua de mármol, y una villa con 16 jardines y 18 sirvientes. Comía copos de avena mezclados con suaves y delgadísimas escamas de oro, tomaba el mejor vino en copas de oro, devoraba ratones, calamares, mejillones y pollo; vestía púrpuras de la mejor calidad y usaba collares con piedras preciosas; no copulaba con yeguas, sino con una bella mujer llamada Penélope, que pertenecía a la alta sociedad y había sido elegida por Calígula como esposa de su amado caballo.

En el año 40, Calígula  mostró un narcisismo colosal, se autodivinizó: se autoproclamó un dios-sol; aparecía vestido como Hércules, Venus, Mercurio y Apolo; firmaba documentos públicos con el nombre de Júpiter, se erigió dos templos en Roma y otro en la provincia asiática de Mileto, usó el Templo de Cástor y Pólux como pórtico para su propio palacio imperial, destruyó las estatuas de hombres ilustres que Augusto había colocado en el Campo de Marte, desenterró al gran Alejandro Magno para quitarle la coraza y usarla regularmente; prohibió toda estatua que no fuera la suya, decapitó estatuas de dioses importantes y les reemplazó las cabezas con su cabeza.

Una lista de atrocidades y locuras:
  • Comía o fornicaba mientras se realizaban ejecuciones o torturas.
  • Bebía perlas disueltas en vinagre y ofrecía, en los banquetes, comida mezclada con oro.
  • En los banquetes, solía levantarles el vestido a las esposas de los invitados, y cuando le gustaba mucho alguna, se la llevaba a un cuarto, tenía sexo con ella (lo quisiera o no la mujer) y después regresaba a la mesa y criticaba o elogiaba sexualmente a la dama abusada, contando todos los pormenores. También, cuando estaba con las esposas de sus invitados, solía deleitarse de la sumisión que le mostraban por temor, y besándoles o lamiéndoles el cuello les decía mientras las tomaba del cabello: “Una cabeza tan bella sería arrancada en cuanto yo lo ordenara”.
  • A su última esposa, la paseaba desnuda en caballo, con escudo y espada, frente a los soldados.
  • Algunas veces, tomó a las esposas de distinguidos miembros de la alta sociedad, gozándolas antes de que el marido lo hiciera.
  • Abusó de hombres además de mujeres: por ejemplo, a Valerio Catulo le lastimó las costillas en una salvaje violación.
  • Cuando inauguró el puente de Puzzoles, invitó a los que estaban en la orilla a reunirse con él, y después mandó a tirarlos al agua, haciéndoles dar golpes de remo a los que sobrevivían.
  • Hico castrar al gladiador Longino como castigo por tener un pene más grande que el suyo
  • A veces, en vez de gladiadores, elegía padres de familia viejos o con deformidades, y los mandaba a combatir contra las fieras.
  • Hizo cerrar graneros públicos para que el pueblo tenga hambre.
  • Hacía quitar los toldos del Anfiteatro de Tauro para que a los espectadores les diera insolación.
  • Alimentó a las fieras con criminales vivos para ahorrar dinero y divertirse.
  • Por varios días, hizo azotar con cadenas a un encargado de los juegos y cacerías del circo, hasta que lo hizo ejecutar porque no soportaba el hedor de su cerebro podrido, puesto que el pobre hombre seguía vivo con el cerebro expuesto y parcialmente descompuesto.
  • Cuando mandaba a ejecutar, pedía al verdugo que hiciese sentir la muerte al ejecutado: “Hiérelo de tal modo que él sienta morir”, dijo en cierta ocasión a un verdugo.
Otra de las historias negras de Caligula fue la de su hermana Drusila. Este ordenó que se hiciera una boda Ptolemaica para casarse con su hermana. Las bodas Ptolemaicas típicas en Egipto permitían casarse entre hermanos así que Caligula encontró ahí la solución a ese problema. Varios meses después de dejar a su hermana embarazada este no pudo soportar más el pensar cómo sería su hijo, que aspecto tendría, así que una noche fue al cuarto de su hermana y rajo a esta de arriba a abajo y saco el feto para comprobarlo matando a los dos en el acto.

Calígula, después de la muerte de Drusila, su hermana y su mujer, advierte que el mundo no es satisfactorio. Desde entonces, obsesionado con lo imposible y envenenado por el desprecio y el horror, trata a través del asesinato y la perversión sistemática de todos los valores, de ejercer la libertad, una libertad que finalmente descubrirá equivocada la verdadera libertad consiste en no tenerla”. Desafía a la amistad y el amor, la solidaridad del hombre común, lo bueno y lo malo. Compromete a quienes lo rodean y les exige que sean lógicos, nivela todo lo que está a su alrededor por la fuerza de su desprecio y furia destructiva a las que lo conduce su pasión por la vida.

El 24 de enero del 41, Calígula fue asesinado por soldados de la Guardia Pretoriana. Muchos sabían del plan para matarlo, pero callaron por odio, poniendo fin a su mandato, un mandato que generó una mancha negra y diabólica de la que Roma nunca se pudo librar.

jueves, 2 de octubre de 2014

Chuparse el Dedo en los Adultos

Aunque sabemos que se trata de un comportamiento que, posiblemente, no tenga mayores repercusiones en la vida de quien lo lleva a cabo, hasta cierto punto, surge curiosidad conocer qué lleva a portarse de este modo a un adulto.
En la costumbre de chuparse el dedo, podemos ver un replegamiento del amor y del odio por causas tales como la necesidad de preservar el objeto externo de interés. Cualquiera estaría de acuerdo en que el chuparse el pulgar es una forma de consolación, no un simple placer, el dedo sustituye al pecho de la madre.

