sábado, 24 de mayo de 2014

Preocupación Patológica

Sentimiento de inquietud, temor o intranquilidad que se tiene por una persona, una cosa o una situación determinada. Cuando surgen problemas, es habitual sentirse preocupados. La preocupación está considerada como el modo de intentar buscar soluciones para aquello que supone obstáculos o proyectos a realizar en nuestra vida.

Sin embargo, la preocupación también forma parte de los síntomas del trastorno de ansiedad generalizada, y puede generarlo. Esa dicotomía, convierte un mecanismo defensivo de nuestra mente (la preocupación) en algo patológico que hay que evitar.

La preocupación se vuelve una constante del individuo, que teme desastres futuros por cualquier circunstancia puntual o, incluso, imaginaria. La persona teme continuos problemas, o el aumento de ellos, e intenta prevenirlos desarrollando una actividad cognitiva en la que aparece la preocupación patológica, es decir, la ansiedad crónica. Generalmente, sus temores no se ven cumplidos, pero su intolerancia a la incertidumbre le hace seguir temiendo lo peor ante una nueva situación hipotética.

La preocupación patológica

La preocupación es una reacción automática para resolver nuestros problemas, pero se convierte en patológica cuando nos preocupamos por sucesos de baja probabilidad o damos vueltas a los problemas sin resolverlos nunca. Puede ser debido a que no aceptamos la incertidumbre inherente a la vida o porque preocupándonos nos justificamos de no resolver un problema y así rebajamos nuestra ansiedad. Finalmente nos llegamos a preocupar por estar preocupados.

El hecho de que se haya identificado como el elemento característico para el diagnóstico del trastorno de ansiedad generalizada ha disparado los estudios sobre ella, sobre todo en los últimos 20 años. Ello ha permitido entender algunas de sus características y plantear alternativas que abren nuevas perspectivas en el tratamiento cognitivo conductual de ese trastorno.

La preocupación aparece, en general y sin que se pueda considerar patológica, como un intento de resolver un problema que amenaza fijando un curso de acción adecuado y se convertirá en problemática cuando no llegue a buen término su función. Cuando detectamos la presencia de un problema, comenzamos de inmediato su afrontamiento. Si las circunstancias lo permiten, nos ayudamos del lenguaje interno (pensamiento) para resolverlo. Nuestro lenguaje nos sirve para simular nuestro comportamiento futuro y prever sus consecuencias sin necesidad de actuar. Comenzamos a planificar nuestra reacción y la preocupación surge dentro del proceso cognitivo que tiene como función determinar el curso de acción más conveniente para nosotros. Por tanto, la preocupación aparece asociada a la planificación de nuestras acciones y como tal entra dentro de la normalidad más absoluta y se puede estudiar junto a otras conductas de planificación en el contexto de la toma de decisiones y la resolución de problemas.

"La preocupación se incluye en la actividad cognitiva que prepara la reacción al peligro, por tanto, la preocupación asociada a la ansiedad es un factor que interviene en el enfrentamiento de cualquier amenaza y por eso se puede detectar frecuentemente en cualquier persona y como un elemento relevante en todos los sujetos que presentan un trastorno de ansiedad".

Cuando se piensa de forma rígida que la preocupación es buena y que hay que implementarla en todo momento, porque es imprescindible para resolver problemas o para evitar amenazas, aparece la preocupación de tipo 1. La persona inicia el desarrollo de planes de acción hasta que encuentra uno que le satisface. La forma de saber que le satisface es cuando siente o bien que es capaz de afrontar el problema o bien que ha contemplado todas las alternativas posibles; pero estos criterios suelen ser arbitrarios o supersticiosos. La persistencia y repetición de este proceso es la causa de que se implante una preocupación patológica. Finalmente se llegan a activar las creencias negativas, como considerarla incontrolable o dañina para el cuerpo o la mente de las personas, con lo que se dispara la preocupación tipo 2. En este caso se establece la meta-preocupación, ya que se llega a estar preocupado por el hecho de estar preocupado, se cree que la preocupación puede volver loco o llevar a hacer locuras, o a causar un estrés tan grande que produzca finalmente una enfermedad física.

La creencia en que la preocupación es dañina se confirma a sí misma. En efecto, el análisis de la situación confirma las previsiones, porque uno comprueba que cuando se preocupa, su cabeza da vueltas y su nivel de ansiedad es muy grande lo que le hace temer por su salud pero la primera alternativa que toma es preocuparse para encontrar la solución a su malestar, para asegurarse de que no le va a pasar nada, se establece así un círculo vicioso que incrementa la ansiedad y la creencia en la malignidad de la preocupación que se siente como incontrolable.

