Tratar de comprender el
perfil psicológico de un secuestrador supone hacer abstracción momentánea de las
razones y justificaciones que el plagiario tiene para explicar su conducta. Los
secuestradores dan cuenta de su comportamiento aduciendo razones políticas,
venganzas y por una situación económica precaria. Razones que independiente de
su validez esconden también un modo de ser con ciertas características.
Los factores que
determinan la personalidad del secuestrador se forman y consolidan a través de
la vida. Se trata de experiencias primarias internalizadas, propias e
intransferibles que determinan el comportamiento general del secuestrador y explicarían,
en parte, su tendencia a la trasgresión de las normas sociales que regulan la
comunidad donde habitan. Estas experiencias primarias son de carácter
inconsciente, lo cual indica que el plagiario no puede recordarlas.
Posiblemente las sienten como una compulsión a obrar y las justifiquen con
razones válidas para sí mismos que si hace conscientes.
Por extraño que
parezca, no son muy diferentes al ciudadano promedio del país. Su edad oscila
entre los 22 y los 35 años pero en general los secuestradores no rebasan los 31
años, son personas que están casadas y además tiene alrededor de tres hijos. Con
antecedentes delictivos principalmente en los delitos patrimoniales. Proviene
de una familia disfuncional, muchas veces es adicto a las drogas. Su ocupación
más frecuente es la de comerciante informal o chofer y sueña con integrarse a
un sector socioeconómico superior al que pertenece. Es el "genoma"
del secuestrador.
Llama la atención en énfasis
que hacen en calificar siempre a los secuestradores como inmaduros y limitados
en su capacidad de discernimiento y toma de decisiones y en considerar que
tienen una pobre preparación intelectual. También hay delincuentes comunes por ausencia
de rasgos definidos, más se caracterizan por la indisciplina, en consumo de
drogas, las discusiones permanentes y por la violencia física y psicológica que
ejercen contra los secuestrados, originada en el mero placer sádico de hacerlo.
El secuestrador se caracteriza por su capacidad calculadora, no son tan
agresivos como los homicidas, pueden estallar, pero no perder el control. Por
su parte, las mujeres homicidas son más emocionales, pero también más
explosivas. “Agreden de manera exagerada porque tienen ese potencial, pueden
ser más verbales, pero también muy impulsivas. Tienen alteraciones cognitivas
intensas, de reacción extrema, después de que aguantaron muchos años de
agresiones”.
El secuestrador tiene
rasgos sociopáticos, son impersonales, no se conectan fácilmente con los otros
y siempre buscan su beneficio. Además de
recibir dinero o de explotar de alguna manera a sus víctimas, estos
delincuentes suelen elegir dicha forma de extorsión porque les hace sentir
poder: controlar a otras personas es algo que casi siempre anhelan. En la
mayoría de los casos, los captores disfrutan de la influencia física y
psicológica que ejercen sobre el retenido o su círculo cercano, dándoles una
sensación de dominio sobre el entorno.
La personalidad de los
secuestradores se asocia con la falta de empatía, es decir la incapacidad de
ponerse en el lugar del otro. En general son delincuentes que han sufrido
cierto tipo de abuso en algún momento de su vida, buscando con este
comportamiento recuperar el control alguna vez perdido.
Los secuestradores intelectuales
presentan rasgos narcisistas predominantes. Los que se encuentran limitados
para formarse juicios objetivos sobre la realidad de su entorno, viven una vida
de fantasías exaltadas, sienten un deseo
intenso de ser admirados y universalmente amados, sueñan con ser el centro de
adoración de los demás y ver al mundo entero rendido a sus pies por hazañas
grandiosas que construyen en sus ensueños. Creen que la comunidad se va a poner
en pie de guerra para respaldarlos en sus demandas y, necesariamente, sufren
una desilusión cuando sus perentorios llamados no producen la respuesta
esperada. Estas fantasías
grandilocuentes hacen que en la vida cotidiana sean torpes y estén orientados
más bien hacia el fracaso.
Otro motivo que puede
llevar a este acto criminal es el placer de engañar al mundo exterior: los
secuestradores son personas que suelen aparentar llevar una vida normal, siendo
agradables con su entorno. Este peligroso disfraz les permite salirse con la
suya, sin recibir ningún tipo de sospechas.
