En
su libro “el drama del niño dotado” describe una situación que afecta a la gran
mayoría de las personas que misteriosamente escogieron dedicarse al estudio y
ejercicio de la psicología, denominado por lo mismo “complejo del
psicoanalista”.
Padeciendo
ella misma este complejo, inicia una investigación que detalla los orígenes y
motivos que lo causan, la forma de operar de los que lo padecen y las vías por
las cuales pueden desligarse de él o al menos aprender a convivir con él.
Causas
Este
complejo se presenta generalmente en personas con un coeficiente intelectual
relativamente alto y principalmente con una altísima carga emocional, que han
desarrollado su infancia en un ambiente duro, o con padres muy absorbentes y
autoritarios que pretenden proyectar en sus hijos la obtención de sus propias
carencias o realización de frustraciones.
Ante
la falta de afecto, comprensión, aceptación o el reconocimiento por parte de
los padres, lo común es que se desarrolle un mecanismo de defensa que se basa
en la negación de la necesidad de estas faltas, es así como durante la
adolescencia se genera la actitud rebelde de rechazo (“no me importa si no me
quieren, me da igual”). Es aquí donde parte la diferencia del paciente que
lleva este complejo, ya que este observa analíticamente y reconoce los medios
para lograr obtener la aceptación por parte de sus padres, así que no niega
estas carencias, su vía es otra, mucho más larga y compleja.
El
paciente se torna extremadamente complaciente. Comienza a coincidir con el
estereotipo de hijo que sus padres esperan que él sea, y es a éste estereotipo
a quien sus padres aceptan y estiman, no al verdadero, por lo que las necesidades
de aceptación y cariño nunca serán satisfechas plenamente.
Estos
niños se convierten en pequeños adultos, capaces de tomar responsabilidades que
no les corresponden, supliendo todas las necesidades del alter ego de sus
padres y dejando de lado cualquier característica que incomode a éstos. Así,
las actitudes consideradas como defectuosas son inmediatamente eliminadas, no
sienten celos, envidia, rabia, miedo, desarrollan toda un arte para escindir
sentimientos. Estos niños no manifiestan berrinches ni pataletas, no exigen ser
consentidos ni mimados, se vuelen receptivos pero no demandantes, así que sus
padres preocupados de sí mismos no notarán ni llenarán sus necesidades, se
tornan un objeto yoico de proyección narcisista de sus progenitores.
Esto
provoca que el paciente comience a buscar sus necesidades en otra parte, por lo
cuál debe ganarse la aceptación de nuevas personas. Para esto debe
necesariamente conocer qué se espera de él. Es aquí donde entra en juego la
habilidad que desarrollan estos pacientes y la que le da el nombre de “complejo
de psicoanalista” ya que se especializan en inmiscuirse en la mente de su
interlocutor, para saber que se espera de él y que rol desempeñar.
Desarrollo
Los
problemas comienzan cuando el paciente termina sumido en un mundo donde
necesita fingir constantemente ser alguien que él no es, con el fin de obtener
ilusoriamente la aceptación y cariño de quienes le rodean. Esto irrita al
paciente, generando actitudes o acciones de protesta a modo de llamados de atención,
si esta alerta no es bien entendida generará represalias de parte de sus
congéneres, debido a que los padres verán esta situación como un desvío del
carácter de su hijo, el cual debe ser castigado y corregido (“no entiendo que
le pasa, mi hijo no es así”) por otro lado sus iguales, desconcertados de su
cambio de carácter reaccionan con burlas (“mira lo que dice, que tonto es”).
Esta situación acrecentará la sensación de no ser aceptado y aumentará la
tendencia a fingir. Sumirán al afectado en un mundo hostil donde entiende que
se le castiga por ser auténtico, ya que no se le quiere como es (“no estoy a la
altura, no soy digno de cariño”), así que debe ser distinto de cómo es.
Su
elevada carga emocional produce una hipersensibilidad que no juega a su favor.
Si es constantemente objeto de agresiones y se ve limitado para expresar
libremente sus sentimientos y debe contenerlos, entonces sus emociones se
tornan en su contra, se convierten en un constante flagelo, una carga que no
vale la pena llevar, por lo que son erradicadas, se entierran en algún lugar
del inconsciente, se bloquean. Estos pacientes suelen tener pesadillas en donde
las emociones son representadas por alguna amenaza que los persigue.
Cada
cierto tiempo, irá probando disimuladamente dejar salir ciertas “pistas” sobre
su verdadera opinión o sensibilidad ante situaciones, por lo que un ambiente de
aceptación le ayudaría a revelarse libremente y a salir de su complejo, pero su
hipersensibilidad lo torna muy “quisquilloso” y es fácilmente ofuscado por
cualquier actitud de rechazo, recayendo en su actitud inicial, con el tiempo
esto le puede desarrollar una compulsión a la repetición, donde cada vez que lo
intente fracasará, alejando las ganas de volver a intentarlo y reforzando el
problema, lo que se convierte en un círculo vicioso.
Es
así como su mundo interno se cierra, se esconde, y cada vez le es más difícil
reconocer quién es realmente, y más fácil interpretar un rol o adoptar un
carácter que no le pertenece, ya que sin un yo interno, se vuelve un perfecto
espejo de proyección para sus interlocutores, lo que aumenta su habilidad
psicoanalítica.
Este
constante fingir que desencadena gradualmente la pérdida de identidad, es
decir, del verdadero yo, y la no aceptación repercutirán en una pérdida de la
autoestima, ambos se sumarán a la carencia de satisfacción de las necesidades
afectivas y producirán una fuerte depresión.
Represiones
Si
los tormentos causados por su carga emocional durante las malas experiencias de
su niñez no se han superado, entonces el paciente no abandonará la idea de que
sus emociones son un flagelo. Ante esto el mecanismo de defensa que presenta
consiste en evadir cualquier situación que comprometa algún lazo sentimental,
ante cualquier indicio de posible mala experiencia el paciente evitará la
situación, y si no le es posible, entonces simplemente bloquea sus sentimientos
(“no les permitiré hacerme daño”). Con el tiempo desarrollan un alto control
disciplinario de sus emociones, incluso de su estado físico. Por lo general
estos pacientes no lloran, no se alteran, no sienten miedo, ni suelen extrañar,
tienen una enorme capacidad de rendimiento, pueden trabajar durante días sin
distraerse o durmiendo muy poco. Esto último se vuelve su única arma contra su
baja autoestima y su mejor herramienta para obtener reconocimiento (“ellos no
pueden lo que yo puedo”), así que no dudará en auto exigirse, a pesar del daño
físico y mental que esto le provoque.
El
bloqueo emocional genera una represión que suele desatar un elevado nivel de
estrés, si las represiones se prolongan por demasiado tiempo se presentan
síntomas psicosomáticos, como trastornos de sueño, salpullidos en la piel o
calambres musculares. En el peor de los casos puede incluso desembocar en
ataques de pánico, que se presentan por ciclos cada vez más ajustados,
pronosticando un colapso.
Personalidad
Las
relaciones personales de este paciente se ve fuertemente marcada por una
supuesta falta de apego de su parte, no importa cuánto se le quiera o él llegue
a querer, siempre se sentirá distante, no aceptado. Lamentablemente tendrá
razón, puesto que inconscientemente sabe que no es a él a quien aceptan, sino
al “personaje” que caracteriza para ellos.
Principalmente
sus relaciones se dan como el resultado de un reflejo, ya que este paciente es
de naturaleza antisocial y no busca compañía directamente, pero cuando alguien
se acerca a él, éste reacciona inmediatamente como un espejo de lo que se le
ofrece, siendo el mejor amigo que se pueda tener, debido a sus aptitudes y
disponibilidad. O puede ser el peor enemigo que se pueda imaginar, debido a sus
represiones que los pueden volver muy cruel y testarudo. No obstante olvidará
rápidamente estos lazos si se le deja de lado, ya sea el rencor de un enemigo
distante o amigo poco constante. Ya que los sentimientos arraigados
profundamente en él son otros, relacionados con lazos familiares mucho más
antiguos.
Su
habilidad para entrar en la psiquis de otros lo lleva a conocer y entender de
tal manera a quienes lo rodean que desarrolla un aprecio incondicional por
ellos, le es casi imposible enfadarse con alguno de ellos o culparlos de sus defectos
y errores, incluso si es ofendido o traicionado, ya que entiende sus acciones y
las circunstancias que determinaron su actuar (“sabía que reaccionaría así”).
Notará rápidamente si le mienten, pero disimulará ser engañado si sabe que su
contraparte necesita esconder la verdad. Es extremadamente comprensivo y
finalmente genera un “amor fraternal”, este lo incita a ayudar a sus cercanos,
principalmente a superar sus problemas internos. Será el confidente perfecto a
la hora de una crisis, siempre estará dispuesto a escuchar y aconsejar. Su
habilidad psicoanalítica le será muy útil aquí. No será raro que este paciente
en algunos casos exceda este comportamiento generando situaciones irreales. Es
probable que finja necesitar ayuda y la pida a un amigo que sabe que se siente
menoscabado, demostrándole su importancia. Puede pretender una secreta
admiración por aquella vecina que sufre de baja autoestima por alguna ruptura
amorosa. O puede que se muestre vulnerable y busque apoyo en un familiar que
atraviesa una etapa de inseguridad, solo para reafirmar en éste su auto
confianza. Llega incluso a crear personajes basados en el alter ego de quienes
le rodean para hacerlos encontrar y ver sus necesidades y carencias, o para
ayudarlos a enfrentar alguna represión oculta o miedo no resuelto. La práctica
le ha proporcionado una gran capacidad histriónica para estos casos.
