viernes, 10 de enero de 2014

El Llanto

Deriva del latín plorare, que significa lamentarse, despertar compasión, derramar lágrimas, etc.

Más allá de que el llanto o el lagrimeo sean un mecanismo fisiológico que puede que tenga lugar incluso antes de nacer, quizás para proteger al ojo, o un comportamiento que mueva a compasión de forma "egoísta" (Schopenauer), es antes que nada un modo de expresión universal distintivo del género humano que nos permite liberar emociones.

 “Llorar permite reducir la intensidad de las emociones fuertes y trabajar con ellas para solucionar problemas”

Culturalmente llorar se ha asociado a debilidad, por ello muchas personas intentan reprimir el llanto, sobretodo públicamente. Esto emocionalmente es una bomba de relojería. Tanto las emociones positivas como las negativas han de ser expresadas logrando así un compendio emocional equilibrado.

¿Por qué lloramos? La respuesta es simple: por motivos biológicos. Con el lloro se limpia el lagrimal, se consigue una adecuada hidratación del ojo y se liberan hormonas del bienestar. El estrés conduce a una sobrecarga de estas últimas y, al llorar, se elimina una parte de adrenalina, noradrenalina y oxitocina, además de opiáceos endógenos, un grupo de péptidos que provocan los mismos efectos que los analgésicos opiáceos.

"Estas hormonas permiten fijar la atención en los sentimientos, en aquello que se hace, en el organismo y en la persona misma"

Dejando atrás los tabúes, llorar es beneficioso para la salud. Se produce una liberación de adrenalina, hormona segregada en situaciones de estrés y noradrenalina, hormona que actúa como neurotransmisor que contrarresta el efecto de la adrenalina. En las lágrimas se puede apreciar, entre otras sustancias, la presencia de catecolaminas (epinefrina y noradrenalina). Expulsar estas sustancias permitiría reducir la inervación del sistema nervioso simpático durante momentos de estrés, cuando el mismo estimula la actividad del corazón, incrementa la presión sanguínea y el flujo de la sangre en los músculos.

El efecto de ambas hormonas produce en el organismo una sensación de desahogo y tranquilidad, el cuerpo se relaja y en muchas ocasiones la persona se queda dormida después de un episodio de llanto. Por ello, el dejar liberar todas estas emociones negativas que nos sobrepasan en determinados momentos de nuestra vida, ayuda al bienestar posterior y se convierte en un aprendizaje propio sobre cómo gestionarnos emocionalmente.

También para Freud, llorar permite liberar emociones. La contención del llanto ante el estrés, puede revertir en la aparición de diversos trastornos (úlcera duodenal, asma…), y el sujeto se vuelve más propenso a experimentar angustias y tensiones internas con las consiguientes consecuencias, como por ejemplo, la aparición de un cáncer.

Tan beneficioso es reírse como lo es llorar, puesto que ambos son estados emocionales innatos en el ser humano que lo ayudan a liberar emociones tanto positivas en el caso de la risa, como negativas en el del llanto. Las dos formas de expresión de sentimientos son necesarias para que la persona gestione correctamente su estado de ánimo. De la misma manera que el fijarse en tan sólo una de ellas, como el hecho de estar todo el día riendo reprimiendo el llanto, o todo el día llorando reprimiendo la risa, suponen un malestar emocional difícil de controlar.

Actualmente podemos decir que vivimos en una sociedad que nos obliga a disociar nuestras emociones de nuestras frustraciones o pérdidas. El llanto es cada vez más ocasional, oculto en la intimidad y estigmatizado. Ya no hablamos de tristeza sino de depresión. Y eso conduce naturalmente a la medicalización de nuestro estado. Sin embargo "La tristeza, junto con la capacidad de sentir compasión y miedo, es un elemento básico en la constitución del juicio y la sensibilidad moral. Sólo un imbécil moral o un psicópata pueden desconocer cualquiera de esos tres estados anímicos." (De la tristeza, Alfonso Fernández Tresguerres)

Una creencia popular bastante generalizada nos dice que llorar nos brinda consuelo en las situaciones particularmente difíciles.

