A
lo largo de la vida todas las personas tienen sus propias dosis cotidianas de
mala suerte, desengaños y fracasos. Algunas personas simplemente dejan ir estas
vivencias mientras que otras las acumulan y se vuelven pesimistas.
El
pesimismo es el resultado del miedo a lo desconocido, es pensar que las cosas
no saldrán bien sin siquiera saber o intentarlo, es esperar lo peor de todo lo
que hacemos, es no dejar nada al azahar en la vida, pues siempre se creé en el
peor desenlace. El pesimismo es también lo que nos impide llegar al a felicidad
y lograr adaptarnos a nuevos cambios. El pesimismo nace de las premisas
negativas, el miedo y la inseguridad en los actos. El optimista se
responsabiliza de sus acciones y el pesimista espera que el mundo cambie, que
la situación mejore. Los pesimistas cargan de pensamientos negativos su mente y
distorsionan la visión de su mundo en algo oscuro y sombrío; son extremistas
ante las adversidades, se basan en experiencias negativas para deprimirse etc.
Los
pesimistas creen que probablemente nunca resolverán sus problemas, y su ponen que
sus problemas son consecuencia de sus propios fracasos y defectos personales
que tienen por imposibles cambiar. Para el pesimista no existe la fe ni la
esperanza del buen futuro.
Todos
tenemos un mal día, hemos perdido a personas que amamos o no hemos alcanzado
las metas que nos proponíamos. Sin embargo, no todos van quejándose por el
mundo de su mala suerte. ¿Por qué? Simplemente debido a que no han acumulado
estas dosis de desengaño (que, por demás, van incluidas en la vida, lo queramos
o no). Estas personas han sufrido pero han optado por continuar adelante
extrayendo lo positivo de la experiencia y esto les ha hecho aún más fuertes.
Al contrario, quienes se empeñan en ver el lado negativo de las cosas asumen el
papel de víctimas y se convierten en “pesimistas tenaces”.
Lo
cierto es que no se nace pesimista, esta es una forma de enfrentar la vida que
se aprende a lo largo del tiempo, quizás porque nos resulta mucho más fácil sentarnos
a llorar las penas que enfrentarlas y salir adelante buscando nuevas opciones.
De hecho, no es casual que, de todas las personas que he conocido, aquellas que
han tenido una vida más fácil son las más pesimistas. Y es que cuando creemos
que tenemos derecho a todo y no alcanzamos algo, es muy fácil caer en la
depresión. Debemos recordar que la resiliencia es una competencia que se va
formando a lo largo de la vida pero solo después de haber sufrido varios golpes
y haber encontrado alternativas para reponerse de ellos.
Las
personas pesimistas se amarran a la desgracia y con ello coartan su futuro, se
dejan condicionar y atemorizar por las experiencias negativas viendo siempre el
vaso medio vacío. Paul Watzlawick en su libro "El arte de amargarse la vida" retoma estos temas desde
una deliciosa perspectiva irónica con la cual pretende que cada persona
reconozca su forma errónea de afrontar las situaciones negativas de la vida:
-
Créate problemas. Si no tienes
suficiente con tus propias dificultades, asume los problemas de los demás.
Simplemente llénate la vida de problemas, sin importar si son reales o no. La
clave para lograrlo es brindarle importancia a cada pequeña cosa que sucede a
tu alrededor.
-
Solo tú tienes razón. Lo que digan
los otros simplemente no es importante porque no comprenden cómo te sientes.
Desecha cada consejo que te den porque de seguro no merece la pena.
-
El presente no merece ser vivido.
Posterga continuamente los placeres que puedes darte aquí y ahora y aplica la
regla mejor mal conocido que bueno por conocer. La clave para lograrlo está en
torturarte permanentemente pensando en todas las cosas negativas que te podrían
suceder dentro de unos cuantos años.
-
Vive obsesionado. Elige una
situación negativa y tráela a tu memoria una y otra vez hasta que se convierta
en un recuerdo imborrable. De seguro los problemas del día a día pasarán
desapercibidos.
-
Nunca te perdones. Piensa que eres
un incapaz y aplícate todos los adjetivos negativos que te vengan a la mente.
Solo tú tienes la culpa de todo.
Sin
lugar a dudas este contrasentido te ha resultado muy fuerte. Pues lo cierto es
que pensamos de esta forma muchas más veces de lo que sería sano y muchas más
de lo que nos atrevemos a reconocer.
Afortunadamente,
existen algunas pautas que podemos seguir para dejar de ser pesimistas:
1.
Identifica los pensamientos que te hacen
sentir mal y anótalos en un papel. Reflexiona sobre su causa, intenta
deslindar por qué piensas así. Pregúntate hasta qué punto estos pensamientos se
corresponden con la realidad. De seguro te sorprenderás al darte cuenta que
este tipo de pensamientos no tiene una base lógica.
2.
Reflexiona sobre cómo este tipo de pensamientos pesimistas determina tu estado
emocional y tu comportamiento. ¿Qué haces cuando eres optimista? Confróntalo
con tu productividad cuando eres pesimista. ¿Cómo se resienten tus relaciones
interpersonales cuando te manifiestas de forma pesimista?
3.
Conoce tus límites y tus
responsabilidades. Borra la palabra culpa de tu diccionario y cámbiala por
el vocablo responsabilidad.
4.
Aprende a escuchar de forma empática a
los demás. No compitas con tus amigos para hacerles ver que tus problemas
son mayores, en lugar de eso, escucha sus dificultades e intenta aprender sus
estrategias para lidiar con las mismas.
5.
Ante cada pensamiento negativo y pesimista, busca una idea positiva que te haga sentir bien.
Te invito ver mi blog sobre "Ser una persona Positiva".
Recuerda que el pensamiento positivo
afecta todo lo que haces, impregna de elevadas vibraciones de optimismo todo lo
que te rodea. Una mente positiva atrae lo positivo y rechaza lo negativo. Usa
dos palabras mágicas: Puedo y Quiero, puedo ser mejor y quiero ser mejor.
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