El Lenguaje Simbólico
en los Cuentos Populares
Los
cuentos populares son alimentos para el alma del niño, estimulan su fantasía y
cumplen una función terapéutica.
- Porque reflejan sus experiencias, pensamientos y sentimientos.
- Porque le ayudan a superar sus ataduras emocionales por medio de un lenguaje simbólico, haciendo hincapié en todas las etapas -periodos o fases- por las que atraviesa a lo largo de su infancia.
Analicemos
brevemente algunos cuentos populares como:
1.-
Hansel y Gretel.
2.-
Blanca Nieves.
3.-
Caperucita Roja.
4.-
La bella y la bestia.
5.-
La cenicienta.
6.-
Piel de asno.
7.-
Las mil y unas noches.
Cuando
el niño lee o escucha un cuento popular, pone en juego el poder de su fantasía
y en el mejor de los casos, logra reconocerse a sí mismo en el personaje
central, en sus peripecias y en la solución de sus dificultades, en virtud de
que el tema de los cuentos le permiten trabajar con los conflictos de su fuero
interno. El psicoanalista Bruno Bettelheim ha manifestado que en el campo de la
literatura infantil no existe otra cosa más enriquecedora que los viejos
cuentos populares, no sólo por su forma literaria y su belleza estética, sino
también porque son comprensibles para el niño, cosa que ninguna otra forma de
arte es capaz de conseguir. Bettelheim, en su Psicoanálisis de los cuentos de
hadas, afirma que: “A través de los siglos al ser repetidos una y otra vez, los
cuentos se han ido refinando y han llegado a transmitir, al mismo tiempo,
sentidos evidentes y ocultos; han llegado a dirigirse simultáneamente a todos
los niveles de la personalidad humana y a expresarse de un modo que alcanza la
mente no educada del niño, así como la del adulto sofisticado. Aplicando el
modelo psicoanalítico de personalidad humana, los cuentos aportan importantes
mensajes al consciente, preconsciente e inconsciente, sea cual sea el nivel de
funcionamiento de cada uno en aquel instante. Al hacer referencia a los
problemas humanos universales, especialmente aquellos que preocupan a la mente
del niño, estas historias hablan a su pequeño yo en formación y estimulan su
desarrollo, mientras que, al mismo tiempo, liberan al preconsciente y al
inconsciente de sus pulsiones. A medida que las historias se van descifrando,
dan crédito consciente y cuerpo a las pulsiones del ello y muestran los
distintos modos de satisfacerlas, de acuerdo con las exigencias del yo y del
super-yo”.
No
cabe duda de que casi todos los cuentos que provienen de la tradición oral
abordan el mismo tema: la sublimación de los conflictos emocionales y los
problemas existenciales que aquejan a los niños. No es extraño que las niñas,
que son víctimas de abusos sexuales, asocien a sus violadores con los
personajes “malditos” de los cuentos populares, cuyos protagonistas (lobos,
ogros, gnomos, brujas y otros) se tornan en individuos del mundo real.
Si
bien existen libros pedagógicos que ayudan a desarrollar las funciones
cognoscitivas del niño, existen también libros que ayudan a superar los traumas
psicológicos por medio de la ficción y el lenguaje simbólico, que representa
cosas que no están al alcance del entendimiento humano. Ya Carl G. Jung, en “El
hombre y sus símbolos”, dice: “usamos constantemente términos simbólicos para
representar conceptos que no podemos definir o comprender del todo. Esta es una
de las razones por las cuales todas las religiones emplean lenguaje simbólico o
imágenes. Pero esta utilización consciente de los símbolos es sólo un aspecto
de un hecho psicológico de gran importancia: el hombre también produce símbolos
inconscientes y espontáneamente en forma de sueños”.
La
tesis de Betellheim parte de la base de que todos los cuentos populares reflejan
la evolución física, psíquica, intelectual y social del niño; por ejemplo, el
fracaso del egocentrismo, la soledad y falta de afecto, la satisfacción del
deseo (casa de chocolate) y el triunfo sobre el peligro (la bruja) está
simbolizado en el cuento “Hansel y Gretel”; el complejo de Edipo en
“Blancanieves”; la pubertad en “Caperucita roja”; la rivalidad entre hermanos
en “La Cenicienta”; el temor sexual en “La Bella y la Bestia” y el incesto en
“Piel de asno”, un tema tabú del que todos saben algo, pero del que pocos se
atreven a hablar. El rey y la reina simbolizan a los padres, la flor al
desarrollo sexual y la casa a la seguridad y armonía en el hogar. El árbol
simboliza la vida, el crecimiento o la maduración física y psíquica del
individuo. Así como el perro simboliza la fidelidad, las aves simbolizan la
libertad y la ayuda; esto ocurre en el cuento de “La Cenicienta”, cuando su
madrastra echa ante ella un montón de guisantes buenos y malos y le dice que
los separe. Aunque parece una tarea imposible, Cenicienta comienza,
pacientemente, a separarlos y, de pronto, las palomas (los ratones, según otras
versiones) acuden a ayudarla. Asimismo, la rama que Cenicienta planta en la
tumba de su madre, se convierte en un árbol, en cuyas ramas vive un pájaro que,
cada vez que Cenicienta llora, le concede sus deseos; por lo tanto, el árbol y
el pájaro simbolizan el espíritu o la rencarnación de la madre de Cenicienta.
