viernes, 14 de junio de 2013

Consideraciones sobre el Apego o Vinculo Afectivo

La especie humana tiene una larga historia. Ello nos ha hecho evolucionar de una determinada manera, configurando aspectos de nuestras necesidades básicas como seres humanos. El niño nace programado para sobrevivir en determinadas condiciones pero también bajo la necesidad de que sus necesidades básicas sean cubiertas.
Los vínculos afectivos son una necesidad que forma parte del proyecto de desarrollo de un niño recién nacido. Si esta necesidad no es satisfecha, el niño, adolescente, joven o adulto sufrirá de "aislamiento o carencia emocional".

El Apego o vínculo afectivo es una relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es un lazo afectivo que se forma entre él mismo y cada una de estas personas, un lazo que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas a lo largo del tiempo. Es, sin duda, un mecanismo innato por el que el niño busca seguridad. Las conductas de apego se hacen más relevantes en aquellas situaciones que el niño percibe como más amenazantes (enfermedades, caídas, separaciones, peleas con otros niños).

Los vínculos de apego no sólo van establecerse con los padres o familiares directos sino que pueden producirse con otras personas próximas al niño (educadores, maestros, etc...).

Si bien tradicionalmente la figura con la que se establece el vínculo de apego más fuerte ha sido con la madre, hoy en día asistimos a una acentuación de la implicación del padre en los cuidados de la primera infancia. La importancia del buen establecimiento del vínculo de apego, ya en las primeras etapas, va tener unas consecuencias concretas en el desarrollo evolutivo del niño.

El vínculo de apego no debe entenderse como una relación demasiado proteccionista por parte de la madre hacia el bebé, sino como la construcción de una relación afectiva en la que la atención y los cuidados de la madre en las primeras etapas (el niño se siente atendido en sus necesidades), va a propiciar la paulatina adquisición, desde una plataforma emocional adecuada, de los diferentes aprendizajes y por tanto, de los primeras conductas autónomas.

Sabemos que vínculos de apego no establecidos debidamente a su tiempo pueden repercutir en la posterior relación social y con los padres. La confianza, la seguridad en uno mismo, el respeto al otro, empiezan a construirse antes de lo que creemos. Hoy en día, por desgracia, es habitual encontrar en la conducta problemática de muchos adolescentes, vínculos de apego no establecidos desde las primeras etapas. No se puede construir la relación de los hijos sólo a base de proporcionarles necesidades materiales. El escucharles, el intentar conectar con lo que les preocupa en el día a día , el establecer espacios de tiempo y de calidad de juego con ellos, son vitales para construir una sólida relación padres-hijos.

Curso del apego

Fase 1 (desde el nacimiento a los 2 meses)

En inicio, los bebés no centran su atención exclusivamente en sus madres y suelen responder positivamente delante cualquier persona. Sin embargo, los neonatos, ya vienen al mundo con un cierto número de respuestas innatas diseñadas para atraer a la madre cerca (llanto) y mantenerla próxima (mostrándose sonriente o tranquilo). Y aunque, en esta etapa, no esté todavía maduro el vínculo de apego con la madre o cuidador, sí se ha comprobado que los recién nacidos prefieren mirar a sus madres que a un desconocido.

Fase 2 (desde los 2 a los 7 meses)

Durante esta segunda etapa los bebés van consolidando los vínculos afectivos con la madre, padre o cuidador y dirigen hacia ellos sus respuestas sociales. Aunque todavía aceptan extraños, les otorgan menor atención.

A lo largo de este período el bebé y su cuidador desarrollan pautas de interacción que les permiten comunicarse y establecer una relación especial entre ellos.

Fase 3 (desde los 7 a los 24 meses)

El Apego se hace más evidente siendo muy fuerte alrededor de los 2 años. Ahora las conductas de apego van a configurarse alrededor del desarrollo evolutivo en 2 áreas concretas: la emocional y la del desarrollo físico. Con el mayor nivel de capacidades cognitivas asumidas en esta etapa, los bebés empiezan a distinguir lo extraño de lo habitual y ahora suelen reaccionar negativamente ante situaciones o personas desconocidas. Apartarse de la figura de apego supone producir protestas por la separación que implican llantos y la búsqueda de la madre. Por su parte el desarrollo físico (el niño empieza primero a gatear para luego pasar a la posición erguida y a dar sus primeros pasos), supone adquirir un control respecto al lugar donde se encuentra. Ahora, si desea no separarse de su madre, podrá dirigirse hacia ella en lugar de reclamar su presencia mediante el llanto. El niño gana independencia gracias a sus nuevas capacidades de locomoción, verbales e intelectuales. Este proceso es siempre conflictivo porque exige readaptaciones continuas con ganancias y pérdidas de ciertos privilegios. Por ello suele ir acompañado de deseos ambivalentes de avanzar y retroceder.

El apego en etapas posteriores

Los vínculos de apego van a seguir su curso durante todo el ciclo evolutivo con las transformaciones y adecuaciones que cada edad requiere. A lo largo de todo el período escolar se suelen mantener como figuras de apego los padres (la madre, casi siempre en primer lugar y con carácter secundario los hermanos y otros familiares). Paulatinamente el niño va tolerando mejor las separaciones cada vez más largas, el contacto físico no es tan estrecho y las conductas exploratorias no precisan de la presencia física de las figuras de apego. Sin embargo, en momentos de aflicción, pueden activarse en gran manera las conductas de apego con reacciones similares a la de los primeros años.

Durante la adolescencia las figuras de apego suelen ser, por este orden, la madre (que sigue en primer lugar), padre, hermano, hermana, amigo y pareja sexual. La madre sigue siendo la figura central de apego. A diferencia de épocas anteriores, ahora puede ocurrir que se incorpore como figura de apego, alguna persona ajena a la familia (amigos).

