martes, 22 de abril de 2014

Errores Comunes en los Padres de Hoy

"Tus hijos no tendrán éxito gracias a lo que hayas hecho por ellos, sino gracias a lo que les hayas enseñado a hacer por sí mismos"
Muchos padres hacen lo que sea con tal de evitar que sus hijos sufran cualquier tipo de incomodidad, ansiedad o decepción; cualquier cosa poco agradable. Y, como consecuencia, cuando se hacen adultos y experimentan las frustraciones normales de la vida, piensan que el mundo se les viene encima, que hay algo que va mal, muy mal.

Error nº 10: Adorar a nuestros hijos. Muchos de nosotros vivimos en comunidades que se desviven por los hijos. Los estamos criando en hogares completamente centrados en ellos. A los niños les encanta, claro está, porque nuestras vidas giran en torno a ellos. A la mayoría de los padres tampoco le importa, porque su felicidad es la suya. Les entusiasma hacer cualquier cosa por ellos, comprarles cosas, cubrirles de amor y de atenciones.

No obstante, creo que es importante tener en cuenta que los hijos han sido creados para ser amados, no idolatrados. Por tanto, cuando les tratamos como si fueran el centro del universo, creamos un falso ídolo. En vez de un hogar centrado en los niños, deberíamos intentar centrarnos más en el amor. Así, nuestros hijos se sentirán queridos, pero entenderán que en el amor, el altruismo va por encima del egoísmo.

Error nº 9: Creer que nuestros hijos son perfectos. Una cosa que suelo oír de los profesionales que trabajan con niños (orientadores o maestros) es que los padres de hoy en día no quieren oír nada negativo sobre sus hijos. Cuando se menciona la palabra preocupación, o problema, la reacción suele ser atacar al mensajero.

La verdad a veces duele, pero cuando escuchamos con la mente y el corazón abiertos, nos mostramos dispuestos a mejorar. Así, podremos intervenir antes de que la situación se nos vaya de las manos. Es más fácil tratar a un niño problemático que reparar a un adulto destrozado.

Error nº 8: Vivir a través de nuestros hijos. Los padres se sienten muy orgullosos de sus hijos. Cuando consiguen algo, hace de los padres más felices que si lo hubieran conseguido ellos mismos.

Lo cierto es que si se implican demasiado en sus vidas, resultará más complicado ver dónde acaban ellos y dónde empiezan los padres. Cuando nuestros hijos se convierten en una extensión de estos, suele pensar que es como la segunda oportunidad para ellos. Se llega un momento en el que su felicidad empieza a confundirse con la de los padres.

Error nº 7: Tratar de ser el mejor amigo de nuestro hijo. "El problema ocurre cuando los padres dejan de ser padres y no son capaces de asumir sus responsabilidades, aunque a veces cueste".

Tratar de ser el mejor amigo de tu hijo solo puede llevar a una permisividad excesiva y a que tomes decisiones desesperadas por temor a no contar con su aprobación. Esto no es amor, sino necesidad.

Error nº 6: Entrar en una competición por ser el mejor padre. Todos los padres llevan algo de competitividad en las venas. Lo único que necesitan para despertar al monstruo es que otro padre ponga a su hijo por encima del tuyo.

El origen se encuentra en el miedo. Tememos que nuestros hijos se queden aparte, atrás. Tiene miedo de que, si no se ponen serios e intervenimos con severidad, se sumirán en la mediocridad para el resto de su vida.

Los niños tienen que esforzarse y entender que los sueños no se cumplen así como así, que para ello tienen que trabajar y luchar. No obstante, si fomentamos una actitud de ganar cueste lo que cueste y les permitimos que empujen a otros niños para conseguir ser los primeros, la cosa se le estará yendo de las manos.

Es verdad que en la adolescencia el carácter no nos parece tan importante, en cambio cuando somos adultos, el carácter lo es todo.

Error nº 5: Olvidarnos de lo maravilloso que es ser niño. Recuerda la alegría de vivir como niños.

Criar a niños pequeños puede ser un trabajo duro y monótono. A veces, es tan agotador física y emocionalmente que nos encantaría que se hicieran mayores cuanto antes. Por otra parte, también tenemos curiosidad por saber cómo será su crecimiento. ¿Cuáles serán sus pasiones? Los padres, esperan poder descubrir sus dones, para saber aprovechar sus puntos fuertes y animarles a que sigan por la buena dirección.