En
el cuento de “Blancanieves”, justo cuando ésta yace en el ataúd de vidrio, que
simboliza su muerte espiritual, tres pájaros acuden a llorar junto a los siete
enanitos; la lechuza (pájaro de la muerte y la sabiduría), el cuervo (pájaro de
Odín, jefe de las fuerzas oscuras) y la paloma (pájaro de Afrodita, de la
inocencia y el amor). Los tres pájaros, aparte de constituir piezas claves en
la trama del cuento, simbolizan un número mágico que también aparece en otros
cuentos. El genio en “Las mil y una noches” concede tres deseos a Aladino; tres
son las dificultades o pruebas que deben vencer los héroes de los cuentos
fantásticos para liberar a la mujer amada y coronar su triunfo; tres veces la
madrastra de Blancanieves visita la casa de los siete enanitos. “En su primera
visita, disfrazada de una vieja buhonera, intenta estrangular a la hijastra con
un corsé dramatizando su deseo de contrarrestar la pubescencia en proceso de la
joven. Blancanieves, medio muerta, es reavivada por los enanos, y el espejo
informa a la reina malvada del hecho. En la segunda visita la madrastra le da
un peine envenenado, que igualmente la deja 'como muerta'. El envenenar los
cabellos parece ser otro signo de la culpa que la madrastra le achaca a
Blancanieves por crecer. Esto es confirmado por la tercera visita, después de
que los enanos nuevamente procuran salvarla. Esta vez la madrastra, disfrazada
de campesina, le ofrece una manzana. La bruja come de la mitad blanca para
demostrar su inofensividad, pero cuando Blancanieves la recoge y come de la
mitad roja, se desmaya con la manzana atorada en la garganta”.
El
siete es otro de los números mágicos en los cuentos populares. Ahí tenemos a
los siete enanitos en el cuento de “Blancanieves”, quien se convierte en una
niña hermosa a los siete años. Siete son los colores primarios, siete los días
de la semana, siete los planetas de la antigüedad, siete las virtudes, siete
los pecados capitales, siete los misterios, siete las maravillas del mundo y
según el mito de creación, el séptimo día es sagrado y de descanso.
Los
animales salvajes simbolizan los conflictos no resueltos y los instintos de
agresión. La víbora y el elefante, por su forma, pueden simbolizar la
masculinidad, mientras que la manzana (los senos de la madre) es un viejo
símbolo del amor y el matrimonio, pero también del peligro y el pecado. En la
Biblia se dice que Adán y Eva incurren en el pecado por comer la fruta
(manzana) del árbol de la ciencia del bien y del mal. La madrastra de
Blancanieves, asaltada por los celos y la envidia, le procura la muerte con una
manzana envenenada. De otro lado, el color rojo o colorado de la manzana
-simbolismo extensamente repetido en ritos primitivos de la pubertad-
representa la menstruación, la culminación de la etapa latente y la maduración
sexual; lo mismo que la caperuza roja es un atributo de la primera menstruación
de Caperucita roja, quien, aparte de sentirse acosada por la sexualidad
masculina, es capaz de concebir y ser madre desde el punto de vista biológico.
El
complejo de Edipo, ese conjunto de sentimientos amorosos y hostiles que cada
niño siente en relación con sus padres, está simbolizado en varios cuentos
populares. Ahora bien, ¿qué es el complejo de Edipo? Según refiere una de las
tragedias griegas, un oráculo había predicho que Edipo, hijo del rey de Tebas,
mataría a su padre y se casaría con su propia madre, profecía que se cumplió
fatalmente. Los psicólogos -a partir de Freud- designan con este nombre la
atracción que el niño -alrededor de los 4-6 años de edad- experimenta por el
progenitor del sexo contrario.
En
los cuentos populares, de un modo general, el conflicto de Edipo está
representado por el héroe que mata al dragón para liberar a la princesa; un
hecho que simboliza la rivalidad inconsciente que el niño experimenta contra el
padre (dragón) y el amor desmedido que siente por la madre (princesa). El
conflicto de Electra, a su vez, está representado por Cenicienta y
Blancanieves, quienes, en procura de liberar el amor sojuzgado del padre, se
enfrentan a la crueldad de la madrastra, figura que, desde el principio,
encarna el peligro y la maldad. Empero, valga aclarar que el complejo de Edipo,
en algunas versiones adaptadas para los niños, es apenas una sugerencia sutil,
debido a que un mensaje más directo podría provocarles angustias y ahondar sus
conflictos emocionales.
