Páginas

jueves, 26 de julio de 2018

Síndrome de Desgaste por Empatía

"No le pregunto a la persona herida cómo se siente. Yo mismo me convierto en la persona herida", escribió Walt Whitman.
Sin duda, la empatía es una cualidad imprescindible para poder relacionarse asertivamente con quienes nos rodean. Ser capaces de ponernos en el lugar del otro y experimentar sus sentimientos nos permite comprender su situación y ayudarle de la mejor manera posible. Sin embargo, ser excesivamente empático también es un arma de doble filo y podemos terminar pagándolo muy caro, sufriendo lo que se conoce como Síndrome de Desgaste por Empatía.

¿Qué es el desgaste por empatía?

No basta con comprender qué es la empatía, es necesario diseccionarla. De hecho, existen diferentes tipos de empatía. La empatía cognitiva es aquella en la que nos limitamos a adoptar la perspectiva del otro y comprender sus puntos de vista de manera meramente intelectual. También existe la preocupación empática, que implica la habilidad para comprender y experimentar los estados emocionales de los demás, mostrar una preocupación auténtica y ser capaces de ayudarlos sin poner en peligro nuestro equilibrio psicológico. Por último, existe una empatía que puede calificarse como un simple contagio emocional y que genera una gran dosis de distrés personal. En este caso, nos contagiamos con las emociones de los demás pero no somos capaces de protegernos, por lo que terminamos sufriendo con ellos, arrasados por esas emociones.

Preocuparse excesivamente por el dolor emocional de los demás sin tener las herramientas psicológicas para gestionar esa situación, termina generando el desgaste por empatía, también conocido como fatiga por compasión.

Este término fue propuesto por el psicólogo Charles Figley para referirse a quienes experimentan una profunda fatiga como resultado de haber estado ayudando a personas que han pasado por situaciones difíciles o traumáticas. En práctica, se debe a un intenso deseo de calmar el dolor o resolver el problema de la persona que sufre, sin poder gestionar el dolor propio que eso ocasiona.

La fatiga por empatía difiere del conocido Síndrome de Burnout ya que este se desarrolla de manera gradual, generalmente como resultado de un agotamiento emocional. Al contrario, el desgaste por empatía surge de modo repentino, puede aparecer después de un solo encuentro con la persona que sufre. Además, el Síndrome de Burnout suele romper las aspiraciones, los sueños y deseos de quien lo padece, generando sentimientos de desilusión y frustración, afectando el sentimiento de realización personal.

¿Quiénes son más propensos a padecer el Síndrome de Desgaste por Empatía?

Como es lógico, el Síndrome de Desgaste por Empatía es más común en los profesionales que están en contacto directo con personas que necesitan ayuda, como los psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y personal médico o de salvamento. Sin embargo, cualquier persona puede ser víctima del desgaste por compasión.

Un estudio realizado en la Universidad Adventista del Plata desveló que el desgaste por empatía está vinculado con la atención emocional y la reparación emocional. La atención emocional se refiere a la habilidad para prestar atención a las emociones y estados de ánimo de los demás. En práctica, las personas que padecen el Síndrome de Desgaste por Empatía le prestarían demasiada atención a las emociones, quedándose atrapadas en sus redes. De hecho, el desgaste por empatía también se ha relacionado con una pobre reparación emocional, que se refiere a la capacidad para poner en práctica planes de acción que nos permita regular nuestros estados de ánimo, como el simple hecho de asumir una distancia psicológica para proteger nuestro equilibrio afectivo.

Las personas que prestan mayor atención a sus emociones reportan niveles de ansiedad más elevados como respuesta a la mayoría de las situaciones de la vida cotidiana y suelen usar estrategias de afrontamiento desadaptativas centradas en la evitación, rumiación, supresión de pensamiento y auto-culpabilidad. Por tanto, si eres una persona hipersensible emocionalmente pero no logras poner en marcha estrategias que te permitan reparar esas heridas, es más probable que termines sufriendo el Síndrome de Desgaste por Empatía.

