Antes
de recabar información sobre la sexualidad es necesario realizar una reflexión
sobre cuáles son nuestras actitudes sobre el sexo y la sexualidad. Como nuestro
entorno, nuestra educación y nuestra cultura han conformado el modo de ver y
vivir la sexualidad, hemos de preguntarnos si estamos de acuerdo con ello y en
qué creemos realmente. En la manera de vivir la sexualidad no hay normas. Cada
persona es libre de sentirse satisfecha con aquello que siente y gusta. No
existe una buena sexualidad y una mala sexualidad en términos doctrinales. La
única condición para poder juzgarla es la libertad desde la que se ejerce. A
partir de ahí, si encontramos una significativa disonancia entre cómo vivimos
nuestra sexualidad y cómo nos gustaría vivirla, habremos de pensar que hay que
promover cambios profundos.
La educación
sexual es un proceso que dura toda la vida. En función de la etapa de
desarrollo existen distintos grados de interés. La educación sexual en la
familia no se limita a explicar cómo vienen los niños. Debe mostrar cómo
adquirir información, formar actitudes y valores sobre la identidad, las
relaciones, la intimidad. Incluye el desarrollo sexual, la salud reproductiva,
las relaciones interpersonales, el afecto, la intimidad, la imagen corporal y el
género. La educación sexual concierne a las dimensiones biológicas,
psicológicas y socio-culturales.
Cuando padres y
madres quieren hablar con sus hijos e hijas sobre el sexo y la sexualidad, en
la mayoría de las ocasiones surge la angustia sobre qué decir y cómo decirlo.
La inseguridad está presente desde el comienzo. No se sabe cómo ni cuándo tocar
el tema, y se evidencian dudas sobre los propios conocimientos y la veracidad
de los mismos, sobre cuánta información ofrecer, qué datos son necesarios o cuáles
innecesarios. A esto se suma la percepción de que los hijos propios no se hacen
nunca suficientemente mayores, con lo que es difícil saber a qué edad hay que
hablar de sexo.
Es bueno partir
admitiendo que las principales causas del miedo y la resistencia a hablar de
sexo con los hijos e hijas son los temores personales. El padre y la madre se
encuentran en una situación en la que perciben la propia desinformación, dudan
incluso sobre qué es en realidad la educación sexual y para qué sirve, se enfrentan
a ideas erróneas e incluso falsas y a la influencia de los medios de
comunicación, que conduce muchas veces a tener una imagen distorsionada de la
relación paterno filial. Además, transmitir información sobre el sexo es
exponer el sistema de valores. Por eso es tan importante conocerse previamente
uno mismo y si es necesario, realizar un ejercicio de autoformación.
Tomar
la iniciativa
Es pertinente que
los adultos tomen la iniciativa. Si el menor no ha formulado pregunta alguna
sobre la sexualidad, hay que aprovechar cualquier oportunidad que surja. No se
trata de mantener una conversación artificial, pero sí de estar atento a la
necesidad de sacar a colación el tema, porque aunque no sea a través de sus
progenitores, el niño o la niña van a estar en contacto con la sexualidad y
conviene no negarlo. El niño puede comenzar a preguntar y a exponer comentarios
que sin duda habrá oído. Luego sólo queda permitir que la conversación siga su
curso e incluso procurar que no decaiga el interés y gracias a que se han
pensado con anterioridad los mensajes que se quieren transmitir, aprovechar
para hacerlo.
Explicar
la verdad sobre "la cigüeña"
Si bien a nuestros
hijos e hijas se les ha de explicar las circunstancias biológicas relacionadas
con el sexo, también deben comprender que las relaciones sexuales implican
cariño, atención y responsabilidad. Al tiempo que se explica la cópula, es
necesario comentar los aspectos emocionales de una relación sexual. De esta
forma se dota de una herramienta emocional que ayudará a tomar decisiones y
resistir la presión de entender el sexo como algo oculto, frívolo o maligno.
Cuando el niño o la niña se hayan familiarizado con el concepto de la relación
sexual como un acto que procrea y también como una demostración de amor, será
el momento de incluir mensajes relacionados con las responsabilidades y las
consecuencias de la actividad sexual. Por ejemplo, las conversaciones con niños
de 11 y 12 años de edad deben incluir reflexiones sobre la libertad a la hora
de elegir una pareja con la que vivir una relación sexual, la importancia de
que esa relación sea consentida y de que se llegue a ella con alegría y con
seguridad. También es el momento de hablar de embarazos no deseados y de la
posibilidad de usar métodos anticonceptivos. Estas conversaciones se deben
repetir a lo largo del tiempo. No nos podemos conformar con dar una sola
lección teórica. El mensaje es complejo, la formación va cambiando conforme
pasan los meses y la capacidad de entender lo que se transmite se amplía. Las
dudas van surgiendo y conforme surgen conviene solventarlas.
