La pasión de
coleccionar es tan vieja como el hombre. Todos tenemos, como uno de nuestros
rasgos fundamentales, una inclinación a coleccionar.
El psicoanálisis nos ha
explicado el origen de la tendencia a coleccionar. Un juego entre la analidad,
oralidad y el falo, y el fantasma de la castración. Según su análisis, el
coleccionismo actúa de manera invariable en sentido opuesto a la actividad sexual
genital, aunque no debiera ser considerado como un puro y simple sustituto de
esa actividad sino como una actividad regresiva (anal) con fuertes rasgos
narcisistas y fetichistas, que se manifiesta en patrones de conducta tales como
acumulación, ordenamiento, retención agresiva, y así sucesivamente. La
actividad de coleccionar posee un carácter fálico.
El coleccionismo
también es un fenómeno antropológico, sociobiológico y como dije psicodinámico
que ocurre más frecuentemente en hombres que en mujeres. No se puede hablar de
un patrón estricto pero sí de una característica muy propia de los auténticos
coleccionistas: Son ordenados y cuidadosos y se da también cierta posición
obsesiva, que puede ser exacerbada sin caer en la patología y que está
directamente relacionada con lo que se colecciona. Existe, además, una
vinculación psicológica con el objeto coleccionado.
Perfil común: es
extremadamente ordenado, le motiva la búsqueda, escoge a partir de criterios
personales y además, le gusta mostrar lo que tiene. La búsqueda de una afición,
distracción o un hobby, que acaba en una decisión de dedicarse al coleccionismo
está sin duda muy ligada a aspectos de personalidad.
Sabemos que la
psicopatología moderna considera abiertamente el coleccionismo como una conducta
ligada a naturalezas maníacas y megalómanas, estrechamente relacionada con
comportamientos premórbidos. El coleccionismo puede ser una práctica seguida
por una gama muy diversa de tipos de personalidad y psicodinámicas, puede haber
colecciones esquizoides, maniacos, obsesivos, narcisistas y pueden coexistir aspectos comunes entre ellos
y diferir en grado o en toxicidad.
Pero el coleccionismo
como una “patología sana”, resulta beneficiosa en muchos sentidos: Porque
produce relajación y la satisfacción anímica de conseguir cosas, además de la
contemplación de algo que para el coleccionista resulta bello o precioso.
También facilita el orden, el deseo de cuidar los objetos y de valorarlos. Además de desarrollar la capacidad
intelectual, el lenguaje y la sociabilidad, la tendencia por el orden y el
ahorro y un reposo físico y psíquico-, otras investigaciones han corroborado
que el coleccionismo ayuda a superar el aislamiento social, además de servir
como un remedio contra las vicisitudes y las prisas de la vida moderna, al ser
ante todo una magnífica fórmula para llenar los ratos libres y educar a uno
mismo y a los que le rodean en el gusto por lo bello, por la búsqueda y por la
curiosidad. Asimismo, se deben difundir y analizar con mayor rigor sus virtudes
terapéuticas.
“En el deseo de
coleccionar objetos aflora la resistencia al tiempo, el deseo de retener el
pasado y mantener la memoria, es una manera de poner orden en el caos mediante
la clasificación. Cada uno tiene su propio motivo”.
Coleccionar es también
un modo de aprender a gestionar la frustración (no se puede lograr todo ya, hay
que tener paciencia) y de aumentar la autoestima (en el momento de mostrarla a
otras personas). Es modo de expresar inequívocamente el control sobre un
aspecto de nuestra realidad privada, un modo de autoafirmación. Al
coleccionista le mueve principalmente el deseo de posesión, la necesidad de una
actividad libre, el propósito de autosuperación y la urgencia de clasificarse
a sí mismo. Así, muchos médicos recomiendan a personas mayores el
coleccionismo, principalmente a pacientes que se recuperan de problemas de
estrés o cardiacos. Y es que el coleccionismo debe vivirse como una afición
flexible, que puede y debe convivir perfectamente con otras aficiones o
actividades, pero que conlleva hábitos de conducta “sanos” que se mantienen
durante toda la vida, como el carácter voluntarioso, constante, metódico y
apasionado por la ocupación del tiempo libre, y que encierra la satisfacción
personal por la posesión de algo único e irrepetible, todo esto por un
coleccionismo ejercido con control.
Cuando se elige qué se
va a coleccionar: La naturaleza del objeto elegido nos habla sin
duda de la persona que hay tras ella, rasgos de su personalidad, de sus
fantasías y temores más inconscientes, así como también de su posición
socioeconómica, etc. La motivación pasa por una necesidad más personal,
psicológica, de demostrarse que día a día trabaja por su idea, de que aumenta
su autoestima al mismo tiempo que su colección. Esta reafirmación siempre es correspondida
por su entorno, ya que el coleccionista es alguien casi siempre bien
considerado, que sigue una pasión, que ha demostrado con su perseverancia que
es digno de admiración.
El problema de ser
coleccionista es que puede provocar que las personas con tendencia a sufrir un
trastorno obsesivo compulsivo desarrollen antes esta patología o en una
adicción a las compras. Aquí el
coleccionismo llega a convertirse en una obsesión y por lo tanto en un problema
en aquellos sujetos que presentan una vulnerabilidad personal, que tienen falta de autoestima, escasas
habilidades sociales y trastornos a la hora de enfrentarse a los contratiempos.
Cuando aparece este sentimiento de ineficacia personal, el coleccionismo
compulsivo les ayuda a sentirse mejor.
Acumular no es
exactamente coleccionar. Mientras que el coleccionista es ordenado y cuidadoso
y suele socializar su colección mostrándola orgulloso, la acumulación
segmentada y desordenada, sin sentido de la calidad de lo que se colecciona,
forma parte de una especie de psicopatología, como el síndrome de Diógenes.
El coleccionismo como
gratificación. Encuentra placer en la mera posesión tocándolo, exhibiéndolo, oliendolo o haciéndolo parte de él. Piensa que un objeto usado de esta manera
le permite al coleccionista aliviar ansiedad y proveer gratificación como un
fetiche o una derivación del fetichismo. Se considera que los objetos
transicionales permiten reducir angustia de separación y acceso a nuevas
conductas. Los objetos inanimados permiten la diferenciación entre el yo y lo
no yo y a la vez termina siendo placentero. Posiblemente hablamos del
coleccionismo como un fetiche, una transferencia
y depósito libidinal.
Así, podemos concluir
que el coleccionismo como actividad cotidiana, además de ser beneficiosa para
la salud, siempre y cuando se lleve a cabo con mesura y control, muy
probablemente esté impregnada en nuestro DNA. Es una combinación muy curiosa de
instintos. Un coleccionista es un ser vivo y apasionado, ordenado y cuidadoso,
con un punto de obsesión, constante en el tiempo y a quien le gusta compartir
y disfrutar.
Desde este ángulo más
íntimo, a través de las complejas motivaciones psíquicas que lo rigen, el
coleccionista propone un relato, resuelve un rompecabezas, cuenta una historia
olvidada, y sus propuestas, a veces, modifican la historia.
Personalmente me gusta coleccionar autos a escalas....
“En cada coleccionista
existe un Don Juan Tenorio” Freud