El
deseo sexual inhibido se refiere al bajo nivel de interés sexual, en el cual
una persona no comenzará ni responderá al deseo de actividad sexual en la
pareja. Es persistente o difusa del deseo sexual o la libido existiendo un
bloqueo en la apetencia sexual, con lo que la frecuencia de relaciones
disminuye considerablemente, siendo a veces casi nula. Es un tipo de disfunción
sexual. Se le conoce también como deseo sexual hipoactivo o apatía sexual.
La
ausencia de deseo es uno de los problemas sexuales más frecuentes en nuestra
sociedad. El estrés, los conflictos en la relación, la falta recurrente de
momentos de intimidad o el padecimiento de un periodo de abstinencia están en
muchas ocasiones en la raíz del problema. Cuando la inhibición del deseo se
siente como un mal perenne, difícil o imposible de superar, cuando un periodo
de apatía se prolonga y comienza a causar otros problemas o cuando se ha
intentado realizar cambios en la relación y no han surtido efecto, el malestar
debe tomarse en serio.
La
falta de deseo no es una tontería, un capricho o una situación a la que hay que
resignarse. De hecho, el deseo sexual es una emoción que nos prepara para poder
vivir una experiencia placentera. Pero sucede que, en ocasiones, no se puede
sentir aunque se busque; el deseo se resiste a aparecer, ya que el impulso de
desear no sólo depende de la voluntad. Se hacen presentes factores inhibidores
y estimulantes, y según el predominio de unos u otros en diferentes situaciones,
el deseo se materializará o no. Por ejemplo, el amor es un gran estimulante
para que se haga presente, mientras que el miedo es un fuerte inhibidor que lo
anula o desecha.
El
síntoma principal es la falta de interés sexual.
“Muchas
veces, no se trata de que uno de los miembros de la pareja tenga deseo sexual
inhibido sino de que la otra persona tiene un deseo sexual hiperactivo y ser muy
exigente sexualmente”.
Deseo no es excitación
No
hay que confundir deseo sexual con excitación sexual. La excitación es una
respuesta fisiológica que implica manifestaciones físicas como la erección o la
lubricación. El deseo es el impulso que lleva a buscar el placer. Es cierto
que, en condiciones normales, deseo y excitación actúan de forma conjunta. Sin
embargo, en ocasiones puede darse una alta intensidad del deseo y, pese a ello,
producirse bloqueos en la excitación sexual o a la inversa.
La
ausencia de deseo, sencillamente, se resume en la falta de querer o en no poder
disfrutar de un placer. ¿Cómo es posible que esto suceda? Pues sucede, y muy a
menudo, a tenor de los datos clínicos de las consultas de especialistas, que
confirman que es uno de los problemas que más pacientes genera. Es algo muy
corriente, pero al mismo tiempo muy particular, pues cada persona desea o
inhibe su deseo por causas diferentes.
¿Qué factores influyen en la
inhibición del deseo sexual?
El
deseo sexual inhibido es un trastorno sexual muy común y con frecuencia, ocurre
cuando uno de los miembros de la pareja no se siente íntimo o cercano al otro.
Entre los factores comunes se
encuentran: problemas de comunicación, falta de
afecto, pugnas y conflictos de poder y la falta de tiempo para que la pareja
pueda estar a solas. Por otra parte, el deseo sexual inhibido también puede ocurrir
en personas que han tenido una educación sexual muy estricta durante la
crianza, actitudes negativas hacia el sexo o experiencias sexuales traumáticas
(como violación, incesto o abuso sexual).
Las
enfermedades y algunos medicamentos también pueden contribuir a que se presente
esta disfunción, en particular cuando producen fatiga, dolor o sensación
general de malestar. La falta de ciertas hormonas a veces puede estar
implicada. Las afecciones psicológicas, como la depresión y el estrés excesivo,
pueden disminuir el interés sexual. Los cambios hormonales también pueden
afectar la libido.
