A través de la historia
de la humanidad, las marcas en la piel ya sean autoinfligidas o infligidas por
otro, han adquirido diferentes significados y formas de interpretarse, por
parte del sujeto y por parte de la sociedad.
Françoise Dolto en su
obra titulada “La imagen inconsciente del cuerpo”, postula a la imagen del
cuerpo como: “una síntesis viva de nuestra experiencias emocionales (…) una
encarnación simbólica inconsciente del sujeto deseante”.
Sin embargo la
constante es la expresión a través de la piel, que es nuestra primera
herramienta de presentarnos ante el mundo físicamente. Freud (1905) afirma que
la piel debe ser considerada como la zona erógena por excelencia, ya que en
ella pueden tornarse un cúmulo de excitaciones placenteras. La piel reviste
particular erogeneidad en el caso de los impulsos de crueldad y dolor, ambos
constitutivos de la pulsión sexual.
El abordaje
psicodinámico y psiquiátrico de la conductas de automutilación como síntoma de
diferentes patologías ha permitido un mejor entendimiento y tratamiento del
paciente.
Los trastornos psiquiátricos
asociados a la AM, según el DSM son:
- Cuadros orgánicos cerebrales
- Trastornos del desarrollo de la infancia
- Esquizofrenia y otras psicosis
- Trastornos del ánimo
- Depresión y Enfermedad bipolar
- Trastornos de ansiedad
- Crisis de pánico, T.O.C. y T.E.P.T.
- Trastornos disociativos
- Trastornos del desarrollo de la personalidad
- Límite, antisocial
- Trastornos relacionados con sustancias
- Trastornos del control del impulso
- Tricotilomanía
- Trastornos facticios
- Trastornos de la conducta alimentaria.
El perfil
característico de una persona que comete AM es el de una mujer de clase media,
con un nivel intelectual sobre el promedio y que inicia esta conducta en la
adolescencia La autolesión suele esta correlacionada con experiencias
traumáticas de la infancia o serios compromisos de identidad y con el grado de
impulsividad, el enojo crónico y la ansiedad crónica. Presentan baja
autoestima, intolerancia a la frustración, descontrol de impulsos y disfunción
familiar. No tienen mecanismos de autocuidado ni destrezas, presentan
dificultades en la vinculación, necesidad de aprobación y afecto e inmadurez
emocional que repercute en la dificultad que presentan para identificar, reconocer,
expresar y manejar las emociones, emociones que no pueden canalizar y que explotan
con el acto impulsivo que no da tiempo a reflexionar y que lo expresan por medio
de una autoagresión.
En 1935, Menninger
clasifica la automutilación dependiendo el tipo, y el contexto en el que se
presente, tomando en cuenta que el síntoma opera debido a que la agresión
dirigida hacia un objeto externo se vuelve hacia el yo y ésta a su vez es
reforzada por medio del autocastigo. La clasificación propone los siguientes
tipos de automutilación
1) neurótica, 2)
religiosa, 3) ritos en la pubertad, 4) en pacientes psicóticos, 5) en presencia
de padecimientos orgánicos, y 6) en personas normales. Al final la
automutilación es el resultado del conflicto entre impulsos agresivos y
destructivos provenientes del Superyó y la voluntad de vivir, teniendo como
resultado la autodestrucción parcial de alguna parte del cuerpo, gratificando
los impulsos agresivos anticipándose a las consecuencias de una destrucción
total.
Actualmente existen
diferentes teorías y postulados los cuales permiten un mejor acercamiento y
entendimiento de la automutilación como un síntoma.
En la adolescencia, se
reeditan los diferentes conflictos no resueltos en la infancia, como la
representación del cuerpo, sus funciones y la imagen corporal etc. Al mismo
tiempo en este periodo los cambios en el funcionamiento mental hacen posible
que la persona dirija la agresión hacia sí mismo en formas extremas como lo es
la automutilación.
La autodestrucción, que
se manifiesta en cortes, quemaduras, rasguños, arañazos, tirones del pelo,
golpes (sobre todo en la cabeza), auto lesiones, cualquier forma de producción
de dolor es una forma de expresar el sufrimiento, una forma no verbal de
comunicación donde los sentimientos se transmiten visualmente a través del
cuerpo. Generalmente, se usa para liberarse de sentimientos de rabia, ira,
tristeza, soledad, rencor y dolor emocional. Se efectúa para liberar esas
emociones que el autoagredido no puede expresar. También, a veces, ante el
sentimiento de no estar vivo, los autoflageladores se cortan para cerciorarse
de que siguen vivos.
Muchos psicoanalistas
hacen especial hincapié en que durante la adolescencia se debe adquirir madurez
psíquica, a través del separación del vínculo con los objetos originales.
En los pacientes con
conductas de automutilación, es común encontrar que la relación con la madre ha
sido marcada por la ambivalencia, caracterizada por intensos sentimientos
hostiles marcados por deseos de muerte, a la par de intensos sentimientos de
amor. Por lo tanto la perdida vivida como abandono, es experimentada como la
confirmación del deseo omnipotente de muerte, así como una amenaza al vínculo
encargado de suministrar la energía libidinal esencial; ya que el objeto, la
madre, ha sido retenida a través de introyección; por lo tanto los ataques al
propio cuerpo son dirigidos a este objeto previamente introyectado.
Se ha observado que en
lugar de buscar gratificación sexual a través de sus propios genitales en
proceso de maduración por medio de la masturbación y las fantasías que la
acompañan, los adolescentes con conductas de automutilación, son incapaces de
controlar las fantasías masturbatorias ya que éstas generalmente están
vinculadas a la escena primaria,
generando gran cantidad de displacer; por lo tanto el acto destructivo en sí es
vivido en la fantasía inconsciente como la destrucción de los genitales, fuente
de displacer; dando al adolescente la posibilidad de ejercer un rol pasivo y
activo dentro de la fantasía.
El acto de
automutilación, tiene componentes placenteros; ya que el acto de cortar la piel
también representa una actividad autoerótica, que involucra tanto el intento de
gratificación sexual a través de la masturbación, pero a la vez el castigo por
el impulso de autoestimulación. El acto de automutilación es una acto de
extrema desesperación en el que las defensas del paciente no pueden mantener el
control de los impulsos sexuales ya agresivos; por lo tanto el paciente se
vuelve el perpetrador y la víctima.
Se podría decir que los
pacientes que presentan conductas de automutilación crecen en un ambiente
ambivalente, en el que el padre generalmente es ausente y la madre puede ser
sobreprotectora, controladora, pero sobretodo inconstante en lo que refiere a
la relación con su hijo. Los episodios de automutilación se presentan como un
intento de eliminar las fantasías de la escena primaria como parte de la
masturbación, como una manera de separarse de la madre; pero sobretodo cumplen
una función de purificación que modula los estados de ansiedad, tensión sexual,
e impulsos agresivos.
Por último es
importante mencionar que el acto de cortarse es generalmente un pasaje al acto
en el que el sujeto intenta solucionar la experiencia de abandono y la amenaza
de aniquilación vivenciada cuando se experimenta una situación. Cada cicatriz es un grito de que pide ayuda.
“Seguir recurriendo a la actuación y no a la verbalización
funciona en los jóvenes como reforzador de la idea de transgresión a las normas, a su cuerpo y a la
autoridad”.
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