Aunque en algunas ocasiones la ciencia viene a confirmar la sabiduría popular, lo cierto es que esta vez la investigación científica nos brinda informaciones un tanto diversas: llorar puede aumentar el estrés y la reacción arousal del sistema nervioso autónomo.

¿A quién creerle? ¿En cuántas ocasiones no hemos experimentado en carne propia el efecto catártico del llanto?

Consecuencias de reprimir el llanto

Por el contrario, reprimir el llanto no favorece la salud. Sin embargo, socialmente tiene una connotación de debilidad y muchas personas, en su mayoría hombres, tienden a cohibirse. Según detalla Molero, se reprime porque, a través de la educación, se insta a los niños y a los hombres a no llorar. Están más vetados que las mujeres para dar rienda suelta a sus emociones; pueden expresarlas, pero no demasiado, ante el riesgo de parecer demasiado sensibles, débiles e inseguros.

Por este motivo, es crucial que desde la infancia se eduque a los niños para que expresen sus sentimientos y comuniquen sus emociones, ya que "llorar es una buena forma de expresarlas", destaca Molero. Según precisa, "es una válvula de escape y, como ocurre con una olla a presión, si una persona las reprime al límite y no se permite derramar lágrimas cuando lo necesita, cuanta más presión tenga, esa emoción se manifestará de forma más incontrolable". No llorar suele ser un indicador de un bloqueo psicológico. 

Otras consecuencias de aguantar el llanto es que se contiene más rabia y agresividad y muchos trastornos de ansiedad se somatizan cuando se bloquean todas las emociones, entre otras, con manifestaciones en la piel.

Llanto sano, llanto patológico

La tristeza es un sentimiento natural. Ante un acontecimiento vital como la muerte de un ser querido, lo normal es pasar un tiempo de duelo, de profunda tristeza. Pero muchas personas, lejos de reaccionar en el primer momento, se quedan bloqueadas. "Hay que enfrentarse a las emociones. Pasarlo mal. Hay que aceptar que hay emociones buenas y negativas y no se deben eliminar estas últimas. Ambas forman parte de la vida y, en ocasiones, hay que sentirlas. Evitarlas o bloquearlas solo hará que continúen ahí. Hay que enfrentarse a ellas, aunque duela".

Además, "las personas que lloran no suelen tener un trastorno psiquiátrico. Llorar no es ninguna enfermedad, sino una reacción normal". No obstante, aclara que "llorar tampoco es preventivo" de depresión o de trastornos de ansiedad. No evita tener una patología mental -que depende de determinados factores de la personalidad de cada uno-, pero puede paliar los síntomas de esas enfermedades en un momento concreto.


El llanto sano, es proporcional al motivo que lo desencadena. Es normal cuando se asocia a un hecho luctuoso, como un fallecimiento, pero el llanto patológico se asocia a síntomas como no dormir, sufrir angustia, dejar de comer, perder peso, sentirse sin ánimo de hacer nada, estar muy tristes, no moverse de la cama, tener ganas de morirse o ideas suicidas. En estos casos, es desproporcionado y podría ser una señal de trastorno mental en la que el lloro es uno de los síntomas, como un trastorno depresivo o bipolar. No obstante, se advierte de que la sociedad coetánea ha cambiado y en ocasiones, "se medicaliza" el tratamiento de sentimientos, como la tristeza, que son naturales y que el ser humano debe sobrellevar.

miércoles, 8 de enero de 2014

Tabaquismo y Psicoanálisis

La teoría psicoanalítica de la adicción sostiene que ésta presenta caracteres unitarios, o muy similares, independientemente de cuál sea la droga a la que se es adicto.  “En el sistema de regulación placer/displacer la droga cumple funciones de amortiguador de la sensibilidad al dolor, al sufrimiento de cualquier tipo”.

