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jueves, 13 de diciembre de 2018

Sugerencias para Padres de Familia en la Detención de la Anorexia

Los trastornos de la alimentación son patologías graves. No obstante, su detección precoz aumenta considerablemente las probabilidades de curación rápida de los pacientes. Aquí se exponen algunas de las características más comunes y signos de alertas, si un adolescente está empezando a desarrollar una anorexia.
Las señales de alarma son aquellos comportamientos que pueden estar relacionados con la posible existencia de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). No se tratan de criterios diagnósticos y, por tanto, no confirman la enfermedad. Para diagnosticarla es indispensable que la persona que parece estar sufriéndola sea evaluada por profesionales de la salud mental. Pero a pesar de no ser válidos para diagnosticar un TCA, son señales que pueden informarnos sobre la presencia de la enfermedad, de modo que es recomendable que ante estas señales se consulte con un equipo de profesionales.

Indicadores para detectar la anorexia
  • Las cantidades de alimentos son cada vez más pequeñas.
  • Evita las comidas familiares, argumentando que tiene que estudiar, que le duele la cabeza o el estómago o que ya ha comido fuera.
  • Su humor empieza a cambiar. Se irrita con facilidad. Alterna cambios de ánimo que van de la depresión a la euforia.
  • La pérdida de peso empieza a ser aparente y no existe una causa concreta que lo justifique.
  • Aumenta su actividad física, deporte y está siempre activa.
  • Desea preparar la comida y cocina para toda la familia.
  • Empieza a poseer un elevado conocimiento de los alimentos, su valor nutricional, sus calorías, etc.
  • Niega incesantemente que tenga un problema con la alimentación.
  • Se aísla cada vez más de la familia y amigos.
  • Duerme poco y su capacidad de concentración disminuye.
  • Nunca reconoce que está adelgazando, y asegura que está gorda/o.
  • Cada vez que come va al baño.
  • Juega con el plato y desmenuza los alimentos.
  • Empieza a restringir su alimentación, evitando cierto tipo de alimentos considerados calóricos.
Signos de alerta

Los padres lo pueden notar en detalles como:
  • Pérdida de peso inexplicada.
  • Ausencia o pérdida de menstruación en adolescentes (más de tres ciclos consecutivos).
  • Preocupación excesiva por perder peso en personas que ya están delgadas.
  • Mayor frecuencia de sensación de frío en comparación con otros compañeros.
  • Cambio en hábitos de vestimenta (ropa muy amplia), así como de horarios.
  • Modificación de los hábitos alimentarios.
  • Distorsión de la imagen corporal (jóvenes que se ven gordos, pero no lo están).
  • Tienen un miedo exagerado a engordar y lo reconocen abiertamente.
  • Están muy pendientes de los portales de información nutricional.
  • Uso de dietas muy restrictivas.
  • Evitan comer en público.
  • Beben agua excesivamente (para generar sensación de plenitud).
  • Negativa a mantener su peso adecuado.
  • Hacer deporte de manera compulsiva.
  • Personalidad muy perfeccionista. Jóvenes muy brillantes y con un excelente rendimiento académico.
  • Baja autoestima.
  • Tristeza porque sufren. Pasan de ser chicos felices e integrados a estar tristes e irascibles.
  • Pérdida de las amistades habituales.
  • Mienten para esconder su sintomatología.
Si tu hija(o) tiene anorexia o bulimia, hay algunas cosas que puedes hacer ayudarle a superar el trastorno siendo un apoyo para ella/el:
  • Lee sobre los trastornos de la alimentación, cuanto más sepas mejor entenderás con que estás tratando.
  • Demuéstrale tu amor por ella y que siempre estarás ahí para lo que necesite.
  • Sugiere actividades que pueda hacer y que no involucren la comida, como salir con sus amigas…
  • Pregúntale que puedes hacer para ayudarle.
  • Intenta ser honesto/a sobre tus propios sentimientos, eso le animará a hacer lo mismo con los suyos.
  • Trata de ser un modelo a seguir en el tema de la alimentación mediante una dieta balanceada y la práctica de ejercicio físico de forma adecuada.
  • Intenta que recupere su confianza en sí misma, por ejemplo, refuérzale o felicítale cuando vaya realizando avances en la alimentación, en el ámbito educativo…
Durante el tratamiento e intervención de la anorexia o bulimia, las comidas pueden ser momentos muy complicados, algunos consejos que te pueden ayudar son:
  • Si tu hija(o) está a tratamiento, pide consejo a los especialistas para afrontar las comidas de forma adecuada.
  • Sugiere a tu hija(o) que vaya a hacer la compra contigo y acuerda con ella las comidas.
  • Acuerda con la familia que nadie debe hablar de número de calorías, grasas presentes en determinados alimentos, etc.
  • Intenta crear una atmósfera positiva durante las comidas.
  • Si tu hija(o) intenta ayudar en la preparación de los alimentos para así continuar controlando la alimentación, pídele amablemente que permanezca sentada en la mesa o que realice otra tarea.
  • Intenta no focalizar la atención en ella/el durante la comida, disfruta tu propia comida y trata de crear una conversación distendida.
  • Sugerir una actividad después de comer como ver la tele, puede ayudarle a distraer su atención de realizar conductas purgativas.
  • No te desesperes si al principio la comida no va bien, es un proceso lento.
El tratamiento psicológico de los trastornos de la conducta alimentaria incluye cada vez más, y en la medida que resulte posible, la implicación de la familia en el proceso terapéutico dado los buenos resultados de estas intervenciones familiares.

