“Un 40-45% de mujeres embarazadas presenta sintomatología ansiosa elevada”
La ansiedad perinatal es una circunstancia que afecta a más mujeres de lo que parece. La maternidad significa un cambio muy importante en la vida de la mujer. Un cambio que no se puede controlar. Hoy hablamos de como la ansiedad se puede volver patológica y tener consecuencias negativas a todos los niveles.
La ansiedad es una
reacción normal al estrés por enfrentarnos a una situación difícil, novedosa.
Así que la ansiedad en el embarazo entraría dentro de lo normal porque es una
situación nueva y difícil que genera cierta inquietud o tensión.
ansiedad perinatal más
patológica es aquella que se siente de una forma más intensa y que dificulta el
embarazo, es decir, el proceso psicológico y social de la embarazada o de la
madre reciente. Estas preocupaciones o miedos, que en un principio pueden ser
normales, son preocupantes cuando dificultan la vida de la mujer, hacen que
restrinja salidas, la paraliza, le afecta a la tensión y puede afectar incluso
al feto.
Estas preocupaciones o
miedos, que en un principio pueden ser normales, son preocupantes cuando
dificultan la vida de la mujer, hacen que restrinja salidas, la paraliza, le
afecta a la tensión y puede afectar incluso al feto.
Diversos estudios que
hablan de la salud mental de las mujeres en época perinatal y dan unas cifras
de en torno a un 40-45% de de mujeres con una sintomatología ansiosa elevada.
Dentro de la ansiedad clínica se puede hablar de diferentes tipos de
trastornos. Desde la ansiedad generalizada a trastornos obsesivos compulsivos o
trastornos de estrés post-traumático.
De todos ellos, el que
más prevalencia tiene es el trastorno de ansiedad generalizada. Las cifras
rondan el 8-8,5%. El trastorno obsesivo compulsivo está en torno al 2%, según
diferentes estudios. Así que no hablamos de algo inocuo o sin importancia. Es
algo que afecta con gran impacto en las mujeres en etapa perinatal.
Si nos atenemos a la
definición de ansiedad como una respuesta del organismo ante una situación de
estrés o novedosa, la mayoría de mujeres con otros hijos/as ya saben de qué va
tener un bebé, qué se puede esperar. En esos casos, es probable que si la
ansiedad ha sido muy intensa en el primer embarazo, seguramente habrá buscado
solución, ayuda (aunque sea farmacológica) y eso la permita encarar con más
seguridad los embarazos posteriores. Por lo general, suele haber una dificultad
en el manejo de la ansiedad previo a la gestación. Con el embarazo y la
transición a la maternidad se ve agudizada esa sensación por la falta de
control sobre todo lo que tiene que ver con la gestación y la primera crianza.
Suelen ser personas que, antes de enfrentarse a la maternidad, ya tiene
elementos de hipervigilancia, miedos y dificultades para afrontar cualquier
novedad. Obviamente los cambios hormonales también influyen. A
nivel social, hay factores implicados: si hay falta de apoyo, si hay poca
implicación por parte de la pareja, si es un embarazo de riesgo o con
dificultades, la hipertensión previa… Cualquier elemento que provoque inseguridad
y falta de control aumenta la ansiedad perinatal. Por
otro lado, incluye las experiencias personales, como una pérdida reciente o la
muerte de un familiar cercano. Si se prevé un parto múltiple o se ha producido
uno traumático. La ansiedad se ve influenciada por otros factores como el
temperamento, la fisiología del proceso que se vive, los cambios hormonales y
todos los acontecimientos de su entorno.
El exceso de ansiedad
provoca la secreción de diversas hormonas, desde la adrenalina, catecolamina y
otras. Estas pueden influir en el aporte de oxígeno o nutrientes al feto.
Algunas de las consecuencias pueden ser preeclampsia, hipertensión, bajo peso,
desarrollo más lento y diversas variaciones en el crecimiento y alteraciones en
el desarrollo de un futuro bebé.
Y en la madre se puede
dar un bucle, una especie de efecto rebote. “Como estoy más nerviosa, pienso
que le va a afectar más al bebé, y me pongo más nerviosa aún”. Y se entra en un
bucle que se retroalimenta a sí mismo, afectando a la autoestima de la mujer
que se siente que no vale suficiente, que no puede ser madre… En definitiva,
afecta a su propia visión como mujer y madre. Por la propia
naturaleza de la ansiedad, que focaliza la atención en problemas,
preocupaciones y miedos; esa hipervigilancia es de por sí agotadora. Así que
puede desencadenar cansancio, somnolencia, temblores, taquicardia, problemas
para conciliar el sueño, respiración acelerada… En algunos casos, puede llevar
a una mujer a recurrir a otras maneras de calmar esa ansiedad que sean
negativas. Puede recurrir a consumir sustancias que puede pensar que no son
dañina para el feto, pero sí lo son (infusiones, alcohol o incluso drogas).
