Amar implica el riesgo de perder al otro, pero hay personas que temen tanto al abandono que envenenan sus relaciones. Ciertas personas viven sus relaciones afectivas bajo la sombra del miedo al abandono.
Estas personas ya no se
centran en lo que desean, sino en lo que demandan. Piden pruebas de lo que se
siente por ellas porque tienen la certeza de que no van a recibir del otro lo
suficiente ya que no son merecedoras de amor. Tienen miedo a amar y a correr
los riesgos que el amor trae consigo, lo que imposibilita una relación
gratificante que se alargue en el tiempo.
Para amar hay que
soportar el riesgo de perder. Dejar atrás la omnipotencia de seguir creyendo
que el otro estará ahí siempre, de que tiene que cubrir todos nuestros deseos.
También se puede tener miedo a no estar a la altura del otro y a que deje de
querernos. Podemos, asimismo, idealizarlo y no soportar la dependencia excesiva
que tenemos de él.
Dichos vínculos se
mantienen dentro de este influjo, y la persona llega a soportar “cualquier
cosa” para no ser abandonada. El abandono es un temor que impide a una persona
establecer relaciones en especial de pareja, en confianza, respeto, adecuada
comunicación y amor, el individuo con este miedo adquiere diversos
comportamientos inconscientes. Veamos dos, los cuales considero, causan mayor
daño emocional: uno es alejarse de las personas que la pueden llegar a amar y
el otro es atraer justo a las que no la van a amar. Por lo general, dichas
personas desarrollan correspondientemente, la actitud de indiferencia o
victimismo. La primera es una actitud que se caracteriza por la evasión y la
segunda por el sufrimiento, ambos esconden el miedo al abandono.
Empecemos por la
persona que presenta la actitud de víctima: se trata de alguien que atrae como
pareja a quien la va hacer sufrir; se encuentra con sujetos discapacitados para
intimar, inmaduros, promiscuos, casados o simplemente que discrepan del
compromiso y hacer pareja; por lo tanto, frecuentemente el individuo con esta
actitud queda con el nido vacío o atrapado en una unión con conflicto
permanente. Se cumple justo lo que teme: el abandono. Situación que suele
agravarse cuando la víctima se obsesiona con él y le hostiga, persigue o acosa,
buscando de manera enfermiza que regrese (que no la abandone). Ahora, la otra
actitud, la de indiferencia, se caracteriza por la huida; la persona corre
cuando siente que puede llegar a enamorarse, buscando barreras físicas o
emocionales infranqueables para terminar su relación; de acuerdo a la pareja.
El individuo puede inventarse un viaje, ser infiel o cambiar a una conducta que
desilusione. Simplemente genera motivos para desenamorar o desenamorarse. Como
se puede observar, las dos actitudes son opuestas y complementarias; es decir,
se atraen y tienen grandes posibilidades de establecer una relación, unidos por
un factor común: miedo al abandono.
Las personas que
ostentan el miedo al abandono son personas que provienen de una herencia
emocional, también de abandono. Es posible que algún o algunos de sus
antepasados hayan vivido episodios de abandono en contexto de vida o muerte, o el hecho de haberse sentido soló. En
los mencionados casos, el miedo se impregna en cada célula del cuerpo del
antepasado y luego es transmitida a través de sus genes, a la espera de que un
descendiente sane la información. Dicha experiencia es la que promueve la
repetición de los sucesos en el clan familiar, para que alguien los trascienda
y libere.
Cegados por ese temor,
actúan de forma lineal: Generan vínculos en los que se ponen al servicio del
otro, hacen todo lo que el otro quiere y lo convierten en un amo al que
asisten. El vínculo se caracteriza en poner todo el esfuerzo en no ser
abandonados. Incluso hay quienes se quedan al lado de alguien que los maltrata,
emocional o físicamente, pero les dan la garantía de que siempre van a estar
ahí. En muchos casos se termina generando una dependencia emocional. Se trata
de personas que vivieron abandonos primarios
y para eso basta con que sus padres no hayan comprendido sus necesidades
afectivas y cuando crecen, construyen
vínculos en los que vuelve a estar presente la amenaza de abandono. El paso que
sigue frente al profundo sentimiento de indefensión y el pánico a que lo dejen,
son las situaciones explosiva , a veces con desenlaces violentos.
Sin embargo, los miedos
suelen tener otras máscaras: Para la psiquis es más doloroso ser abandonado
que abandonar, entonces también están los que empiezan a boicotear las
relaciones con excusas. Sucede que ese miedo inconsciente es tan grande que,
aunque encuentre a una persona fantástica, en el momento en que el vínculo
crece y demanda mayor intimidad, se desconecta, se anestesia y cierra el
corazón. Todo eso por temor a lo que pueda pasar después. Es doloroso sí, pero
menos que ser abandonado.
Entrega sí, pero sólo
del cuerpo: Estas personas pueden mantener relaciones con cierto nivel lúdico,
desde el lugar del placer, de la sexualidad. Pero, muchas veces, cuando
empiezan a sentir un pedido de afecto, lo viven como una invasión. Para ellos,
uno de los momentos trágicos de la relación es cuando el otro le pregunta ¿en
qué estás pensando? La sensación es que el otro se le puede meter dentro de la
cabeza. Y en este micromundo blindado a la posibilidad de entregarse y luego
sufrir, todo lo que no sea cuerpo resulta impenetrable.
El miedo a que nos
abandonen puede estar motivado por evitar la angustia de compartir una
intimidad afectiva que se vive muy intensamente, con el sentimiento de perder
los límites con el otro. También puede obedecer a una desvalorización profunda
donde se supone que la pareja, cuando conozca nuestras carencias, va a dejar de
estimarnos. Otro factor que influye es sufrir una intolerancia alta a la
frustración cuando el otro no responde siempre a todo lo que se le pide. La clave de la crisis de pareja es que ahora
las parejas no se piensan “para toda la vida”.
El mundo emocional en
el ámbito de la pareja es muy complejo, y si este está basado sobre todo en el
miedo al abandono, la problemática es aún mayor. Pero hemos de tener claro que
la base de esta sensación radica en la duda sobre la propia valía. En el auto-concepto y la autoestima de uno
mismo/a.
Es difícil que un amor
dure mucho en condiciones saludables si no se tiene confianza en lo que el otro
siente por nosotros, o si, de manera inconsciente, no nos sentimos con derecho
a ser amados. Renunciar al fantasma
del amor idealizado, ese que lo colma todo y tiene que resolver nuestros
conflictos. No es el miedo al abandono lo que sabotea nuestras relaciones, es
cómo lo manejamos.
Transformar el miedo al
abandono en auto-dependencia emocional involucra una aceptación radical de que
no eres una extensión de tu pareja, eres
un ser individual capaz de tomar responsabilidad de tus propias necesidades
emocionales.
Puedes lograr ser
segura(o) de ti misma y aumentar tu amor propio.
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