¿Por qué funcionan las intervenciones con familiares de pacientes que sufren una patología mental?
  • Mejora el conocimiento de la enfermedad y del tratamiento
  • Constituye el anclaje fundamental para disminuir el desajuste y/o desgaste que la enfermedad produce en la dinámica familiar
  • Optimiza la implicación de la familia en el proceso terapéutico
  • Facilita estrategias para afrontar las dificultades de la vida diaria
Los factores de riesgo son aquellos que facilitan la aparición de los trastornos de la conducta alimentaria. Pueden ser factores individuales, grupales y sociales. La combinación de estos diferentes factores de riesgo puede provocar el desarrollo y mantenimiento de la enfermedad.

Nota: Si él/ella se resiste a ser ayudado/a o bien niega el problema, es posible que no se trate de esto ya que puede ser que no esté preparado/a para admitir que tiene un problema. No le ayudes a negarlo con tu silencio. Háblale de las cosas que observas y que te preocupan. No puedes obligarle a buscar ayuda, pero puedes hacerle saber a dónde puede dirigirse o llamar para pedir información, hasta puedes sugerirle que empiece por hacerse un examen médico. Reafírmale que estás dispuesto/a a hablar del problema, pero solo si quiere y en el momento que considere oportuno. No te pelees por el tema de la comida o el peso. Sugiere ayuda profesional.

Acabar con los estigmas de la enfermedad y sensibilizar a los más jóvenes, es cosa de todos, sobre todo desde la prevención de conductas de riesgo y además, recuerda que estos trastornos se pueden superar si se sigue un tratamiento especializado.




Red

martes, 11 de diciembre de 2018

La Negligencia Emocional Sufrida en la Infancia Crea Adultos Poco Asertivos

La asertividad es una competencia esencial para la vida. No solo nos evitará numerosos problemas en el ámbito de las relaciones interpersonales sino que también nos permitirá perder menos la paciencia y vivir de manera más equilibrada y relajada. 
De hecho, Anthony Robbins afirmó que "la forma en que nos comunicamos con los demás y con nosotros mismos, en última instancia, determina la calidad de nuestras vidas".

La asertividad no es más que la capacidad para hacer valer nuestros derechos con claridad de manera adecuada, sin ser demasiado pasivos ni muy agresivos, respetando a su vez los derechos de los demás. Sin embargo, aunque parece muy sencillo, ponerla en práctica es un poco más complicado. De hecho, la mayoría de las personas que nos rodean no son asertivas, o lo son en muy poca medida. 

¿Por qué?

En muchos casos la razón se encuentra en su infancia. Si hemos crecido en un hogar donde se practicaba la negligencia emocional, donde las emociones eran ignoradas o incluso castigadas, simplemente no hemos tenido la oportunidad de desarrollar la asertividad.

