Fue un psicópata
criminal y único caso documentado de licantropía clínica (refiriéndose
a la enfermedad mental, no al ser mitológico) en España que llegó a cometer
varios crímenes en el siglo XIX.
“Se define como
licantropía clínica a un síndrome psiquiátrico que provoca una alucinación en
la persona afectada que la hace creer que es o puede transformarse en un
animal. Su nombre está conectado con la condición mítica de la licantropía, una
aflicción sobrenatural por la cual las personas dicen que pueden transformarse
en lobos. El término teriantropía también se usa a veces para nombrar este tipo
de alucinación, aunque no necesariamente tiene que ser un lobo el animal en
cuestión”.
Es uno de los más interesantes
y estudiados de la criminología española, pues se decía que el propio Romasanta
era un licántropo. Durante años asesinó aproximadamente nueve personas, entre
mujeres y niños. Cuando fue arrestado alegó que una maldición le poseía y se
transformaba en un lobo que atacaba a sus víctimas.
Manuel Blanco Romasanta
nació un 18 de noviembre de 1809 en la localidad de Regueiro, en la aldea de
Santa Olaia de Esgos. Sus padres, de escasos recursos económicos, fueron Miguel
Blanco y María Romasanta. Su partida de nacimiento está consignada como
Manuela, pues se creyó que era una niña. Era de aspecto físico normal aunque
medía solo 137 cm, rubio y de facciones consideradas por algunos historiadores
como "tiernas". Romasanta trabajó como sastre y era considerado
inteligente y culto para la época, pues sabía leer y escribir.
Romasanta sufría de
pseudo-hermafroditismo femenino, una condición que solo afecta a uno de entre
cada 10.000 o 15.000 nacidos, aproximadamente. Esta condición haría que,
naciendo mujer, segregue una cantidad tan grande de hormonas masculinas que
sufra un periodo de masculinización en el que desarrolle características de
hombre. Así se explican su barba y otras cosas, y se cree que, debido a esa
condición, su clítoris habría crecido tanto que parecería un micro-pene…
También se sabe que el pseudo-hermafroditismo femenino genera episodios de
fuerte agresividad, y ello ha motivado la especulación de que su trastorno
sexual pudo haber participado en el origen de su conducta criminal. Resulta así
natural, a partir de la explicación dada, el que Romasanta desde pequeño haya
realizado tareas femeninas como coser, bordear, calcetear y cortar trajes y
vestidos.
Pero advierto:
"Eso no quiere decir que todas las personas que tengan este síndrome sean
violentas". Insisto en que si sabemos que este hombre era violento y
que puede tener una alteración de los andrógenos, es muy fácil vincular el
exceso de andrógenos con la conducta violenta. Es probable que tuviera
una anomalía hormonal que interrumpiera su crecimiento en la pubertad.
Ya a sus 21 años,
Romasanta se casó (le gustaban las mujeres, era psicológicamente más hombre que
mujer) con Francisca Gómez Vázquez, un jueves tres de marzo de 1831. Francisca
era vecina suya en la aldea de Soutelo.
“La primera vez que me
transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con
aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me
revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo.
Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi
cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo,
que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos
valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una
maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don
Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre”.
Romasanta nunca
desistió de hacer creer que se transformaba en hombre-lobo, pero los médicos de
la corte no le creyeron. Dice de él el informe médico: “se evidencia que el Manuel Blanco no es
loco, ni imbécil, ni monomaniaco, ni lo fue, ni lo logrará ser mientras esté
preso, y por el contrario de los datos referidos resulta que es un perverso,
consumado criminal, capaz de todo, frío y sereno, sin bondad”
Sin embargo el cuento
del hombre lobo no recibió credibilidad en las cortes, y los médicos
consideraron que era un montaje, escribiendo sobre Romasanta en el informe
médico:
“Manuel Blanco calcula
medios, mide y combina tiempos, modos y circunstancias, no mata sin motivo, ni
acomete sin oportunidad; conociendo que hace mal se oculta, seduce para robar;
mata para ocultar, reza para seducir; conoce el deber y la virtud para
desoírlos; luego de su conformación de sus actos, de su historia, de sus disculpas
mismas se evidencia que el Manuel Blanco no es loco, ni imbécil, ni
monomaniaco, ni lo fue, ni lo logrará ser mientras esté preso, y por el
contrario de los datos referidos resulta que es un perverso, consumado
criminal, capaz de todo, frío y sereno, sin bondad y con albedrío, libertad y
conocimiento; el objeto moral que se propone es el interés; su confesión
explícita fue efecto de la sorpresa, creyéndolo todo descubierto; su
exculpación es un subterfugio gastado e impertinente; los actos de piedad una
añagaza sacrílega; su hado impulsivo una blasfemia; su metamorfosis un
sarcasmo”.
Fue pues por la reina
Isabel II que se salvó Romasanta. Hoy la gente habría empleado la palabra
“psicópata” para referirse a él, aunque, si buscamos los diagnósticos precisos
que los especialistas actuales emitirían, podríamos citar lo que David Simón
Lorda y Gerardo Flórez Menéndez escriben en El Hombre-Lobo de Allariz (1853):
Una visión desde la Psiquiatría actual.
