Miedo intenso a la sangre, a ver sangre o incluso a imaginarla, y a las
heridas.
Esta
es quizás una de las fobias más extendidas entre la población, que en mayor o
menor grado, afecta a un 10% de la gente, iniciándose en la infancia o en los
primeros años de la adolescencia, mayoritariamente en hombres. Generalmente se
cree que la fobia a la sangre se debe a la idea inconsciente de que, al
sangrar, perdemos parte de nuestra integridad corporal, así como el miedo a la
transmisión de enfermedades por vía sanguínea. También es cierto que la sangre
tiene un simbolismo especial en algunas culturas, por lo que tener algo de
reparo a la sangre es normal e incluso podríamos llegar a pensar que es parte
de nuestro instinto de supervivencia. Aun así, sorprende otra cosa respecto al
resto de fobias, su marcado componente hereditario. Más del 40% de los
afectados tiene familiares con una fobia similar; posiblemente lo que se hereda
es el comportamiento vicario (me mareo al ver sangre porque de pequeño he visto
en un familiar ese comportamiento), del mismo modo que el haber tenido una
experiencia desagradable con la sangre puede marcar conductas posteriormente.
Esta
fobia presenta algunas características que la diferencian del resto debido que
la respuesta corporal ante la sangre es diferente del resto de las fobias ya
que se trata de una respuesta bifásica.
· "El sistema nervioso simpático se activa
(aumento de frecuencia cardíaca y respiratoria, pupilas dilatadas, sudoración, tensión muscular), aparece una gran cantidad de pensamientos negativos y mucha
ansiedad, como en el resto de fobias. Posteriormente, la respuesta simpática
se extingue y baja la tensión y la frecuencia cardíaca, con la posibilidad de
marearse y perder el conocimiento".
Cuando
una persona con hematofobia está en presencia de sangre se va a producir un
aumento de la respuesta cardiovascular, aumentando así el latido cardíaco y la
presión arterial, sin embargo, justo después este aumento disminuye de forma
brusca provocando nauseas, mareos, sudores, palidez y en ocasiones, el
desmayo. Es por esto por lo que las personas con este tipo de fobia suelen
relatar una historia de episodios de desmayos recurrentes.
Las
personas con fobia a la sangre suelen temer esta respuesta más que a la propia sangre
o a las jeringuillas en sí, es decir, anticipan que pueda producirse un desmayo
y las desagradables sensaciones de mareos y nauseas. Esta anticipación les
causa un intenso miedo que les lleva a evitar cualquier situación relacionada
con la sangre.
Quienes
padecen de esta fobia suelen evitar los objetos punzocortantes, como los
cuchillos, las navajas, las agujas y alfileres, las jeringas, etc. Por lo
tanto, esta fobia a menudo aparece relacionada con la blenofobia, que es
precisamente el miedo a ese tipo de objetos. Esto puede llevarlos a desarrollar una nueva fobia:
el miedo a desmayarse. El miedo puede ser detonado por ver una herida de una
persona cercana o también por imágenes en televisión o películas. No es
necesario ver la sangre o las heridas para sentir el malestar, sino que éste
puede producirse también por imaginarlas. Los hemofóbicos no soportan pensar en
que se les pueda quitar sangre y una publicidad para donar sangre puede bastar
para hacerlos sentir mal o al menos, incómodos.
Las
personas con hematofobia suelen padecer o sufrir cualquier daño. Esto va a
suponer que la persona va a padecer un intenso miedo en relación a cualquier
procedimiento quirúrgico o médico, siendo incapaz de observarlo o padecerlo.
Este tipo de fobia puede llegar a limitar de forma grave la vida de la persona
que puede ser incapaz de someterse a cuidados médicos.
La
fobia a la sangre y a sufrir daño suele comenzar en la infancia o al principio
de la adolescencia y pueden mantenerse a lo largo de la vida si no se realiza
un adecuado abordaje psicológico. Algunos especialistas toman a la sangre como
un acto simbólico entre la vida y la muerte, y afirman que el sujeto tiene esta
reacción porque la sangre es un signo de vida que se oculta en el interior, una
vez que se hace visible al salir, es el símbolo de la vida que se nos escapa,
por ende es el símbolo de la muerte. Ésta es una de las distintas explicaciones
que se realizan con respecto a esta fobia.
El
tratamiento psicológico de este tipo de fobias va a tener ciertas
características peculiares debido a la respuesta bifásica ya comentada. Aunque El
tratamiento no difiere mucho del de otras fobias específicas, terapias
conductuales, técnicas de relajación y de desensibilización sistemática y la exposición gradual y tensión aplicada son
las más utilizadas. Y aunque no es muy frecuente que muchos especialistas lo usen, también se pueden
combatir de manera puntual con fármacos, como los beta-bloqueadores, ansioliticos. No obstante, lo aconsejable es eliminar la fobia de manera
definitiva con las técnicas conductuales y recurrir a los fármacos solo en
ocasiones muy concretas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario