La AR es una enfermedad sistémica, progresiva, crónica y autoinmune,
que se caracteriza por la inflamación de las articulaciones, lo que puede
conducir a daño articular, y que afecta la calidad de vida de quien la padece.
La enfermedad puede manifestarse en distintos grados: hay casos de
evolución leve y paulatina, mientras que otros tienen un curso agresivo y
pueden avanzar rápidamente. En casos graves, es posible que destruya la
articulación y lleve a alguna limitación importante. Sin embargo, las mejoras
en los tratamientos hacen que disminuya este riesgo y aumente la esperanza de
vida.
Por ser una enfermedad progresiva y crónica, la Artritis Reumatoidea
(AR) no tiene cura hasta el momento y quienes la padecen deben aprender a
convivir cotidianamente con el dolor y el malestar que generan la inflamación y
el entumecimiento de sus articulaciones.
Es importante que los pacientes y sus familiares sepan que la clave
para llevar una vida lo más normal posible es que sigan un tratamiento
integral, que incluya:
- Psicoterapia
- Medicamentos de apoyo para mejorar los síntomas,
- Fisioterapia
- Cambios en el estilo de vida como la incorporación de actividad física regular y una dieta equilibrada y sana.
“La AR es un enfermedad crónica que requiere un tratamiento integral y
multidisciplinario para lograr el objetivo principal, que es la remisión o, al
menos, un estado de baja actividad en los casos en que lo primero es imposible
conseguir. Las medidas básicas para alcanzar esto se basan en el control
objetivo y estricto de la enfermedad y en el tratamiento medicamentoso
específico” “Es de fundamental importancia el consenso entre el médico y el
paciente, quien debe aprender a conocer su enfermedad; hacerse amigo del
enemigo, y reconocer los beneficios del tratamiento bien indicado. Se trata de
una patología que necesita de la atención conjunta del reumatólogo, médico
clínico, terapista ocupacional, fisiatra, nutricionista y psicólogo, entre
otros profesionales”.
Objetivo Psicoterapéutico: Programas de autocontrol
- Proporcionar información
- Disminución las visitas al médico y los fármacos. Somatización* ( se debe visitar a su médico con regularidad y tomar los medicamentos que este le haya indicado).
- Aumentar la movilidad para el control de salud.
- Programas psicoeducativo para el manejo del dolor, estados emocionales negativos y adiestramiento de habilidades sociales y físicas. Depresión, ansiedad, estrés.
- Controlar los sentimientos negativos.
- Estrategias de reforzamiento en el afrontamiento hacia conflictos.
- Técnicas de relajación.
La labor del psicólogo se centra en trabajar terapéuticamente todos
estos aspectos del dolor para mejorarlo y hacerlo más soportable.
Proporcionar diversas técnicas que se pueden implementar: Dentro de
las nuevas funciones que se hallan dentro de las intervenciones para el
tratamiento de la artritis reumatoide se hace énfasis a la disminución de fármacos
y se aumenta la orientación de la enfermedad utilizando un modelo
cognitivo-conductual para el desarrollo óptimo de la vida del paciente. La terapia de aceptación y compromiso
proporciona una visión más amplia del mundo en la que cabe la inevitabilidad
del dolor.
Ver 1*.
El tratamiento integral, la actividad física, un menú saludable y la
contención familiar y social constituyen los pilares en los que se debe apoyar
el abordaje de las personas con artritis reumatoidea.
“El tratamiento farmacológico incluye los medicamentos sintomáticos
para disminuir el dolor y las drogas modificadoras de la enfermedad. Los
primeros (antiinflamatorios no esteroideos y corticoides) disminuyen el dolor y
la inflamación, pero no cambian el curso de la enfermedad y además hay que
tener cuidado con los efectos secundarios, mientras que las segundas retrasan
la evolución y deben indicarse inmediatamente al diagnóstico”.
Por otra parte, es de fundamental importancia la rehabilitación
fisioterapéutica para preservar o mejorar la respuesta muscular y la movilidad.
En cuanto a la alimentación, su
importancia radica en que ayuda a mantener un peso adecuado que prevenga un
daño mayor a las articulaciones y ayude a tolerar la medicación, mantener la
fuerza y la energía y mejorar la función inmunológica. Un dato a tener en
cuenta es que, mientras que deben evitar las grasas, las proteínas son para
estos pacientes nutrientes especialmente importantes. Son fundamentales para la
formación de músculos y huesos, y suministran un gran aporte de energía.
Por su lado, la actividad física aumenta la sensación de bienestar y
mejora la condición muscular, les permite moverse con menos molestias, sin
sobre exigir las articulaciones. Antes de iniciar cualquier programa de ejercicios
conviene que se consulte al reumatólogo y que considere si es el momento
indicado, ya que deberá evaluar el grado de inflamación de las articulaciones.
