Desde la perspectiva de
la teoría psicoanalítica y de las configuraciones vinculares los dinamismos patológicos
del vínculo que establece el hombre codependiente con su pareja. Se intenta
describir como debido al déficit narcisista durante la infancia se estructura un
yo débil, voluble y dependiente en estos hombres que complica sus posibilidades
de relaciones sanas con las mujeres.
Al dar fuego a los hombres, Prometeo los libera definitivamente de la dependencia divina. |
"La codependencia
es una condición específica que se caracteriza por una preocupación y una
dependencia excesivas (emocional, social y a veces física), de una persona,
lugar u objeto. Eventualmente el depender tanto de otra persona se convierte en
una condición patológica que afecta al codependiente en sus relaciones con
todas las demás personas”.
Amar en exceso es
peligroso. No sólo es perjudicial para la persona que ama sino también para el
que está siendo amado. Al igual que una droga, esta adicción elimina la
capacidad de elección y la propia identidad. Por adicción se
entiende algo compulsivo (que no se puede detener) y narcotizante (que no
responde a la razón). Pero, como vemos en estos casos, no siempre la adicción
requiere de una sustancia, puede ser de conductas también. Si bien es cierto,
que el uso del término de codependencia o codependiente, se ha circunscrito al
ámbito de las adicciones y más recientemente, a las dependencias relacionales
dentro de las parejas, precisaría que: “el o la codependiente, es aquella
persona que sufre de ansiedades, tristeza, enojo, confusión mental y
trastornos psicosomáticos entre otros,
debido a una fuerte dependencia emocional y
vida conflictiva con el enfermo
adicto. Ahora bien, el padecimiento se
ha extendido ya que la codependencia
abarca tanto a los que se
relacionan con los que usan
cualquier tipo de sustancia tóxica al organismo, como a los que se
vinculan con personas que presentan algunas tendencias obsesiva -compulsivas al trabajo, al juego o
a las compras, al sexo, ante la
comida y que tienden a relacionarse con los
“adictos” a las relaciones
destructivas”.
Ahora bien, tendría que
mencionar que tanto a nivel de los tratamientos individuales como en los
grupales, la atención a los hombres es menor debido a que el malestar
psicológico en los hombres no está valido por cuestiones socioculturales y de
género, y justamente, cuando estos se presentan a consulta, sufren por lo
general, en algunas de sus facetas de lo que se ha dado en llamar
“codependencia”.
Según la literatura
especializada sobresalen en las personas codependiente:
1.- La presencia de
disturbios emocionales expresados en fragilidad yoica, dependencia emocional y
sentimientos de ansiedad, enojo y tristeza.
2.- Daño narcisista reflejado en baja autoestima, sentimiento persistente de vacío,
temor al abandono y fuerte necesidad de reconocimiento externo.
3.- Dificultades en las relaciones
interpersonales por la dificultad en marcar límites, la aceptación de conductas
destructivas y de maltrato físico y psicológico y por ser aferrados(as),
celosos(as) y controladores(as).
Curiosamente, si
tomamos en cuenta el párrafo anterior, a
la consulta no llegan los hombres por fragilidad yoica, llegan por ser
explosivos, distantes o egoístas con sus parejas. Ninguno osa tan fácilmente como es el caso
de las mujeres, de padecer una baja autoestima, para nada, por el
contrario, esgrimen desplantes de que todo marcha bien, poco sufren de vacíos emocionales
ya que generalmente “se curan” la inseguridad y sus pesares a través de la
prepotencia, la tendencias a la impulsividad, mediante la evasión con amigos,
“el trabajo”, el alcohol y la sexualización de los vínculos. A donde voy con estas observaciones, a que no
se diagnostica y/o se trata tan fácilmente en la consulta con hombres, y se requiere una mejor revisión para su dx
de codependencia.
Son múltiples los
autores que encuentran en el seno familiar disfuncional, los factores
determinantes que predisponen el desarrollo de la conducta o personalidad
codependiente.
Perfil del hombre codependiente:
Cuenta en estas familias una niñez triste, enfermedad psicológica en los
padres, fuertes y continuos traumas que
incluyen abandono afectivo, separaciones múltiples, divorcio, maltrato físico,
psicológico y abuso sexual en la familia, prácticas de crianza violentas y
erráticas, problemas de uso de alcohol y
drogas en sus miembros y familiares que ya padecen de y/o actúan los patrones codependiente.