A saber: ‹‹…los datos biográficos del
caso del “hombre-lobo” Manuel Blanco Romasanta así como lo que podemos inferir
de los informes de los médicos que lo reconocen en Allariz, no indican que
estemos ante un proceso psicótico sino más bien ante un caso de un trastorno de
la personalidad. El pragmatismo y la obtención de beneficio a cualquier coste,
siempre ajeno a su persona, aunque con don de gentes y seducción, orientan
hacia un trastorno de personalidad. El recuerdo íntegro y la planificación de
los hechos, en principio nos descartarían una epilepsia y el descontrol de
impulsos ligados a esta entidad (…). Afinar un poco más en qué tipo de
trastorno de personalidad puede ser tarea difícil, pero nos inclinamos por el
Trastorno Antisocial de Personalidad (…), o por un diagnóstico de “Psicopatía”
en la línea de R. D. Hare.››
Según los estudios del
CIAC es probable que Romasanta portase además algún arma con la que ayudarse en
la comisión de sus asesinatos, ya que según la documentación que obra en poder
de CIAC, incluyendo descripciones forenses de Manuel Blanco,
tan sólo medía 1, 37 cm. de estatura, siendo un hombre que difícilmente
poseería la fuerza física suficiente para matar tan solo con sus manos a las
mujeres y niños, y sobre todo a los hombres de cuyas muertes se confesaba
autor. Todos estos elementos hacen suponer a los especialistas que Romasanta encaja perfectamente en la clasificación de psicópata.
Más tarde alegaría que
lo que sufría no era una maldición sino una enfermedad. Además declaró recordar
todo lo sucedido una vez transformado de nuevo en ser humano, lo que fue
decisivo para su sentencia. La defensa del reo argumentó que no se podía probar
un asesinato con una única confesión, aunque ésta fuera la del propio acusado.
La sentencia llegaría el 6 de abril de 1853, cuando Romasanta contaba cuarenta
y cuatro años: se consideró que ni estaba loco ni era idiota o maníaco, con lo
que fue condenado a morir en el garrote vil y a pagar una multa de 1000 reales
por víctima.
Un hipnólogo francés
que había seguido el caso envió una carta al Ministro de Gracia y Justicia en
la que expresaba sus dudas acerca de si Romasanta padecía o no licantropía.
Aseguraba haber curado a otros pacientes con la hipnosis y pedía que, antes de
ejecutarlo, le dejaran hipnotizarlo. También solicitó la intervención de la
reina Isabel II, que a su vez pidió al Tribunal Supremo que revisase el caso.
Tiempo después, Isabel II firmó una orden para liberar a Romasanta de la pena
capital, reduciéndose ésta a la perpetua.
Aproximación al perfil Psicopatológico Psiquiátrico
Sus
delitos perfectamente planificados.
Selecciona a sus víctimas (generalmente viudas sin recursos y madres solteras
con hijos de corta edad), aparentemente afable, las seduce con promesas de
prosperidad, y las mata para luego despedazarla incluso devorarlas, haciendo
desaparecer sus cuerpos. Negocia con beneficios propios con la posesiones de
las víctimas y emplea el engaño y la mentira, falsificación con su misma
familia. Parece frio y carente de escrúpulos. No muestra resonancia afectiva
con la consecuencia de sus actos, ni manifiesta arrepentimiento alguno, es un
“analfabeto emocional”, incapaz de expresar sentimientos de culpa. Proyecta en
el entorno la responsabilidad de sus actos, justifica crimines atribuyéndolos a
un maleficio. (Su abogado defensor alega el padecimiento de una enfermedad
mental).
Dx:
Trastorno antisocial/disocial de la personalidad
El
Hecho de que el asesino aludiera a su transformación del hombre lobo para justificar
sus crimines, nos obliga a excluir otras posibilidades:
- Una psicosis esquizofrénica, con ideación delirante relativa a ser hombre lobo, usa el mito como significado simbólico de dominio y violencia y por ser culturalmente comprensible en esa época.
- Tras. disociativo de la personalidad, podría descartarse pues dichos actos parecen planificados voluntariamente.
- La planificación y ausencia de otros signos permitir excluir crisis parciales del polo epiléptico y de un tras. Especifico del control de impulso de tipo explosivo intermitente.
Si
valoramos este caso desde el marco psiquiátrico-forense actual, podríamos
platearnos otra vez la a cuestión que hace 2 siglos la administración justicia
¿Actuaba Rosamanta para perpetrar sus actos que le imputaron movidos por la
locura? El resultado fue categórico lo tildaron de “consumado criminal” que
actúa con libertad y conocimiento. Pero ¿mantendríamos la misma conclusión en
el paradigma psiquiátrico y legal actual? Ya que actualmente la imputabilidad
puede definirse como “la capacidad de culpabilidad” podremos coincidir en la
apreciación que este personaje presentaba un TAP, ó también mostrarse en desacuerdo con
respecto a la cuestión de la imputabilidad…
Evidentemente
su primera declaración parecía el delirio de un demente. Sin embargo Romasanta
resistió el examen de seis médicos y psiquiatras que certificaban su cordura
legal, además se demostró que había vendido enseres personales pertenecientes a
los desaparecidos y por si esto no fuese bastante, condujo a los letrados
hasta los lugares donde afirmaba haber cometido sus crímenes, siendo
descubiertos restos humanos en algunos de ellos. A partir de ese instante el
destino de “el hombre-lobo” estaba marcado.
Por
otro lado Romasanta vivió una infancia difícil. Huérfano de padre y víctima de
una educación represora, en su primera edad pudo gestarse en su mente la
semilla de la psicopatía que, con el paso de los años lo convertiría en el más
brutal asesino en serie de la historia criminal española
“La
imaginación popular echó alas y a la
leyenda del hombre lobo. Manuel escapó de la cárcel y hoy en día, el hombre
lobo de Allariz vaga por los bosques buscando nuevas presas, todavía hoy, en ciertas noches de plenilunio, se
puede escuchar su terrorífico aullido, mientras acecha entre las sombras a
alguna joven doncella, con cuyas tiernas carnes saciar su inagotable apetito....”