El bienestar emocional como objetivo
El mundo de hoy se
mueve a una rapidez que demanda cada vez más eficacia y resultados. El día a
día se convierte en una carrera de fondo donde conjugar velocidad y aciertos es
cada vez más difícil. Esto genera que nos falte tiempo para todo pero, además,
que nos veamos presionados para realizar las cosas a la “perfección” para que
estén a la altura de las exigencias.
Sin embargo, la
perfección no siempre es perfecta, pues en ocasiones, y en contra de lo que se
pueda pensar, conlleva muchos más inconvenientes que ventajas para nuestra
salud física y mental, y nos aleja del bienestar.
Las personas
perfeccionistas que demanda la sociedad suelen ser rígidas en su pensamiento,
muy críticas consigo mismas, disciplinadas e incansables en la consecución de
metas y responsabilidades. De cara a otros, son las típicas que “pueden hacerlo
todo” y bien hecho: madrugan para ir al gimnasio, llevan una dieta balanceada,
son profesionales exitosos, atienden a las necesidades de su familia y se
ocupan de apoyar a padres, familiares u otras personas que les soliciten
ayudan. Guraieb
(2016)
llama a las mujeres con estas características, “mujeres orquesta” porque están
en todo, por todo y para todo. Aunque a nivel laboral un perfil así resulta
valorado y atractivo, a nivel personal el “yo puedo con todo” genera dos
grandes problemas: la ansiedad y el sufrimiento.
El perfeccionismo está
muy relacionado con una falta de confianza y seguridad, por lo que, en exceso,
suele dar lugar a comportamientos demasiados inflexibles, sobre exigentes y/o
controladores. Sienten una gran presión que les produce mucho sufrimiento:
nunca están conformes con el resultado de sus acciones y rechazan cualquier
error o imperfección, relacionándolo con una falta de valía personal.
Un estudio realizado
por la Universidad de Brock, en Ontario, examinó la relación entre salud física
y perfeccionismo en 492 personas, de entre 24 y 35 años de edad. Los resultados
concluyeron que las personas perfeccionistas son más propensas a sentirse mal y
a quejarse de falta de sueño, cefaleas, dolores de espalda, trastornos
digestivos, dermatitis y fatigas que aquellas que no lo son. Además de que son
personas que temen mucho un fracaso.
Además de los síntomas
físicos, a nivel emocional, los comportamientos perfeccionistas pueden generar tensión y ansiedad, sobre todo
en personas inseguras en las que el temor al rechazo les hace actuar en función
de cómo creen que les gustaría a los demás y no de cómo realmente son. De forma
que cuando no consiguen esa aceptación que les gustaría, pueden sentir mucha
insatisfacción y frustración, pudiendo desembocar en estados depresivos (Miralles,
2014).
Este rasgo de
personalidad no está considerado en los manuales (DSM-V o CIE-10) como una
patología como tal, por tanto no hay estadísticas exactas. Pero si la persona
no trata de solucionar este comportamiento, podría llegar a sufrir un trastorno
obsesivo compulsivo o un trastorno anancástico de la personalidad. En este caso,
la estadística marca una prevalencia aproximada del 2.3% de la población. Las
personas demasiado perfeccionistas podrían llegar a tener el temido trastorno
obsesivo-compulsivo, que les marcará cada vez más apartados de su vida y
tendrán que ir a un facultativo para poder disminuir los síntomas de ansiedad y
malestar.
No obstante, nuestro
trabajo como psicólogos es educar al paciente para que entienda que aunque su
mente le dice que “tiene y puede con todo”, nuestro cerebro está programado de
un modo que impone límites. Y nadie puede superar dichas limitaciones.
Pero, sobre todo desde
la terapia se plantea la necesidad de trabajar, además de técnicas de
relajación y reestructuración cognitiva para pensamientos inflexibles; la
autoestima, el autoconocimiento y la autorregulación conductual y emocional del
paciente. Esto, con la finalidad de que se permitan el derecho a equivocarse,
puesto que al hacerlo se observa que no ocurre nada tan grave y, además, incide
positivamente en la memoria, tal como lo ha afirmado Andrée
Ann Cyr,
una joven colega psicóloga de la Universidad de Toronto, quien publicó en 2012
una investigación en la que comprobó que es más fácil aprender si la información
no se ofrece muy claramente y hay que hacer un esfuerzo por adquirirla, aunque
de paso suponga cometer errores. Además, la autora ha concluido que esa forma
de incrementar los conocimientos, es precisamente el mejor entrenamiento para
el cerebro de las personas mayores.
La formación en
psicoterapia del bienestar emocional en psicólogos es indispensable para
ofrecer psicoterapia a la sociedad del siglo XXI, obsesionada con la
perfección, el éxito y la satisfacción inmediata. La insatisfacción vital, tan
común en nuestros días, también es fruto del “yo puedo con todo”.
Autor: Tatiana Lopera, Psicología
Clínica bienestar, emociones.
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