Esto describe un fenómeno observado con frecuencia en la clínica: gran parte de los fumadores hablan sobre su manera de vivir los fracasos o inconvenientes de la vida cotidiana. Cuando algo no les sale como esperaban o tienen problemas con familiares o amigos, sienten más ganas de fumar  y parecería que el fumar los tranquiliza. Los sufrimientos por los que pasaron los adictos en su vida, se produce una desestabilización profunda del “sistema regulador de la propia estima” es decir, el narcisismo. Esto hace al sujeto muy vulnerable por lo que no está en condiciones de abordar adecuadamente el reto del mundo circundante.

Un conflicto inconsciente produce malestar psíquico y físico, el malestar se manifiesta en tu cuerpo y en tu sentir, como enfermedad, dolor, inhibición, síntoma o angustia.

Habitualmente el que quiere dejar de fumar suele decir: “Se que es malo pero...me gusta, me gusta fumar por...” hay un goce, un placer en fumar, un placer mortífero, como tantísimos otros... Lo que ocurre es que hay muchos fumadores, el mercado perverso se lucra con su venta, es como un mal compartido, un mal que muchos “padecen” y porque no decirlo, disfrutan ¿no?

En estos pacientes con gran debilidad yoica casi cualquier tarea resulta insuperable. Coinciden todas las teorías psicoanalíticas al subrayar la poca tolerancia a la frustración y un deseo infantil repetido de que las soluciones vengan del exterior. Es por eso que en la droga encuentran la supresión de sensaciones displacenteras y las tensiones cotidianas que les causan frustraciones y conflictos.

Abraham (1980) pone el énfasis en la importancia de los impulsos orales en todas las adicciones. En la fase oral, la satisfacción de los impulsos libidinosos se halla íntimamente relacionada con los impulsos nutritivos, siendo la finalidad de unos y otros la incorporación del objeto. La succión por placer, una vez satisfecho el apetito, es un ejemplo de esta unión. Algunos de los fumadores mencionan el gusto y placer de traer el cigarrillo en la boca aunque no fumen. Simplemente traer el cigarro puesto en la boca.

Según comenta Coderch (1975) Knight estudia la configuración de la familia del adicto y menciona que ha existido una madre sobreprotectora e indulgente que ha tratado de apaciguar al niño con repetidas gratificaciones orales, siendo la figura paterna sumamente desvalida y falta de firmeza.  Como resultado de esta política de sobre gratificación, el niño no aprende a desarrollar mecanismos de auto control, reaccionando con destructiva rabia cuando se siente frustrado. Se forma así una personalidad organizada fundamentalmente sobre una pauta de dependencia, temor al rechazo e insaciables sentimientos de culpa e inferioridad.

Para el psicoanálisis el tabaquismo es o una continuación de una gratificación auto erótica infantil o una regresión a ésta. Freud habló de diversas etapas ( fases libidinales) en el desarrollo de los niños así como de fijaciones que pueden presentarse en cada una de estas. Algunos psicoanalistas consideran que los fumadores presentan fijaciones en las etapas (fases) oral, anal y fálica, pero se ha puesto mayor énfasis sobre todo en la primera.

La etapa oral (en las fases del desarrollo libidinal )se caracteriza porque la zona erógena (la fuente principal de placer) es la boca. Dado que esta etapa se da desde el nacimiento, el niño es alimentado o amamantado obviamente a través de este órgano, por lo que en él está depositada toda su energía para alimentarse, crecer y conocer el mundo.  También el mamar o succionar ayuda al niño a ingerir no sólo alimento, sino las emociones y el afecto de aquél objeto externo del que depende, es decir, mamá. El proceso  maternal alivia el hambre y la tensión, se alcanza la saciedad y entonces el bebé puede dormir tranquilamente. Como receptora de la alimentación, la zona bucal parece requerir una constante estimulación, especialmente cuando él bebe (o el adulto) experimentan dificultades.

