“Carencia
voluntaria o involuntaria de compañía”, así define la Real Academia de la
Lengua el término soledad.
La
soledad es un sentimiento difícil de sobrellevar, aunque muchos lo padezcan en
la actualidad. No siempre resulta claro, para la persona el saber cómo
enfrentarla. La soledad para algunos, la oportunidad de encontrar algo de calma
y tranquilidad, pero para otros, quizás para la mayoría, es el temor a enfrentarse consigo mismos y de
correr el riesgo de que no les guste lo que encontrarán en su interior.
Lo
que es importante marcar, es que la soledad en muchos casos es un estado
necesario para poder establecer un nuevo orden, para elaborar duelos y para
poder mirar dentro de nosotros y reconocernos como lo que realmente somos:
seres humanos que necesitamos de conexión y sentido de pertenencia. La soledad
está relacionada con la forma en que los individuos han sido cuidados, acompañados y amados.
La
soledad también es un espacio o estado de reflexión donde uno entra en contacto
consigo mismo y puede recuperar sus fuerzas y su poder personal para romper con un estado de “dependencia extrema”
que puede resultar patológica. Debemos aprender a retirarnos para asimilar lo
que hemos vivido a través de los demás.
En
lugar de luchar contra la soledad, es más recomendable saber encontrar el
placer y el sentido de ésta, aprender a disfrutar de uno mismo y a equilibrar
las demandas en relación a la compañía o la presencia constante de otro.
El
estar sólo con uno mismo también puede calmar la mente, ayuda a fortalecer el auto-control y ayuda a conocerse mejor y a identificar las propias sensaciones,
sentimientos y necesidades personales.
La soledad es una necesidad y un tónico
beneficioso para nuestra salud y relación con los demás, aunque hay que saber
vivirla.
Recientes
estudios invitan a revaluar la soledad, la cual puede ser una deliciosa
acompañante o por el contrario, una herramienta para desquiciarte.
La
soledad es uno de los fenómenos más interesantes al reflexionar sobre la
naturaleza del ser humano. Por un lado somos innegablemente “animales
sociales”, estamos diseñados para interactuar con nuestros semejantes, a través
de esa actividad desarrollamos distintas habilidades y ejercemos uno de los
dones más estimulantes que nos fueron dados, el de la colaboración.
Históricamente
la soledad ha sido asociada con el desarrollo espiritual: recordemos que
personajes como Cristo, Buda, y Mahoma, entre otros, obtuvieron revelaciones
cruciales en estas circunstancias. También este estado parece ser
particularmente fértil para hacer florecer la creatividad, incluso la
genialidad. Quizá por esta razón es que filósofos, escritores, científicos y
otros han elogiado vívidamente la soledad: Poe, Goethe, Einstein, Bacon,
Beethoven, de Quincey, Schopenhauer, y Thoreau, entre muchos otros.
“existe
tanta ansiedad cultural frente al aislamiento que continuamente no logramos
percibir los beneficios de la soledad. Pero existe algo realmente liberador
para las personas al estar solas. Logran establecer control sobre la forma en
que utilizan su tiempo. Logran descomprimirse al final de un atareado día en la
ciudad y experimentan un sentimiento de libertad” Eric Klinenberg..
Otra
de las bondades detectadas alrededor del estar solo radica en el
fortalecimiento de carácter e identidad
En la soledad reafirmamos diversas habilidades que
enriquecerán nuestra habilidad para establecer lazos sociales saludables y
fuertes.
¿Entonces?
Desde
hace tiempo la ciencia ha advertido que la soledad excesiva puede sernos
perjudicial. Pero en años recientes se han llevado a cabo investigaciones que
aluden a los beneficios de este estado. El problema, al parecer, radica en la
dosis (el veneno puede ser también el antídoto)
Algo
curioso es que la mayoría coincide en que para disfrutar de las mieles de la
soledad, esta debe ser voluntaria y no obligada. Lo anterior nos invita a replantear
nuestra percepción frente a ella, a asumir su inevitable presencia en diferentes
momentos de nuestro camino y por qué no, a procurarla de vez en cuando, incluso
a "revolcarnos en ella en una especie de fantasmal y sutil cópula". Si le huyes
lo más probable es que tarde o temprano te alcanzará y si el encuentro no fue
originalmente deseado, entonces tal vez pueda tratarte con poco cariño.
La
soledad, concebida como una etapa transitoria y voluntaria, es de lo más
beneficiosa para nuestra autoestima y nuestra salud mental. Estar sola no
significa para nada tener un carácter difícil o una personalidad intolerante.
Tan solo es una forma de marcar una cierta independencia en relación a los
demás. Una opción libre y que todavía muchos se hartan de criticar.
La
soledad es una situación que puedes aspirar a convertir en transitoria y que
conviene percibirla como no forzosamente traumática. Puedes verla como un
momento de reflexión, de conocerte a fondo y de encontrarte sinceramente con tu
propia identidad. En muchas ocasiones, es precisamente esto, lo que hace
sentirte solo. Cuando no hablas contigo mismo, no te escuchas, no te prestas
atención, cuando eres un desconocido para ti mismo, te asustas y no sabes cómo
hacerlo. Es la oportunidad para reencontrarte a ti mismo. No estás solo, te
tienes a ti.
Es
un gran momento para romper dependencias emocionales, para aumentar tu
autoestima, para conocer qué es lo que te hace sentir bien. Aprovéchalo.
“La
soledad es el hecho más profundo de la condición humana. El hombre es el único
ser que sabe que está solo.” Octavio
Paz