Los
factores que comúnmente se pasan por alto son, entre otros: insomnio o falta de
sueño que pueden ocasionar fatiga. Este trastorno también puede estar asociado
con otros problemas sexuales y, algunas veces, puede ser causado por éstos. Por
ejemplo, la mujer que no es capaz de tener un orgasmo o que presenta dolor en
las relaciones sexuales, o el hombre que tiene problemas de erección
(impotencia) o eyaculación precoz o retrasada, puede perder interés en el sexo porque lo
asocian con fracaso o no lo sienten bien.
Se
encuentran en particular riesgo de deseo sexual inhibido las personas que
fueron víctimas de abuso sexual o violación en la infancia y las personas cuyos
matrimonios carecen de intimidad emocional.
Al
igual la baja autoestima y el sentimiento de culpa son los dos grandes
inhibidores y bloqueadores del deseo sexual, pero en ellos subyacen otras
causas que conviene revisar:
1.-
Los miedos: a no dar la talla, a
fallar, al ridículo y a exponerse al rechazo; a mostrar y ofertar el cuerpo; a
la posibilidad de embarazo o de exponernos a enfermedades de transmisión
sexual.
2.-
Las ansiedades: la principal es la
de llegar al orgasmo, como si el goce se tratara sólo de ello.
3.-
La falta de tiempo y el estrés: las
tensiones y las prisas son el polo opuesto de la tranquilidad y el relajo,
condiciones necesarias para disfrutar de un placer.
4.-
Los enfados y conflictos: inmersos
en ellos nos bloqueamos y cerramos, lo contrario a lo que precisamos, puesto
que el deseo requiere de una actitud abierta a relacionarnos.
5.-
Los tabúes y prejuicios: la
prohibición y la suciedad con la que se ha revestido a los órganos sexuales. La
particular interpretación respecto a conceptos como la honra, la integridad y
la decencia alejan el placer del juego erótico.
6.-
La falta de comunicación: no hablar
abiertamente de lo que nos gusta, no compartir intimidad, no hacer partícipe a
la otra persona de nuestra vulnerabilidad es una manera de se inhiba o se
bloquee el deseo.
7.-
La falta de ilusión y pasión por la
vida: una actitud negativa, pesimista, derrotista, apática y rutinaria, que
no afronta los riesgos de un cambio, no sirve para gozar.
8.-
La ignorancia: tanto teórica como
práctica del cuerpo sexuado impide la experimentación, base de todo
conocimiento del placer y de mantener debidamente erotizado el cuerpo.
9.-
Algunos medicamentos: determinados
ansiolíticos, antidepresivos o fármacos para tratamientos de hipertensión
arterial y otros, pueden incidir, aunque no se conocen del todo sus efectos
secundarios, por la falta de contrastadas experimentaciones.
¿La falta de deseo tiene cura?
El
deseo sexual como experiencia subjetiva puede ser educado y potenciado, de ahí
que su inhibición pueda ser tratada, trabajada y superada. Tanto el hombre como
la mujer están preparados por la naturaleza para desear y buscar el placer.
Hacerlo de manera satisfactoria, desde el respeto a uno mismo y a los demás,
con honestidad a las propias creencias y a las ajenas es una facultad del ser
humano que vive en libertad.
“Los
pacientes en los que se corrigió el nivel de testosterona (con parches,
Comprimidos
o inyectables) respondieron al tratamiento con aumento en la excitación
Sexual,
las fantasías sexuales y el interés en mantener encuentros eróticos”.
Para
lograr terminar con la inhibición del deseo sexual hay que procurarse en uno
mismo (a):
- Un buen conocimiento personal, tanto a nivel corporal como cognitivo-emocional.
- Una actitud positiva, saludable y abierta sobre la sexualidad y el placer.
- Un buen entrenamiento corporal que mantenga el erotismo a través de la caricia.
- Cuidar la salud, el cuerpo es un buen síntoma de que la persona se quiere y quiere gozar.
- Una apuesta por la ilusión, la pasión y la fantasía.
- Una buena forma de prevenir el deseo sexual inhibido es reservar tiempo para la intimidad no sexual, pasar tiempo solos, romper con la rutina y al pasar el tiempo, es más probable que sientan interés sexual.
- Como también nunca olvidar en buscar tiempo, espacio y ocuparse de revivir la sexualidad.
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