Asimismo frecuentemente hallamos padres violentos y distantes, madres
abandonadoras y sometidas, hecho que
hace que el niño(a) no tenga de donde “agarrarse” y/o nutrirse afectivamente. “se identifica en los dependientes mórbidos,
datos clínicos en donde describe que estos están “compelidos a una total
entrega”, poseen una intensa “ansia de encontrar unidad a través del fundirse
con un compañero” y tienden a “perderse en el otro” (Horney). Aclarando que
conductualmente estos impulsos tienden a caracterizar la parasitación, las
relaciones simbióticas, la auto-destructividad y la necesidad de aprobación
externa.
Horney teoriza que la
dependencia mórbida se desarrolla en el niño como una defensa contra la
influencia parental adversa que se expresa a través de la coerción, la
impredecibilidad, la intimidación, actuaciones de dominación, sobreprotección y
la indiferencia materna-paterna o ambas, condiciones estas que exacerban la
inseguridad, el aislamiento y el miedo en el niño. Como resultado el niño sufre una pérdida en
la habilidad para expresar sus deseos y la fortaleza interna para determinar su
propia vida.
Por su parte Cermak ha
planteado una relación entre codependencia y el desarrollo del narcisismo (de
la autoestima). “la codependencia y el narcisismo surgen en la niñez temprana
durante la fase simbiótica del desarrollo e impiden la progresión a la fase de
separación- individuación. Ambos tipos de rasgos representan procesos de
“espejeo” defectuosos: las personas narcisistas se relacionan buscando aspectos
de ellos mismos en los otros. Los
codependientes, también buscan relacionarse con otros para ser espejeados. En ese sentido el origen de la codependencia
y el narcisismo involucran defectos en el espejeo, en este caso, por parte de
los padres”.
Cuando se han vinculado
con quienes se han posicionado en la filosofía de vida de que “el hombre es el
proveedor”, indicio de que hombres “muy proveedores”, también pueden ser “muy
codependientes”. Muchos hombres en la
actualidad, presionados psicológica y socialmente por el ideal masculino de
protección y bienestar familiar, se acostumbran y se convencen de que “ellos
son los que dan”, cueste los que cueste (infartos al miocardio, trastornos
gastrointestinales, insomnio,
disfunciones sexuales, entre otras) y por ser “dependientes-activos” tienen
dificultades para recibir y de invertir esta tendencia. Presentan una
hepertolerancia al desgaste físico y emocional y tratando de ser “buenos”, son
“adictos al trabajo”, son excelentes esposos, papás y extensivamente buenos
hijos y hermanos, pero son adictos, son dependientes.
En el ámbito de la
familia, los hombres codependiente suelen ser padres controladores y ver a sus
hijos(as) como una extensión de ellos, por tanto se empecinan en querer
decidir lo que es mejor para ellos(as) (que
deben estudiar, como deben vestir, de quién se deben enamorar, con quién se
deben relacionar). Como resultado de este tipo de crianza observamos
posteriormente rebeldía adolescente, adultos inseguros y devaluados o coraje
reprimido, el cual se puede manifestar en comportamientos auto destructivos,
que muchas veces lleva a que el hijo(a) sea pasivo-dependiente, reedite
patrones codependientes en su vida adulta o desarrolle un trastorno adictivo y codependiente,
entre otros padecimientos psicológicos.
Por otro lado, debido a
sus rasgos pasivos y devaluados, cuando un hijo(as) está “activo(a)” en la
adicción, al padre codependientes se le complica diferenciar su función
paterna, de actitudes codependientes, por lo que en ocasiones confunden el rol
de apoyo psicológico necesario, con sobreprotección, o se previenen de no caer
en codependencia, descuidando (evitando) sus funciones. Así están: “los que no meten la mano” y los
que “se hacen de la vista gorda” ante
las adicciones, delegando toda la responsabilidad de la crianza en la madre u
otros parientes cercanos. Posteriormente, si la persona tiene mucho
resentimiento debido a la sobreprotección de los padres, visualizará en su
cónyuge a una persona que desea controlarlo, lo cual lo llevará a dificultades
para la intimidad en la relación. Por otro lado, pueden apegarse también
excesivamente a cualquier persona que les brinde amor, o lo que ellos piensan
que puede ser el amor. Por otro lado, he visto personas irse al otro extremo,
al no haber tenido amor llegan a temerle y viven la vida evitando involucrarse
en relaciones sentimentales.
