Sentir envidia hasta
cierto punto es normal, pero si llega a obsesionarte o a incidir en tu vida, se
puede convertir en un grave problema. Reconocer este sentimiento te ayuda a
descubrir tus propias carencias emocionales y a superarlas.
La gente envidiosa
siempre piensa que lo del otro es mejor, sin profundizar en las circunstancias
ajenas, que pueden ser en muchos casos, nada envidiables, pero, ellos solo ven
el objeto de su deseo y que puede ser cualquier cosa, desde las más comunes,
como el dinero y el aspecto físico, a la inteligencia, las dotes artísticas, la
gracia al hablar, capacidad para hacer amistades, etc. El envidioso tiene conciencia de su propia
pequeñez, en realidad, el envidioso cree que vale menos que los demás, aunque
no sea cierto en todos los casos.
Aunque hay mucho
escrito sobre fisiognomia, lo cierto, es que no he visto ningún perfil evidente
que defina al envidioso, solo escribiré en base a mi experiencia en clínica.
Perfil Psicológico del Envidioso
- Es propenso a padecer estrés, debido a su idea competitiva de la vida.
- Por no lograr sus objetivos padece ansiedad.
- Tienen miedo a perder lo que envidiaron y lograron con mucho esfuerzo.
- Estando tan asumida su necesidad de poseer, es fácil encontrar envidiosos celosos.
- Les cuesta trabajo hacer amigos y los que tienen, es porque la vida les trata mal, si las tornas cambiasen, el envidioso se vería impulsado a romper su amistad.
- Si la envidia es grave, puede acabar en la cárcel por apropiarse de lo ajeno.
- En los envidiosos graves aumenta el maltrato a la pareja, violaciones o agresiones.
- El envidioso moderado siente desprecio por sí mismo. Sin embargo, el envidioso grave desprecia a los demás.
- La envidia conduce al complejo de culpa e inferioridad.
- La traición es propia de los envidiosos.
- Todos los envidiosos graves y muchos moderados, son ateos por rencor.
- Como el envidioso es consciente que tiene ese defecto, procura que los demás no se den cuenta, por eso teme y odia la verdad, ya que ésta, les destapa.
- Utiliza las bromas y otras chanzas para herir.
Para finalizar, diré
que el envidioso es un caso absurdo de egocentrismo, en realidad es una
personalidad egoexcéntrica.
El discurso del
envidioso es repetitivo y compulsivo respecto de lo que envidia y de
con quién compite. La insatisfacción, la
frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.
Una de las
peculiaridades de la actuación envidiosa es que necesariamente se disfraza o se
oculta, y no sólo ante terceros, sino también ante sí mismo. La forma de ocultación
más usual es la negación: se niega ante los demás y ante uno mismo sentir
envidia. El gran envidioso suele desear, fantasear y hasta llevar a cabo,
acciones de prejuicio o destrucción dirigida al envidiado. Es un ser amargado
incapaz de aceptar sus limitaciones, al que habría que aplicarle el refrán
tradicional de “Dime que envidias y te diré de qué careces”. La persona con envidia suele utilizar una
curiosa “racionalización” para mantener su estado de envidia: argumenta que en
su vida ha tenido mala suerte y que el envidiado, por el contrario, ha sido
agraciado por la buena suerte.
La envidia revela una
deficiencia de la persona, del ser envidioso, que no está dispuesto a admitir.
Si el envidioso estuviera dispuesto a saber de sí, a reconocerse, asumiría ante
los demás y ante sí mismo sus carencias. La envidia es un sentimiento que nunca
produce nada positivo en el que lo padece sino una insalvable amargura.
Si se mira despacio en
la vida del envidioso suelen ser frecuentes las experiencias de múltiples
fracasos en su vida amorosa, laboral y social y no precisamente a causa de la mala suerte sino por no contar con
numerosas variables de la realidad para tomar sus decisiones, precisamente por
su baja tolerancia a la frustración y su deseo de tener las máximas
satisfacciones en el plazo más inmediato. Desde esta óptica, la “envidia sana”
no existe, solo hay una y es “patológica”.
La envidia es una forma
enfermiza o viciosa de la tristeza desordenada que deriva de la vanagloria de
querer tener siempre más y de poseerlo todo y que tendría dos causas, una
intelectual o cognitiva (desconocimiento de los propios límites y cualidades) y
otra afectiva (el temor a fallar en lo que se considera que supera las propias
capacidades).
La envidia instaurada
en el carácter del adulto es, por lo general, una reacción ante las
experiencias de pequeñez y vulnerabilidad de la infancia. Esto explica su
universalidad y su frecuente irracionalidad. En cada persona, la intensidad de
la envidia estará presente en proporción a sus sensaciones reprimidas de la
insignificancia e impotencia del ser niño.