El
tema de la envidia y la rivalidad entre hermanos está simbolizado en el cuento
de “La Cenicienta”, quien no sólo es presa del trato inhumano de su madrastra,
sino también del odio y la envidia de sus hermanastras. Otros símbolos
constituyen el zapato de cristal (en la versión antigua era una zapatilla de
cuero suave), que Cenicienta pierde al salir de la fiesta, en la ceniza
(símbolo del desprecio y la humillación), en el árbol que planta en la tumba de
su madre y en el príncipe que la revive y la toma por esposa.
El
narcisismo de la madrastra de Blancanieves está simbolizado por el espejo
mágico y la madurez sexual por el corpiño, el anillo y la manzana. Si la
combinación del color rojo, blanco y negro es símbolo de belleza, entonces el
“Príncipe sapo” y “la Bestia” son símbolos de la agresividad inconsciente de la
personalidad humana.
El
incesto, al menos como intento, aparece expuesto en “Piel de asno”. Todo
comienza con un rey todopoderoso, amado y respetado por su pueblo, y una reina
que, sintiendo acercarse su última hora, le dice al rey: “Cuando te vuelvas a
casar, júrame que lo harás con una princesa que sea más bella y mejor formada
que yo.” El rey le jura que así lo hará. Sin embargo, al cabo de un tiempo, no
resiste a la tentación de pensar en la princesa -su hija-, quien no sólo es bella
y admirablemente bien formada, sino que sobrepasa en mucho a la reina -su
madre- en donaire y encantos. De modo que el rey, seducido por la juventud y
belleza de su hija, decide tomarla en matrimonio. La princesa, consternada por
la actitud de su padre, le ruega no obligarla a cometer un crimen. Mas el rey
no desiste en su propósito y manda a preparar la boda. La princesa pide ayuda a
la Hada de las Lilas -su madrina-, quien, para salvarla del dolor y el
infortunio, le aconseja pedirle al rey la piel de un asno. Entonces el rey,
obsesionado por casarse con su hija, no le niega su deseo y deja matar a su
asno preferido. La princesa se disfraza con la piel del animal y huye del
palacio sin ser reconocida. El rey moviliza a sus guardias y mosqueteros para dar
con el paradero de la princesa, quien se convierte en fugitiva y llega hasta
tierras lejanas, donde contrae matrimonio con un príncipe que la pone a salvo
del incesto y la conducta perversa de su padre.
La
relación de las niñas con su sexualidad está reflejada en varios cuentos. Pero
quizás el más representativo sea “La Bella y la Bestia”. La versión más
conocida de esta historia cuenta cómo la Bella, la menor de cuatro hermanas, se
convierte en la favorita de su padre, debido a su bondad desinteresada y su
actitud cariñosa. No obstante, lo que desconoce la Bella es que, al pedir una
rosa blanca, pone en peligro la vida de su padre y las relaciones ideales con
él, pues la rosa blanca es robada en el jardín encantado de la Bestia, quien,
llena de cólera, le impone el castigo de que en el lapso de tres meses debe
entregarle a su hija menor, a cambio de poner a salvo su vida. Así es como la
Bella se ve obligada a vivir con la Bestia, hasta el día en que, redimido por
el amor, vuelve a su condición humana trocado en un hermoso príncipe. De
entrada, el cuento simboliza la animalidad integrada en la condición humana,
pues en muchísimos mitos y cuentos populares se habla de un príncipe convertido
por arte de hechicería en un animal salvaje o en un monstruo, que es redimido
por el beso y el amor de una doncella; un proceso que, según el psiquiatra Von
Franz, simboliza la forma en que el animus se hace consciente. En muchos mitos,
el amante de una mujer es una figura misteriosa y desconocida que ella nunca
debe ver y al que sólo puede encontrar en la oscuridad. De lo contrario, si
enciende una luz y revela su identidad, corre el riesgo de no redimirlo de su
condición monstruosa.
Cabe
añadir que en los cuentos populares, como en gran parte de los cuentos de la
literatura infantil moderna, existe una dicotomía entre los personajes, cuyos
atributos representan la bondad o la maldad, dependiendo del rol que se les
asigna en la trama del cuento. Las fuerzas del bien están simbolizadas por el
protagonista central y los personajes secundarios -el príncipe, las hadas, las
palomas y los magos-, entretanto las fuerzas tenebrosas del mal están
simbolizadas por los personajes -humanos y animales- que representan la
insensatez, la astucia y el peligro, como es el caso del lobo feroz, los
gnomos, las brujas y los ogros.
Disfruta
tu lectura de cuentos Infantiles tal y como la sientas...
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