El ejercicio
psicológico de quien desea estar al frente de un país, debe representar un
equilibrio emocional que figure y dé confianza a su sociedad. Depresión,
ansiedad, desorden bipolar, narcisismo, son enfermedades y trastornos de la
personalidad que cualquiera puede padecer a lo largo de su vida. Incluidos los
presidentes de gobierno (o los candidatos al cargo).
El psiquiatra Jonathan
Davidson y su equipo tras la elaboración de un estudio para la Duke University
Medical Center (Carolina del Norte, EE UU), en el que analizan la salud mental
de los 37 primeros presidentes (1776-1974) de los Estados Unidos y en el que
determinan que la mitad de ellos padecía alguna anomalía mental. Así, James
Madison, John Quincy Adams, Franklin Pierce, Abraham Lincoln y Calvin Coolidge
sufrieron depresión. Mientras que Thomas Jefferson y Theodore Roosevelt
mostraban signos de ansiedad y desorden bipolar, respectivamente.
La cuestión realmente
interesante pasa por indagar si la ansiedad, la depresión, un grado extremo de
narcisismo o cualquier otra patología psicológica son compatibles con el
ejercicio de las funciones que exige un cargo como el de presidente del gobierno, ya sea porque se desencadene durante su ejercicio o venga de antes.
Donald Trump el actual
presidente de los EUA presenta unos rasgos narcisistas muy marcados. Muestra
esta voluntad de posicionarse como una figura a admirar. Megalómano, misógino,
tendencia a la manipulación, racista, autoritario, prepotente y arrogante,
intolerante, agresivo, fanático de sus ideas, carece de empatía, extrovertido,
con ansias de poder. Trump no es un psicópata, es un buen vendedor.
"Un
presidente del Gobierno con una tendencia demasiado marcada hacia el narcisismo
es incapaz de entender genuinamente las necesidades de aquellos a los que
gobierna. Probablemente será implacable con la oposición política y social.
Posiblemente será muy mediático y dará jugosos titulares, pero no será un buen
presidente del gobierno." Manuel Armayones, Doctor en Psicología y
subdirector docente de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de
la Universidad Oberta de Catalunya).
Se ejecutarán con
dificultad en sus obligaciones. Este trastorno de la personalidad sí puede
afectar el desempeño del deber ser y la asertividad en las decisiones, este
tipo de personalidad narcisista sí puede afectar las funciones cognitivas de
una persona, es decir, puede afectar la estructura que te permite realizar
diferentes funciones a nivel de pensamiento, las cuales van desde el
conocimiento, la comprensión, el saber actuar o aplicar, analizar, sintetizar y
tener la capacidad de valorar.
Otros especialistas
dicen “Donald Trump hace frente a estos
ataques respondiendo con socarronería e incluso, a veces, con agresividad. En
este caso, un toque narcisista se convierte en virtud. Junto con la asertividad
y la autoconfianza, son necesarios para sostener un proyecto persona o
político". No tiene por qué invalidar una carrera política. Porque el
problema, no es la patología (depresión, altos niveles de ansiedad, una
cardiopatía, un párkinson o diabetes, enfermedades que en muchos casos también
implican altos niveles de ansiedad y sufrimiento), sino hasta qué punto dicho
cuadro puede afectar al desempeño de las obligaciones que comporta.
Un grupo de
especialistas de Harvard comandados el especialista John D. Gartner expusieron
sus conclusiones. “Trump es peligroso
mentalmente enfermo y temperamentalmente incapaz de ser presidente".
El también profesor de
la Escuela de Medicina John Hopkins, indicó que el magnate republicano también
padece "narcisismo maligno". “Hemos
visto lo suficiente el comportamiento en público de Donald Trump, por lo que
podemos hacer este diagnóstico”, señala Gartner a U.S. News.
Ver la entrevista a Robert
J. Sternberg es uno de los psicólogos más reputados del panorama internacional. (Universidad de Yale) http://www.onemagazine.es/internacional-politica-donald-trum-experto-psicologia
Se abre el debate.
Rasgos de Personalidad Trump: Narcisista, antisocial,
maquiavélico, megalómano, paranoico, que borda en la locura.
Megalómano, niño grande, egocéntrico, estafador, charlatán, sucesor de Hitler, último fascista, enfermo mental… La lista de definiciones y calificativos que ha acumulado Donald Trump también marca una época. Nunca un presidente electo de Estados Unidos había sido vituperado y sentenciado, no ya antes de los cien días de gobierno que marca la costumbre política, sino meses antes de acomodarse en la Casa Blanca. Claro que tampoco ninguno había acumulado tantos méritos. En correspondencia con los insultos que ha proferido a hispanos e inmigrantes de toda condición y origen, mujeres y rivales políticos de distinta naturaleza, con un comportamiento tan soberbio como infantil, tan fanfarrón como simplón, el proceso electoral que ha vivido Estados Unidos ya está consagrado como el más desagradable y zafio de la historia reciente. Trump es el presidente con el rechazo expreso de la mitad de un país más dividido y enfrentado.
Megalómano, niño grande, egocéntrico, estafador, charlatán, sucesor de Hitler, último fascista, enfermo mental… La lista de definiciones y calificativos que ha acumulado Donald Trump también marca una época. Nunca un presidente electo de Estados Unidos había sido vituperado y sentenciado, no ya antes de los cien días de gobierno que marca la costumbre política, sino meses antes de acomodarse en la Casa Blanca. Claro que tampoco ninguno había acumulado tantos méritos. En correspondencia con los insultos que ha proferido a hispanos e inmigrantes de toda condición y origen, mujeres y rivales políticos de distinta naturaleza, con un comportamiento tan soberbio como infantil, tan fanfarrón como simplón, el proceso electoral que ha vivido Estados Unidos ya está consagrado como el más desagradable y zafio de la historia reciente. Trump es el presidente con el rechazo expreso de la mitad de un país más dividido y enfrentado.
Citando a Juan Ramón Sánchez médico psiquiatra y profesor de la UNAM “Lo primero que hay
que hacer con tipo como Trump es no enojarse, las reacciones viscerales de sus
adversarios lo fortalecen. Lo desnuda más la burla que la injuria. El ridículo puede
ser su peor escenario. En el momento que el pierda confianza se apagara su energía.
Pero no será fácil vencerlo. Va a seguir pontificando en tanto que tenga súbditos
que quieran escucharlo. Su pasión es ganar, no tanto por el poder, (que no le
viene mal) si no por alcanzar la gloria”.
Fuentes
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