martes, 27 de febrero de 2024

Ansiedad Perinatal

 “Un 40-45% de mujeres embarazadas presenta sintomatología ansiosa elevada”


La ansiedad perinatal es una circunstancia que afecta a más mujeres de lo que parece. La maternidad significa un cambio muy importante en la vida de la mujer. Un cambio que no se puede controlar. Hoy hablamos de como la ansiedad se puede volver patológica y tener consecuencias negativas a todos los niveles.

La ansiedad es una reacción normal al estrés por enfrentarnos a una situación difícil, novedosa. Así que la ansiedad en el embarazo entraría dentro de lo normal porque es una situación nueva y difícil que genera cierta inquietud o tensión.

ansiedad perinatal más patológica es aquella que se siente de una forma más intensa y que dificulta el embarazo, es decir, el proceso psicológico y social de la embarazada o de la madre reciente. Estas preocupaciones o miedos, que en un principio pueden ser normales, son preocupantes cuando dificultan la vida de la mujer, hacen que restrinja salidas, la paraliza, le afecta a la tensión y puede afectar incluso al feto.

Estas preocupaciones o miedos, que en un principio pueden ser normales, son preocupantes cuando dificultan la vida de la mujer, hacen que restrinja salidas, la paraliza, le afecta a la tensión y puede afectar incluso al feto.

Diversos estudios que hablan de la salud mental de las mujeres en época perinatal y dan unas cifras de en torno a un 40-45% de de mujeres con una sintomatología ansiosa elevada. Dentro de la ansiedad clínica se puede hablar de diferentes tipos de trastornos. Desde la ansiedad generalizada a trastornos obsesivos compulsivos o trastornos de estrés post-traumático.

De todos ellos, el que más prevalencia tiene es el trastorno de ansiedad generalizada. Las cifras rondan el 8-8,5%. El trastorno obsesivo compulsivo está en torno al 2%, según diferentes estudios. Así que no hablamos de algo inocuo o sin importancia. Es algo que afecta con gran impacto en las mujeres en etapa perinatal.

Si nos atenemos a la definición de ansiedad como una respuesta del organismo ante una situación de estrés o novedosa, la mayoría de mujeres con otros hijos/as ya saben de qué va tener un bebé, qué se puede esperar. En esos casos, es probable que si la ansiedad ha sido muy intensa en el primer embarazo, seguramente habrá buscado solución, ayuda (aunque sea farmacológica) y eso la permita encarar con más seguridad los embarazos posteriores. Por lo general, suele haber una dificultad en el manejo de la ansiedad previo a la gestación. Con el embarazo y la transición a la maternidad se ve agudizada esa sensación por la falta de control sobre todo lo que tiene que ver con la gestación y la primera crianza. Suelen ser personas que, antes de enfrentarse a la maternidad, ya tiene elementos de hipervigilancia, miedos y dificultades para afrontar cualquier novedad. Obviamente los cambios hormonales también influyen. A nivel social, hay factores implicados: si hay falta de apoyo, si hay poca implicación por parte de la pareja, si es un embarazo de riesgo o con dificultades, la hipertensión previa… Cualquier elemento que provoque inseguridad y falta de control aumenta la ansiedad perinatal. Por otro lado, incluye las experiencias personales, como una pérdida reciente o la muerte de un familiar cercano. Si se prevé un parto múltiple o se ha producido uno traumático. La ansiedad se ve influenciada por otros factores como el temperamento, la fisiología del proceso que se vive, los cambios hormonales y todos los acontecimientos de su entorno.

El exceso de ansiedad provoca la secreción de diversas hormonas, desde la adrenalina, catecolamina y otras. Estas pueden influir en el aporte de oxígeno o nutrientes al feto. Algunas de las consecuencias pueden ser preeclampsia, hipertensión, bajo peso, desarrollo más lento y diversas variaciones en el crecimiento y alteraciones en el desarrollo de un futuro bebé.

Y en la madre se puede dar un bucle, una especie de efecto rebote. “Como estoy más nerviosa, pienso que le va a afectar más al bebé, y me pongo más nerviosa aún”. Y se entra en un bucle que se retroalimenta a sí mismo, afectando a la autoestima de la mujer que se siente que no vale suficiente, que no puede ser madre… En definitiva, afecta a su propia visión como mujer y madre. Por la propia naturaleza de la ansiedad, que focaliza la atención en problemas, preocupaciones y miedos; esa hipervigilancia es de por sí agotadora. Así que puede desencadenar cansancio, somnolencia, temblores, taquicardia, problemas para conciliar el sueño, respiración acelerada… En algunos casos, puede llevar a una mujer a recurrir a otras maneras de calmar esa ansiedad que sean negativas. Puede recurrir a consumir sustancias que puede pensar que no son dañina para el feto, pero sí lo son (infusiones, alcohol o incluso drogas).