Ahora bien, esto sería
lo sano. En la práctica, muchas madres no permiten crecer e independizarse
emocionalmente a sus hijos, sino que, por sus propias y enormes carencias,
cultivan una agobiante influencia sobre ellos, a los que se aferran
desesperadamente. Entre estas madres, las más destructivas son las que,
padeciendo severos trastornos neuróticos, o a veces incluso bordeando la
psicosis, abusan psicoafectivamente de sus hijos o más comúnmente de alguno de
ellos con todas las variantes del dominio, la sobreprotección, la
manipulación, la invasión, las quejas sin fin, las insidias y comadreos
familiares, la crítica, el desprecio, las agresiones verbales, el chantaje, la
intimidación, la culpabilización, etc. Esto las convierte en verdaderas "vampiras"
de sus hijos, a los que, como esas lianas selváticas que ahogan a los árboles,
confunden, paralizan y debilitan sin remedio. Los hijos, por eso mismo, son
extremadamente dependientes e incapaces de alejarse de estas madres tóxicas, a
las que odian tan profundamente como, a la vez, se culpabilizan por ello. Tanto
dolor, generalmente negado (reprimido), lo expresarán entonces mediante
complejos síntomas neuróticos (ansiedades, depresiones, adicciones, trastornos
alimentarios y de personalidad, autoagresiones). Y cuando este vínculo
patológico, esta horrible simbiosis madre-hijo/a (que a menudo es confundida
socialmente con un ejemplar "amor de madre" es máxima e insoportable
ya desde la primera infancia, puede generar problemas psicóticos. El padre, en
estos casos, suele asumir dos papeles básicos. O bien es una figura ciega,
indiferente o pasiva ante los abusos de la madre (ya que, en realidad, él mismo
es otra de sus víctimas). O bien es cómplice de tales abusos y forma una
alianza destructiva con la mujer. En este segundo caso, los trastornos del
hijo/a son, obviamente, mayores, pues no encuentra refugio emocional en ninguno
de ambos progenitores.
Pasando al rubro de
cómo se configura la infidelidad en los vínculos de pareja, pareciera que los
hombres, desde sus historias de maltrato y abandono infantil, no están carentes
de afecto, a ellos solo “les gana la hormona”, sin embargo, frecuentemente
relacionado a sus búsquedas de intimidad con la primera mujer que se les ponga
enfrente, observamos un mero aferramiento y un ego hambriento de afecto, como
es el caso de las mujeres codependientes. Ya en el matrimonio, buscan una
cónyuge critica o severa o adoptan el
rol de perseguidor y demandante de atenciones y fidelidad. También pueden
apegarse a parejas que le manifiesten y demuestren, casi incondicionalmente,
admiración u aprobación o sea que, se da un encuentro de narcisismos
maltrechos, por necesidad de resarcir autoestimas vulneradas. Ahora bien, las
dificultades que tiene el hombre codependiente de intimidad, de poder
comprometerse con la pareja y tener la fortaleza de consolidar un proyecto
creativo adulto, se debe a que el ideal
de mujer para un hombre que es codependiente,
es una mujer rescatadora., cosa que hace que estos hombres se
desilusiones rápidamente de sus parejas y regresen con su amantes, con sus
mamás o se protejan del compromiso a través del “donjuanismo”.
En la clínica con las
parejas evidenciamos igualmente en los vínculos codependientes, la presencia
del imaginario “tú y yo somos uno”, con la negación y desconocimiento de la
“ajenidad del otro”, “la diferencia” del
cónyuge. La consecuente patología, es generadora de insatisfacción en las
parejas, aun siendo estas funcionales en muchos aspectos, sumergiéndose estas en
el reproche “porque el otro tiene vida privada”, gestándose vivencias de
atrapamiento, miedo al estar solo y de empobrecimiento vincular debido a
necesidades de sometimiento y control en uno y las vivencias del abuso, por
parte del otro.