Progresivamente los adolescentes se van distanciando más de las figuras de apego y aparece un cierto rechazo como forma de buscar su propia identidad. El deseo ya no es estar con las figuras de apego sino que éstas estén disponibles para casos de necesidad. Es un proceso natural por el que no hay que temer si se han hecho bien las cosas. El adolescente ha iniciado ya el camino de las relaciones sociales y los vínculos de amistad que marcan el inicio del camino hacia el encuentro de la etapa adulta.

Si la relación de apego se estableció de forma adecuada en los períodos críticos, el lazo afectivo que vincula a padres e hijos trascenderá a la época adolescente y es probable que se prolongue toda la vida.

Determinantes

Se cree que las madres que son más sensibles ante las necesidades de los bebés y que ajustan su conducta a los de estos, tienen mayores probabilidades de establecer una relación de apego segura. Estas madres reaccionan rápidamente a las señales que emiten sus hijos como el reclamo de comida, identificando cuando están satisfechos y respetando sus ritmos de vigilia-sueño. Ante el reclamo mediante el llanto son más eficaces en acunar o confortar en sus brazos al bebé. Son madres cariñosas, alegres y tiernas siendo así percibido por el niño. Evidentemente no sólo cómo se comporta la madre resulta vital para el vínculo. La forma en que reacciona el niño, su temperamento, es también importante en el tipo de relación que se va a establecer. No hay dos bebés iguales. En el caso de que estos sean de temperamento difícil o irritable puede favorecer en la madre o cuidador una respuesta menos adecuada y, por tanto, aumentar las probabilidades de un apego menos seguro.

Con frecuencia se ha planteado desde la psicología por qué algunas madres responden de forma más sensible a sus bebés. Una respuesta bastante válida hace referencia a los recuerdos de las madres de sus propias experiencias infantiles. Una investigación efectuada al respecto (Main y Goldwyn, 98) clasificaba a las madres en 3 grandes grupos:

El grupo primero lo formaban las madres denominadas autónomas. Estas madres se caracterizaban por presentar una imagen objetiva y equilibrada de su infancia, siendo conscientes de las experiencias positivas y de las negativas.

El segundo grupo se denominó madres preocupadas. Se caracterizaban por su tendencia a explicar de forma extensa sus primeras experiencias vitales con un tono muy emocional y, en ocasiones, confuso.

 El grupo tercero lo formaban madres a las que se llamó indecisas. Estas últimas constituían un grupo que había experimentado algún trauma con la relación de apego y que aún no han resuelto. Es el caso de los niños maltratados o que han perdido alguno de los padres.

Algunas sugerencias para mejorar la vinculación

Primero debemos tener en cuenta que crear unos lazos afectivos saludables con los hijos no sólo es cuestión de dedicar más tiempo sino buscar la calidad en esas relaciones. Es decir, no basta con que estemos cerca de ellos físicamente durante cierto tiempo sino que haya una relación dual adecuada, de comunicación y expresión de sentimientos.

La hipótesis que subyace en este estudio es que los recuerdos y sentimientos de las madres sobre su propia seguridad de apego se expresarán en sus atenciones hacia su hijo y así influirá en su relación. Diversos estudios han verificado que estas clasificaciones son bastante productoras de las pautas de apego que formarán con sus hijos.

a) Saber escuchar a nuestros hijos es la clave

Los adultos procesamos los problemas de forma diferente a los niños y nuestras claves de interpretación son sustancialmente diferentes a las que ellos utilizan. Por tanto ante cualquier demanda del niño debemos tener tiempo para escucharle. No es tanto solucionar el “problema puntual” de nuestro hijo sino lanzarle un mensaje muy potente que transciende al propio problema “Tus padres están ahí para escucharte y ayudarte en lo que necesites”.

Esta es la mejor base para que los niños crezcan emocionalmente fuertes y reduzcamos los miedos y conductas desadaptadas a partir del reforzamiento de su propia seguridad afectiva.

b) La empatía parental

La capacidad de percibir los signos emocionales del niño por las que manifiesta sus necesidades de atención afectiva y saberles dar la respuesta adecuada por parte de los padres es lo que denominamos empatía parental.

Uno de los principales obstáculos para que los padres escuchen a sus hijos es que dedican buena parte de su comunicación a reprenderles o a recordarles las normas de conducta que se esperan de ellos. Es muy fácil marcar conductas y diferenciar entre lo aceptable y lo inaceptable. Pero, si no sabemos interpretarlos, si no somos capaces de leer en clave emocional muchas de estas manifestaciones, es probable que no se sientan respetados ni comprendidos y por tanto, no solucionemos el problema. Ello es especialmente importante durante la adolescencia.

c) El concepto de Resilencia parental

La Resilencia es un concepto que hace referencia a la capacidad de ciertas personas, también en los niños, para hacer frente a los factores y circunstancias adversas que nos depara la vida.

Los sujetos con resilencia son capaces de seguir construyendo su futuro de forma equilibrada y sana pese a las experiencias difíciles, los traumas vividos y las carencias afectivas tempranas. Podríamos decir que hay un cierto aprendizaje de las malas experiencias y un deseo que impulsa a estas personas a construir estrategias alternativas para llegar a funcionar mejor en todos los ámbitos, incluido el familiar, pese a las circunstancias adversas.

La resilencia es, por tanto, una de las habilidades básicas fundamentales deseables y esperables en los padres. No obstante, el desarrollo de esta capacidad es posible tanto para los padres como para los hijos y de su establecimiento en los más pequeños va a depender de la existencia de una parentalidad sana, competente y que sirva de modelo adecuado.

