viernes, 11 de abril de 2014

El Voyeurismo

El edificio de la cultura está construido al revés, allí en donde debería intervenir el deseo interviene la razón, y viceversa, el cuerpo de la sociedad moderna está mal diseñado, prevalece el desequilibrio de origen entre el placer y la razón.

¿Conoces a Acteón? Acteón era cazador y también maestro de Aquiles. Un día la diosa Ártemis estaba bañándose desnuda en los bosques cercanos a la ciudad de Orcómeno, cuando por casualidad Acteón pasó por allí y se la encontró. Este se detuvo y se quedó mirándola (sin que ella se diera cuenta), fascinado por su deslumbrante belleza. Como castigo, Ártemis lo transformó en un ciervo por la profanación de ver su desnudez y sus virginales misterios, por no haber respetado su intimidad. Además mandó a los propios sabuesos de Acteón (que eran cincuenta) a que lo mataran. Los sabuesos lo hicieron pedazos y devoraron al ciervo. Habían terminado inconscientemente con la vida de su amo.

Una ventana al placer

Para muchos no es fácil entender que se pueda sentir placer al observar, generalmente a escondidas, a personas desnudas, en vías de estarlo o practicando el acto sexual. Esta afición recibe el nombre voyeurismo. El voyerismo es una parafilia, caracterizada por la contemplación de personas desnudas o realizando algún tipo de actividad sexual con el objetivo de conseguir una excitación sexual. La actividad del voyerista no implica ninguna actividad sexual posterior.

El voyeur suele observar la situación desde lejos, bien mirando por la cerradura de una puerta o por un resquicio o utilizando medios técnicos como un espejo, una cámara, etc. La masturbación acompaña, a menudo, al acto voyeurista pero en otras la sensación será tan intensa que puede llegar al orgasmo espontáneamente con sólo contemplar. El riesgo de ser descubierto actúa, a menudo, como un potenciador de la excitación.

A la tendencia voyeurista se le asocia frecuentemente la tendencia exhibicionista, esto es, disfrutar mostrándose, más o menos abiertamente, semidesnudo o completamente desnudo. Ambas conductas poseen un fuerte componente compulsivo, irrefrenable, mostrando los sujetos aumento de su tasa cardíaca y sudoración ante la aparición de estímulos relacionados con dichas actividades. Estos efectos físicos desaparecen tras la realización del acto voyeurista.

El voyeurismo se da, en mayor medida, en hombres ya que es al hombre al que la cultura da un lugar de privilegio en los roles sexuales. El hombre responde más a la visión y la mujer al tacto por eso son pocas y poco compulsivas las voyeures.

Características

En lo que respecta a los rasgos de personalidad del  voyerista, estos sujetos suelen ser tímidos durante la adolescencia y con cierta dificultad para iniciar o mantener relaciones de pareja. Carentes de agresividad e inseguros, que se excitan al espiar logrando una erección. Tras su acción, se arrepienten, aun y cuando no son descubiertos, pero se declaran ajenos a su voluntad, es decir, alegan en su defensa que hay un impulso interno que los lleva a realizar dicho acto. Y en más del 90% de casos se presenta en hombres en cuya infancia recibieron estricta educación. No son sujetos especialmente propensos a poseer rasgos especialmente patológicos.

Las tendencias en este tipo de parafílico se gestan en los primeros 18 meses de vida,  en psicología, se forma en el cerebro el llamado “mapa del amor” o "universo imaginario erótico"pero se consolidan entre los 5 y 8 años, cuando en el cerebro se conforma el sentido del pudor, sin embargo, es entre 20 y 40 años cuando se harán evidentes sus rasgos.

Es importante reiterar que contra lo que se suele creer, el voyeurista suele no recurrir a agresiones o amenazas y prefiere fisgonear a violar o abusar sexualmente.

Aunque el voyeur compulsivo suele ser joven, esta conducta puede darse también en hombres mayores. No sólo solitarios, sino impotentes casados que, ya que no pueden actuar, se solazan mirando. “Así, defiende, voyeurista también es la actitud del hombre mayor casado con una mujer mucho más joven que él. Su disfrute es más bien ocular”.

Causas

Estudios al respecto señalan que un adulto con este problema revela que en su niñez y pubertad recibió estímulos visuales, auditivos o táctiles, que por razones variadas adquirieron particular significado para él o ella. Por ejemplo, en algunos casos su origen puede relacionarse con abuso sexual infantil, o con la prohibición cruel y reiterada para manifestar su curiosidad infantil en torno a temas sexuales. Particularmente, el inicio del voyeurismo está asociado a la excitación sexual tras la observación, tal vez casual, de una desnudo o una pareja, tratándose en muy alto porcentaje de los padres.

Las prohibiciones y castigos constantes, ante la curiosidad natural del niño de saber y descubrir, de ver, de mirar y observar las relaciones afectivas y sensuales entre adultos, o que el niño se toque los órganos sexuales, provocan la necesidad y el deseo de mirar y de ver, desarrollando de adulto en el caso de algunas personalidades más sensibles, este tipo de parafília.

En algunas culturas el voyeurismo se considera una perversión y varios países lo han clasificado como un delito sexual. Recuerda que una parafilia puede considerarse algo negativo, cuando produce daños a terceros o a nosotros mismos cuando tiene un carácter desmesurado u obsesivo.

Tratamiento

El voyeur difícilmente acude por propia voluntad a resolver su problema, generalmente es obligado por un familiar o, incluso, por orden de un juez. La terapia en quienes suelen vivir episodios esporádicos no va más allá de sesiones individuales o en grupo, pero en quienes lo manifiestan como rasgo de conductas compulsivas que ponen en riesgo su integridad física y las de otros, se prescribe medicación, son tratados con antipsicóticos, antiandrogénicos y antidepresivos. Y psicoterapia. 

Conclusión

Mirar es bello y es un placer, pero el exceso de placer lleva al abuso, a la desviación, la perversión, la parafilia, la enfermedad llega cuando los ojos dejan de enriquecer la actividad sexual para convertirse en una limitación y cuando el mirar se erige en fin y no en medio, negando otros fines, como la penetración.

Al verdadero mirón lo que le excita es el riesgo, el estar de incógnito, saberse dueño de un universo sólo habitado por él y por la víctima incauta. Una víctima a la que, en lo más profundo, odia y a la que nunca llegará a tocar y que no corre mayor peligro que el de ser vista, porque el voyeur es un tímido empedernido, las más de las veces acomplejado, que jamás desea llegar al coito, ni siquiera al habla.

En general los voyeuristas sufren un importante sentimiento de culpa, teniendo una sexualidad disfuncional. A diferencia de los “mirones” y las “mironas” que reaccionan ante cualquier estímulo erótico y gozan de una vida sexual satisfactoria, las personas voyeurs tienen dificultades para identificar y expresar sus necesidades, debido a su inmadurez psíquica. En el caso de que tengan pareja, esta puede sufrir las consecuencias de compartir una sexualidad problemática y enfermiza.

El voyerismo o escoptofilia, es una desviación problemática, porque determina y perturba las relaciones sociales, laborales y afectivas del que la padece.


Si se juntan un voyerista y un exhibicionista se podría decir que está  hecho el uno para le otro

miércoles, 9 de abril de 2014

Crisis de la Mediana Edad

El término crisis de la mediana edad o crisis de los 40 se usa para describir un período de cuestionamiento personal, que comúnmente ocurren al alcanzar la mitad de la edad que se tiene como expectativa de vida.

