¿Quién
te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba
la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?.
¿Tus
padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe? ¿Esa sociedad que nos
atrapa y estruja en su máquina de moler conciencias? ¿Esa pareja que nos cela
sin motivos y que resquebraja nuestra auto seguridad y viola nuestra intimidad?.
Estoy
seguro que podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables.
Probablemente sea lo más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e
ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te
han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo
dolor que hasta el día de hoy no entiendes.
Pero
¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que
parece y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita
la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la
puerta y le entregues el control de tu vida.
Todo lo que te sucede
tiene una sola fuente: tú mismo/a. No mires hacia los lados buscando al
culpable, mírate al espejo de tu vida y lo tendrás al frente de ti.
Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones.
Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones.
Cada
día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por
lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a
preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa
buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que
más me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? etc...
No
se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e
interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el
control a alguien ajeno a nosotros.
Si
lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo
vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o
deja de hacer algo que nos incomoda. Lo más curioso e injusto del asunto es que
la gran mayoría de las personas que nos “lastimaron”, siguen sus vidas como si
nada hubiera pasado, algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro
que estás viviendo en tu mente.
¿Realmente
esa será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se
la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y bienestar? Querer obligar a otra
persona a sentir lo que no siente ¿no será un calvario?
No
podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos
dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus
pensamientos y acciones.
“Mi amor, me haces tan feliz”, “Sin ti me
muero”, “No puedo pasar la vida sin ti”, son completamente irreales y falsas.
No porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona
bastante apasionada y romántica, pero si te pusiste el sayo de
cordero de sacrificio y te quedó gustando, te encanta sufrir. Si eso es lo que
elijes como vida, entonces… ¡sufre!.
Definitivamente
nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer
algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no
nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el
control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia. Tal
vez tampoco no podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e
interpretar (confrontar) aquello que nos sucede, sanamente, de las causas y
las fuentes de tu sufrimiento.
En la pareja, si uno de los miembros de una relación ya no siente amor y sólo da indiferencia, la otra parte tiende a deprimirse y a suplicar amor cuando su autoestima es baja, lo cual es un grave error. Las personas con alta autoestima están más preparadas para el desamor y la separación, aunque duela. saben que su mejor refugio es ellos mismos y manejan el tema con inteligencia y cabeza fría, saben cuándo hay que luchar y cuando hay que decir "no más". "Cuando ya no te aman, cuando tu pareja solo te da indiferencia, siempre te tendrás a ti mismo, el último resguardo de dignidad". W. R
Nadie más es responsable de cómo te sientes, sólo tú y nadie más que tú. Tú eres el infierno y el cielo también.
En la pareja, si uno de los miembros de una relación ya no siente amor y sólo da indiferencia, la otra parte tiende a deprimirse y a suplicar amor cuando su autoestima es baja, lo cual es un grave error. Las personas con alta autoestima están más preparadas para el desamor y la separación, aunque duela. saben que su mejor refugio es ellos mismos y manejan el tema con inteligencia y cabeza fría, saben cuándo hay que luchar y cuando hay que decir "no más". "Cuando ya no te aman, cuando tu pareja solo te da indiferencia, siempre te tendrás a ti mismo, el último resguardo de dignidad". W. R
Nadie más es responsable de cómo te sientes, sólo tú y nadie más que tú. Tú eres el infierno y el cielo también.
La
siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu
vida, recuerda: No es él, no es ella…ERES TÚ quien lo permite y está en tus
manos volver a recuperar el control. El que sufre es por
que así lo decide.
Tienes toda la razon Doc Alex
ResponderEliminar¨cuando mas amamos mas sufrimos pues no vemos que ya sedimos el corazon a esa persona y somos esclavos ahora de sus deseos¨. Usted escribio sobre esta irrefutable paragoja.
Atte Una colega admiradora de su trabajo.