Aunque sabemos que se
trata de un comportamiento que, posiblemente, no tenga mayores repercusiones en
la vida de quien lo lleva a cabo, hasta cierto punto, surge curiosidad conocer qué
lleva a portarse de este modo a un adulto.
En la costumbre de
chuparse el dedo, podemos ver un
replegamiento del amor y del odio por causas tales como la necesidad de
preservar el objeto externo de interés. Cualquiera estaría de
acuerdo en que el chuparse el pulgar es una forma de consolación, no un simple
placer, el dedo sustituye al pecho de la madre.
“Lo hacemos por esa
necesidad de sentirnos protegidos, de tener esa sensación de seguridad, de confort”.
En el caso de quienes se aferran a un objeto de sus días de infancia, lo hacen
porque la presencia de éste, posiblemente, “simboliza un objeto de aquellos
días cuando nos sentíamos protegidos”.
Algunas de estas prácticas -como ponerse en posición fetal y chuparse el dedo,
hablar como niño, tomar leche con un biberón- en psicología se le conoce como
regresión, que es un mecanismo de defensa, son estrategias
psicológicas inconscientes puestas en juego por diversas entidades para hacer
frente a la realidad y mantener la autoimagen, encargadas de minimizar las consecuencias de eventos demasiado intenso.
Cuando el hábito es
repetitivo, cuando es un patrón, puede ser un sentimiento de inseguridad que, en
algunos casos, se puede ver como una
señal de inmadurez psicológica. Dependiendo de la situación, en ocasiones puede
tratarse de una reacción obsesivo- compulsivo.
El chuparse el dedo es
una muestra de dependencias afectivas, sobre todo si persiste a través de los
años. En un infante lo podemos considerar parte de la etapa, ya que se
encuentra en la búsqueda del apego, aunque no puede afirmarse siempre, que un
hábito suctorio sea síntomas de problemas psicológicos, “sería un proceso de
regresión si el niño no sabe resolver un conflicto que tenga en ese momento, y
lo hace chupándose el dedo y reviviendo etapas anteriores ya superadas (como la
etapa oral en este caso). En el caso de la fijación, el niño adquiere esta
conducta porque el problema que en ese momento tiene no sabe resolverlo, y al
no resolver tampoco el conflicto de su etapa oral habiendo recibido poca o
demasiada gratificación, se chupa el dedo”. Pero en un adolescente se presenta
como una forma de que ese apego nunca fue encontrado, está faltante y no existe
seguridad emocional, ya que no hubo identificación con uno de los padres para
que se sienta estable y con personalidad sólida; la mayoría de ocasiones los
adolescentes que se chupan el dedo lo hacen como una muestra de evitación,
forma de defensa y bloqueo ante circunstancias ocurridas en casa, escuela o con
amistades y que les causen estrés, tensión o nerviosismo, etc. También como una
manifestación clínica de un síndrome depresivo.
Si una persona adulta
mantiene el mismo hábito es indicio de que puede sufrir de alguna patología que
debe ser tratada a tiempo. El elemento auto-erótico no siempre aparece como de
primordial importancia y ciertamente, el empleo del chupete pronto se convierte
en una clara defensa contra los sentimientos de inseguridad y otras angustias
de índole primitiva. Tiene que ver con un factor de madurez emocional, la
inseguridad, nerviosismo e incluso la falta de afecto, son una de las causas
por la que un adulto puede chuparse los dedos. Uno de los aspectos que con
lleva este problema puede ser el rechazo de la sociedad e inclusive el de su
pareja sentimental, como respuesta de ansiedad a situaciones estresantes como
violencia, maltrato y abuso. El acto del chupeteo es una fijación oral, proyectado
mientras duermes o incluso en tu vida diurna como respuesta a una situación amenazante,
y se debe a la búsqueda de un placer que de niño ya tubo de haber experimentado
y que por medio de la succión, encuentra. Es fácil adivinar que dicha búsqueda
guarda relación con el recuerdo de algo vivido. Mucho de los hábitos en los que
está involucrada la boca y que adolescentes y adultos mantienen a lo largo de
la vida son fijaciones de ese placer obtenido durante la etapa infantil. El acto
de fumar, beber, besar y ciertas prácticas sexuales, guardan relación con el
recuerdo placentero que les produjo el acto de chupetear y succionar en su
infancia. También es cierto que dicho hábito persiste en las personalidades
esquizoides y en tales casos es extremadamente compulsivo. Chuparse el dedo se
convierte en un problema a cualquier edad cuando interfiere en los logros normales
del desarrollo, las interacciones sociales o la exploración/integración con el
entorno.
Cuándo buscar ayuda
Siempre puede haber
conductas para rememorar momentos felices de nuestra vida, y eso no es malo.
Ahora bien, si se trata de un comportamiento que “se sale de control, que
trasciende los límites de lo que es adecuado, si interfiere con la imagen
social y cultural de lo que se espera”, ya es momento de buscar el modo de
dejar el hábito atrás. “Si se entiende que tiene un impacto en la persona en
sí y le causa ansiedad y preocupación”, conviene tomar la determinación de superarlo. Detectar en
la anamnesis evolutiva inicial si el hábito está sujeto sólo a placer o
costumbre continuada (manía) desde pequeño o por el contrario se debe a
problemas de carácter emocional o relacionado con el estrés.
Muchas de estas
prácticas son inofensivas. Sin embargo, debes ser honesto y analizar hasta qué
punto se trata de un hábito o comportamiento que está creando conflictos en tu
vida. Dependiendo del hábito, puedes considerar hablar con alguien de confianza
para que te alerte cada vez que te venza el interés por recaer. Si en el intento
reconoces la dificultad para liberarte de la práctica por tu propia cuenta,
considera buscar ayuda de un profesional
de la conducta.
"Cuando uno
quiera, dejará de chuparse el dedo, no hace falta nada más que esperar"