La envidia puede
convertirse en “un trastorno” o problema grave cuando pasa a ser la emoción
central de la vida de un individuo. Existen varias señales que pueden alertar
el problema:
- Siempre que provoque sufrimiento y mantenga a la persona en un estado constante de ira y enojo.
- Cuando va unida al deseo de quitarle al rival sus posesiones, con el peligro de acabar agrediendo al envidiado y a realizar actos delictivos.
- Si impide disfrutar de aquellos bienes o cualidades que poseemos.
- Una vez que la persona envidiosa no reconoce la emoción que está experimentando y la transforma o distorsiona.
- Cuando se es incapaz de controlar esta emoción.
Cuando la envidia desemboca
en violencia física o en una conducta delictiva implica un descontrol y con
ello un mecanismo enfermizo, casi siempre un proceso neurótico, psicógeno
grave. Pero también en la envidia leve y más banal existe un cierto trasfondo
de agresividad, que se puede manifestar en conductas hostiles, comentarios
descalificadores, desprecios, insidias, críticas negativas injustificadas y
otros comportamientos de este tipo.
Como reconocer a una Persona Envidiosa
Es al que le produce
tristeza y frustración el bien ajeno, el que desea siempre y secretamente lo
que el otro tiene, desea la admiración por lo que el otro ha conseguido, siente
un secreto dolor de no tenerlo, suele hablar mal de persona a la que envidia
para bajarle el perfil, se pone insegura
al no saber por qué otros tienen lo que él/ella no tiene, tiende a decir
frases hirientes para hacer daño.
La mayoría de nosotros
los psicólogos y psiquiatras, y aún más los de orientación psicoanalítica han
destacado los aspectos destructivos y patológicos de la envidia.
¿Y cuáles son los
orígenes y causas de la envidia?
En el ámbito del
psicoanálisis la envidia es definida como un sentimiento experimentado por
aquel que desea intensamente algo poseído por otro. La envidia daña la
capacidad de gozar. Es el factor más importante del socavamiento de los
sentimientos de amor, ternura o gratitud. La envidia es un sentimiento enojoso
contra otra persona que posee o goza de algo deseado por el individuo
envidioso, quien tiene el impulso de quitárselo o dañarlo. A diferencia de los
celos, que se basan en el amor y comprenden un vínculo de por lo menos tres
personas, la envidia se da de a dos y no tiene ninguna relación con el amor. La
persona envidiosa es insaciable porque su envidia proviene de su interior y por
eso nunca puede quedar satisfecha, ya que siempre encontrará otro en quien
centrarse.
Freud, se refirió a la
envidia en gran parte de su obra, vinculándola al origen de las normas, la
justicia, la desigualdad social y hasta con la identificación, que nacería de
la transformación de un impulso agresivo, en el que la envidia juega un papel
preponderante. Luego la conceptualizaría como Envidia del pene, roca viva, más
allá de la cual no veía curación posible.
Para Melanie Klein todo
era más grave aún: la envidia es expresión directa de la pulsión de muerte,
constitucional, endógena y está dirigida desde el nacimiento hacia el objeto
dador por excelencia: la madre o más específicamente, su pecho. O sea,
naceríamos con una dotación de mayor o menor envidia, presta a atacar lo bueno
del mundo.
De hecho, otros autores
han insistido más aún en el papel de las primeras experiencias de frustración del
niño. El psicoanalista español Guerra Cid, afirma que en la historia personal de quién padece envidia
aparece una intensa frustración que aumenta cuando el otro tiene lo que el
anhela. Ese deseo, salvo en personas con mentalidad más simple, no suele ser de
las cosas materiales que el otro posee, sino más bien de sus cualidades que le
permiten tener la admiración y bienes materiales.
Alfred Adler decía
que la envidia se configura en una
atmósfera familiar infantil donde prima la competitividad y donde la rivalidad
entre los hermanos es frecuente. Los niños mayores y menores suelen ser los más
vulnerables a la envidia en ese contexto. El hermano mayor porque ha sido
“único” objeto de privilegio y atenciones, y ahora se ve “destronado de su
reinado” por la venida de otro hermanito con el que rivaliza y puede recurrir
“ser ahora muy malo”, “orinarse encima” y otras estratagemas
conscientes e inconscientes para recuperar el trono de atenciones y afectos
perdidos.
También el menor porque suele ser objeto de mimos y protección
excesivas que cuando sale del ambiente familiar habitual tiene que afrontar un
mundo despiadado, difícil y frustrante.