Respecto a la etapa fálica dado que la zona erógena son los genitales se experimenta una masturbación (autoestimulación) sin orgasmo que produce placer y reduce la tensión. No es difícil reconocer en la forma de agarrar el cigarro un derivado masturbatorio. Ya Freud afirmaba que "la masturbación es el único hábito que cabe designar “adicción primordial”, y las otras adicciones sólo cobran vida como sustitutos y relevos de aquella. Además, el cigarro puede simbolizar al pene, como falo – poder", por lo que se cree que el tabaquismo confiere potencia. Para hombres y mujeres, el tener ocupadas las manos con un cigarro en la presencia de otros puede ser una forma mágica de obtener poder fálico.

“La droga se convierte en el objeto amoroso simbólico, incluso en fetiche, productor de un placer mágico”.

Consideraciones: 

El tabaquismo disminuye el deseo y aumenta las probabilidades de disfunciones sexuales

Por adicción se entiende una intoxicación periódica o crónica producida por el consumo repetido de una droga con tendencia a incrementar la dosis y el desarrollo de una dependencia que puede ser física y / o psíquica, por lo cual, el adicto, en este caso el fumador, cada vez fuma más y con mayor frecuencia, siéndole más difícil abandonar el vicio ya que va desarrollando tolerancia a la sustancia y con ello la demanda de mayor cantidad de la droga en el cuerpo para sentir los efectos deseados.

El cigarrillo como herramienta de seducción atrapa a muchos jóvenes que, una vez “enganchados”, puede ver afectada su sexualidad y capacidad reproductiva. Según los datos, el tabaquismo disminuye la excitabilidad y retarda el orgasmo.

Uno de los asuntos tratados es la desmitificación de las connotaciones sexuales positivas del cigarrillo así como los problemas que el tabaquismo produce en la conducta y reproducción sexual de las personas. Por ello, la Academia Internacional de Sexología Médica aprovecha jornadas para presentar su manifiesto contra el tabaco. “Queremos que se desmitifique el papel del cigarrillo en la conducta sexual ya que solo es un mito, un cliché establecido por los prototipos de comportamiento que solo conlleva problemas para la salud.”

 “Aunque las cosas están cambiando, todavía la gente se sirve del cigarrillo como una forma de potenciar su status y aceptación social, de relajación y control. Esto atrae a muchos jóvenes que una vez que han empezado, no pueden dejarlo”.

De herramienta de seducción a factor de riesgo

Entre otros datos que se presentan en las jornadas, se discute sobre el hecho de que en las mujeres, el tabaquismo disminuye la excitabilidad, dificultando la lubricación vaginal y retardando el orgasmo. En los hombres, reduce el flujo sanguíneo del pene. Pero el tabaco no sólo afecta a la erección sino que también disminuye el deseo.

La imagen del cigarrito de después tiene que cambiar. “Desde un punto de vista científico, la necesidad de fumar después de una relación sexual demuestra una satisfacción pobre, ya que una respuesta orgásmica saludable conlleva liberación de endorfinas, lo que provoca en la persona un efecto de saciedad y bienestar”.

Dejar de fumar

Dejar de fumar supone afrontar la decisión de superar la dependencia a la nicotina, lo que conlleva implicaciones físicas, psicológicas y sociales. “Dejar de fumar implica superar el síndrome de abstinencia y la sensación de duelo que aparece al no utilizar el cigarrillo frente a determinadas emociones negativas o positivas o relaciones sociales. Sin embargo, desde el punto de vista sexual, sólo aporta ventajas”, establece el doctor Eugeni Bruguera, Jefe de la Unidad de Conductas Adictivas del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d´Hebron. En este sentido, “los tratamientos farmacológicos existentes para el tratamiento del tabaquismo no parecen tener un efecto relevante sobre la vida sexual. Ninguna de las 3 alternativas de primera linea, entre ellos vareniclina diseñado específicamente para dejar de fumar, provoca la aparición de efectos adversos en la vida sexual de los fumadores”.


