Deriva del latín plorare, que significa lamentarse, despertar compasión, derramar lágrimas, etc.
Más
allá de que el llanto o el lagrimeo sean un mecanismo fisiológico que puede que
tenga lugar incluso antes de nacer, quizás para proteger al ojo, o un
comportamiento que mueva a compasión de forma "egoísta"
(Schopenauer), es antes que nada un modo de expresión universal distintivo del
género humano que nos permite liberar emociones.
“Llorar
permite reducir la intensidad de las emociones fuertes y trabajar con ellas
para solucionar problemas”
Culturalmente
llorar se ha asociado a debilidad, por ello muchas personas intentan reprimir
el llanto, sobretodo públicamente. Esto emocionalmente es una bomba de
relojería. Tanto las emociones positivas como las negativas han de ser
expresadas logrando así un compendio emocional equilibrado.
¿Por
qué lloramos? La respuesta es simple: por motivos biológicos. Con el lloro se
limpia el lagrimal, se consigue una adecuada hidratación del ojo y se liberan
hormonas del bienestar. El estrés conduce a una sobrecarga de estas últimas y,
al llorar, se elimina una parte de adrenalina, noradrenalina y oxitocina,
además de opiáceos endógenos, un grupo de péptidos que provocan los mismos
efectos que los analgésicos opiáceos.
"Estas
hormonas permiten fijar la atención en los sentimientos, en aquello que se
hace, en el organismo y en la persona misma"
Dejando
atrás los tabúes, llorar es beneficioso para la salud. Se produce una
liberación de adrenalina, hormona segregada en situaciones de estrés y
noradrenalina, hormona que actúa como neurotransmisor que contrarresta el
efecto de la adrenalina. En las lágrimas se
puede apreciar, entre otras sustancias, la presencia de catecolaminas
(epinefrina y noradrenalina). Expulsar estas sustancias permitiría reducir la
inervación del sistema nervioso simpático durante momentos de estrés, cuando el
mismo estimula la actividad del corazón, incrementa la presión sanguínea y el
flujo de la sangre en los músculos.
El
efecto de ambas hormonas produce en el organismo una sensación de desahogo y
tranquilidad, el cuerpo se relaja y en muchas ocasiones la persona se queda
dormida después de un episodio de llanto. Por ello, el dejar liberar todas
estas emociones negativas que nos sobrepasan en determinados momentos de
nuestra vida, ayuda al bienestar posterior y se convierte en un aprendizaje
propio sobre cómo gestionarnos emocionalmente.
También
para Freud, llorar permite liberar emociones. La contención del llanto
ante el estrés, puede revertir en la aparición de diversos trastornos (úlcera
duodenal, asma…), y el sujeto se vuelve más propenso a experimentar angustias y
tensiones internas con las consiguientes consecuencias, como por ejemplo, la
aparición de un cáncer.
Tan
beneficioso es reírse como lo es llorar, puesto que ambos son estados
emocionales innatos en el ser humano que lo ayudan a liberar emociones tanto
positivas en el caso de la risa, como negativas en el del llanto. Las dos
formas de expresión de sentimientos son necesarias para que la persona gestione
correctamente su estado de ánimo. De la misma manera que el fijarse en tan sólo
una de ellas, como el hecho de estar todo el día riendo reprimiendo el llanto,
o todo el día llorando reprimiendo la risa, suponen un malestar emocional
difícil de controlar.
Actualmente
podemos decir que vivimos en una sociedad que nos obliga a disociar nuestras
emociones de nuestras frustraciones o pérdidas. El llanto es cada vez más
ocasional, oculto en la intimidad y estigmatizado. Ya no hablamos de tristeza
sino de depresión. Y eso conduce naturalmente a la medicalización de nuestro
estado. Sin embargo "La tristeza, junto con la capacidad de sentir
compasión y miedo, es un elemento básico en la constitución del juicio y la
sensibilidad moral. Sólo un imbécil moral o un psicópata pueden desconocer
cualquiera de esos tres estados anímicos." (De la tristeza, Alfonso
Fernández Tresguerres)
Una
creencia popular bastante generalizada nos dice que llorar nos brinda consuelo
en las situaciones particularmente difíciles.
Aunque
en algunas ocasiones la ciencia viene a confirmar la sabiduría popular, lo
cierto es que esta vez la investigación científica nos brinda informaciones un
tanto diversas: llorar puede aumentar el estrés y la reacción arousal del
sistema nervioso autónomo.
¿A
quién creerle? ¿En cuántas ocasiones no hemos experimentado en carne propia el
efecto catártico del llanto?
Consecuencias de
reprimir el llanto
Por
el contrario, reprimir el llanto no favorece la salud. Sin embargo, socialmente
tiene una connotación de debilidad y muchas personas, en su mayoría hombres,
tienden a cohibirse. Según detalla Molero, se reprime porque, a través de la
educación, se insta a los niños y a los hombres a no llorar. Están más vetados
que las mujeres para dar rienda suelta a sus emociones; pueden expresarlas,
pero no demasiado, ante el riesgo de parecer demasiado sensibles, débiles e
inseguros.
Por
este motivo, es crucial que desde la infancia se eduque a los niños para que
expresen sus sentimientos y comuniquen sus emociones, ya que "llorar es
una buena forma de expresarlas", destaca Molero. Según precisa, "es
una válvula de escape y, como ocurre con una olla a presión, si una persona las
reprime al límite y no se permite derramar lágrimas cuando lo necesita, cuanta
más presión tenga, esa emoción se manifestará de forma más incontrolable".
No llorar suele ser un indicador de un bloqueo psicológico.
Otras
consecuencias de aguantar el llanto es que se contiene más rabia y agresividad
y muchos trastornos de ansiedad se somatizan cuando se bloquean todas las
emociones, entre otras, con manifestaciones en la piel.
Llanto sano, llanto
patológico
La
tristeza es un sentimiento natural. Ante un acontecimiento vital como la muerte
de un ser querido, lo normal es pasar un tiempo de duelo, de profunda tristeza.
Pero muchas personas, lejos de reaccionar en el primer momento, se quedan
bloqueadas. "Hay que enfrentarse a las emociones. Pasarlo mal. Hay que
aceptar que hay emociones buenas y negativas y no se deben eliminar estas
últimas. Ambas forman parte de la vida y, en ocasiones, hay que sentirlas.
Evitarlas o bloquearlas solo hará que continúen ahí. Hay que enfrentarse a
ellas, aunque duela".
Además,
"las personas que lloran no suelen tener un trastorno psiquiátrico. Llorar
no es ninguna enfermedad, sino una reacción normal". No obstante, aclara que "llorar tampoco es preventivo" de depresión o
de trastornos de ansiedad. No evita tener una patología mental -que depende de
determinados factores de la personalidad de cada uno-, pero puede paliar los
síntomas de esas enfermedades en un momento concreto.
El
llanto sano, es proporcional al motivo que lo
desencadena. Es normal cuando se asocia a un hecho luctuoso, como un
fallecimiento, pero el llanto patológico se asocia a síntomas como no dormir, sufrir angustia, dejar de comer, perder peso, sentirse sin ánimo de hacer nada, estar
muy tristes, no moverse de la cama, tener ganas de morirse o ideas suicidas. En
estos casos, es desproporcionado y podría ser una señal de trastorno mental en
la que el lloro es uno de los síntomas, como un trastorno depresivo o bipolar. No
obstante, se advierte de que la sociedad coetánea ha cambiado y en ocasiones,
"se medicaliza" el tratamiento de sentimientos, como la tristeza, que
son naturales y que el ser humano debe sobrellevar.