“Al niño o la
niña, no sólo hay que explicarles la etapa que están viviendo, también hay que
anticiparse al futuro inmediato y anunciarles los cambios”
Anticiparse
a las etapas del desarrollo
Los niños y niñas
pueden asustarse y confundirse con los cambios repentinos que experimentan sus
cuerpos cuando llegan a la pubertad. Para poner fin a sus inquietudes, hay que
explicar y conversar no sólo sobre la etapa de desarrollo en la que estén, sino
sobre las siguientes. Entre los 8 a 10 años de edad tienen la madurez
suficiente para comenzar a escuchar conversaciones sobre la menstruación, tal
vez de forma más precisa en las niñas porque les interesará más debido a que
ellas serán protagonistas de ese cambio. Igual sucede con los cambios que
experimentarán sus cuerpos en el futuro, como el hecho de que al niño le saldrá
barba y a él le interesa saber por qué pasará eso.
Dar
a conocer los propios valores
Tenemos la
responsabilidad de dar a conocer a nuestros hijos nuestros propios valores
sobre el sexo. Incluso si ellos no los adoptan cuando crezcan, por lo menos los
conocerán y les servirán de referencia a medida que luchan por establecer su
propio sistema de comportamiento.
Hablar
con los hijos e hijas del sexo opuesto
Algunos padres se
sienten incómodos cuando hablan de sexo con sus hijas, e igual sucede a las
madres con sus hijos. Aunque es comprensible, no puede servir de excusa para
eludir la conversación.
Dialogar
sin angustia
No hay que
preocuparse si no se conocen todas las respuestas a las preguntas de los hijos.
Lo que se sabe es mucho menos importante que la manera en la que se responde.
El hijo sabrá que no hay temas de conversación prohibidos en su hogar.
Proporcionar
información precisa y adecuada según la edad de los hijos e hijas
Los mensajes
dirigidos a los hijos e hijas deben adecuarse a la edad y a su personal
desarrollo. Se tiene que tener en cuenta su grado de comprensión, su madurez
intelectual y las inquietudes concretas que exprese, que son diferentes en cada
cual.
Conclusión
1.- La educación
sexual debe ser parte del proceso familiar, educativo y social de preparación
para la vida. - El
ejemplo de nuestras actitudes tiene mucho más peso que nuestras palabras.
2.- En la medida
de lo posible, no conviene contradecir lo que se dice en casa con lo que se
afirma en el colegio. Los criterios han de ser comunes tanto en los contenidos
como en el modo de darlos. Y si no lo son, hay que explicarles que algunas
personas piensan de una forma y otras tienen una opinión distinta.
3.- Los padres,
madres y educadores han de adquirir suficiente conocimiento sobre la sexualidad
para trasmitir ideas claras y precisas.
4.- Hemos de
repasar nuestras actitudes y comportamientos sexuales, para evitar posibles
conflictos entre lo que decimos y lo que hacemos.
5.- Nunca es
demasiado tarde para aprender a disfrutar y a vivir la sexualidad. Muchas veces,
la obligación de tener que educar sobre ella sirve para solventar dudas y
ampliar conocimiento.
6.- Se requiere
tiempo y paciencia para responder a las preguntas relativas al sexo.
7.- Hay que
enseñar que toda conducta (sexual o no) que tenga que ver con los genitales ha
de desarrollarse en la intimidad. No hay que impedir que la realicen, pero
hemos de indicarles los lugares apropiados.
8.- Es importante
que les enseñemos a conocer y apreciar su cuerpo y les ayudemos a satisfacer la
curiosidad que les producen los cambios en su cuerpo y el de los demás.
9.- Si así se
quiere, se pueden utilizar materiales de apoyo (películas, dibujos, láminas) o
el propio cuerpo para explicar. No toda la información ha de ser verbal.
10.- Se debe
adecuar la información al nivel madurativo del niño o niña, a su ritmo de
aprendizaje y a las necesidades que se proyecten.
11.- Es
beneficioso fomentar hábitos higiénicos, de autonomía y de responsabilidad en
la vivencia de la sexualidad.
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