El
dolor nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Esencialmente es algo bueno,
pues nos hace atender a las demandas del
cuerpo físico o nos señala situaciones en las que podemos aprender, obrar
adecuadamente y convertirnos en mejores personas. Pero ceder al dolor
psicológico y convertirlo en sufrimiento no es el más genuino de los caminos
que podemos tomar.
El
dolor es la realidad, pero dejarse llevar por el sufrimiento es una opción. El
sufrimiento es un sentimiento de pena, aflicción, que invade y
debilita nuestro estado de ánimo.
Conviene
que sepamos identificar el dolor, no para resignarnos a su sufrimiento, sino
para comprenderlo, aprender y permitir que se disipe. En términos que emplea la
psicología podríamos hablar de superación.
En
el ámbito de las relaciones humanas se pasa del amor al dolor con cierta
facilidad. No es verdad que cuanto más grande sea el dolor, mayor es el amor
que lo provoca. Un amor grande es generoso, comprensivo, razonable, lleno de
afecto y cariño hacia la persona amada, y ese amor, salvo cuando se termina, no
debe producir dolor. Cuando un amor tan sentido se acaba, es lógico que
suframos su ausencia, pero lo haremos por un tiempo limitado, el que
necesitamos para reponernos y volver a llenarnos del amor que llevamos dentro,
de nuestro propio amor, que siempre nos seguirá acompañando.
El
problema surge cuando no hemos alimentado ese amor interior y profundo por
nosotros mismos. Ese amor que nos sirve para querernos por encima de todo, para
elevar nuestra autoestima y protegernos ante el desamor que puede rodearnos.
Cuando no sentimos amor por nosotros, entonces estamos en situación de
auténtico desamparo, a merced de las circunstancias y las personas que nos
encontremos en nuestro camino.
Hay
personas que se pasan la vida buscando desesperadamente de quién enamorarse;
esas personas están siempre en el filo de la navaja, pendientes de un hilo que
mueven los demás.
"Cuando
a alguien que dice querernos parece no importarle el dolor que nos produce esa
relación, o lo justifica por las circunstancias, los cambios de humor, las
dificultades que surgen, esa persona no nos quiere, en todo caso se quiere a
sí misma, pero no ha aprendido a querer a los demás. En estos casos, lo mejor
que podemos hacer es alejarnos cuanto antes, al menos alejarnos afectivamente".
Cuando
una persona no sabe vivir el amor, cuando no sabe amar desde el respeto y la
aceptación de la otra persona, cuando no actúa desde la generosidad, antes de
embarcarse en una relación afectiva, que provocará dolor, debería encauzar
todas sus energías al aprendizaje del amor, y volcarse en esa vivencia de
querer por encima de uno mismo a la otra persona.
Desafortunadamente,
no se piden diplomas o certificados que nos habiliten para el amor; no se exige
ningún aprendizaje previo que garantice nuestro conocimiento profundo del amor;
ninguna evaluación que nos proteja de las personas que no saben amar. Para lo
que más dolor puede producir, paradójicamente, es para lo que no se pide
preparación previa.
Con
frecuencia tenemos un pensamiento catastrofista en relación al dolor; sin
embargo, podríamos evitar gran parte del dolor y del sufrimiento que sentimos.
Es imprescindible "Conocer para evitar el sufrimiento".
El sufrimiento nunca es
inútil o estéril, pues antes o después nos despertará del sueño de la inconsciencia
y la ignorancia...Sin embargo es necesario andar el camino del conocimiento y
evitar disgustos.
Ciertas
crisis pueden marcar nuestra existencia. A veces en nuestra vida hay un antes y
un después de determinados hechos especialmente amargos o dolorosos. Aunque ya
sabemos que lo importante de las dificultades y de las crisis es extraer las
enseñanzas que encierran, no hundirnos en el dolor que provocan.
Las
dificultades y las crisis son necesarias en la escuela de la vida, y cada uno
tiene las que necesita para aprender las lecciones que debe superar. Por ello
es tan importante vivir espiritualmente, lo que quiere decir ser consciente,
conocer, amar y obrar apropiadamente en la vida de cada día, sólo así las
crisis y las dificultades se alejaran de la propia vida, pues ya no habrá un
núcleo magnetizado que las atraiga: la ignorancia y la inconsciencia.
Así,
viviremos las dificultades y las crisis desde la consciencia “la atención, el
ver, el darse cuenta” para que surja luego una profunda reflexión y el análisis
de los errores que no debemos volver a cometer. Sólo así pueden disiparse las
ideas limitadas y equivocadas que nos llevaban al dolor
Si
una persona se afianza en el presente, en al ahora y ve lo que es “lo que surge
para luego desaparecer” jamás le hundirán ni humana ni emocionalmente, ninguna
dificultad afectará a su seguridad ni a su estabilidad personal.
Con
este conocimiento básico de la vida, nos resultará apasionante adentrarnos en
las dificultades, en las pruebas que nos encontramos en la vida cotidiana. Y si
andamos por este camino veremos con claridad que en realidad no hay ninguna
crisis que superar, ni ningún estado emotivo que controlar...ni siquiera
dominar ninguna situación que nos cause dolor psicológico. Sencillamente habrán
enseñanzas que debemos aprender y obras adecuadas que deberemos realizar.
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