"Tus hijos no
tendrán éxito gracias a lo que hayas hecho por ellos, sino gracias a lo que les
hayas enseñado a hacer por sí mismos"
Muchos padres hacen lo que sea con tal de evitar que sus hijos sufran cualquier tipo de incomodidad, ansiedad o decepción; cualquier cosa poco agradable. Y, como consecuencia, cuando se hacen adultos y experimentan las frustraciones normales de la vida, piensan que el mundo se les viene encima, que hay algo que va mal, muy mal.
Error nº 10: Adorar a nuestros hijos. Muchos de
nosotros vivimos en comunidades que se desviven por los hijos. Los estamos
criando en hogares completamente centrados en ellos. A los niños les encanta,
claro está, porque nuestras vidas giran en torno a ellos. A la mayoría de los
padres tampoco le importa, porque su felicidad es la suya. Les entusiasma
hacer cualquier cosa por ellos, comprarles cosas, cubrirles de amor y de
atenciones.
No obstante, creo que
es importante tener en cuenta que los hijos han sido creados para ser amados,
no idolatrados. Por tanto, cuando les tratamos como si fueran el centro del
universo, creamos un falso ídolo. En vez de un hogar centrado en los niños,
deberíamos intentar centrarnos más en el amor. Así, nuestros hijos se sentirán
queridos, pero entenderán que en el amor, el altruismo va por encima del
egoísmo.
Error nº 9: Creer que nuestros hijos son perfectos.
Una cosa que suelo oír de los profesionales que trabajan con niños
(orientadores o maestros) es que los padres de hoy en día no quieren oír nada
negativo sobre sus hijos. Cuando se menciona la palabra preocupación, o
problema, la reacción suele ser atacar al mensajero.
La verdad a veces
duele, pero cuando escuchamos con la mente y el corazón abiertos, nos mostramos
dispuestos a mejorar. Así, podremos intervenir antes de que la situación se nos
vaya de las manos. Es más fácil tratar a un niño problemático que reparar a un
adulto destrozado.
Error nº 8: Vivir a través de nuestros hijos. Los
padres se sienten muy orgullosos de sus hijos. Cuando consiguen algo, hace de
los padres más felices que si lo hubieran conseguido ellos mismos.
Lo cierto es que si se
implican demasiado en sus vidas, resultará más complicado ver dónde acaban
ellos y dónde empiezan los padres. Cuando nuestros hijos se convierten en una
extensión de estos, suele pensar que es como la segunda oportunidad para ellos.
Se llega un momento en el que su felicidad empieza a confundirse con la de los
padres.
Error nº 7: Tratar de ser el mejor amigo de nuestro
hijo. "El problema ocurre cuando los padres dejan de ser padres y no
son capaces de asumir sus responsabilidades, aunque a veces cueste".
Tratar de ser el mejor
amigo de tu hijo solo puede llevar a una permisividad excesiva y a que tomes
decisiones desesperadas por temor a no contar con su aprobación. Esto no es
amor, sino necesidad.
Error nº 6: Entrar en una competición por ser el mejor
padre. Todos los padres llevan algo de competitividad en las venas. Lo
único que necesitan para despertar al monstruo es que otro padre ponga a su
hijo por encima del tuyo.
El origen se encuentra
en el miedo. Tememos que nuestros hijos se queden aparte, atrás. Tiene miedo de
que, si no se ponen serios e intervenimos con severidad, se sumirán en la
mediocridad para el resto de su vida.
Los niños tienen que
esforzarse y entender que los sueños no se cumplen así como así, que para ello
tienen que trabajar y luchar. No obstante, si fomentamos una actitud de ganar cueste
lo que cueste y les permitimos que empujen a otros niños para conseguir ser los
primeros, la cosa se le estará yendo de las manos.
Es verdad que en la
adolescencia el carácter no nos parece tan importante, en cambio cuando somos
adultos, el carácter lo es todo.
Error nº 5: Olvidarnos de lo maravilloso que es ser
niño. Recuerda la alegría de vivir como niños.
Criar a niños pequeños
puede ser un trabajo duro y monótono. A veces, es tan agotador física y
emocionalmente que nos encantaría que se hicieran mayores cuanto antes. Por
otra parte, también tenemos curiosidad por saber cómo será su crecimiento. ¿Cuáles
serán sus pasiones? Los padres, esperan poder descubrir sus dones, para saber
aprovechar sus puntos fuertes y animarles a que sigan por la buena dirección.
