De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2011), durante la infancia y la adolescencia, los varones y las hembras menores de 18 años de edad, pueden ser maltratados y maltratadas por parte de sus padres, madres, cuidadores o integrantes de la comunidad.
Se reconoce que el maltrato que se vive en los 10 primeros años de vida, constituye un problema en sí mismo y un importante factor de riesgo de otras formas de violencia y de problemas de salud a lo largo de toda la vida.
Un número importante de estudios han mostrado que los malos tratos físicos, los abusos sexuales y otros acontecimientos adversos en la infancia, están relacionados con posterior:
- Consumo excesivo de tabaco
- Trastornos alimentarios
- Comportamientos sexuales de alto riesgo
- Trastornos de somatización y
- Trastornos de personalidad en la etapa adulta
Otros estudios han calculado que los abusos sexuales en la infancia explican aproximadamente:
- 6% de los casos de depresión
- 6% de los casos de abuso/dependencia de alcohol y otras drogas
- 8% de los intentos de suicidio
- 10% de los casos de trastorno de pánico y
- 27% de los casos de trastorno de estrés postraumático
Definitivamente, el trauma infanto-juvenil por maltrato: psicológico; físico; negligente; y sexual especialmente ejercido por madres, padres o cuidadores, deja huellas dañinas y duraderas en las víctimas, perturbando el desarrollo del equilibrio emocional, la confianza básica, el pensamiento reflexivo e incluso la salud física (Florenzano y otros, 2005).
Buen trato infantil = Salud emocional
Comunicación
clara, serena, explicativa y positiva
Padres, madres y cuidadores, reflexionemos: Siempre es buen momento para identificar si hemos maltratado a nuestros niños, niñas o adolescentes, quizá creyendo que hacíamos lo mejor, quizá pensando que era una forma adecuada de criar o disciplinar, quizá dejándonos llevar por el creciente estrés. Gran parte de las veces, porque crecimos en una familia problemática o maltratadora que dejó huellas negativas en nosotros y nosotras.
De cualquier manera, el momento de rectificar es ¡Ahora!, pidiendo ayuda profesional para cambiar y procurar que el hogar y la interacción familiar actual representen para nosotros y nosotras, así como para nuestros hijos e hijas, un espacio de cuidado, protección, seguridad y crianza centrada en el afecto. Eliminando toda forma de castigo físico, disminuyendo los regaños basados en gritos, humillaciones u ofensas, aumentando la comunicación clara, serena, explicativa y positiva y, sobre todo, aumentando la interacción amorosa en la que reinen el estímulo y el reconocimiento de las conductas adecuadas y los gestos de cariño y aceptación.
Idhaly Guzmán
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