El tipo de actividad física elegida debe ser acorde con las articulaciones
comprometidas y hay que tener en cuenta las propias limitaciones. Los
ejercicios aeróbicos como caminar, andar en bicicleta o nadar, son buenos para
conservar las estructuras articulares y musculares. Entre todos ellos, la
natación es la mejor opción: es la más completa de las actividades y presenta
una menor posibilidad de perjudicar las articulaciones.
Uno de los síntomas más asociados a la AR, e importante en la
evolución de la enfermedad, es el dolor crónico. Dicho dolor presenta un
impacto negativo en la calidad de vida del paciente y genera respuestas
emocionales que pueden potenciar el sufrimiento que lleva asociada la
enfermedad. Sentimos miedo frente a dolores persistentes y difíciles de
controlar, generan enojo, frustración, impotencia y ansiedad. Es por esto que
los pacientes suelen evitar las actividades que creen que pueden resultarles
dolorosas, para minimizar toda situación de malestar. Así, renuncian a mucho de
lo que hace su vida agradable: desde reunirse con amigos o familiares hasta
practicar un deporte e incluso trabajar.
El dolor crónico sin tratamiento se acompaña de ansiedad, miedo y
depresión. En estos casos se hace
necesario buscar apoyo profesional. La oportunidad de recibir ayuda incrementa
las posibilidades de mantener una buena calidad de vida y mayor adherencia al
tratamiento, facilita el cambio de hábitos y permite trabajar las creencias
asociados a la enfermedad así como también ayuda a disminuir los síntomas
psicológicos.
La enfermedad impacta en la vida cotidiana del paciente, sobre todo al
comienzo. El apoyo de las redes personales (familia, pareja, amigos) permite
que afronte mejor los cambios, es necesario aprender a hablar de lo que pasa,
pedir información, no temer a los cambios.
Se estima que en el país afecta del 0,5 al 1% de la población (unas
400.000 personas). Se presenta con mayor frecuencia entre los 20 y 40 años, con
preponderancia en las mujeres (3 a 5 por cada hombre).
La enfermedad puede manifestarse en diferentes grados: hay casos con
una evolución leve y paulatina, mientras que otros tienen un curso agresivo y
pueden avanzar rápidamente. En casos graves, es posible que destruya la
articulación y lleve al paciente a la discapacidad. Sin embargo, las mejoras en
los tratamientos hacen que disminuya este riesgo y aumente la esperanza de
vida.
Ese es el objetivo principal de las terapias disponibles en la
actualidad: detener la progresión de la AR, mantenerla bajo control y reducir
el dolor, la inflamación y la rigidez de las articulaciones. Es una enfermedad
autoinmune .Se desconoce su causa pero ciertos factores genéticos
(hereditarios) y ambientales, pueden desencadenar la enfermedad, aunque no la
determinan.
Si el tratamiento no se lleva de la manera correcta, la enfermedad
avanza más rápido y vuelve al paciente incapaz de afrontar tareas diarias, como
ocuparse de los quehaceres domésticos, conducir automóviles o, incluso,
trabajar. Después de diez años de evolución con un tratamiento inadecuado o mal
llevado, menos del 10% de los pacientes pueden trabajar o realizar tareas
habituales de su vida cotidiana, y esto, a su vez, tiene un gran impacto en la
vida social.
Por el contrario, si la enfermedad es tratada de manera eficaz y
temprana, su progresión puede hacerse más lenta o detenerse. En estos casos, el
paciente logra llevar una vida muy similar a la que tenía antes del
diagnóstico. Para ello, debe visitar a su médico con regularidad y tomar los
medicamentos que este le haya indicado.
1* Nota: Hoy día la terapia psicológica cognitivo conductual tiene
suficientes herramientas para poder enfrentarse con éxito a esos problemas. Son
técnicas que han mostrado su eficacia de forma científica. Por citar algunas:
- La relajación y el biofeedback nos enseñan a dejar tensiones dañinas en nuestro cuerpo. La meditación junto con la relajación, la respiración y el biofeedback nos permite no seguir automáticamente nuestros impulsos que nos llevan a caer en uno de los círculos viciosos.
- Distraerse del dolor es un consejo muy a mano; pero realizarlo no es nada fácil y puede ser necesario un entrenamiento profundo que requiere técnicas especiales.
- Las técnicas cognitivas como la reestructuración, la terapia racional emotiva, etc. nos ayudan a enfrentarnos con nuestros pensamientos y sentimientos de forma racional y de manera más eficaz.
- Las técnicas operantes de potenciación de actividades permiten recuperar al límite actual nuestras capacidades.
- La hipnosis es otra herramienta que incide directamente en los mecanismos psicológicos de percepción del dolor.
- Las técnicas de asertividad y el entrenamiento en habilidades sociales permiten enfrentar los cambios sociales derivados de las nuevas limitaciones asociadas al dolor crónico.
- La psicoterapia cognitivo conductual ha demostrado científicamente su eficacia en el tratamiento del dolor crónico por medio de ensayos clínicos controlados. También ha demostrado ser el tratamiento de elección en problemas de ansiedad y depresión, que son consecuencia del dolor y a su vez incrementan sus efectos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario