«Ahogar las penas en alcohol» es una expresión que define muy bien la relación entre depresión y alcoholismo. Muchas personas lo consumen cuando tienen un estado de ánimo bajo, sin saber que se trata de una droga depresiva. Es decir, esta produce un empeoramiento del estado emocional, por no hablar de las graves consecuencias que tiene su adicción.
¿Por qué aumenta el consumo de alcohol cuando hay
síntomas depresivos?
Es habitual que el consumo de alcohol incremente (o
inicie) al aparecer síntomas de depresión y de ansiedad. Sin embargo, sobre el
papel resulta paradójico, ya que él produce un efecto depresor en el sistema
nervioso, lo que empeora la sintomatología.
La clave está en el efecto que tiene la bebida en las
horas inmediatas a su ingesta: opera cambios químicos en el cerebro que generan
un efecto hedónico, relajante y desinhibitorio. Gracias a que promueve la
liberación de neurotransmisores como la serotonina, endorfina o dopamina (entre
otros), el sujeto experimenta un alivio en sus síntomas depresivos.
Además, la afectación del sistema endocannabinoide y
la liberación de endorfinas afecta directamente al sistema cerebral de
recompensa, así que se promueve el volver a consumir en el futuro.
A pesar de esto, se produce un efecto rebote a las 72
horas, que es cuando se libera la presencia etílica en sangre. En este momento
aumenta la sintomatología como la tristeza, la inquietud, la irritabilidad o
las dificultades para dormir. Así, se sufre riesgo de beber otra vez, de modo
que nace una retroalimentación entre el alcohol y la depresión que acelera el
deterioro de la salud del individuo.
¿Qué aparece antes, la depresión o el alcoholismo?
En la actualidad, se trata cada caso de manera
individualizada, pues algunas personas sufren depresión inducida por el alcohol
o, por otro lado, se agrava su consumo debido a un cuadro depresivo. Y
es que los síntomas de depresión y de ansiedad correlacionan con el aumento de
la ingesta de alcohol y también con el trastorno de consumo del mismo.
Depresión mayor inducida por alcohol
Una ingesta excesiva y crónica induce cambios en el
cerebro, como el déficit serotoninérgico, que causan un estado depresivo
persistente. Como se decía antes, esto provoca, a su vez, proseguir con el
consumo, agravar los síntomas y consolidar la retroalimentando del ciclo.
Consumo de alcohol a raíz de un cuadro depresivo
La relación entre depresión y la bebida también parte
desde el otro polo. Aquí, el paciente adquiere el hábito de beber para aliviar
su sintomatología depresiva. Con el paso del tiempo, la costumbre se agrava y
se pone en marcha la retroalimentación entre ambos trastornos, lo que empeora
sus síntomas.
Tratamiento para la depresión y el alcoholismo
Las bebidas etílicas durante la depresión dificultan
el tratamiento, pues esta se vuelve resistente a la psicoterapia. En general,
se suele poner el foco en la sintomatología depresiva para cortar el ciclo de
consumo, sin olvidar el resto de modalidades terapéuticas.
El abordaje de primera opción incluye antidepresivos
(sobre todo inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina),
tratamiento para el alcoholismo y terapia psicológica. En el manejo terapéutico
será muy importante diferenciar entre los episodios depresivos inducidos por el
consumo y los primarios.
En la parte psicoterapéutica se suele recurrir al
enfoque cognitivo-conductual, que incluye técnicas para el cambio de hábitos,
la regulación emocional y recursos que mejoran el estado de ánimo sin recurrir
a sustancias etílicas. Pero en los últimos años se ha hecho hincapié en que el
tratamiento sea multimodal, debido a la gran comorbilidad entre depresión y
alcoholismo.
¿Es posible dejar el alcohol cuando se tiene
depresión?
El alcohol proporciona una «solución» sencilla e
inmediata a la tristeza, de forma que se convierte con facilidad en el antídoto
para escapar de las emociones desagradables. Esta es la piedra en el camino, lo
que dificulta sacar el licor de la vida cuando la depresión se vuelve profunda
o cronifica.
No obstante, si te preguntas sobre la posibilidad de
dejar el alcohol teniendo depresión, la respuesta es afirmativa si se plantea
desde el punto de vista preventivo. A nivel individual, algunas medidas que
puedes tomar para reducir el consumo son estas:
- Probar nuevas actividades donde no tenga cabida el licor.
- Informar a tus seres queridos tu intención de reducir (o dejar) la ingesta. Pídeles apoyo para lograrlo.
- Cuidar tu alimentación y tu sueño y hacer ejercicio. La salud física y el estado de ánimo están relacionados de forma estrecha.
- Llevar la cuenta de cuántas bebidas alcohólicas consumes al día, a la semana y al mes. Con esas cifras comienzas a poner límites para minimizar el número.
- Calcular cuánto te gastas en beber y reducir la compra, es una vía útil si te motiva el ahorro monetario. Puedes invertir el dinero sobrante en actividades de sano ocio.
No dudes en buscar ayuda
Es crucial matizar una cosa: las adicciones y la
depresión son enfermedades. Al igual que no podrías curarte una diabetes
reduciendo el azúcar de tu dieta, tampoco serías capaz de sanar una depresión
mayor pensando en positivo y bebiendo para «olvidar».
Por eso, ante cualquier signo que amenace tu salud
mental, acude a un profesional. Nadie elige enfermar y nadie debería sanar en
solitario.
*Este texto se ofrece únicamente con propósitos
informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas,
consulta a tu especialista.*
La Mente es Maravillosa
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