Esa ansiedad perinatal también puede ir acompañada de sintomatología depresiva que la lleve a no confiar en sí misma y provoque pensamientos negativos sobre su valía. Las consecuencias en el bebé se suelen atribuir al efecto neurotóxico del cortisol materno, que es una de las hormonas implicadas en el estrés. Esta hormona es capaz de penetrar la placenta. Hay estudios que refieren cambios epigenéticos provocados por el cortisol. Puede provocar prematuridad y se ha visto que una ansiedad perinatal aumenta la probabilidad de parto prematuro e incluso se habla de malformaciones congénitas relacionadas con situaciones vitales estresantes de la madre en el embarazo. Por ejemplo, se ha visto que el riesgo de que el bebé tenga labio leporino es ocho veces mayor en mujeres con ansiedad en el embarazo.

Los síntomas de la ansiedad perinatal pueden variar de una mujer a otra. Para poderlo detectar se necesitan profesionales que se relacionen con estas mujeres en el momento perinatal, que estén entrenados en identificar los posibles síntomas. Y que pregunten no solo por el desarrollo fisiológico, sino también por la salud mental de la mujer.

Esos síntomas a preguntar y a tener en cuenta por la propia mujer son diversos. Van desde un agotamiento extremo (más allá de lo atribuible a un embarazo), temor paralizante, tristeza o llanto excesivo, incapacidad de reír o disfrutar, sentimientos de desesperanza o impotencia, cambios en el estado de ánimo, palpitaciones. Y a nivel mental, frecuencia de pensamientos obsesivos sobre que va a ir mal o que si hace cualquier actividad va a dañar al bebé. Y cierta dificultad a la hora de manejar el miedo al parto.

El embarazo, el parto y la crianza de por sí son asuntos impactantes en la vida de una mujer. Y solo por eso habría que tenerlo en cuenta y hacer que esa transición fuera lo más llevadero posible para la mujer; ayudándola y acompañándola en todo. Es un momento de gran vulnerabilidad para ella porque supone someterse a un cambio corporal, fisiológico, psicológico importante. Si una mujer ya ha tenido problemas de ansiedad antes, es importante que el entorno esté pendiente y la ayude a manejar estos momentos calmándola. Pero no de una forma simple, en plan “no te ponga nerviosa” porque eso puede provocar un efecto rebote.

Hay que calmarla en el sentido de no añadir más estrés ni más preocupaciones a las ya propias de la gestación. Y no compararla con otras madres o mujeres. Siempre podemos animarla a buscar ayuda profesional en lugar de minimizar sus miedos o infantilizarla. Porque el miedo que ella siente es real. Las preocupaciones que tiene son reales para ella y de nada o de poco le va a servir que le digamos frases o lugares comunes de que “todo va ir bien”, que “no va a pasar nada” o el “no seas tonta”. Es mejor acompañarla diciéndole “siento tu miedo”, “veo que estás desbordada”, “me gustaría ayudarte, darte el teléfono de un profesional”, “no tienes por qué pasar esto sola”. En esa línea es en la que hay que ayudarle.

El tratamiento iría enfocado a reducir los factores de estrés, como cualquier otro trastorno de ansiedad. Es necesario aprender a identificar y tratar a tiempo cualquier síntoma que pueda aparecer por la ansiedad perinatal. Se suele usar la psicoterapia, sobre todo enfocada a la relajación, y el tratamiento cognitivo conductual, con el objetivo de reestructurar los pensamientos muchas veces catastrofistas que la acompañan e ir exponiéndola poco a poco a las circunstancias estresantes. Es importante que sepa que no es algo que le pasa solo a ella; sino que ese pensamiento, que esos temores y sensaciones los tienen otras muchas mujeres y que lo logran resolver. Que no es que haya algo raro o malo en ella, sino que hay circunstancias que lo han desencadenado. Como todo problema, cuanto antes se detecte, antes se puede poner tratamiento y vías de solución. Y la ansiedad perinatal no es ajena a este precepto. Cuanto antes se pueda tratar, antes se podrá encarar con más calma, más tranquilidad y más fortaleza el parto que es el momento que genera más incertidumbre. Trabajarlo previamente ayuda a enfrentar ese momento y el posparto con más seguridad y flexibilidad.

Es importante que la salud mental de la madre y la gestante se tenga en cuenta también en los controles perinatales. Que se indague por el malestar psicológico y emocional que puede estar sufriendo una madre. Desafortunadamente, no todos los profesionales relacionados con el entorno perinatal son sensibles a todo esto. No se suelen incluir preguntas sobre el malestar emocional de la madre. Eso dificulta en gran manera la detección precoz y el tratamiento más adecuado para todo esto. Por eso aprovecho desde aquí para concienciar un poco a los profesionales de la salud a que se interesen por las madres. Que no paren de preguntar sobre cómo se sienten, cómo están, qué preocupaciones tienen, etc. Estoy convencida de que eso apoyaría muchísimo a las madres y sus hijos.

 

Autor/a Carmen Márquez

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