Pero, cuando proyectan su futuro y se preguntan si ese gusto por el arte le convertirá en Picasso, o si su voz melodiosa hará de ella una gran artista, podemos llegar a olvidarnos de disfrutar de lo realmente bueno: los cuentos de antes de dormir, los pijamas de una sola pieza, las cosquillas y los gritos de alegría. A veces, nos olvidamos de dejar que nuestros hijos se comporten como niños y disfruten de su infancia, sobre todo con tanta tecnología que enajena y limita a veces las posibilidades de desarrollo y crecimiento intelectual y madurativo, de imaginación.

La presión sobre los niños comienza demasiado pronto. Si quieren echar una mano a sus hijos, tienen que protegerles de estas presiones. Hay que dejar que disfruten y crezcan a su propio ritmo, así que, en primer lugar, deben explorar sus intereses sin miedo al fracaso y en segundo lugar, no tienen que sentirse agobiados.

La infancia es un momento de juegos y de descubrimientos. Cuando metemos prisa a los niños, les estamos robando una etapa inocente por la que nunca volverán a pasar.

Error nº 4: Criar al hijo que queremos y no al que tenemos. Los padres, crean una imagen propia de sus hijos. Esta imagen comienza a confeccionarse en el momento del embarazo, antes incluso de saber el sexo del bebé. En secreto, deseamos que el niño se parezca a nosotros, pero un poco más inteligente y con más talento. Queremos ser su ejemplo y modelar su vida siguiendo el patrón de la nuestra.

Sin embargo, los niños suelen seguir su propio modelo y además, desconfiguran los nuestros. Al final, son como nunca los imaginamos. Nuestro trabajo consiste en descubrir sus dones innatos y en tratar de guiarlos por el buen camino. Ante todo, inculcarles nuestros propios sueños no va a funcionar. Solo si entendemos quiénes y cómo son, podremos tener un impacto en sus vidas.

Error nº 3: Olvidar que los hechos pesan más que las palabras. Hay que aprovechar cualquier lección de la vida diaria y convertirla en un momento de aprendizaje. Donde tengan sabiduría, pero sin olvidarse de que mis ejemplos ensombrecen mis palabras.

Cómo respondo al rechazo y a la adversidad, cómo trato a mis amigos y a los desconocidos, si me peleo con su madre o si nos apoyamos mutuamente, etc..Los niños se dan cuenta de todas estas cosas. Y mi actitud les da permiso para comportarse de la misma manera.

Si quiero que mis hijos sean buenas personas, yo también tengo que aspirar a lo mismo. Tengo que ser la persona que espero que sean ellas.

Error nº 2: Juzgar a otros padres y a sus hijos. Independientemente de lo mucho que difieras en la forma de educar que tienen otros padres, no es tu misión juzgarlos. Nadie es completamente bueno ni completamente malo; todos somos un poco de todo, todos luchamos contra nuestros propios demonios.

Personalmente, se tiende a ser más benevolente con otros padres cuando lo estás pasando mal. En los momentos en que los niños me lo ponen difícil, entiendo el comportamiento de muchos padres.

Nunca sabemos por lo que alguien está pasando, ni cuándo nos veremos en una situación parecida. Aunque, en ocasiones, no podamos evitar tener nuestros prejuicios, deberíamos controlarlos y tratar de entender a la otra persona en lugar de llegar a conclusiones precipitadas.

Error nº 1: Subestimar el carácter. Si hay una cosa que espero hacer bien los padres con sus hijos es conseguir que sean una persona de bien y con éxito. El carácter, la fibra moral y una brújula interna son los cimientos que forman la base para un futuro feliz y saludable. Esto es más importante que cualquier boletín de notas o que cualquier trofeo que ganen.

Es complicado ver a los  hijos caer, pero a veces es necesario. En ocasiones, hay que preguntarse si intervenir se encuentra entre las mejores opciones. Hay un millón de formas de amar a nuestros hijos, pero a la hora de buscar su felicidad, conviene ser conscientes de que a veces la pena a corto plazo será recompensada con creces por los beneficios en el futuro.

"Prepara a tu hijo para el camino, no el camino para tu hijo".

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