El edificio de la
cultura está construido al revés, allí en donde debería intervenir el deseo
interviene la razón, y viceversa, el cuerpo de la sociedad moderna está mal
diseñado, prevalece el desequilibrio de origen entre el placer y la razón.
¿Conoces a Acteón?
Acteón era cazador y también maestro de Aquiles. Un día la diosa Ártemis estaba
bañándose desnuda en los bosques cercanos a la ciudad de Orcómeno, cuando por
casualidad Acteón pasó por allí y se la encontró. Este se detuvo y se quedó mirándola
(sin que ella se diera cuenta), fascinado por su deslumbrante belleza. Como
castigo, Ártemis lo transformó en un ciervo por la profanación de ver su
desnudez y sus virginales misterios, por no haber respetado su intimidad.
Además mandó a los propios sabuesos de Acteón (que eran cincuenta) a que lo
mataran. Los sabuesos lo hicieron pedazos y devoraron al ciervo. Habían
terminado inconscientemente con la vida de su amo.
Una ventana al placer
Para muchos no es fácil
entender que se pueda sentir placer al observar, generalmente a escondidas, a
personas desnudas, en vías de estarlo o practicando el acto sexual. Esta
afición recibe el nombre voyeurismo. El voyerismo es una parafilia,
caracterizada por la contemplación de personas desnudas o realizando algún tipo
de actividad sexual con el objetivo de conseguir una excitación sexual. La
actividad del voyerista no implica ninguna actividad sexual posterior.
El voyeur suele
observar la situación desde lejos, bien mirando por la cerradura de una puerta o por un resquicio o utilizando medios técnicos como un espejo, una cámara, etc. La masturbación acompaña, a
menudo, al acto voyeurista pero en otras la sensación será tan intensa que
puede llegar al orgasmo espontáneamente con sólo contemplar. El riesgo de ser
descubierto actúa, a menudo, como un potenciador de la excitación.
A la tendencia
voyeurista se le asocia frecuentemente la tendencia exhibicionista, esto es,
disfrutar mostrándose, más o menos abiertamente, semidesnudo o completamente
desnudo. Ambas conductas poseen un fuerte componente compulsivo, irrefrenable,
mostrando los sujetos aumento de su tasa cardíaca y sudoración ante la
aparición de estímulos relacionados con dichas actividades. Estos efectos físicos
desaparecen tras la realización del acto voyeurista.
El voyeurismo se da, en
mayor medida, en hombres ya que es al hombre al que la cultura da un lugar de
privilegio en los roles sexuales. El hombre responde más a la visión y la mujer
al tacto por eso son pocas y poco compulsivas las voyeures.
Características
En lo que respecta a
los rasgos de personalidad del voyerista,
estos sujetos suelen ser tímidos durante la adolescencia y con cierta
dificultad para iniciar o mantener relaciones de pareja. Carentes de
agresividad e inseguros, que se excitan al espiar logrando una erección. Tras su acción, se arrepienten, aun y cuando
no son descubiertos, pero se declaran ajenos a su voluntad, es decir, alegan en
su defensa que hay un impulso interno que los lleva a realizar dicho acto. Y en
más del 90% de casos se presenta en hombres en cuya infancia recibieron
estricta educación. No son sujetos especialmente propensos a poseer rasgos
especialmente patológicos.
Las tendencias en este
tipo de parafílico se gestan en los primeros 18 meses de vida, en psicología, se forma en el cerebro el llamado “mapa del amor” o "universo imaginario
erótico", pero se
consolidan entre los 5 y 8 años, cuando en el cerebro se conforma el sentido
del pudor, sin embargo, es entre 20 y 40 años cuando se harán evidentes sus
rasgos.
Es importante reiterar
que contra lo que se suele creer, el voyeurista suele no recurrir a agresiones
o amenazas y prefiere fisgonear a violar o abusar sexualmente.
Aunque el voyeur
compulsivo suele ser joven, esta conducta puede darse también en hombres
mayores. No sólo solitarios, sino impotentes casados que, ya que no pueden
actuar, se solazan mirando. “Así, defiende, voyeurista también es la actitud
del hombre mayor casado con una mujer mucho más joven que él. Su disfrute es
más bien ocular”.
Causas
Estudios al respecto
señalan que un adulto con este problema revela que en su niñez y pubertad
recibió estímulos visuales, auditivos o táctiles, que por razones variadas
adquirieron particular significado para él o ella. Por ejemplo, en algunos
casos su origen puede relacionarse con abuso sexual infantil, o con la
prohibición cruel y reiterada para manifestar su curiosidad infantil en torno a
temas sexuales. Particularmente, el inicio del voyeurismo está asociado a la
excitación sexual tras la observación, tal vez casual, de una desnudo o una
pareja, tratándose en muy alto porcentaje de los padres.
Las prohibiciones y castigos constantes, ante
la curiosidad natural del niño de saber y descubrir, de ver, de mirar y
observar las relaciones afectivas y sensuales entre adultos, o que el niño se
toque los órganos sexuales, provocan la necesidad y el deseo de mirar y de ver,
desarrollando de adulto en el caso de algunas personalidades más sensibles,
este tipo de parafília.
En algunas culturas el
voyeurismo se considera una perversión y varios países lo han clasificado como
un delito sexual. Recuerda que una parafilia puede considerarse algo negativo,
cuando produce daños a terceros o a nosotros mismos cuando tiene un carácter
desmesurado u obsesivo.
Tratamiento
El voyeur difícilmente
acude por propia voluntad a resolver su problema, generalmente es obligado por
un familiar o, incluso, por orden de un juez. La terapia en quienes suelen
vivir episodios esporádicos no va más allá de sesiones individuales o en grupo,
pero en quienes lo manifiestan como rasgo de conductas compulsivas que ponen en
riesgo su integridad física y las de otros, se prescribe medicación, son tratados con
antipsicóticos, antiandrogénicos y antidepresivos. Y psicoterapia.
Conclusión
Mirar es bello y es un
placer, pero el exceso de placer lleva al abuso, a la desviación, la
perversión, la parafilia, la enfermedad llega cuando los ojos dejan de
enriquecer la actividad sexual para convertirse en una limitación y cuando el
mirar se erige en fin y no en medio, negando otros fines, como la penetración.
Al verdadero mirón lo
que le excita es el riesgo, el estar de incógnito, saberse dueño de un universo
sólo habitado por él y por la víctima incauta. Una víctima a la que, en lo más
profundo, odia y a la que nunca llegará a tocar y que no corre mayor peligro
que el de ser vista, porque el voyeur es un tímido empedernido, las más de las
veces acomplejado, que jamás desea llegar al coito, ni siquiera al habla.
En general los
voyeuristas sufren un importante sentimiento de culpa, teniendo una sexualidad
disfuncional. A diferencia de los “mirones” y las “mironas” que reaccionan ante
cualquier estímulo erótico y gozan de una vida sexual satisfactoria, las
personas voyeurs tienen dificultades para identificar y expresar sus
necesidades, debido a su inmadurez psíquica. En el caso de que tengan pareja, esta
puede sufrir las consecuencias de compartir una sexualidad problemática y
enfermiza.
El voyerismo o escoptofilia,
es una desviación problemática, porque determina y perturba las
relaciones sociales, laborales y afectivas del que la padece.
“Si se juntan un
voyerista y un exhibicionista se podría decir que está hecho el uno para le otro”