Los padres resilientes tienen la capacidad de establecer un vínculo afectivo (apego) en definitiva, tienen la capacidad de tomar el timón de sus vidas, saben identificar y analizar las situaciones problemáticas que afectan a la familia y tomar las decisiones oportunas con solicitud de ayuda si lo consideran necesario. Esto no lo hacen tanto desde el desánimo sino como de la voluntad e iniciativa de cambiar las cosas por el bien de toda la familia.

d) Aprender a hablar de nuestros sentimientos y emociones

En los espacios comunes, cuando escuchemos y hablemos con nuestros hijos, debemos ser capaces de introducir el factor emocional. Debemos enseñarles a identificar sus emociones para que así puedan encauzarlas debidamente. Para ello debemos atender a lo que hace cada día (ir al colegio, de excursión, etc.), pero fundamentalmente a cómo se ha sentido en las diversas situaciones (triste, alegre, enfadado, rabioso, etc.).

Enseñarles a hablar acerca de sus sentimientos supone un buen recurso para construir una personalidad sana.

Un buen momento también para hablar de las emociones es cuando nuestro hijo ha tenido algún berrinche o mala conducta en casa. En estos casos es mejor dejar los “razonamientos” para más tarde cuando las cosas han vuelto a la normalidad. Un buen momento puede ser por la noche justo antes de acostarse. Entonces podemos analizar lo ocurrido y sacar las emociones de unos y otros. Los padres pueden manifestar su tristeza y decepción por la conducta de su hijo y éste explicará cómo se ha sentido antes y después de lo ocurrido. Todo ello independientemente de la sanción o castigo que hayan determinado los padres.

e) Ser coherentes y predecibles

Los padres son los referentes y los modelos principales hasta, al menos, la adolescencia.

Construir lazos afectivos significa también crear un entorno coherente y predecible. Si exigimos a nuestros hijos comportamientos o actitudes que son contrarias a nuestra propia forma de actuar, crearemos dudas y desorientación.

Es aconsejable que incluso cuando se dan conflictos serios entre la pareja, seamos capaces de consensuar unas líneas educativas comunes de actuación con ellos independientemente de nuestras diferencias como adultos.

En caso de separaciones sabemos que uno de los peores peligros que tienen nuestros hijos es el trato diferencial y la manipulación en contra del otro por parte de algunas personas irresponsables o egoístas dado que anteponen sus propios intereses a los del hijo en común.

f) Fomentar los estilos democráticos

Este estilo educativo denominado "democrático" y considerado como el óptimo, según algunos estudios, se caracteriza por que el niño se siente amado y aceptado, pero también comprende la necesidad de las reglas de conducta y las opiniones o creencias que sus padres consideran que han de seguirse. Como padres debemos saber ser generosos pero, a la vez, es imprescindible establecer límites claros a las conductas y demandas de nuestros hijos. Si así no se hace, las demandas aumentarán y la percepción del niño será de que tiene el control sobre nosotros y que sus solicitudes son derechos reales a los que no tiene por qué renunciar.

Reforzar la vinculación y proporcionales afecto no significa ceder a todas sus demandas.

g) Incrementar los tiempos de ocio juntos

Dedicar más tiempo con los hijos es siempre una buena elección pero deberemos también buscar una mejora en la calidad del mismo. De nada nos servirá estar todo el día con nuestros hijos si ello no nos proporciona espacios comunes de juego y comunicación. Los juegos familiares, la lectura de cuentos a los más pequeños, el poder hablar de temas de su interés a los adolescentes, etc. son actividades esenciales para potenciar los lazos afectivos.

Es también muy importante hablar sobre lo que sucede y nos preocupa en el día a día. Actualmente la televisión, las nuevas tecnologías, etc, nos roban espacios comunes y se hace más difícil el intercambio de experiencias entre padres e hijos. Hay que buscar o crear los espacios necesarios si no existen.


"El éxito de nuestros hijos en un futuro no dependerá de lo que les hemos podido dar materialmente, sino de la intensidad y calidad de las relaciones afectivas que hemos sido capaces de construir con ellos desde la infancia.”

lunes, 10 de junio de 2013

Falta de deseo sexual: La inhibición

El deseo sexual inhibido se refiere al bajo nivel de interés sexual, en el cual una persona no comenzará ni responderá al deseo de actividad sexual en la pareja. Es persistente o difusa del deseo sexual o la libido existiendo un bloqueo en la apetencia sexual, con lo que la frecuencia de relaciones disminuye considerablemente, siendo a veces casi nula. Es un tipo de disfunción sexual. Se le conoce también como deseo sexual hipoactivo o apatía sexual.

La ausencia de deseo es uno de los problemas sexuales más frecuentes en nuestra sociedad. El estrés, los conflictos en la relación, la falta recurrente de momentos de intimidad o el padecimiento de un periodo de abstinencia están en muchas ocasiones en la raíz del problema. Cuando la inhibición del deseo se siente como un mal perenne, difícil o imposible de superar, cuando un periodo de apatía se prolonga y comienza a causar otros problemas o cuando se ha intentado realizar cambios en la relación y no han surtido efecto, el malestar debe tomarse en serio.
La falta de deseo no es una tontería, un capricho o una situación a la que hay que resignarse. De hecho, el deseo sexual es una emoción que nos prepara para poder vivir una experiencia placentera. Pero sucede que, en ocasiones, no se puede sentir aunque se busque; el deseo se resiste a aparecer, ya que el impulso de desear no sólo depende de la voluntad. Se hacen presentes factores inhibidores y estimulantes, y según el predominio de unos u otros en diferentes situaciones, el deseo se materializará o no. Por ejemplo, el amor es un gran estimulante para que se haga presente, mientras que el miedo es un fuerte inhibidor que lo anula o desecha.
El síntoma principal es la falta de interés sexual.
“Muchas veces, no se trata de que uno de los miembros de la pareja tenga deseo sexual inhibido sino de que la otra persona tiene un deseo sexual hiperactivo y ser muy exigente sexualmente”.
Deseo no es excitación
No hay que confundir deseo sexual con excitación sexual. La excitación es una respuesta fisiológica que implica manifestaciones físicas como la erección o la lubricación. El deseo es el impulso que lleva a buscar el placer. Es cierto que, en condiciones normales, deseo y excitación actúan de forma conjunta. Sin embargo, en ocasiones puede darse una alta intensidad del deseo y, pese a ello, producirse bloqueos en la excitación sexual o a la inversa.
La ausencia de deseo, sencillamente, se resume en la falta de querer o en no poder disfrutar de un placer. ¿Cómo es posible que esto suceda? Pues sucede, y muy a menudo, a tenor de los datos clínicos de las consultas de especialistas, que confirman que es uno de los problemas que más pacientes genera. Es algo muy corriente, pero al mismo tiempo muy particular, pues cada persona desea o inhibe su deseo por causas diferentes.
¿Qué factores influyen en la inhibición del deseo sexual?
El deseo sexual inhibido es un trastorno sexual muy común y con frecuencia, ocurre cuando uno de los miembros de la pareja no se siente íntimo o cercano al otro.
Entre los factores comunes se encuentran: problemas de comunicación, falta de afecto, pugnas y conflictos de poder y la falta de tiempo para que la pareja pueda estar a solas. Por otra parte, el deseo sexual inhibido también puede ocurrir en personas que han tenido una educación sexual muy estricta durante la crianza, actitudes negativas hacia el sexo o experiencias sexuales traumáticas (como violación, incesto o abuso sexual).
Las enfermedades y algunos medicamentos también pueden contribuir a que se presente esta disfunción, en particular cuando producen fatiga, dolor o sensación general de malestar. La falta de ciertas hormonas a veces puede estar implicada. Las afecciones psicológicas, como la depresión y el estrés excesivo, pueden disminuir el interés sexual. Los cambios hormonales también pueden afectar la libido.
Los factores que comúnmente se pasan por alto son, entre otros: insomnio o falta de sueño que pueden ocasionar fatiga. Este trastorno también puede estar asociado con otros problemas sexuales y, algunas veces, puede ser causado por éstos. Por ejemplo, la mujer que no es capaz de tener un orgasmo o que presenta dolor en las relaciones sexuales, o el hombre que tiene problemas de erección (impotencia) o eyaculación precoz o retrasada, puede perder interés en el sexo porque lo asocian con fracaso o no lo sienten bien.
Se encuentran en particular riesgo de deseo sexual inhibido las personas que fueron víctimas de abuso sexual o violación en la infancia y las personas cuyos matrimonios carecen de intimidad emocional.
Al igual la baja autoestima y el sentimiento de culpa son los dos grandes inhibidores y bloqueadores del deseo sexual, pero en ellos subyacen otras causas que conviene revisar:
1.- Los miedos: a no dar la talla, a fallar, al ridículo y a exponerse al rechazo; a mostrar y ofertar el cuerpo; a la posibilidad de embarazo o de exponernos a enfermedades de transmisión sexual.
2.- Las ansiedades: la principal es la de llegar al orgasmo, como si el goce se tratara sólo de ello.
3.- La falta de tiempo y el estrés: las tensiones y las prisas son el polo opuesto de la tranquilidad y el relajo, condiciones necesarias para disfrutar de un placer.
4.- Los enfados y conflictos: inmersos en ellos nos bloqueamos y cerramos, lo contrario a lo que precisamos, puesto que el deseo requiere de una actitud abierta a relacionarnos.
5.- Los tabúes y prejuicios: la prohibición y la suciedad con la que se ha revestido a los órganos sexuales. La particular interpretación respecto a conceptos como la honra, la integridad y la decencia alejan el placer del juego erótico.
6.- La falta de comunicación: no hablar abiertamente de lo que nos gusta, no compartir intimidad, no hacer partícipe a la otra persona de nuestra vulnerabilidad es una manera de se inhiba o se bloquee el deseo.
7.- La falta de ilusión y pasión por la vida: una actitud negativa, pesimista, derrotista, apática y rutinaria, que no afronta los riesgos de un cambio, no sirve para gozar.
8.- La ignorancia: tanto teórica como práctica del cuerpo sexuado impide la experimentación, base de todo conocimiento del placer y de mantener debidamente erotizado el cuerpo.
9.- Algunos medicamentos: determinados ansiolíticos, antidepresivos o fármacos para tratamientos de hipertensión arterial y otros, pueden incidir, aunque no se conocen del todo sus efectos secundarios, por la falta de contrastadas experimentaciones.
¿La falta de deseo tiene cura?
El deseo sexual como experiencia subjetiva puede ser educado y potenciado, de ahí que su inhibición pueda ser tratada, trabajada y superada. Tanto el hombre como la mujer están preparados por la naturaleza para desear y buscar el placer. Hacerlo de manera satisfactoria, desde el respeto a uno mismo y a los demás, con honestidad a las propias creencias y a las ajenas es una facultad del ser humano que vive en libertad.
“Los pacientes en los que se corrigió el nivel de testosterona (con parches,
Comprimidos o inyectables) respondieron al tratamiento con aumento en la excitación
Sexual, las fantasías sexuales y el interés en mantener encuentros eróticos”.
Para lograr terminar con la inhibición del deseo sexual hay que procurarse en uno mismo (a):
  • Un buen conocimiento personal, tanto a nivel corporal como cognitivo-emocional.
  • Una actitud positiva, saludable y abierta sobre la sexualidad y el placer.
  • Un buen entrenamiento corporal que mantenga el erotismo a través de la caricia.
  • Cuidar la salud, el cuerpo es un buen síntoma de que la persona se quiere y quiere gozar.
  • Una apuesta por la ilusión, la pasión y la fantasía.
  • Una buena forma de prevenir el deseo sexual inhibido es reservar tiempo para la intimidad no sexual, pasar tiempo solos, romper con la rutina y al pasar el tiempo, es más probable que sientan interés sexual. 
  • Como también nunca olvidar en buscar tiempo, espacio y ocuparse de revivir la sexualidad.

martes, 4 de junio de 2013

Niños con Problemas de Conducta

La desobediencia, las rabietas, el negativismo, etc..constituyen parte de los trastornos de conducta más habituales durante la infancia. Estos problemas pueden resultar muy perturbadores para los padres dado que suelen suponer un desafío a su autoridad y control, llegándose a establecer un vínculo relacional coercitivo con los hijos. Estos problemas, lamentablemente, parecen ir al alza, incrementándose su magnitud, frecuencia y lo que es más significativo: la edad de inicio cada vez es más temprana.
Poner límites a los niños y pasar el tiempo suficiente a su lado son algunas de las claves para rectificar los problemas de conducta infantiles.

Los niños con problemas de conducta suelen mostrarse desobedientes. No es extraño que, asimismo, insulten, se hayan acostumbrado a mentir a quienes les rodean, se enrabieten con facilidad e, incluso, lleguen a mostrarse agresivos cuando se les lleva la contraria. Corregir a un niño con un trastorno de comportamiento, sin embargo, es posible. Y cuanto antes se empiece, más posibilidades de éxito se tendrán.

Los problemas de conducta en el niño

Un niño con problemas de conducta, que desobedece de forma habitual a sus progenitores, que grita y se enfada con frecuencia o que, incluso, experimenta brotes de agresividad cuando se le lleva la contraria precisa la ayuda de sus padres y docentes para superar su trastorno de comportamiento.

"Poner límites a las demandas del niño es esencial para establecer unos hábitos de conducta adecuados".

En el desarrollo evolutivo del pequeño es normal que, en ocasiones, se detecten estas conductas agresivas, desafiantes, de oposición o desobedientes. Las pautas educativas habituales logran, en general, erradicar estos comportamientos. Sin embargo, en algunos niños, estas actitudes son perseverantes en el tiempo y se incrementa su frecuencia y magnitud a medida que el infante crece.

Una intervención temprana de sus progenitores, así como la ayuda de psicólogos infantiles en los casos más graves, pueden ayudar a prevenir que un problema de conducta infantil evolucione hacia trastornos más graves en la adolescencia.

Lograr en el niño un comportamiento adecuado: ¿cómo se hace?
Las investigaciones y estudios sobre comportamiento infantil suelen coincidir a la hora de señalar la forma de crear en el niño unas conductas adecuadas. Mantener un buen vínculo afectivo con los progenitores fomenta procederes correctos en el pequeño. Dedicar tiempo suficiente a estar juntos en edades tempranas, jugar con ellos, prestar atención a sus actuaciones y ejercer el control sobre ellas cuando sea necesario son algunas de las pautas para corregir los problemas de conducta en el niño.
Es fundamental, asimismo, poner límites a sus demandas desde muy pequeños y mantenerse firme en ellos. Esta práctica es una de las mejores formas de establecer unos hábitos de conducta adecuados, que el niño utilizará como referente en su comportamiento posterior.
Tan importante es prestar atención al niño cuando se comporta bien como retirársela ante una actitud negativa
En distintos manuales de pedagogía  para padres sobre conducta infantil, precisa que "establecer límites es concretar qué se espera del niño y qué no". En caso de que estas fronteras se traspasen, advierto: "hay que adoptar medidas".
La atención que un niño recibe de los adultos juega un papel primordial en el control de la conducta de los pequeños. Tan importante es prestarle la suficiente atención cuando se comporta de forma adecuada, y halagarle por ello, como retirársela cuando el comportamiento sea negativo.
El comportamiento inadecuado de los niños se desarrolla con frecuencia "para llamar la atención de los padres, ya que comprueban que hay una desproporción entre la forma de actuar de ellos cuando se portan mal y cuando se portan bien". Si las actuaciones inadecuadas son las únicas que atienden los progenitores, el pequeño, ante la necesidad de atención, reforzará estas en detrimento de las buenas conductas.
Pasos para corregir los problemas de conducta infantiles
Entre otras pautas básicas recomendadas por los especialistas, destacan las siguientes:
  1. Claridad. Cuando se dan instrucciones al niño, es importante ser claro y preciso. No es lo mismo decirle "pórtate bien", o "no te portes mal", que decirle qué es correcto y qué no lo es.
  2. Coherencia y constancia. Un padre que riñe a su hijo por un determinado comportamiento, debe hacerlo siempre que lo detecte de nuevo. Hay que tener en cuenta, asimismo, que el pequeño observa su entorno y lo imita: no sería correcto desaprobar una conducta que contempla de forma habitual en su familia.
  3. Consenso y complicidad. Es necesario que todos los miembros de la familia, y de fuera de ella con responsabilidad sobre el niño, apliquen las mismas pautas a la hora de enseñar al pequeño buenos hábitos de conducta. Todos deben permitir, o no, las mismas actuaciones.
  4. Niños con Rabietas. El consejo general es hacer caso omiso cuando se produce la rabieta y retirarle la atención inmediatamente. Es importante que los padres, en ese momento, no pierdan la calma y que actúen con firmeza, negando el capricho o la demanda, pero a la vez sin alterarse, sin gritar ni reñir. En caso de que los padres se enzarzaran en una recriminación mutua o con el niño a gritos, éste percibirá que en cierto modo sigue teniendo el control sobre la conducta de sus padres. Una de las posibles causas de tal comportamiento, reside en el hecho de que el niño ha aprendido a que negándose a colaborar o a obedecer órdenes puede evitar la realización de tareas que no son de su agrado.
  5. Niño Negativista. El niño se da cuenta de que sólo se trata de ser más perseverante en su conducta (negativismo) que los mayores. Al igual que sucedía con el "niño de las rabietas" el resultado de su conducta (el librarse de hacer aquello que no le gusta) no hace más que reforzar dicho comportamiento, aumentando su probabilidad de ocurrencia y por tanto la cronificación del problema.
  6. Niño Desobediente. Los episodios de desobediencia pueden forman parte de un desarrollo "normal" del niño en ciertas edades. Para establecer el punto de corte entre la normalidad y la patología deben tenerse en cuenta la frecuencia de estas conductas y su gravedad. La desobediencia puede ir acompañada o no de otros elementos disruptivos como las rabietas o el negativismo. Hay que valorar cada situación para tomar las medidas correctoras oportunas. La edad de aparición de dichas conductas, las circunstancias actuales que la provocan y las mantienen, la situación y relación familiar, son algunos de los puntos a tener en cuenta.
Conclusión
Está claro que no hay dos niños iguales y por tanto, las mejores técnicas para confrontar los problemas de conducta serán aquellas que nos funcionen bien en cada caso o niño.
Las conductas inadecuadas pueden ser consecuencia de multitud de factores (internos, externos). Es habitual que se presente algunas de ellas dentro del ciclo evolutivo "normal", pero hay que consultar al profesional cuando estas son de mayor frecuencia o magnitud de lo esperado por su edad o son perseverantes en el tiempo.
Hay niños con temperamentos "más difíciles" que otros y que probablemente necesitarán estrategias de intervención a medida.
El crecer en entornos marginales o en colectivos de riesgo o en una familia disfuncional, hijos de padres  con antecedentes o problemas de conducta,  aumenta considerablemente el riesgo de presentar conductas disruptivas en la adolescencia. De todas formas, los modelos parentales, serán el factor determinante.

domingo, 2 de junio de 2013

Demencia

La demencia es un síndrome que implica el deterioro de la memoria, el intelecto, el comportamiento y la capacidad para realizar actividades de la vida diaria. Un síndrome es un conjunto de signos y síntomas. En el caso de la demencia, todos estos signos están indicando un deterioro progresivo en los procesos del cognitivos.
En la comunidad médica se emplea el término de "demencia" para describir a los pacientes con trastornos de la capacidad intelectual. Los pacientes de demencia también pueden clasificarse según padezcan de demencia "presenil" o "senil", "síndrome cerebral orgánico" o "crónico", "arteriosclerosis" o "atrofia cerebral". Es importante señalar que la demencia no es una dolencia normal del proceso de envejecimiento. Los trastornos de demencia son provocados por procesos patológicos anormales y pueden afectar tanto a las personas jóvenes como a los ancianos.

La mayoría de los tipos de demencia son irreversibles (degenerativos). Irreversible significa que los cambios en el cerebro que están causando la demencia no pueden detenerse ni devolverse.

El Alzheimer es el tipo más común de demencia.

La demencia de los cuerpos de Lewy (DCL) es una causa importante de demencia en adultos mayores. Las personas con esta afección tienen estructuras proteínicas anormales en ciertas áreas del cerebro.

La demencia también puede deberse a muchos accidentes cerebrovasculares pequeños, lo cual se denomina demencia vascular.

También:
  • Demencia debido a otras enfermedades médicas
  • Demencia persistente inducida por sustancias
  • Demencia debido a múltiples etologías
Las siguientes afecciones médicas también pueden llevar a la demencia:
  • Enfermedad de Huntington
  • Esclerosis múltiple
  • Infecciones que pueden afectar el cerebro, como el VIH/SIDA y enfermedad de Lyme
  • Mal de Parkinson
  • Enfermedad de Pick
  • Parálisis supranuclear progresiva
Algunas causas de demencia se pueden detener o contrarrestar si se detectan a tiempo, entre ellas:
  • Lesión cerebral
  • Tumores del cerebro
  • Consumo excesivo de alcohol
  • Cambio en los niveles de azúcar, calcio y sodio en la sangre (Ver: demencia de origen metabólico)
  • Niveles bajos de vitamina B12
  • Hidrocefalia normotensiva
  • Uso de ciertos medicamentos, entre ellos cimetidina y algunos hipocolesterolemiantes
La demencia generalmente ocurre en la edad avanzada, es poco común en personas menores de 60 años y el riesgo de padecerla se incrementa a medida que una persona envejece.

Síntomas

Los síntomas de demencia abarcan dificultad con muchas áreas de la función mental, entre ellos:
  • El lenguaje
  • La memoria
  • La percepción
  • El comportamiento emocional o la personalidad
  • Las habilidades cognitivas (como el cálculo, pensamiento abstracto o la capacidad de discernimiento) La demencia aparece primero generalmente como olvido.
El deterioro cognitivo leve (DCL) es la fase entre el olvido normal debido al envejeciendo y la aparición de la demencia. Las personas con deterioro cognitivo leve tienen ligeros problemas con el pensamiento y la memoria que no interfieren con las actividades cotidianas y, con frecuencia, son conscientes del olvido. No todas las personas con deterioro cognitivo leve presenta demencia más tarde.

Los síntomas del deterioro cognitivo leve abarcan:
  • Dificultad para realizar más de una tarea a la vez
  • Dificultad para resolver problemas y tomar decisiones
  • Olvidar hechos o conversaciones recientes
  • Tardar más tiempo para llevar a cabo actividades mentales más difíciles
Los síntomas tempranos de demencia pueden abarcar:
  • Dificultad para realizar tareas que exigen pensar un poco, pero que solían ser fáciles, tales como llevar el saldo de la chequera, participar en juegos  y aprender nueva información o rutinas.
  • Perderse en rutas familiares.
  • Problemas del lenguaje, como tener dificultad para encontrar el nombre de objetos familiares.
  • Perder interés en cosas que previamente disfrutaba: estado anímico indiferente.
  • Extraviar artículos.
  • Cambios de personalidad y pérdida de habilidades sociales, lo cual puede llevar a comportamientos inapropiados.
A medida que la demencia empeora, los síntomas son más obvios e interfieren con la capacidad para cuidarse. Los síntomas pueden abarcar:
  • Cambio en los patrones de sueño, despertarse con frecuencia por la noche
  • Dificultad para realizar tareas básicas, como preparar las comidas, escoger la ropa apropiada o conducir
  • Olvidar detalles acerca de hechos corrientes
  • Olvidar acontecimientos de la historia de su propia vida, perder la noción de quién es
  • Tener alucinaciones, discusiones, comportamiento violento y dar golpes
  • Tener delirios, depresión, agitación
  • Mayor dificultad para leer o escribir
  • Capacidad deficiente de discernimiento y pérdida de la capacidad para reconocer el peligro
  • Uso de palabras erróneas, no pronunciar las palabras correctamente, hablar con frases confusas
  • Retraerse del contacto social
Las personas con demencia grave ya no pueden:
  • Llevar a cabo actividades básicas de la vida diaria, como comer, vestirse y bañarse
  • Reconocer a los miembros de la familia
  • Entender el lenguaje
Otros síntomas que pueden ocurrir con la demencia:
  • Incontinencia
  • Problemas para deglutir
Pruebas y exámenes

Un médico experimentado puede a menudo diagnosticar la demencia realizando un examen físico y haciendo preguntas acerca de la historia clínica de la persona.

El examen físico incluye un examen neurológico. Se realizarán exámenes para revisar la función mental, lo cual se denomina evaluación del estado mental.

Se pueden ordenar otros exámenes para determinar si otros problemas podrían estar causando la demencia o empeorándola. Estas afecciones abarcan:

  • Anemia
  • Tumor cerebral
  • Infección crónica
  • Intoxicación por medicamentos
  • Depresión severa
  • Enfermedad tiroidea
  • Deficiencia vitamínica
Se pueden llevar a cabo los siguientes exámenes y procedimientos:
  • Nivel de B12
  • Niveles de amoníaco en la sangre
  • Química sanguínea (grupo de pruebas metabólicas completas)
  • Gasometría arterial
  • Análisis del LCR (líquido cefalorraquídeo)
  • Niveles de drogas o alcohol (examen toxicológico)
  • Electroencefalograma
  • Tomografía computarizada de la cabeza
  • Examen del estado mental
  • Resonancia magnética de la cabeza
  • Pruebas de la función tiroidea
  • Nivel de la hormona estimulante de la tiroides
  • Análisis de orina
Tratamiento

El tratamiento farmacológico va dirigido a 2 grandes áreas:

1) Manejo del déficit cognitivo
2) Manejo de las alteraciones conductuales.

El tratamiento depende de la afección causante de la demencia. Algunas personas pueden requerir hospitalización por un corto tiempo. La suspensión o el cambio de medicamentos que empeoran la confusión puede mejorar la función cerebral. Existen cada vez más datos que confirman que algunos tipos de ejercicios mentales pueden ayudar a paliar la demencia.

El tratamiento de afecciones que pueden llevar a la confusión a menudo puede mejorar enormemente el funcionamiento mental. Tales afecciones abarcan:
  • Anemia
  • Insuficiencia cardíaca congestiva
  • Disminución de oxígeno (hipoxia)
  • Depresión
  • Insuficiencia cardíaca
  • Infecciones
  • Trastornos nutricionales
  • Trastornos de la tiroides
  • Pueden requerirse medicamentos para controlar problemas de comportamiento, causados por la pérdida de la capacidad de discernimiento, aumento de la impulsividad y confusión.
Medicamentos

Existen medicamentos que se encuentran disponibles para tratar estas enfermedades. Aunque estas medicinas no pueden curar la demencia o reparar el daño cerebral, pueden mejorar los síntomas o hacer más lento el avance de la enfermedad.

Los posibles medicamentos pueden ser:
  • Antipsicóticos (haloperidol, risperdal, olanzapina)
  • Estabilizadores del estado de ánimo (fluoxetina, imipramina o citalopram)
  • Estimulantes (metilfenidato)
Ciertos fármacos se pueden emplear para disminuir la tasa a la cual los síntomas empeoran. El beneficio de estos fármacos con frecuencia es pequeño y es posible que los pacientes y sus familias no siempre noten mucho cambio.
  • Donepezil (Aricept), rivastigmina (Exelon), galantamina (Razadyne, anteriormente llamado Reminyl)
  • Memantina (Namenda)
Se deben evaluar regularmente los ojos y oídos de la persona y es posible que se necesiten audífonos, anteojos o cirugía de cataratas.

Pronóstico

Las personas con deterioro cognitivo leve no siempre desarrollan demencia. Sin embargo, cuando en realidad se presenta demencia, ésta por lo general empeora y con frecuencia disminuye la calidad y expectativa de vida.

Posibles complicaciones

Las complicaciones dependen de la causa de la demencia, pero pueden abarcar las siguientes:
  • Abuso por parte de un cuidador demasiado estresado
  • Aumento de las infecciones en cualquier parte del cuerpo
  • Pérdida de la capacidad para desempeñarse o cuidar de sí mismo
  • Pérdida de la capacidad para interactuar
  • Reducción del período de vida
  • Efectos secundarios de los medicamentos utilizados para tratar el trastorno
  • Cuándo contactar a un profesional médico
Consulte con el médico si:
  • Se presenta demencia o un súbito cambio en el estado mental
  • El estado de una persona con demencia empeora
  • Usted se siente incapaz de cuidar de un paciente con demencia en el hogar
Prevención

La mayoría de las causas de la demencia no se pueden prevenir.

Dejar de fumar y controlar la presión arterial y la diabetes puede ayudar a reducir el riesgo de demencia vascular. Esta es la demencia causada por una serie de pequeños accidentes cerebrovasculares. Consumir una dieta baja en grasas y hacer ejercicio con regularidad también puede reducir el riesgo de demencia vascular.

Psicoterapia en la Demencia

La intervención psicológica que se realiza con pacientes con demencia es amplia y va a depender del estudio individualizado que se realiza. Ej: Terapia Cognoscitiva, terapia Conductual, terapia de recuerdo, de validación, de la expresión, ocupacional, reminiscencia, la ergoterapia, la socioterapia, la estimulación cognitiva, la musicoterapia, la terapia artística, psicomotriz y ortofónica, etc…

sábado, 1 de junio de 2013

Diferenciar entre Depresión y Demencia Senil

Las personas mayores cuando están deprimidas pueden presentar síntomas muy parecidos a los de la demencia tipo Alzheimer, a esto se le suele denominar como Pseudodemencia. Por ello daré 10 pistas orientativas para poder diferenciarlos.

 1. EL COMIENZO
La depresión suele tener un inicio que podemos llegar a precisar (todo ocurrió a raíz de…) mientras que en la enfermedad tipo Alzheimer el inicio es lento y puede pasar como pequeños olvidos cotidianos.

2. CURSO CLÍNICO
Los síntomas depresivos aparecen rápida y progresivamente, mientras que en la enfermedad tipo Alzheimer el deterioro puede tardar años en ser manifiesto

3. ANTECEDENTES PSICOLÓGICOS
La persona depresiva suelen tener síntomas depresivos a lo largo de su vida (incapacidad para disfrutar, visión negativa de la vida, etc...) que forman parte de su personalidad, mientras que el enfermo de Alzheimer ha podido llevar una vida equilibrada psicológicamente.

4. DÉFICIT NEUROLÓGICO
Las personas con enfermedad tipo Alzheimer tienen afectada principalmente cuatro funciones que son el lenguaje (tanto comprensión como expresión), el conocimiento del mundo (sufren desorientaciones personales - no saben su nombre, ni el de sus hijos- de tiempo - no saben en que día viven, ni año, ni mes – y de espacio – no saben dónde están las habitaciones de su casa, ni donde esta la panadería donde siempre iba), la realización de algunos movimientos ( dificultades para abrocharse los botones, los cordones de los zapatos, etc.) y la planificación y ejecución de taras (cocinar, jugar a las cartas, trabajo, etc..)

Las personas con depresión pueden aparentar los mismos síntomas debido a su baja motivación e inatención que prestan a los elementos que le rodean.

5. FABULACIONES
Es una de las características más importante en la enfermedad de Alzheimer y consiste en la creación de historias, que el enfermo las toma como ciertas, para explicar episodios de su vida que no se acuerda.

Ej.: Si una persona con la enfermedad tipo Alzheimer se olvida de donde ha dejado las llaves, suelen acusar a otras personas de habérselas movido o quitado, estando seguro de ello.

6. ACTITUD
En las personas con depresión las quejas son muy frecuentes y sobrevaloran los fracasos, diciendo expresiones tales “como soy una inútil, no sirvo para nada”, etc., no esforzándose en realizar tareas “dicen que no saben” o destacando los fallos que comete. Mientras que estas quejas un enfermo de Alzheimer suelen ser escasas e intentan realizar las tareas que antes hacían cometiendo un gran número de errores.

7. FRACASOS EN LAS TAREAS
La persona con enfermedad tipo Alzheimer cuando pierden una capacidad (ej: jugar a las cartas), suelen fracasar siempre que realicen esa actividad, mientras que las personas con depresión existe una gran variabilidad (hay días que juega siguiendo las reglas y otros que no)

8. AFECTO
Las personas con depresión les cuesta reaccionar positivamente ante los afectos (no pueden aceptar muestras de cariño), no suelen sentir placer por la vida, y no suelen tener ganas de realizar actividades, mientras que una persona con enfermedad tipo Alzheimer puede llevar una vida placentera y estar satisfecho tanto con el mismo como con las personas que le rodean

9. HABILIDADES SOCIALES
En las personas con depresión desde el inicio hay una pérdida de estas habilidades (no quieren salir de casa, no llaman a sus amigos, no quiere que nadie les visite, etc.) mientras que las personas con Alzheimer lo que se produce es que cuando salen suelen tener conductas extrañas que poco a poco hacen que se deteriore sus relaciones personales

10. PRUEBAS NEUROLÓGICAS
En las personas con enfermedad tipo Alzheimer suelen tener anormalidades en pruebas tales como, Tomografía Axial Computerizada (TAC) y el electroencefalograma (EEG)