Lectura recomendable el libro “No hay humo sin Freud. Psicoanálisis del fumador”: No hay humo sin Freud? No cabe duda, si seguimos las huellas de la dolorosa relación que mantuvo, a lo largo de su vida, el inventor del Psicoanálisis con su cigarro puro. El tabaco fue su estimulante indispensable, la condición sine qua non para la elaboración de su obra. Pero, con idéntica certidumbre, dicha adicción le condujo a la destrucción y a la muerte, con una voluntaria ceguera que merece ser interrogada. Este estudio apasionante nos lleva además hacia el encuentro de una peliaguda pregunta: ¿por qué fumamos?

lunes, 6 de enero de 2014

La Soledad 2

Lo que es importante marcar, es que la soledad en muchos casos es un estado necesario para poder establecer un nuevo orden, para elaborar duelos, y para poder mirar dentro de nosotros y reconocernos como lo que realmente somos: seres humanos que necesitamos de conexión y sentido de pertenencia. La soledad está relacionada con la forma en que los individuos  han sido cuidados, acompañados y amados.
La soledad también es un espacio o estado de reflexión donde uno entra en contacto consigo mismo y puede recuperar sus fuerzas y su poder personal para  romper con un estado de “dependencia extrema” que puede resultar patológica. Debemos aprender a retirarnos para asimilar lo que hemos vivido a través de los demás

En lugar de luchar contra la soledad, es más recomendable saber encontrar el placer y el sentido de ésta, aprender a disfrutar de uno mismo y a equilibrar las demandas en relación a la compañía o la presencia constante de otro.

El estar sólo con uno mismo también puede calmar la mente, ayuda a fortalecer el autocontrol y ayuda a conocerse mejor y a identificar las propias sensaciones, sentimientos y necesidades personales. la soledad es una necesidad y un tónico beneficioso para nuestra salud y relación con los demás, aunque hay que saber vivirla.

Recientes estudios invitan a revaluar la soledad, la cual puede ser una deliciosa acompañante o, por el contrario, una herramienta para desquiciarte.

La soledad es uno de los fenómenos más interesantes al reflexionar sobre la naturaleza del ser humano. Por un lado somos innegablemente “animales sociales”, estamos diseñados para interactuar con nuestros semejantes, a través de esa actividad desarrollamos distintas habilidades, y ejercemos uno de los dones más estimulantes que nos fueron dados, el de la colaboración. Por otro, existirán múltiples momentos a lo largo de tu vida en los que probarás una sustancia que o bien podría contener una exquisitez casi inigualable, o bien podría traducirse en una inquietante amargura, me refiero al estar solo.

Históricamente la soledad ha sido asociada con el desarrollo espiritual: recordemos que personajes como Cristo, Buda, y Mahoma, entre otros, obtuvieron revelaciones cruciales en estas circunstancias. También este estado parece ser particularmente fértil para hacer florecer la creatividad, incluso la genialidad. Quizá por esta razón es que filósofos, escritores, científicos y otros han elogiado vívidamente la soledad: Poe, Goethe, Einstein, Bacon, Beethoven, de Quincey, Schopenhauer, y Thoreau, entre muchos otros.

Otra veta cultural en torno a la soledad apunta a predisponernos para evitarla a toda costa, y nos invita enmascararla o a esconderte de ella, procurando no exponer tu psique a la naturaleza de dicho estado.

“existe tanta ansiedad cultural frente al aislamiento que continuamente no logramos percibir los beneficios de la soledad. Pero existe algo realmente liberador para las personas al estar solas. Logran establecer control sobre la forma en que utilizan su tiempo. Logran descomprimirse al final de un atareado día en la ciudad y experimentan un sentimiento de libertad”, Eric Klinenberg.