Tus 10 derechos asertivos
  1. Tienes derecho a juzgar tu propio comportamiento, pensamientos y emociones, así como asumir la responsabilidad por ellos.
  2. Tienes derecho a no ofrecer excusas ni explicaciones por tus decisiones.
  3. Tienes derecho a decidir si asumes la responsabilidad de resolver los problemas de los demás.
  4. Tienes derecho a cambiar de opinión.
  5. Tienes derecho a cometer errores, y asumir las consecuencias.
  6. Tienes derecho a decir “no lo sé”.
  7. Tienes derecho a actuar independientemente de la “buena voluntad” de los demás.
  8. Tienes derecho a tomar decisiones ilógicas.
  9. Tienes derecho a decir “no lo entiendo”.
  10. Tienes derecho a decir “no me interesa”.
Sin embargo, las personas cuyos padres pensaban que expresar las emociones era algo negativo, probablemente no serán conscientes de sus derechos. Si tus padres ignoraban o incluso castigaban tus expresiones emocionales, te habrá llegado el mensaje de que tus sentimientos, emociones y necesidades no cuentan. Por tanto, quizá a menudo te descubres diciéndote frases como: “no hables de cosas negativas”, “no puedes dejar que los demás sepan cómo te sientes o qué piensas en realidad” o “no provoques alteraciones”. Estas frases seguramente provienen del discurso de tus padres, pero se han enquistado tanto en tu inconsciente que siguen determinando tu comportamiento, aunque hayas crecido.

Los resultados de la negligencia emocional en la adultez

La negligencia emocional es la incapacidad para responder adecuadamente a las necesidades emocionales de los niños. De hecho, una de las tareas fundamentales de los padres es, precisamente, validar las emociones de sus hijos y enseñarles a encauzarlas de la manera más adecuada. Los padres son el modelo emocional de sus hijos, son las personas en quienes estos se reflejan y buscan apoyo cuando se encuentran desorientados.

Si los padres no son capaces de reconocer esas emociones o cuando estas afloran les restan importancia a través de frases como “no hay motivos para llorar” o “no ha pasado nada”, le estarán diciendo al niño que su reacción, que es completamente normal y comprensible, no es adecuada. Como resultado, ese pequeño no sabrá qué hacer, por lo que se convertirá en un adulto que:
  • No confía en sus emociones e instinto, ya que le han enseñado a ocultarlos e ignorarlos.
  • Tiene dificultades para reconocer sus emociones y sentimientos ya que nunca fueron validados.
  • Tiene problemas para expresar de forma asertiva sus emociones, por lo que asume posturas extremas: permite que los demás le pisoteen o se muestra muy agresivo.
  • Desarrolla una baja autoestima pues cree que no es digno de ser amado.
  • Experimenta sentimientos de culpabilidad y cree que no tiene derecho a ser él mismo.
Las bases para desarrollar la asertividad en cualquier etapa de la vida
  • Aprender a reconocer las emociones propias y etiquetarlas. Saber exactamente cómo te sientes y por qué te ayudará a gestionar mejor esas emociones, de manera más asertiva.
  • Ser consciente de tus derechos como persona, sabiendo que mereces ser tratado con respeto. Y ser consciente de que los demás merecen lo mismo.
  • Valorar las opiniones de los demás, sabiendo que podemos disentir sin juzgar ni menospreciar al otro. Y exigir lo mismo a cambio.
  • Desarrollar una autoestima sana, comprendiendo que los errores no disminuyen tu valía sino que son oportunidades para crecer. De esta forma no te sentirás amenazado por los demás y no responderás de manera agresiva ni dejarás que te pisoteen.
Por supuesto, también será de gran ayuda aprender algunas técnicas asertivas, para lidiar con las situaciones más complicadas.

En el caso de los niños, para desarrollar la asertividad es fundamental que los padres aprendan a respetar su individualidad y sus opiniones, aunque puedan parecer infantiles o poco prácticas. Estas preguntas podrán obrar milagros para educar a un niño seguro y asertivo:
  1. ¿Qué piensas?
  2. ¿Cómo te sientes?
  3. ¿Qué necesitas?
  4. ¿Qué tienes que decir?
De esta manera los niños aprenderán a:
  • Descubrir lo que sienten y necesitan.
  • Saber que sus emociones y necesidades son importantes
  • Expresar sus emociones y necesidades de manera que la otra persona les respete.

Fuente: DC