"Si hay un psicópata en tu vida, no te detengas, corre"... sólo entre un 2 y un 3% cometen actos delictivos, sin embargo hay entre un 10 y un 12% que pasan totalmente desapercibidos, e incluso son personas bien consideradas socialmente.
En tu vida puedes llegar a conocer hasta 60 psicópatas (tu jefe, compañeros de trabajo, amistades, vecinos, pareja, familiares…) aunque estés convencida de que no lo son en absoluto, por eso intentaré dar algunas pautas para que podamos reconocerles. Hay que tener en cuenta que todos los psicópatas son depredadores emocionales y narcisistas, y por tanto habrá muchas características comunes con este tipo de personas, también muy tóxicas, pero ello no nos puede llevar a concluir que éstos últimos presenten psicopatía.
Cualquier mujer, puede ser víctima de un psicópata, pero si eres entregada, confiada, extrovertida, alegre, activa, trabajadora, generosa…posees las características para ser la víctima ideal de un psicópata, y si caes en sus redes, tienes garantizado el maltrato en cualquiera de sus formas, que son tan variadas como personas haya, pero todos tienen unas características comunes que les definen. En este artículo me fijaré en esa forma de maltrato que pasa desapercibida para la sociedad (pues rara vez hay grandes violencias o escándalos públicos que puedan hacer intervenir a la policía, son pequeños actos que no dejan rastros judiciales) e incluso para la víctima durante un tiempo más o menos largo, pero que la va corroyendo poco a poco y sibilinamente por dentro. De esa forma que te vacía el alma y te anula como mujer hasta el punto que ya no sabes ni quién eres.
Los
psicópatas son personas muy peligrosas porque carecen de sentimientos,
incapaces de querer a nadie, ni siquiera a sus propios hijos/as, sin embargo
pueden simular las emociones a la perfección, ya que son excelentes actores,
para manipular y utilizar a las personas a su antojo, sin escrúpulos. Difunden
rumores perversos y mienten mirándote a la cara, sin sentir la más mínima
inquietud porque se les pille ya que son capaces de encadenar una mentira con
otra y no les importan las consecuencias. La única emoción que sienten es la
ira y también pueden disfrutar con el sufrimiento de sus víctimas. Tratan a las
mujeres como objetos que están ahí para cumplir sus expectativas y servir a sus
propios intereses y cuando dejen de hacerlo, simplemente las desechan o las
destruyen sin ningún remordimiento, pues no tienen nunca sentimiento de culpa
ni de miedo y carecen de empatía, por eso pueden infringir cualquier norma ya
sea social o moral. No tienen conciencia, pero son muy conscientes de sus
actos, que planifican con frialdad y sin prisas, aunque en ocasiones su
impulsividad les puede delatar. Su egocentrismo es extremo. Sólo se conoce su
naturaleza a través de las consecuencias de sus actos, nunca por sus palabras.
La imagen pública que muestran suele ser de personas afables, agradables, detallistas, con un encanto personal, serviciales, en fin, lo que llamamos personas encantadoras. Se pueden mostrar como víctimas de todo el mundo, alguien que necesita ayuda, de este modo inducen a la piedad, a la compasión y provocan una reacción de empatía, acogida y disminución de las barreras afectivas, consiguiendo así que les abran su corazón obteniendo un conocimiento muy valioso para ellos, especialmente de sus debilidades, para utilizarlas a su favor. Fabrican una máscara social que les cubrirá las espaldas y dejará en la indefensión absoluta a sus víctimas. Como son excelentes manipuladores pueden simular las emociones que ésta necesita para engatusarla y conseguir sus fines, hasta el punto de que acabará haciendo lo que el otro quiere y estando a su vez convencida de que lo hace porque lo elige ella libremente. No dan puntada sin hilo. Nunca hay victorias con ellos, sólo diferentes grados de derrota. Les encantan los puestos de poder a los que pueden llegar con facilidad por su falta de escrúpulos, pudiendo sacar mucho más provecho y hacer mucho más daño. Suelen ser vagos, aunque también pueden ser muy activos en aquello que les interesa y motiva, pero todos son expertos en sacar partido de lo que se les ponga al alcance.
Ninguna persona con conciencia puede imaginar que haya alguien tan perverso que su único objetivo sea explotar emocional, sexual, financiera y/o socialmente a una mujer durante el tiempo necesario hasta que encuentren algo mejor, porque pensamos que todas funcionamos con los parámetros de moralidad personal y social. Son especialmente difíciles de detectar los que visten hábitos religiosos. Cuando te eligen como pareja, no hay nada comparable con la depredación que vas a sufrir. Son tremendamente seductores y al principio de la relación practican “el bombardeo amoroso”. Es la fase en la que se muestran muy complacientes, extremadamente detallistas, candorosos, atentos a cubrir cada necesidad que tengas, te hacen sentir que eres única y especial, se convierten en “tu alma gemela” y esto provoca la segregación de oxitocina, que a su vez actúa como una droga liberando neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la serotonina que inundan el cerebro de feniletilamina, consiguiendo un estado de enamoramiento ciego y un efecto de “enganche” muy fuerte, un vínculo traumático que funciona como una adicción. Por eso no dejan descansar a su víctima y suelen acelerar el momento de vivir juntos o de contraer matrimonio porque ellos no tienen nada que perder y mucho que ganar. Además suelen aderezar este bombardeo con una práctica sexual muy satisfactoria, básicamente porque su nivel de testosterona suele ser alto.