Otra de las bondades detectadas alrededor del estar solo radica en el fortalecimiento de carácter e identidad

¿Entonces?

Desde hace tiempo la ciencia ha advertido que la soledad excesiva puede sernos perjudicial. Pero en años recientes se han llevado a cabo investigaciones que aluden a los beneficios de este estado. El problema, al parecer, radica en la dosis (el veneno puede ser también el antídoto)

Algo curioso es que la mayoría coincide en que para disfrutar de las mieles de la soledad, esta debe ser voluntaria y no obligada. Lo anterior nos invita a replantear nuestra percepción frente a ella, a asumir su inevitable presencia en diferentes momentos de nuestro camino y por qué no, a procurarla de vez en cuando, incluso a revolcarnos en ella en una especie de fantasmal y sutil cópula. Si le huyes lo más probable es que tarde o temprano te alcanzará y si el encuentro no fue originalmente deseado, entonces tal vez pueda tratarte con poco cariño.

La soledad, concebida como una etapa transitoria y voluntaria, es de lo más beneficiosa para nuestra autoestima y nuestra salud mental. Estar sola no significa para nada tener un carácter difícil o una personalidad intolerante. Tan solo es una forma de marcar una cierta independencia en relación a los demás. Una opción libre y que todavía muchos se hartan de criticar.

La soledad es una situación que puedes aspirar a convertir en transitoria y que conviene percibirla como no forzosamente traumática. Puedes verla como un momento de reflexión, de conocerte a fondo y de encontrarte sinceramente con tu propia identidad. En muchas ocasiones, es precisamente esto, lo que hace sentirte solo. Cuando no hablas contigo mismo, no te escuchas, no te prestas atención, cuando eres un desconocido para ti mismo… te asustas y no sabes cómo hacerlo. Es la oportunidad para reencontrarte a ti mismo. No estás solo, te tienes a ti.

Es un gran momento para romper dependencias emocionales, para aumentar tu autoestima, para conocer qué es lo que te hace sentir bien. Aprovéchalo.

Finalmente me gustaría hacer referencia a las investigaciones realizadas por Adam Waytz, de la Universidad de Harvard, quien enfatiza en el hecho de que, tal vez paradójicamente, en la soledad reafirmamos diversas habilidades que enriquecerán nuestra habilidad para establecer lazos sociales saludables y fuertes

“La soledad es el hecho más profundo de la condición humana. El hombre es el único ser que sabe que está solo.” Octavio Paz

Trabajar el Vinculo Afectivo

Los estilos de vida actuales suponen nuevos retos para los padres pero también para los profesionales de la salud mental infantil.

Actualmente podemos afirmar con contundencia que muchos de los problemas que son motivo de consulta frecuente en los gabinetes de psicología infantil tienen su origen y se mantienen a partir de determinadas dinámicas y vivencias familiares. El niño que reclama constantemente la atención de los padres, el oposicionista, el que enferma a menudo, el que de repente deja de sacar buenas notas, entre otras situaciones, pueden ser el reflejo de un malestar emocional en el niño o desatención afectiva que no encuentra cauce de expresión por otras vías más normalizadas.

Ya no hay ninguna duda respecto al hecho de que la salud mental en niños y adolescentes (también adultos) está condicionada en gran medida por la cantidad y calidad de las relaciones afectivas que como padres hemos sido capaces de construir con nuestros hijos desde la más temprana infancia. No obstante, parece que la sociedad moderna no fomenta ni siquiera valora con la importancia que se merece este hecho.

Hay un primer factor relevante y recurrente en la familia actual: “la falta de tiempo para estar con los hijos”. Muchos padres justifican así el hecho de que no hayan atendido debidamente las necesidades afectivas de sus hijos desde las etapas más tempranas. Las consecuencias, si además se dan otros factores asociados (separaciones, malos tratos, problemas económicos...) pueden ser nefastas para integridad emocional del niño.