Esa ansiedad perinatal
también puede ir acompañada de sintomatología depresiva que la lleve a no
confiar en sí misma y provoque pensamientos negativos sobre su valía. Las
consecuencias en el bebé se suelen atribuir al efecto neurotóxico del cortisol
materno, que es una de las hormonas implicadas en el estrés. Esta hormona es
capaz de penetrar la placenta. Hay estudios que refieren cambios epigenéticos
provocados por el cortisol. Puede provocar prematuridad y se ha
visto que una ansiedad perinatal aumenta la probabilidad de parto prematuro e
incluso se habla de malformaciones congénitas relacionadas con situaciones
vitales estresantes de la madre en el embarazo. Por ejemplo, se ha visto que el
riesgo de que el bebé tenga labio leporino es ocho veces mayor en mujeres con
ansiedad en el embarazo.
Los síntomas de la
ansiedad perinatal pueden variar de una mujer a otra. Para poderlo detectar se
necesitan profesionales que se relacionen con estas mujeres en el momento
perinatal, que estén entrenados en identificar los posibles síntomas. Y que
pregunten no solo por el desarrollo fisiológico, sino también por la salud mental
de la mujer.
Esos síntomas a preguntar
y a tener en cuenta por la propia mujer son diversos. Van desde un agotamiento
extremo (más allá de lo atribuible a un embarazo), temor paralizante, tristeza
o llanto excesivo, incapacidad de reír o disfrutar, sentimientos de
desesperanza o impotencia, cambios en el estado de ánimo, palpitaciones. Y a
nivel mental, frecuencia de pensamientos obsesivos sobre que va a ir mal o que
si hace cualquier actividad va a dañar al bebé. Y cierta dificultad a la hora
de manejar el miedo al parto.
El embarazo, el parto y
la crianza de por sí son asuntos impactantes en la vida de una mujer. Y solo
por eso habría que tenerlo en cuenta y hacer que esa transición fuera lo más
llevadero posible para la mujer; ayudándola y acompañándola en todo. Es un
momento de gran vulnerabilidad para ella porque supone someterse a un cambio
corporal, fisiológico, psicológico importante. Si una mujer ya ha tenido
problemas de ansiedad antes, es importante que el entorno esté pendiente y la
ayude a manejar estos momentos calmándola. Pero no de una forma simple, en plan
“no te ponga nerviosa” porque eso puede provocar un efecto rebote.
Hay que calmarla en el
sentido de no añadir más estrés ni más preocupaciones a las ya propias de la
gestación. Y no compararla con otras madres o mujeres. Siempre podemos animarla
a buscar ayuda profesional en lugar de minimizar sus miedos o infantilizarla.
Porque el miedo que ella siente es real. Las preocupaciones que tiene son
reales para ella y de nada o de poco le va a servir que le digamos frases o
lugares comunes de que “todo va ir bien”, que “no va a pasar nada” o el “no
seas tonta”. Es mejor acompañarla diciéndole “siento tu miedo”,
“veo que estás desbordada”, “me gustaría ayudarte, darte el teléfono de un
profesional”, “no tienes por qué pasar esto sola”. En esa línea es en la que
hay que ayudarle.
El tratamiento iría
enfocado a reducir los factores de estrés, como cualquier otro trastorno de
ansiedad. Es necesario aprender a identificar y tratar a tiempo cualquier
síntoma que pueda aparecer por la ansiedad perinatal. Se
suele usar la psicoterapia, sobre todo enfocada a la relajación, y el
tratamiento cognitivo conductual, con el objetivo de reestructurar los
pensamientos muchas veces catastrofistas que la acompañan e ir exponiéndola poco
a poco a las circunstancias estresantes. Es importante que sepa que no es algo
que le pasa solo a ella; sino que ese pensamiento, que esos temores y
sensaciones los tienen otras muchas mujeres y que lo logran resolver. Que no es
que haya algo raro o malo en ella, sino que hay circunstancias que lo han
desencadenado. Como todo problema, cuanto antes se detecte, antes se puede
poner tratamiento y vías de solución. Y la ansiedad perinatal no es ajena a
este precepto. Cuanto antes se pueda tratar, antes se podrá encarar con más
calma, más tranquilidad y más fortaleza el parto que es el momento que genera
más incertidumbre. Trabajarlo previamente ayuda a enfrentar ese momento y el
posparto con más seguridad y flexibilidad.
Es importante que la
salud mental de la madre y la gestante se tenga en cuenta también en los
controles perinatales. Que se indague por el malestar psicológico y emocional
que puede estar sufriendo una madre. Desafortunadamente, no
todos los profesionales relacionados con el entorno perinatal son sensibles a
todo esto. No se suelen incluir preguntas sobre el malestar emocional de la
madre. Eso dificulta en gran manera la detección precoz y el tratamiento más
adecuado para todo esto. Por eso aprovecho desde aquí para concienciar
un poco a los profesionales de la salud a que se interesen por las madres. Que
no paren de preguntar sobre cómo se sienten, cómo están, qué preocupaciones
tienen, etc. Estoy convencida de que eso apoyaría muchísimo a las madres y sus
hijos.
Autor/a Carmen Márquez