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La condesa Elizabeth Báthory de Ecsed (1560-1614) fue una aristócrata húngara, perteneciente a una de las familias más poderosas de Hungría.
En las oscuras tierras de Transilvania, los cuentos y leyendas de terror acerca de vampiros y hombres lobo se entrecruzan con la horrible existencia real de hombres y mujeres que pasaron a formar parte de la triste historia de los asesinos en serie. Una de ellas, una condesa de alta cuna, conocida con el sobrenombre de “la condesa sangrienta”, ostenta un terrible récord de asesinatos, más de 650, en una macabra búsqueda de la belleza. No en vano, se la considera la peor depredadora que haya tenido la historia del crimen. Su afición a secuestrar y torturar a muchachas de los alrededores, cuya sangre se bebía para conservar la eterna juventud. Al menos eso testificaron quienes siguieron el proceso contra ella en unos tiempos convulsos.
En las oscuras tierras de Transilvania, los cuentos y leyendas de terror acerca de vampiros y hombres lobo se entrecruzan con la horrible existencia real de hombres y mujeres que pasaron a formar parte de la triste historia de los asesinos en serie. Una de ellas, una condesa de alta cuna, conocida con el sobrenombre de “la condesa sangrienta”, ostenta un terrible récord de asesinatos, más de 650, en una macabra búsqueda de la belleza. No en vano, se la considera la peor depredadora que haya tenido la historia del crimen. Su afición a secuestrar y torturar a muchachas de los alrededores, cuya sangre se bebía para conservar la eterna juventud. Al menos eso testificaron quienes siguieron el proceso contra ella en unos tiempos convulsos.
Perversa, enferma,
macabra. Todos los calificativos se quedan cortos para la Condesa Sangrienta,
Erzébet. Sentía especial atracción por la sangre y no sólo se contentaba de beberla, como es habitual en los llamados asesinos vampíricos. Cometía estos perversos sacrificios y crímenes
para bañarse en la sangre de estas muchachas que, según la magia negra que
profesaba, le garantizaban belleza y eterna juventud. El canibalismo, todo tipo de tendencias lésbicas
y sádicas, así como la promiscuidad sexual a edad muy temprana, entre otras
desviaciones, hicieron acto de presencia. Sin embargo, la vampirización de
Isabel y fue más temprana, ya que la zona de donde ella procedía siempre
tuvo (y tiene) un rico y activo folklore respecto a lo que a estas criaturas se
refiere.
A los 15 años fue
obligada a casarse con el conde Ferenc Nadasdy, que tenía 26 y se pasaba la
vida batallando contra los otomanos. Ferecz era un soldado que pasaba largas
temporadas en las constantes guerras que asolaban el país. Sus prácticas
crueles con sus enemigos le valieron el apodo de “El héroe negro”. Tuvieron
tres hijas y un hijo y vivieron en el castillo Ecsed con la madre de Ferenc, su
odiada suegra Úrsula. Una primera muestra de la crueldad de Isabel aparece en
la correspondencia que sostuvo con su marido ausente, en la que ambos
intercambian ideas sobre las técnicas más apropiadas para castigar a los
criados. El caso es que la condesa administró el castillo con mano de hierro y
brutales palizas a las sirvientas, a las que golpeaba con un pesado mazo o les
pinchaba con agujas debajo de las uñas, por citar algunas de sus diversiones
predilectas. Por otro lado, a Isabel le atraían sexualmente las mujeres, pero
sus prácticas sádicas, siempre con golpes y sangre, asustaban a las incautas
que se prestaban inicialmente a sus requerimientos. Elizabeth empezó a intentar
escaparse por diversión, en varias ocasiones en las que vivió alguna que otra
aventura, entre ellas, una fugaz con un excéntrico joven conocido como “el
vampiro” por su extraño aspecto y vestimentas.
La locura y sadismo de
Elizabeth se desencadenó cuando una de sus desdichadas sirvientas le dio un
desafortunado tirón de pelos mientras la peinaba. La bofetada que le propinó su
señora le provocó una herida. La sangre le salpicó a Elizabeth en la mano quien
fue pronto presa de la excitación al creer que la zona de la piel manchada se
hizo más tersa y blanca. A la mente de Elizabeth volvieron las tétricas
palabras de su nodriza y no dudó en desangrar a la torpe sirvienta y prepararse
una bañera con su sangre en la que se sumergió. Ese sería el primero de una
larga lista de asesinatos para abastecerse de la sangre suficiente que le daría
la eterna juventud. En su paranoica locura no se conformó pues, para no
frotarse con toallas que disminuyeran el efecto de la sangre, obligaba a otras
sirvientas a lamerle el cuerpo. A estas más les valía no mostrar rechazo ni
repugnancia pues el castigo sería peor. Torturarlas hasta la muerte fue una
práctica que no dudó en llegar a cabo la condesa.
“A veces, las víctimas
más sanas y bellas eran encerradas por años para irles extrayendo pequeñas
cantidades de sangre mediante incisiones, a fin de que Elizabeth pudiera
bebérsela y conservar su belleza”.
Por más de 10 años, los
campesinos del lugar veían el carruaje de la condesa deambular por sus tierras
en busca de pobres muchachas engañadas con la promesa de una vida mejor a la
dura existencia del campo. Y las que se negaban, eran drogadas y obligadas a la
fuerza a acompañar a Elizabeth a un castillo del que a buen seguro nunca más
saldrían con vida. La gran cantidad de cadáveres fueron primero enterrados con
cuidado en las inmediaciones de la fortaleza pero al final, la Báthory y sus
cómplices no tuvieron reparo en dejarlos en los campos sin ningún problema. A
pesar de que la población cercana empezó a sospechar de la desaparición
constante de muchas de sus hijas, la alta cuna de la que provenía la condesa
hizo que ésta pudiera continuar con sus prácticas asesinas de manera impune. Durante
un tiempo se mantuvo impune porque elegía a sus víctimas entre las siervas y
campesinas, a quienes en esa época aún feudal un noble podía tratar como un
objeto, pero las jóvenes
muchachas se fueron terminando y la sed de sangre de Elizabeth la llevó a
cometer un grave error. No dudó, desesperada por conseguir líquido para sus
baños y víctimas para sus sangrientas prácticas, recurrir a chicas de la
aristocracia. El rey Matyas no pudo ya hacer oídos sordos a las historias
dramáticas que llegaban de su pariente. Los rumores llegaron pronto a la corte,
donde la Báthory no contaba con muchas simpatías, y el rey Matyas ordenó
investigar el caso al conde Thurzo, un primo de Isabel enemistado con ella.
Thurzo y sus soldados entraron en el castillo sin encontrar resistencia y allí
estaban a la vista, según dijeron, los cuerpos desangrados, los instrumentos de
tortura, el horror.
En el juicio, Isabel se
negó a declarar, acogiéndose a sus privilegios nobiliarios. Condenada a cadena perpetua,
tapiaron su habitación y allí vivió emparedada durante casi cuatro años, medio
muerta de hambre y de frío, alimentándose de la escasa comida que le hacían
llegar por una ínfima ventanita, sin más que un destello de luz y aullando a
veces por las noches, murió el 21 de agosto de 1614. Nunca mostró
arrepentimiento ni llegó a entender por qué la condenaron, "abandonada de
todos", según un cronista de la época. Terminaba así la
historia de terror de la Condesa Sangrienta a quien sus más de 650 asesinatos y
torturas no le sirvieron más que para sembrar el horror. La supuesta belleza
que su nodriza le había prometido de poco o nada le sirvió en su tumba.
Compilador de la red.
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