Un segundo factor a considerar es "la poca capacitación de los padres". Muchos de ellos quizás pertenecen, a su vez, a entornos donde tampoco recibieron una atención afectiva suficiente y por tanto, se les privó del aprendizaje acerca de cuál era la mejor forma de educar e interaccionar con los hijos.

Un tercer factor lo podemos situar sobre "circunstancias sobrevenidas, a veces imprevistas", como los problemas de trabajo, económicos, de relación en la pareja, etc. Estos factores pueden empeorar significativamente la calidad de las relaciones entre los miembros de la familia y crear un ambiente de inseguridad que puede resultar muy dañino para los más pequeños.

Evidentemente, cada niño es un mundo y así lo es la forma en que cada uno de ellos va a exteriorizar su malestar o desatención afectiva. Sea como fuere, si somos capaces de fortalecer los vínculos afectivos, aún en las situaciones difíciles, conseguiremos minimizar el riesgo de problemas emocionales y de conducta en el futuro.

He ya comentado algunas de las situaciones de “riesgo” que pueden poner en peligro la vinculación afectiva adecuada entre padres e hijos. A ello tenemos que unir las actuales circunstancias sociales y, en concreto, las nuevas realidades familiares. En los últimos años, la familia tradicional ha ido dejando paso a nuevas formas de familia, cada una de ellas con sus peculiaridades, pero con un rasgo en común: la necesidad de fortalecer el trabajo de vinculación con los hijos ya que, para ellos, en algunos casos, las nuevas formas pueden suponer un desajuste emocional.

En concreto expongo tres situaciones que pueden cursar con una necesidad primero de entender y luego de trabajar la vinculación con los hijos.

a) Hijos adoptados

Estos niños tienen la fortuna de ser recibidos por familias acogedoras con una alta motivación por tener hijos y que suelen disponer de los recursos afectivos y económicos para atenderlos. De lo que, frecuentemente, no disponen los padres adoptivos es información concreta acerca de los síntomas y comportamientos que son habituales en estos niños y la forma de ayudarlos.

Cada niño llega con su propia historia y vivencias personales. Según la edad de adopción, puede haber pasado por diversas instituciones, familias de acogida, etc. Todo ello suele suponer a edades tempranas la imposibilidad de establecer una vinculación adecuada.

A pesar de que los padres adoptivos empezarán a cubrir esas necesidades, las consecuencias de un apego o vinculación no establecida en su momento, se manifestarán mediante conductas que suelen poner a prueba constantemente el amor de sus padres y los lazos que tienen en común. Lo más paradójico es que lo hacen mediante un proceso sutil de exigencias, manipulaciones, mentiras e, incluso, utilizando comportamientos agresivos y violentos hacia las personas que quieren. También, a veces, contra ellos mismos.

Estas conductas son resistentes a cambiar y los procedimientos tradicionales (refuerzo, castigo, etc.) no acaban de funcionar dado que su origen es básicamente de tipo emocional. Por tanto, su tratamiento requiere también reforzar los lazos afectivos y la vinculación.

Para conocer mejor las características de los niños adoptados y algunas orientaciones para facilitar su integración, puede visitar nuestra página: "Claves para comprender a los hijos adoptivos".


b) Hijos ante la separación de los padres

Es otra de las situaciones habituales hoy en día y que supone un factor de riesgo importante para la autoestima e integridad emocional de nuestros hijos. Aunque, en algunos casos, la separación pueda estar justificada por el deterioramiento general de las relaciones de la pareja y como mal menor, lo cierto es que siempre hay un impacto emocional en los pequeños.

Cuando es posible, lo ideal es que ambos padres compartan estrategias comunes respecto a la educación de los hijos y mantengan una relación tranquila y amistosa. El mensaje que deben recibir los hijos es que ambas figuras de vinculación comparten unos mismos principios y que van a seguir a su lado afectivamente independientemente que ahora vivan separados, tengan sus diferencias y estén sujetos al convenio de separación que hayan alcanzado legalmente. Para alcanzar estos objetivos es esencial dar la imagen de unidad en las cuestiones fundamentales que atañen a los hijos.