Pero, cuando proyectan
su futuro y se preguntan si ese gusto por el arte le convertirá en Picasso, o
si su voz melodiosa hará de ella una gran artista, podemos llegar a olvidarnos
de disfrutar de lo realmente bueno: los cuentos de antes de dormir, los pijamas
de una sola pieza, las cosquillas y los gritos de alegría. A veces, nos
olvidamos de dejar que nuestros hijos se comporten como niños y disfruten de su
infancia, sobre todo con tanta tecnología que enajena y limita a veces las
posibilidades de desarrollo y crecimiento intelectual y madurativo, de imaginación.
La presión sobre los
niños comienza demasiado pronto. Si quieren echar una mano a sus hijos, tienen que
protegerles de estas presiones. Hay que dejar que disfruten y crezcan a su
propio ritmo, así que, en primer lugar, deben explorar sus intereses sin miedo
al fracaso y en segundo lugar, no tienen que sentirse agobiados.
La infancia es un momento de juegos y de descubrimientos. Cuando metemos prisa a los niños, les estamos robando una etapa inocente por la que nunca volverán a pasar.
Error nº 4: Criar al hijo que queremos y no al que
tenemos. Los padres, crean una imagen propia de sus hijos. Esta imagen
comienza a confeccionarse en el momento del embarazo, antes incluso de saber el
sexo del bebé. En secreto, deseamos que el niño se parezca a nosotros, pero un
poco más inteligente y con más talento. Queremos ser su ejemplo y modelar su
vida siguiendo el patrón de la nuestra.
Sin embargo, los niños
suelen seguir su propio modelo y además, desconfiguran los nuestros. Al final,
son como nunca los imaginamos. Nuestro trabajo consiste en descubrir sus dones
innatos y en tratar de guiarlos por el buen camino. Ante todo, inculcarles
nuestros propios sueños no va a funcionar. Solo si entendemos quiénes y cómo
son, podremos tener un impacto en sus vidas.
Error nº 3: Olvidar que los hechos pesan más que las
palabras. Hay que aprovechar cualquier lección de la vida diaria y
convertirla en un momento de aprendizaje. Donde tengan sabiduría, pero sin
olvidarse de que mis ejemplos ensombrecen mis palabras.
Cómo respondo al
rechazo y a la adversidad, cómo trato a mis amigos y a los desconocidos, si me
peleo con su madre o si nos apoyamos mutuamente, etc..Los niños se dan cuenta
de todas estas cosas. Y mi actitud les da permiso para comportarse de la misma
manera.
Si quiero que mis hijos
sean buenas personas, yo también tengo que aspirar a lo mismo. Tengo que ser la
persona que espero que sean ellas.
Error nº 2: Juzgar a otros padres y a sus hijos.
Independientemente de lo mucho que difieras en la forma de educar que tienen
otros padres, no es tu misión juzgarlos. Nadie es completamente bueno ni
completamente malo; todos somos un poco de todo, todos luchamos contra nuestros
propios demonios.
Personalmente, se
tiende a ser más benevolente con otros padres cuando lo estás pasando mal. En
los momentos en que los niños me lo ponen difícil, entiendo el comportamiento
de muchos padres.
Nunca sabemos por lo
que alguien está pasando, ni cuándo nos veremos en una situación parecida.
Aunque, en ocasiones, no podamos evitar tener nuestros prejuicios, deberíamos
controlarlos y tratar de entender a la otra persona en lugar de llegar a
conclusiones precipitadas.
Error nº 1: Subestimar el carácter. Si hay una cosa
que espero hacer bien los padres con sus hijos es conseguir que sean una persona de bien y con éxito. El
carácter, la fibra moral y una brújula interna son los cimientos que forman la
base para un futuro feliz y saludable. Esto es más importante que cualquier
boletín de notas o que cualquier trofeo que ganen.
Es complicado ver a los
hijos caer, pero a veces es necesario.
En ocasiones, hay que preguntarse si intervenir se encuentra entre las mejores
opciones. Hay un millón de formas de amar a nuestros hijos, pero a la hora de
buscar su felicidad, conviene ser conscientes de que a veces la pena a corto
plazo será recompensada con creces por los beneficios en el futuro.
"Prepara a tu hijo
para el camino, no el camino para tu hijo".
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