Los síntomas del desgaste por empatía

1. Reexperimentación. La persona vuelve a experimentar las experiencias traumáticas que han vivido los demás, ya sea a través de flashbacks, durante sus sueños o simplemente rumiándola durante el día. El primer signo de alarma es que no logras sacarte esa situación de la cabeza y descubres que piensas en ello más de lo habitual, lo cual significa que se ha quedado como un foco activo en tu cerebro.

2. Embotamiento afectivo y evitación. El distrés acumulado que no se gestiona adecuadamente puede terminar haciendo que te desconectes por completo de la situación. En práctica, cuando tu mente se satura y llega al punto en el que no puede seguir asimilando tanto dolor y sufrimiento, se distancia emocionalmente de la realidad. Como resultado, se experimenta irritabilidad, frustración y la sensación de desconexión emocional, como si todo fuera ajeno, lo cual termina afectando la capacidad de disfrute y para relacionarse con las personas.

3. Hiperactivación. A la larga, el Síndrome de Desgaste por Empatía no solo genera fatiga sino también ansiedad. Si te sucede, es probable que entres en un estado de hiperactivación nerviosa, el cual provoca dificultades para dormir, problemas para concentrarte y una exaltación extrema ante estímulos pequeños, e incluso ataques de pánico.

¿Cómo evitar el desgaste?
  • Desconecta, dedicar tiempo a actividades de ocio te ayudará a proteger tu equilibrio emocional ya que así no acumularás estrés, frustración y preocupaciones innecesarias.
  • Practica la meditación mindfulness o técnicas de relajación que te permitan “recargar” tu batería emocional y estimulen un estado de paz interior. Recuerda que cuando hay calma dentro, las tormentas externas no hacen mella.
  • Aprende a desarrollar una distancia psicológica de los problemas, tanto de los propios como de los ajenos, lo cual no significa ser frío y egoísta sino asumir una actitud que te permita lidiar con las situaciones de la mejor manera posible.
  • Desarrolla más tu Inteligencia Emocional, aprende a detectar las situaciones que generan estrés y  malestar y aplica estrategias de afrontamiento que te ayuden a dejar ir las emociones que pueden dañarte.
Recomendaciones para gestionar esta crisis emocional (para profesionales

El síndrome puede ir apareciendo progresivamente o puede ser súbito, como una bomba que sólo depende de que el tiempo se acabe para estallar. Por lo cual es importante aprender a reconocer los signos y síntomas para poder saber cuándo tomar la decisión de darse un break e implementar pautas de autocuidado. Es sumamente importante, para dar terapia o tratar con pacientes, que los intervinientes tengan buena salud mental.

Algunas recomendaciones para el autocuidado de los intervinientes son:
  • Formación psicoeducativa para el desarrollo de resiliencia y herramientas para lidiar con el estrés agregado al cotidiano de estar expuestos a factores de riesgo.
  • Tener técnicas de relajación o de meditación.
  • Realizar actividades de ocio completamente desconectados del trabajo.
  • Saber pedir apoyo en cuanto note sintomatología fuera de lo normal.
  • Conocer las situaciones que son detonantes de altos niveles de estrés y que llevan a la vulnerabilidad.
  • No sobrecargarse de trabajo ni con casos que saben que no podrán manejar efectivamente.
Como profesionales de la salud es fundamental reconocer y aceptar que también se necesita de vez en cuando apoyo psicológico y un descanso de las actividades diarias. El problema es que muchas veces se lleva una “doble agenda”, sin problema se identifica la sintomatología anormal en cualquier paciente pero no es así cuando se trata de uno mismo. Es por esto que hay que fomentar el autoconocimiento y la implementación de medidas preventivas de autocuidado.

Fuentes:
  • Alecsiuk, B. (2015) Inteligencia Emocional y Desgaste Por Empatía En Terapeutas. Revista Argentina de Clínica Psicológica; 24: 43-56.
  • Mestre-Escrivá, V., Frías Navarro, M.D. y Samper-García, P. (2004) La medida de la empatía: análisis del Interpersonal Reactivity Index. Psicothema; 16(2): 255-260.
  • Figley, C.R. (1995) Compassion Fatigue: Coping with secondary traumatic stress disorder in those who treat the traumatized. Nueva York: Brunner/Mazel Publishers.