También se hace necesario evitar los errores comunes que algunos padres cometen tras la separación. Entre otros:
  • Utilizar al hijo como aliado en contra del otro o como herramienta de chantaje.
  • Hablar mal del otro o culpabilizarle. Evitar la manipulación emocional.
  • Intentar comprar su afecto o compensarle con excesivos premios o regalos materiales lo que puede suponer un agravio hacia la otra persona y una relación que al final se fundamenta más en lo material que en lo afectivo
  • Crear dudas acerca de su futuro o entrar en contradicciones con lo que le manifiesta la otra parte al hijo.
  • No engañarlo. Según su edad, el niño tiene derecho a saber cual es la situación y cual su futuro.
  • Evitar nuevas discusiones delante de los hijos ya sean presenciales o por teléfono.

Si el hijo/os están en régimen de compartidos, suavizar la transición de un hogar al otro. Lo ideal sería compartir espacios comunes durante algún tiempo. Por ejemplo, cuando toque el cambio de una casa a la otra, los progenitores separados pueden quedar en un espacio público y compartir brevemente información de las novedades que se han producido en el día a día de los niños. Esto puede dar tranquilidad a los niños en el sentido de que ven que ambas partes comparten el interés por ellos.

Sea como fuere, los hijos de padres separados deben ser ayudados emocionalmente y debemos reforzar el trabajo de vinculación siguiendo las pautas que más adelante se exponen.

c) Familias monoparentales

Este tipo de familias también ha visto incrementado su número en la sociedad actual. Diversas son las circunstancias. Desde parejas separadas en la que la madre se hace cargo en exclusiva de los hijos a mujeres que han decidido ser madres sin una pareja estable por inseminación artificial.

Son familias que también deberán trabajar adecuadamente los procesos de vinculación dado que uno de los progenitores no está presente. Ello puede suponer un reto para, generalmente la madre, dado que tendrá que compaginar el tiempo empleado para generar los ingresos necesarios para subsistir con la dedicación suficiente hacia su hijo o hijos.

Si los espacios que tenemos con nuestro hijo son mínimos sólo podremos compensarle intentando mejorar la calidad de esa relación. Es decir, acompañándolo en sus juegos, escuchándole y haciéndole ver que aunque no estemos todo el tiempo con él, seguimos ahí para cuando nos necesite. Hoy en día podemos aprovechar la telefonía móvil y otras para comunicarnos en la distancia. De todas formas, los tiempos necesarios nos los marcan siempre los niños y sus circunstancias pasadas y presentes. Debemos ser sensibles a sus demandas.

Un error que debemos evitar y que suele darse en este tipo de familias es el de la sobreprotección o excesiva dependencia de una persona. No hay que confundir dar atención afectiva y soporte emocional incondicional con crear una estructura de funcionamiento donde el niño se le impide realizar determinadas actividades por temores irracionales de los adultos (según edad: no ir de excursión con el colegio, no efectuar salidas que no sean con la madre, etc.). Debemos ser capaces de proporcionar seguridad y afecto pero también autonomía.

Finalmente resaltar la importancia que terceras personas pueden asumir en estas familias. Abuelos, tíos, etc., pueden constituirse, según las circunstancias, en figuras importantes de vinculación y, por tanto, estar sujetas a las recomendaciones que a continuación se exponen.

"El éxito como personas de nuestros hijos en un futuro no dependerá de lo que les hemos podido dar materialmente, sino de la intensidad y calidad de las relaciones afectivas que hemos sido capaces de construir con ellos desde la infancia.”



Sugerencias para mejorar el vínculo afectivo en el blog: http://alex-psicoclinica.blogspot.mx/2013/06/consideraciones-sobre-el-apego-o.html