Alrededor de los 40-50 años, suelen ser también frecuentes. Puede ocurrirle a uno o a ambos miembros de la pareja. Se trata de una edad en la que se suele hacer balance de lo que uno ha hecho en la vida, y en ocasiones no resulta agradable lo que se ve desde esa perspectiva. La persona siente que ha pasado la etapa de su juventud y la entrada a la madurez. En ocasiones, las transiciones que se experimentan en estos años, como el envejecimiento en general, la menopausia, el fallecimiento de los padres o el abandono del hogar por parte de los hijos pueden, por sí solas, disparar tal crisis. El resultado puede reflejarse en el deseo de hacer cambios significativos en aspectos clave de la vida diaria o situación, tales como la carrera, el matrimonio o las relaciones románticas.

En cualquier caso, no es una enfermedad; sino una fase de transición personal, que se puede vivir con mayor o menor intensidad.

En las generaciones actuales, que no en las más jóvenes, para los hombres de esta edad suele vivirse como un gran fracaso el no haber alcanzado los objetivos profesionales que incluyen aspectos laborales, económicos y sociales que se habían propuesto. A veces este fracaso no se ve compensado ni siquiera por una pareja duradera y estable, o una familia sin problemas. El malestar es tan profundo que puede llevar, si no se pone freno, a situaciones verdaderamente irracionales, como gritos, voces y malhumor a destiempo, que poco contribuyen a que mejore la situación laboral y terminan con el reducto de equilibrio familiar.

Las mujeres de esta generación suelen vivir como un fracaso lo relacionado con su vida afectiva, o los problemas que puedan tener con los hijos. En ambos casos, la situación externa suele ir acompañada de pensamientos e interpretaciones irracionales que suponen un distanciamiento excesivo de la realidad, de manera que impiden una valoración objetiva de los aspectos positivos que uno ha logrado o disfruta en su vida, que podrían muy bien contrarrestar o equilibrar la situación de crisis. Una pequeña parada serviría para rediseñar o reorientar la propia vida y dejar atrás el fantasma del derrotismo o el dolor.

Las personas que experimentan una crisis de la mediana edad presentan una o más de las siguientes tendencias:
  • búsqueda de un sueño o meta indefinido
  • un profundo remordimiento por las metas no alcanzadas
  • deseo de lograr la sensación de juventud
  • necesidad de pasar más tiempo solo o con ciertas compañías 

Se ha señalado también que pueden exhibir algunos de estos comportamientos:
  • abuso en el consumo de alcohol
  • consumismo o adquisición de artículos caros o extraños, como prendas de vestir, autos deportivos, joyas, motocicletas, aparatos electrónicos, teléfonos costosos, tatuajes, etc.
  • demasiada atención a su apariencia física

El enfoque que cada persona le de a este período de crisis podrá resultar positivo o no de acuerdo a los cambios que decida realizar sobre sí mismo. El solo hecho de realizar una auto-evaluación de todo lo vivido hasta el momento no tiene porqué ser algo preocupante, de hecho, tal vez sería sano realizarlo en las distintas edades y etapas de la vida.

Se cree que por el tipo de personalidad y tener un historial de crisis psicológicas anteriores predispone a algunas personas a experimentar esta "tradicional" crisis de la mediana edad.

Conclusión

Al llegar a los 40, nos acercamos al punto medio de la vida. Sentimos con inquietud que hemos llegado al final del crecimiento y al inicio del envejecimiento. Miramos hacia atrás y sentimos la fuerza y vitalidad de la juventud y ¿qué vemos hacia delante? Un camino con pocas posibilidades y todas conocidas y gastadas.

La mayoría de los hombres en la crisis de la mediana edad no enfocan su miedo en una idea específica, sino que se sienten en unas vidas vacías y aburridas. En realidad tienen dos grandes miedos: miedo a la vida y miedo a la muerte.


Hay que sentir que la madurez va a ser la etapa más intensa de sus vidas y que tienen los recursos para reinventarse. Comprobarán que la mediana edad está repleta de oportunidades en todos los campos vitales en que se enfoquen: trabajo, sexo, amor, aventura, experiencia, sabiduría, espiritualidad. Y descubrirán la clave para vivir intensamente este periodo: conservar y potenciar lo juvenil que hay en ellos y al mismo tiempo, aceptar el paso del tiempo y la vejez.