Mi colega Iñaki
Piñuel describe la envidia que siente un acosador como un sentimiento de
inferioridad, el cual opera en forma de culpabilidad, que el acosador siente
por no poseer atributos que él estima ideales. Los defectos físicos,
intelectuales o emocionales generan un sentimiento de inferioridad que la
persona intenta compensar superando esas carencias mediante el desarrollo de un
complejo de superioridad. El complejo de superioridad hace que el acosador viva
en la ficción de la posesión de valores, atributos y cualidades que en realidad
no posee, negándolos en los demás de manera defensiva. Cuando surge en su
entorno una persona (la víctima) que sí posee en verdad tales características,
ello supone para el acosador un verdadero choque con la realidad. Su reacción
ante esa dolorosa realidad suele consistir en negar, eliminando la fuente de la
disonancia, desarrollando el psicoterror contra la víctima. El objetivo es
hacer desaparecer a la víctima del horizonte psicológico del acosador porque
sus capacidades suponen para éste una des-estabilización psicológica.
Hablar que la envidia
no solo como afecto, sino como una forma de conducta, y hasta como forma de
conducirse por la vida que no solo tiene sus “causas”, sino también sus
efectos, consecuencias o funciones finalistas. La envida desde esta perspectiva
cumple un papel social relacionado con la “función de regulación del poder”.
Sin embargo, no todos
los autores acuerdan con esto y en los últimos años han aparecido versiones que
nos hablan de otras facetas de la envidia, ya que en tanto sentimiento, puede
estar presente en todos los seres humanos pero no conducir obligatoriamente a
la destructividad de lo envidiado y su portador.
La envidia es un
sentimiento universal ligado a los impulsos agresivos o tanáticos (de muerte)
que todos albergamos. La destructividad del acto envidioso es el reflejo de la
propia destructividad.
Tratamiento
La envidia es
intratable e incurable para algunos colegas y para otros especialistas el asunto no es tan
pesimista, pero debe contar con varias condiciones. Para la persona que ya está
en tratamiento (y no precisamente por admitir su envidia como apuntábamos al
principio) esta debe de admitir su propia identidad, con sus limitaciones y
cualidades; lo que conllevara “resistencias y
defensas frecuentes” y será un trabajo psicológico duro y difícil, pero
no imposible. Para los padres y educadores será
muy importante en plan preventivo trabajar las conductas de solidaridad
y cooperación desde las primeras fases de la vida de los niños.
Los atributos
destacables y los logros excepcionales son los que atraen la envidia. Pero la
calidad y cantidad de ésta reflejan indefectiblemente los orígenes y el estado
actual de la autoestima del envidioso, y es esto lo que descubrimos, una y otra
vez, en el psicoanálisis clínico.
Para trabajar
positivamente la envidia:
- En primer lugar y lo más importante es saber que la envidia es universal. Reconocerla y aceptarla como señal de un deseo insatisfecho es darle una funcionalidad positiva.
- La siguiente instancia será reflexionar sobre la razón por la cual no hemos alcanzado ese deseo que envidiamos en particular y por último identificar los recursos que necesitamos para hacerlo.
- Aprendamos a ponernos en el lugar del otro.
- Favorecer la confianza en uno mismo.
- Interpretar nuestro progreso personal mediante la comparación con nuestras competencias y habilidades, no con las de otros
- Valorar correctamente nuestra capacidad, sin infravalorarnos ni sobrevalorarnos.
- Colaborar (tanto dar a los demás como solicitar ayuda), es un buen medio para dotarnos de la pericia que requiere resolver los conflictos que causan envidia.
- Acostumbrarse a centrar la atención en los aspectos más positivos de la realidad, no siempre en los negativos.
- Enfocarte en el éxito propio. Y, si es posible, tomarlo incluso un poco en broma.
- Haz un recuento de tus cualidades y fortalezas.
- No te compares, esto daña tu amor propio y no te permite reconocerte como un ser único. Pierdes el tiempo y te desgastas mentalmente
- Piensa en que todas las personas tienen su momento para brillar, tal vez hoy le toque a alguien más y mañana sea a ti.
- Usa la envidia positivamente y haz que te motive a lograr tus objetivos.
Si notas que a tu
alrededor hay una personas que sólo presume su logros para hacerte sentir mal,
aléjate. Esa persona también tiene un problema de autoestima.
La envidia es causada
por inseguridad y baja autoestima, por lo tanto, lo primero que se debe
trabajar es estos dos elementos. Difícilmente se logrará suprimir los
sentimientos de frustración y envidia si no se superan primero estas dos
carencias. Para que la envidia se transforme en admiración es necesario que las cualidades que se observan en el otro no sean una amenaza para la autovaloración.
El bienestar emocional
consiste en el equilibrio al que conduce conocer y asumir con serenidad y buen
humor lo que somos (y tenemos) y lo que aspiramos a ser (y tener).
"Cuando una
persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de tu vida o en este
caso en la vida de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente
agobio por cada uno de sus triunfos… Aparte de mostrar signos graves de
inferioridad, te muestra que estas tratando con una persona psiquiátricamente
enferma." Dr. Saúl F.
Salischiker, Médico Psiquiatra y Psicoterapeuta.