También la preocupación como afrontamiento de los problemas dentro de la normalidad está asociada a creencias de que es positivo preocuparse, puesto que colabora en la solución. Sin embargo la preocupación patológica no reduce la probabilidad de resultados negativos ni aumenta la probabilidad de un afrontamiento exitoso ni es efectiva para resolver problemas concretos. Pero las personas con trastorno de ansiedad generalizada se preocupan de sucesos con baja probabilidad y lo hacen de forma continuada. Como cuando se preocupan no ocurren los sucesos temidos, debido en realidad a su baja probabilidad, se refuerza la preocupación y la creencia en su eficacia. Es una confirmación supersticiosa, porque la no ocurrencia del suceso no está relacionada con preocuparse o no. Por ejemplo, cuando se preocupan con el objetivo de conseguir reducir la probabilidad de un accidente, como el accidente no ocurre, se refuerza la conducta de preocuparse.

Quien se preocupa patológicamente ve los pensamientos como sucesos reales en lugar de considerarlos como sucesos internos que no tienen necesariamente que reflejar una realidad objetiva. De esta forma, una amenaza pensada se convierte en real en lugar de ser solamente un pensamiento, y en consecuencia se establece el objetivo de eliminarla, evaluándola e intentando establecer estrategias y conductas para reducirla, acabar con ella o vigilarla, como si fuera totalmente real. Se ha dejado a un lado el funcionamiento meta-cognitivo que permite que se vean a los pensamientos como procesos que se tienen que evaluar y contrastar. Funcionar en modo cognitivo supone que la persona toma una cierta distancia de sus pensamientos y creencias, que no se consideran obligatoriamente como una representación verdadera de la realidad.

Tratamiento

La preocupación es controlable, el objetivo para solucionar el problema sería potenciar el modo cognitivo de pensar de forma que se pudieran evaluar los pensamientos, contrastar su realidad, suspender la preocupación o redirigir la atención a sucesos más probables. Funcionando en un nivel cognitivo se conseguiría tener un conocimiento más estructurado y desarrollar planes nuevos y efectivos y sería menos probable caer en una preocupación patológica. Si estamos preocupados, la tensión muscular aumenta, la mente se bloquea- creyendo más en los pensamientos negativos que enfocando sobre las posibles soluciones- y el creciente negativismo genera ansiedad.

Por eso, lo mejor ante la preocupación es quitarle poder de convicción a ese arquetipo mental del miedo. Actuar en vez de reaccionar. Pensar en lo que podemos hacer para enfrentar la situación paso a paso, y seguir esos pasos a uno por vez, sin adelantar acontecimientos. Eso es “ocuparnos” del problema, y no solo “pre-ocuparnos”.
  • El tratamiento cognitivo conductual plante como objetivo abordar los síntomas cognitivos y fisiológicos
  • Controlar los pensamientos empleando un método de entrenamiento en atención que nos ayude a tomar distancia de ellos.
  • Desarrollar una conciencia plena para no rumiar.
  • Incrementar la conciencia plena para aumentar la creatividad.
  • Aceptación de las sensaciones propias.
  • Meditación para conseguir la conciencia plena
  • Vivir en ahora: Precisamente porque no podemos acertar en nuestros pronósticos sobre el futuro, lo más conveniente es prevenir y actuar donde únicamente podemos: el momento presente. Es inútil y contraproducente dejarse llevar por los malos presagios o cualquier tipo de pensamiento negativo. Solo nos frenan.
Es importante comenzar a recapacitar si realmente vale la pena preocuparse por tantas cosas que tal vez tienen una importancia relativa, ser capaces de aprender a jerarquizar las prioridades y a reconocer y renunciar a mandatos internos que los obligan a ocupar la mente inútilmente, dejando de lado experiencias presentes que jamás se repetirán y que pueden ser mucho más importantes. Dar los pasos convenientes hacia una resolución positiva, manteniendo la calma y sin agobiar nuestra mente por hacer caso de malos presentimientos o temores innecesarios, no es solo saludable sino efectiva. Evidentemente, hay que desterrar de nuestra estructura mental el preocuparse y sustituirlo por el ocuparse cuando el obstáculo surja, no antes de tiempo.

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