Los secuestradores se
caracterizan por su frialdad, alta peligrosidad, insensibilidad, agresividad,
egocentrismo, indiferencia afectiva y la manifestación de conductas
antisociales. Al disponer totalmente de la libertad, la integridad y la vida
misma de la víctima, el delincuente exhibe violencia, con objeto de demostrar
su fuerza y su decisión de destruir, frente a la desprotección de la víctima. Son
personas capaces de ejecutar a sus víctimas sin ningún -o muy pocos- reatos de
conciencia. Con su actitud buscan deshumanizar psicológicamente a los
secuestrados, y distanciarse de los afectos y penalidades inherentes a la
situación de cautiverio. Pero lo anterior no implica que desdeñen las
necesidades del secuestrado. Por el contrario, este tipo de secuestrador es un
maestro de la introspección psicológica, captan intuitivamente todas aquellas
debilidades del secuestrado que pueden utilizar a su favor, y que les garantiza
su control y la obtención del beneficio del rescate. Los afectos del
secuestrado, su angustia, sus súplicas, los ruegos de los familiares, son
contemplados por estos secuestradores, pero de un modo alejado e impreciso, sus
propias emociones están ligadas al cálculo racional que hace para garantizar el
éxito del plagio. Después que el secuestrado ha concluido, el plagiado deja de existir en su memoria, no
queda perturbado por la acción que llevó a cabo, ni por la posible secuela que
la experiencia haya dejado en la persona liberada. El secuestrador deliberado
presenta bastantes elementos de psicopatología, particularmente la falta de
afecto y un desconocimiento de que la reciprocidad es necesaria en las
relaciones con los demás.
Son manipuladores (tienden a dar vuelta la
situación), mentirosos, promiscuos, impulsivos. Necesitan ser activos, tendencia
a la hiperagresividad, ausencia de remordimiento, no aprenden de las
experiencias pasadas, son refractarios al castigo (no escarmientan), no hay
afectos, tienen incapacidad de amar, tienen poco poder de atención y
concentración. La mayoría de los secuestradores tenían hiperconservada la
esfera intelectual: “Memoria, Percepción y Juicio de la realidad”.
Comúnmente eran
individuos orientados en tiempo y espacio, con un excelente funcionamiento de
las facultades mentales. Por lo general desde los quince años en adelante
presentaban antecedentes de características antisociales (robos, huidas,
deserción escolar, etc.).
La característica
principal del secuestrador es su amoralidad. La personalidad es anómala porque
posee una desarmonía intrapsíquicacongénita, posee un inestable equilibrio
psíquico sin perder el contacto con la realidad, posee episódicamente
reacciones desequilibradas, afectivas, caracterológicas y temperamentales; esto
lleva ineludiblemente a un desajuste social. Su conducta violenta no procede de
una crisis sino que sus planes tienen un arreglo perfecto y no duda en usar los
medios más brutales.
Generalmente acude a la
mentira y él mismo las cree. Es teatral, falso y carente de una auténtica
afectividad. Muchos secuestradores se caracterizaba por el contraste entre sus
súbitos arranques de ira y sus restantes comportamientos, más bien tranquilo y
lento.
Los secuestradores que
están relacionados con la delincuencia organizada prefieren a los comerciantes
y estudiantes como víctimas.
Existen en el país tres
tipos de secuestros: los de alto impacto, los vinculados a la delincuencia
organizada y los coyunturales o exprés.
Los de alto impacto son
ejecutados por grupos armados de corte radical, para obtener recursos
económicos y financiar proyectos político-ideológicos y de desestabilización.
Estos plagios se ejecutan con un alto grado de sofisticación tanto en la
planeación como en los procesos de cautiverio y negociación. Los montos
cobrados por rescate son millonarios y exigidos siempre en dólares. Hace ya
casi un lustro que no se sabe de un secuestro de este tipo en el país.
Los secuestros
vinculados con la delincuencia organizada son perpetrados por bandas de
delincuentes para obtener recursos económicos. Las bandas están integradas por
ex convictos y delincuentes, que han evolucionado a secuestradores partiendo de
delitos menores. Así como por policías y ex policías de corporaciones
federales, estatales y municipales.
Los exprés y
coyunturales son aquellos que están relacionados con el robo y la extorsión,
así como con venganzas personales y de tipo pasional.
En su evolución criminal, el primer nivel que
escalan en la pirámide de la delincuencia es el del robo a transeúntes. El
siguiente paso hacia arriba es el robo a casa habitación. Después se dedican al
robo de vehículos y de carga para más adelante dedicarse al robo de transportes
de valores y bancos.
Después de esta última actividad se asocian con
secuestradores, ex convictos, policías o ex policías y forman parte de alguna
banda de plagiarios. Algunos de ellos terminan por formar y dirigir sus propias
organizaciones.
En cada uno de los
niveles de su evolución criminal, los delincuentes van adquiriendo la necesidad
de ejercer mayores niveles de violencia y de utilizar armas más poderosas, por
lo que su nivel de peligrosidad va creciendo. Muchas veces esta carrera delincuencial
es impulsada por el consumo de drogas.
La conducta delictiva
“no es por generación espontánea”, sino que surge por diversos factores
asociados a la situación sociodemográfica, lo mismo que los motivos de
incidencia y reincidencia.
Al cruzar variables
como edad, sexo y escolaridad, determinaron que existe una tendencia mayor a
delinquir en la etapa productiva, es decir, entre los 18 y 40 años de edad, y
si un preso se adapta al medio penitenciario y adopta conductas para
sobrevivir, entonces está lejos de la readaptación social.