Como
contraparte a su gran calidad humanitaria, este paciente es un hábil
manipulador, aunque rara vez busca obtener ventaja de aquello. Además suele
presentar en los ciclos de auto revelación, más de un arranque de ira,
generalmente dirigido a las personas que lo han rechazado o agredido
anteriormente. Estos ataques de hostilidad son cortos, pero terribles y
certeros, ya que saben perfectamente donde herir. Tras el daño provocado se
presenta una grave sensación de culpa, un arrepentimiento que lo hará dudar a
la hora de manifestar nuevamente su agresividad, empeorando la represión y
haciendo más distante estos ciclos.
A
pesar de su fácil adaptación a cualquier tipo de persona, y de su habilidad
para situarse en un lugar importante dentro de la vida de éstas, no suele tener
pareja, ya que inconscientemente sabe que se convertirán en un espejo de las
necesidades de ésta, ganándose así un papel prolongado y constante que
demandará mucho tiempo y energía, significando un gran desgaste. Este individuo
suele necesitar mucho tiempo para estar solo ya que busca encontrarse a sí
mismo, y constantemente se tiende a sentir agobiado con la compañía de otros,
ya que obstruyen esta búsqueda.
Interacción
Este
paciente nunca dirá lo que piensa ni demostrará lo que siente, tampoco tomará
la iniciativa de una conversación ni tratará de llevar la dirección de la
sesión terapéutica, solo se limitará a responder las preguntas directas,
evitando cualquier comentario que crea que refleje su mundo interno, lo que
hace muy difícil su diagnóstico. Como dato se puede decir que suele evadir el
contacto visual directo, para lo cuál ha desarrollado varias artimañas, como
nunca sentarse frente a su interlocutor, mostrarse distraído o estar pensativo
durante la sesión. Pasa gran parte de su tiempo evadiendo la realidad directa
que le rodea, ya sea leyendo, viendo televisión o sumido en su trabajo.
Ante
este paciente se debe tratar de mantener la imagen del terapeuta como solo un
“ente profesional” durante el mayor tiempo posible para facilitar un análisis
objetivo y certero, ya que eventualmente el paciente logrará “descifrar” al
terapeuta como persona y tenderá a influenciar sus reacciones y respuestas en
función de éste, complicando el análisis con distracciones innecesarias.
Se
debe tener en cuenta que si bien, la habilidad histriónica de estos pacientes
logra ser muy desarrollada debido al tiempo que llevan puliéndola, siempre cuenta
con una base real, la cual es potenciada o exagerada para cumplir con el papel,
no pueden fingir completamente de la nada, por lo que analizando sus personajes
se puede llegar a entender gran parte de su situación emocional interna.
Liberación
Una
vez que el problema es identificado y aceptado, comienza el largo proceso de
rehabilitación, que parte con tener que afrontar sus malas experiencias
vividas, debe de una vez por todas guardar un luto por su dolor. El paciente
tiende a pensar que no es capaz de tolerar la amargura de los sucesos, debido a
lo traumático que resultaron estas experiencias durante su infancia, por lo que
se le debe convencer que ya no es un niño, y que tendrá la fortaleza para
afrontar esas situaciones. Irónicamente, este paciente suele haber desarrollado
una gran fortaleza interna, debido a los años de represión, insatisfacciones y
depresión, pero no están conscientes o convencidos de esto.
El
proceso de rehabilitación, si bien significa alivio, no es nada placentero ni
rápido, la depresión se cambia por un estado de melancolía o pena. Se vuelven a
presentar las emociones, más intensas que nunca, debido al tiempo que llevan
contenidas. No es raro que el paciente tienda a desertar y a querer volver a la
comodidad su estado anterior.
Una
vez superada esta etapa, se encuentra ante una situación de fragmentación
interna. Por un lado tenemos el aspecto racional, muy desarrollado debido a que
fue el dominante durante muchos años, por lo que el individuo presenta una
elevada madurez a nivel laboral o intelectual. Por otro lado el aspecto
emocional no se ha desarrollado completamente, debido a su negación, por lo que
los sentimientos se presentan bruscos, indefinidos y desordenados, en una forma
tan básica y primitiva como cuando se abandonaron en su niñez. El paciente
oscilará entre un estado y otro constantemente, se sentirá incómodo y
desconcertado (“no sé lo que debería sentir”), podrá resolver problemas de alta
complejidad y asumir responsabilidades mayores a las que le corresponden, pero
se agobiará con situaciones normales de la vida cotidiana. Se sentirá
vulnerable y a la deriva hasta encontrar el equilibrio.
Descubrirá
en el camino sus gustos personales, sus aficiones, y seguramente alguna
habilidad propia y no desarrollada por la necesidad. Probablemente reniegue de
su habilidad psicoanalítica y la olvide, o aprenda a utilizarla sin que le
signifique una carga. Comenzará poco a poco a establecer lazos de dependencia
con otras personas o recuperará los perdidos. Finalmente el paciente quedará
liberado para comenzar la búsqueda de su propia identidad, de su verdadero yo.
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