“Lo hacemos por esa necesidad de sentirnos protegidos, de tener esa sensación de seguridad, de confort”. En el caso de quienes se aferran a un objeto de sus días de infancia, lo hacen porque la presencia de éste, posiblemente, “simboliza un objeto de aquellos días cuando nos sentíamos  protegidos”. Algunas de estas prácticas -como ponerse en posición fetal y chuparse el dedo, hablar como niño, tomar leche con un biberón- en psicología se le conoce como regresión, que es un mecanismo de defensa, son estrategias psicológicas inconscientes puestas en juego por diversas entidades para hacer frente a la realidad y mantener la autoimagen, encargadas de minimizar las consecuencias de eventos demasiado intenso.

Cuando el hábito es repetitivo, cuando es un patrón, puede ser un sentimiento de inseguridad que, en algunos casos, se puede ver  como una señal de inmadurez psicológica. Dependiendo de la situación, en ocasiones puede tratarse de una reacción obsesivo- compulsivo.

El chuparse el dedo es una muestra de dependencias afectivas, sobre todo si persiste a través de los años. En un infante lo podemos considerar parte de la etapa, ya que se encuentra en la búsqueda del apego, aunque no puede afirmarse siempre, que un hábito suctorio sea síntomas de problemas psicológicos, “sería un proceso de regresión si el niño no sabe resolver un conflicto que tenga en ese momento, y lo hace chupándose el dedo y reviviendo etapas anteriores ya superadas (como la etapa oral en este caso). En el caso de la fijación, el niño adquiere esta conducta porque el problema que en ese momento tiene no sabe resolverlo, y al no resolver tampoco el conflicto de su etapa oral habiendo recibido poca o demasiada gratificación, se chupa el dedo”. Pero en un adolescente se presenta como una forma de que ese apego nunca fue encontrado, está faltante y no existe seguridad emocional, ya que no hubo identificación con uno de los padres para que se sienta estable y con personalidad sólida; la mayoría de ocasiones los adolescentes que se chupan el dedo lo hacen como una muestra de evitación, forma de defensa y bloqueo ante circunstancias ocurridas en casa, escuela o con amistades y que les causen estrés, tensión o nerviosismo, etc. También como una manifestación clínica de un síndrome depresivo.

Si una persona adulta mantiene el mismo hábito es indicio de que puede sufrir de alguna patología que debe ser tratada a tiempo. El elemento auto-erótico no siempre aparece como de primordial importancia y ciertamente, el empleo del chupete pronto se convierte en una clara defensa contra los sentimientos de inseguridad y otras angustias de índole primitiva. Tiene que ver con un factor de madurez emocional, la inseguridad, nerviosismo e incluso la falta de afecto, son una de las causas por la que un adulto puede chuparse los dedos. Uno de los aspectos que con lleva este problema puede ser el rechazo de la sociedad e inclusive el de su pareja sentimental, como respuesta de ansiedad a situaciones estresantes como violencia, maltrato y abuso. El acto del chupeteo es una fijación oral, proyectado mientras duermes o incluso en tu vida diurna como respuesta a una situación amenazante, y se debe a la búsqueda de un placer que de niño ya tubo de haber experimentado y que por medio de la succión, encuentra. Es fácil adivinar que dicha búsqueda guarda relación con el recuerdo de algo vivido. Mucho de los hábitos en los que está involucrada la boca y que adolescentes y adultos mantienen a lo largo de la vida son fijaciones de ese placer obtenido durante la etapa infantil. El acto de fumar, beber, besar y ciertas prácticas sexuales, guardan relación con el recuerdo placentero que les produjo el acto de chupetear y succionar en su infancia. También es cierto que dicho hábito persiste en las personalidades esquizoides y en tales casos es extremadamente compulsivo. Chuparse el dedo se convierte en un problema a cualquier edad cuando interfiere en los logros normales del desarrollo, las interacciones sociales o la exploración/integración con el entorno.

Cuándo buscar ayuda

Siempre puede haber conductas para rememorar momentos felices de nuestra vida, y eso no es malo. Ahora bien, si se trata de un comportamiento que “se sale de control, que trasciende los límites de lo que es adecuado, si interfiere con la imagen social y cultural de lo que se espera”, ya es momento de buscar el modo de dejar el hábito atrás. “Si se entiende que tiene un impacto en la persona en sí  y le causa ansiedad y preocupación”, conviene tomar la determinación de superarlo. Detectar en la anamnesis evolutiva inicial si el hábito está sujeto sólo a placer o costumbre continuada (manía) desde pequeño o por el contrario se debe a problemas de carácter emocional o relacionado con el estrés.

Muchas de estas prácticas son inofensivas. Sin embargo, debes ser honesto y analizar hasta qué punto se trata de un hábito o comportamiento que está creando conflictos en tu vida. Dependiendo del hábito, puedes considerar hablar con alguien de confianza para que te alerte cada vez que te venza el interés por recaer. Si en el intento reconoces la dificultad para liberarte de la práctica por tu propia cuenta, considera  buscar ayuda de un profesional de la conducta.

"Cuando uno quiera, dejará de chuparse el dedo, no hace falta nada más que esperar"