Si crees haber encontrado a tu alma gemela, desconfía, porque simplemente, no existe. En un estado emocional saludable, cualquier ser humano es precavido antes de formalizar una relación por la trascendencia que ello conlleva, por eso se establece un tiempo más o menos prolongado (noviazgo), que permite conocer más en profundidad a la pareja antes de decidirse. Una vez creado el vínculo, la “dosis de droga” para mantenerte fiel al psicópata empieza a ser escasa y esporádica, exclusivamente cuando es necesario para mantenerte ahí, donde ellos quieren que estés.
Practican el desprecio hacia ti constantemente, incluso sin necesidad de insultos ni golpes, sólo con comentarios dañinos, mostrando indiferencia, lejanía, jamás valoran nada de lo que haces y te pueden ridiculizar en público de una forma muy sibilina y poco a poco vas sufriendo un ataque emocional continuo con el objetivo de erosionar tu autoestima y hacerte creer que sin él, no eres nada. Al mismo tiempo intenta aislarte de las personas de tu entorno con comentarios destructivos hacia cualquier persona que sea cercana a ti. Disfruta de plena libertad para hacer lo que quiere pero necesita controlar todo lo que haces tú y te van moldeando a su antojo de una forma insidiosa y silente. Es casi imposible que lo puedas ver porque este proceso es lento, como una lluvia fina que va calando y tú sigues tremendamente enamorada de él y convencida de que te quiere y de que todo lo hace es por tu bien, porque es una buena persona. Encontrarás siempre mil razones para disculparle y jamás delatarás las inquietudes o dudas que te puedan surgir ya que se muestra encantador con los de fuera, especialmente tu familia y amigos (mientras los conserves), y si algo dices de él, serán siempre cosas positivas. Acabas creyendo que realmente tiene razón y eres tú la equivocada porque no puedes creer que alguien “que te ha demostrado que te quiere”, pueda hacer todo esto de una forma fría, premeditada y consciente.
Utilizan con mucha frecuencia el uso del victimismo, que les resulta muy rentable; por ejemplo, si eres generosa, manifestarán problemas económicos, siempre por culpa de otras personas; si eres activa y trabajadora, se mostrarán inútiles e incapaces de hacer cualquier cosa que no quieran; si eres compasiva, te pueden amenazar con suicidarse, aunque no tengan la más mínima intención de hacerlo; pueden simular una enfermedad durante el tiempo necesario para conseguir sus fines. En fin, son tremendamente tenaces para conseguir sus objetivos sin importar el medio que usen. Son fríos y distantes y por mucho que te esfuerces en dárselo todo, jamás será suficiente y por supuesto, nunca recibirás nada a cambio, sólo “amor envenenado”.
Pueden mostrarse complacientes y atentos con otras mujeres del entorno o con antiguas parejas, pero nunca contigo, porque así sube su “cotización” frente a ti (es lo que Piñuel nombra como “triangular” la relación). Si comentas algo al respecto te harán ver que estás equivocada, que eres celosa, que ves fantasmas donde no los hay, socavando la confianza en ti misma. Sin darte cuenta sufrirás un proceso de disonancia cognitiva, un estado de confusión porque ves que hay cosas que no cuadran pero al mismo tiempo no puedes creer que “tu alma gemela” quiera hacerte daño y mucho menos, que no te haya querido nunca. Acabas convencida de que eres tú la que está equivocada.
Al cabo de un tiempo, serás más consciente de su mirada fría y distante, habrás podido constatar que es capaz de todo, incluso en el último extremo, de matarte a ti o a tus hijos, con tal de salirse con la suya, que es impasible ante tu sufrimiento y el miedo se instala en tu interior de forma permanente. Pero sigues callada…Cuando alguien es castigada de manera continuada y sin razón lógica se genera una indefensión psicológica que lleva a la paralización, la depresión y la sensación de abandono. Este estado de despersonalización y dependencia emocional alimentada de continuo genera un vínculo traumático, pudiendo padecer el síndrome de Estocolmo: cuanto más maltrato, más dependencia. Es frecuente que se dé una amnesia perversa, es decir, sólo se recuerdan los buenos momentos vividos con el maltratador, que a su vez refuerza el apego al psicópata. Ninguna víctima es masoquista, esta amnesia es un recurso de pura supervivencia, porque te sientes incapaz de salir de esa relación y necesitas seguir viviendo, especialmente si tienes hijos y dependes económicamente de él.
Es
muy difícil salir de estas relaciones porque además, cuando son abandonados,
intentan por todos los medios que vuelvas con ellos y lo consiguen con
frecuencia, en muchos casos, hasta siete veces. Se presentan ante los demás
como víctimas de sus víctimas y acabas siendo tú la responsable de su
sufrimiento, intentando que todo el mundo se ponga en contra tuya, también tus
hijas y tus hijos, que son víctimas de este proceso psicopático y sufren una
destrucción personal tremenda e invisible, y tú estás tan destruida y anulada,
que te sientes incapaz de afrontar la vida en estas condiciones. Pero no es
imposible salir. Es muy importante que tu círculo más próximo crea en ti, que
sepa que no eres culpable ni responsable de lo que has sufrido, que padeces un
estrés postraumático muy fuerte y que te apoye con paciencia, comprensión,
aceptación y mucho cariño. Tú no eres culpable.
Fuente: Clara de Campo, la nueva crónica.