Desde esta perspectiva
vincular actual, impera un “imaginario radical”, expresado en la necesidad de
la pareja unida “hasta que la muerte los separe”, representada en
la poesía, en los medios masivos de comunicación (novelas y revistas) y en la
música romántica, donde los cantantes tocan con su estribillo lastimero los
“huesos” de la codependencia en el hombre, en la cual ofrece un discurso y
modelo que exalta la identificación, la idealización y la
complementariedad. No hay espacio mental para el reconocimiento y menos para la
aceptación y procesamiento de la diferencia y la ajenidad. De allí, las grandes
ansiedades y dificultades para la terminación de estos vínculos o las conductas
fallidas de control, búsqueda y/o expresión de amor a través de los celos.
En consulta, el vínculo codependiente patológico dificulta la
toma de conciencia en los miembros de la pareja en cuanto al deterioro y el
pronóstico pobre sobre su situación. Al
explorar más detenidamente estas resistencias,
a menudo se encuentra que buscan soluciones rápidas y cambios en el
afuera; no se adhieren al tratamiento, ni siguen las indicaciones psicológicas,
adoptando comúnmente actitudes de manipulación a través de cuadros
psicosomático, en este grupo están los codependientes cardiacos-infartosos a la
primera de cambio, los diabéticos-comatosos, débiles pero controladores y los
nerviosos, pero obstinados y agresivos a fin de que no se aborde la simbiosis
patológica (su codependencia), no se toquen las fallas expresadas
en incomunicación, agresión física y verbal, actos de infidelidad, atentado a
las normas familiares, pérdida de los límites y la autoridad, entre otros.
Existen también los
trastornos duales en los codependientes y un subtipo clínico sociopático
caracterizado por parasitismo, búsqueda de sensaciones a través de las drogas,
el juego y las mujeres, manipulación sistemática, egoísmo y egocentrismo, que
se expresa a través de la violencia doméstica al instaurar un aislamiento
social progresivo hacia la pareja, intimidación y/o coerción económica hacia la
pareja. Algo que es importante destacar dentro de la atención al codependiente
, es el hecho de que la comprensión del problema por parte del afectado no
equivale a querer solucionarlo, ya que lo que determina el vínculo es la
indolencia en estas personas. La actitud indolente es clave, como también el
pensamiento mágico (omnipotente) que los escuda del dolor, ya que al sujeto
parece no dolerle o importarle el sufrimiento al existir una fuerte negación
del problema, un mecanismo irracional o racionalizador para justificar su
comportamiento “se que esta relación está mal, pero no la puedo dejar y
prefiero seguir con ella”. También existe una fuerte tendencia a repetir los
mismos esquemas vinculares con sucesivas parejas, sobresaliendo una especie de
fobia a la autonomía y la compulsión a la repetición de Freud, en estos
hombres.
El vínculo patológico
es, en fin, una especie de tiranía sadomasoquista ejercida inconscientemente
por un verdugo sobre su víctima. Que en lo profundo, la víctima también extrae
ciertos beneficios inconscientes de su sumisión y dependencial, la simbiosis
tóxica es un "pacto secreto" entre dos seres igualmente inmaduros y
desesperados. Y aunque la vida trunque inesperadamente este tipo de relación
(con la muerte de la madre), todas las características neuróticas de la
víctima permanecerán. Y quizá busque entonces, si no lo había hecho ya, una
pareja con quien repetir una relación similar.
En tratamiento,
muestran una actitud dependiente hacia el terapeuta a través de la postura del “dígame doctor”, situación que
expresa una frecuente tendencia en los codependientes a abandonar el rol
paternal en los terapeutas, las instituciones, en los “padrinos” o en el resto
de la familia codependiente (abuelos, tíos, hermanos, etc.). Abandonan también los tratamientos porque
esperan cambios rápidos, casi mágicos y debido a que se mantienen en la
indolencia de pronto en la contratransferencia provocan en los terapeutas
impotencia, y hasta indiferencia en
muchos casos, situación ante la cual el terapeuta debe estar muy atento para
darle el manejo adecuado.
Se supera el vínculo
patológico haciéndose consciente de su dilema interior (por un lado, su
sufrimiento y por otro, sus ventajas ocultas) y eligiendo entre ambos extremos.
Y también cultivando todo aquello capaz de darle más autoestima, fuerza y
autonomía (con ayuda de mejores trabajos, amistades, actividades,
psicoterapias, proyectos, cambios de residencia, etc). Logrado ese crucial
destete psíquico, su maduración podrá continuar.
“Si quieren conocer a los hombres, díganle que les hablen
de sus amores”. Jaime
Sabines