Etimológicamente la
palabra abogado proviene del latín advocatus, que se originó de la expresión latina
“ad auxilium vocatus”.
Resulta interesante el
estudio de las peculiaridades de la personalidad de los diversos grupos
humanos, porque, finalmente nos permitirán entender sus actuaciones, sus limitaciones,
sus preferencias e incluso, en algunos casos, sus valores. Es una pena, sin
embargo, que las investigaciones sobre el grupo profesional de los abogados
sean escasas, de hecho mucho más escasas que las observaciones descriptivas
hechas por literatos, periodistas o expertos en gestión.
Una encuesta realizada reflejó que el 52% de los abogados en ejercicio se describen como
insatisfechos y su problema no es económico. Además de estar desencantados, los
abogados tienen mayor riesgo que el resto de trabajadores para la depresión,
incluso en recién salidos de las facultades de derecho.
Perfil: Introvertido,
muy competitivo, preocupado por su reputación profesional, con necesidad de
ejercer influencia o poder social, escépticos, tiene un alto sentido de
urgencia, impulsivos, desconfiado y crítico. Socialmente prefieren amistades ya conocidas,
y con una resilencia baja, es decir, son más sensibles, suspicaces y fáciles de
herir que la población general. Otro rasgo fuerte sería la autonomía, que impulsa
a autodirigirse, a evitar ser dirigidos y a valorar su independencia. Tienen
un sentido innato del idealismo y de la moral, son soñadores no ociosos, sino
personas capaz de tomar medidas concretas para hacer realidad sus objetivos y
dejar un impacto positivo duradero. Comparten una combinación única de rasgos:
aunque hablan con suavidad, tienen opiniones muy fuertes y lucharán sin
descanso por una idea en la que creen. Son decididos y de carácter fuerte, pero
rara vez usan esa energía para beneficio propio. Les resulta
fácil establecer relaciones con los demás, y tienen un talento para usar un
lenguaje cálido, sensible, hablando en términos humanos, en lugar de con la
lógica pura y los hechos. La pasión de sus convicciones es
perfectamente capaz de llevarlos más allá de su punto de ruptura y si su celo
se les va de las manos, pueden resultar exhaustos, enfermos y estresados. Esto
se hace especialmente evidente cuando se encuentran frente a conflictos y
críticas. Su sensibilidad los obliga a hacer todo lo posible
para evadir estos ataques aparentemente personales, pero cuando las
circunstancias son inevitables, pueden luchar de maneras inútiles y altamente
irracionales.
Con estas
características podríamos, en un retrato impresionista y reduccionista, decir
que los abogados son escépticos y desconfiados, individualistas e
introvertidos, suspicaces como vulnerables, intolerantes y
cortoplacistas y apresurados.
También son personas
ordenada, que le gusta cumplir horarios establecidos, capacidad intelectual
adecuada, que “odia las injusticias, las mentiras y el abuso”, vestir
bien, saber actuar, mentir, argumentar, codicioso, manipulador, extenuante, han aprendido las
reglas del juego psicológico con el vinculo cliente.
El pesimismo es la
primera causa de insatisfacción de los abogados y sin embargo, es algo
implícito en la profesión que le ha llevado incluso a conseguir mayores logros
profesionales al ver muchos temas con mayor prudencia.
Los encargados de hacer
cumplir la ley, se caracterizan de sobrecarga emocional y psicológica, que limitan su desempeño no sólo laboral, sino con tendencias altamente perjudicial para la salud.
Muchos simplemente no puede hacer frente a tales cargas y que tienen que
cambiar su perfil o incluso se mueven a otro trabajo. Los abogados trabajan en
un sector muy exigente y estresante, sometidos a larguísimas jornadas de
trabajo, plazos perentorios y grandes dosis de presión que frecuentemente
impiden una vida equilibrada. Las consecuencias de este estrés crónico de la
profesión van desde problemas psicológicos, como la depresión y la ansiedad,
hasta de salud física o el abuso de sustancias nocivas.
Según el libro “La
sabiduría de los psicópatas”, la profesión de abogado es la segunda donde se
pueden encontrar más psicópatas, tras la de director general. En tercer lugar
se sitúa el profesional de los medios de comunicación de radio y televisión,
seguido del vendedor y del cirujano. Del quinto al décimo puesto de profesiones
más proclives a desarrollar psicopatías se encuentran: periodista, agente de
policía, clérigo, chef y personal de servicio doméstico.
La abogacía es la profesión con mayor
incidencia de depresión entre sus practicantes y abuso de ciertas substancias.
¿Se puede hacer algo para mitigar los riesgos derivados del estrés y evitar la depresión?
Hay técnicas que ayudan a lograrlo, como programas de formación que impactan, no sólo en la eficiencia, sino también en la felicidad de los profesionales. Practicar deporte, ejercitar técnicas de relajación o dedicar tiempo a actividades que nada tengan que ver con el oficio de abogado, ayudan también a controlar el estrés. Al igual que nuestra carrera siempre se debe hacer un equilibrio para poder conciliar la vida laboral y personal.
¿Por qué los abogados y
estudiantes de la carrera de Derecho cambian su sistema de valores y prefieren
obtener satisfactores más individualistas, superficiales e inmediatos?
Esa es una etiqueta
común, pero demasiado injusta, porque son más los abogados éticos, honestos,
leales y buenos, que esa especie de tránsfugas que desdicen de la profesión y
ensucian el vaso donde todos los días toman el agua. Las personas desconocen
que la obligación es de medio y no de resultado, como sí lo es la de otros
profesionales. El abogado procura los
elementos que benefician a su representado, pero la decisión corresponde al
Juzgador. Por tanto, no es mejor el abogado que gana el juicio que el que lo
pierde. Si ambos fueron diligentes, ganar o perder es parte del quehacer
profesional.
Los buenos abogados no pregonan el apropiado desarrollo de su
trabajo, les basta la satisfacción del deber cumplido, que por eficaz y
oportuno conforma la base de la armonía
colectiva y la paz social, en toda instancia de la vida ciudadana.
El trabajo, la eficiencia
y la diligencia en el abogado constituyen otros atributos del buen abogado. Como
lo escribiera Don Luís O. “Somos arquitectos del alma de la gente”.
Finalmente, el abogado
se encuentra frente a incorrecciones en la textura social del mundo. Y se
esfuerza en corregirlas. Es un “sacerdote del derecho” como dijo Saber, defiende
la paz social a través de la aplicación de la ley, cuya entelequia es la JUSTICIA.
Para mis grandes amigos
y excelentes abogados.
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