En la antigüedad la depresión era tratada por
brujos, magos, por sacerdotes, por medio de conjuros, brebajes, pócimas,
limpias y cambios de ambientes, ya que se consideraba que las personas que
padecían de la “locura melancólica” (entre sus tantos nombres) era provocada
por algún hechizo de alguien que le tenía odio al afectado. Se le llamó de
muchas formas, pero Galeno atinó ponerle el nombre de melancolía, atribuyéndole
este término apoyándose en la filosofía e inclinándose por los tipos de fluidos
que expedía cada persona de acuerdo a su personalidad, como si fuera una
condición natural estar deprimido todo el tiempo o la mayor parte de él.
Un factor de
riesgo es aquello que incrementa su probabilidad de contraer una enfermedad
o condición.
Es posible desarrollar depresión con o sin los
factores de riesgo, sin embargo, mientras más factores de riesgo tengan, será
mayor su probabilidad de desarrollar depresión. Si usted tiene numerosos
factores de riesgo, pregunte a su profesional en el cuidado de la salud lo que
puede hacer para reducir su riesgo. Su riesgo de depresión podría estar relacionado
con una combinación de factores genéticos, físicos, psicológicos y del entorno.
Éstos incluyen:
Historial
Familiar de Enfermedad Mental: Las personas con un historial familiar de trastornos
depresivos tienden a estar en mayor riesgo de desarrollar depresión. A veces la
depresión es hereditaria, lo que significa que se transmite de padres a hijos.
Si uno de sus padres o un hermano tienen depresión, es posible que usted tenga
mayor riesgo de tener depresión.
Trastornos
Físicos o Mentales Crónicos: Antecedentes
psiquiátricos en la familia, sobre todo
depresiones y alcoholismo, constituye un factor de vulnerabilidad para padecer depresiones. En años recientes,
investigadores han encontrado que los cambios físicos en el cuerpo pueden estar
acompañados por cambios mentales. Enfermedades médicas como apoplejía, ataque cardíaco cáncer, VIH/SIDA, mal de parkinson, y trastornos hormonales pueden
incrementar el riesgo de depresión. Se sabe que el dolor crónico está asociado
con la depresión.
Un historial de uno o más episodios previos de
depresión incrementa considerablemente el riesgo de un episodio posterior.
Cambios Mayores
en la Vida y Estrés: Un cambio estresante en la vida puede desencadenar
un episodio depresivo. Tales eventos estresantes pueden incluir una pérdida
grave, una relación difícil, trauma, o problemas financieros. Personas rodeadas
de unas condiciones ambientales desfavorables y situaciones estresantes.
Poco o Nulo
Apoyo Social: La familia y los amigos juegan un papel importante
en el desarrollo del niño y adolescente. El colegio les supone un tercer mundo
social diferente, que puede influir de manera positiva o negativa en los
problemas emocionales y conductuales.
Tener pocas relaciones o que éstas no sean de apoyo
puede incrementar el riesgo de depresión tanto en hombres como en mujeres. Sin
embargo, se ha encontrado que los índices de depresión son más altos en mujeres
que están en casa con niños pequeños, y aquellas personas que se describen a sí
mismas como aisladas, en comparación con mujeres que trabajan o que tienen una
red social de apoyo. En muchos casos, se ha descubierto que las redes sociales
restringidas preceden el inicio de la depresión. Comúnmente son personas con
escasos recursos para relacionarse con los demás, especialmente con su pareja
(mal pronóstico).
Factores
Psicológicos: Diferentes factores psicológicos, entre ellos
atributos personales, neurosis y distorsiones cognitivas, han sido propuestos
como posibles causas o contribuyentes de un estado depresivo.
Una amplia
variedad de factores de estrés social colaboran con el desarrollo de trastornos
depresivos. Entre ellos, eventos de estrés a lo largo de la vida, duelo por
perdida de un familiar, estrés crónico y bajo estatus socioeconómico. El estado marital se
encuentra íntimamente asociado al inicio y prevalencia de la depresión, aunque
no influye en el éxito del tratamiento de la misma. Individuos casados o
solteros presentan un riesgo de depresión disminuido en comparación de
divorciados, separados o viudos. La separación y el divorcio incrementan la
probabilidad de aparición del primer episodio depresivo. La existencia de un
trauma temprano también predice un mayor riesgo de trastornos depresivos en la
adultez. Varios estudios demostraron que niños abusados física o sexualmente
presentan mayor probabilidad de aparición de aflicciones psiquiátricas, entre
ellas depresión. Eventos adversos ocurridos en la niñez se asocian, además, con
depresión de inicio temprano.
Las personas con baja auto-estima, quienes
constantemente se ven a sí mismas y al mundo con pesimismo, o que se agobian
fácilmente por el estrés, podrían ser propensas a la depresión.
Otros factores psicológicos, como el perfeccionismo
y la sensibilidad a la pérdida o rechazo, podrían incrementar el riesgo de una
persona para depresión. La depresión también es más común en personas con
trastornos de ansiedad crónica y trastornos de personalidad limítrofe y
evitante. Ej. Desordenes de personalidad, neocriticismo, distorsiones
cognitivas, abuso físico o sexual en la niñez.
Rasgos de la
personalidad: mala capacidad de adaptación, baja
tolerancia a la frustración, el pesimismo, la falta de confianza (autoestima
baja), la actitud hipercrítica y la
pasividad. Los rasgos neuróticos de la personalidad se asocian con una mayor
incidencia de casos y recaídas de depresión mayor.
Los
medicamentos, las drogas o el alcohol.
Tomar determinados medicamentos, abusar de las drogas o del alcohol, o tener
otras enfermedades también pueden provocar depresión.
Bajo Estatus
Socioeconómico: Estar en un grupo socioeconómico bajo es un factor
de riesgo para depresión. Esto puede ser a causa de factores como bajo estatus
social percibido, factores culturales, problemas financieros, entornos
estresantes, aislamiento social, y mayor estrés diario.
Sexo Femenino: Por cada
hombre deprimido hay 3 mujeres con depresión. Las mujeres experimentan
depresión con una frecuencia aproximadamente dos veces mayor a la de los
hombres. Los factores hormonales podrían contribuir al índice incrementado de
depresión en mujeres, particularmente factores como cambios premenstruales,
embarazo, aborto espontáneo, periodo postparto, premenopausia, y menopausia.
Muchas mujeres se enfrentan a estresantes adicionales, como responsabilidades
en el trabajo y en el hogar, maternidad sola, y cuidar hijos y padres que
envejecen. El posparto y el periodo
premenstrual son épocas de más alto riesgos.
Edad: Cualquier edad. Desde bebés de meses a la denominada
4º edad (muy ancianos). El riesgo de padecer depresión aumenta con la edad, hay
dos periodos críticos: entre 35 y los 45 años, y a partir de los 60. Los
ancianos tienen riesgo particularmente más alto de depresión. Además, a ellos
notablemente no se les trata adecuadamente para la depresión. La depresión es
un trastorno a cualquier edad y merece tratamiento serio.
Nutrición: deficitaria
y abuso de alimentos procesados.
Conclusión
Ahora cualquier momento de tristeza se considera
estar en depresión, cuántas veces hemos escuchado a nuestros amigos, familiares
o hasta a personas desconocidas comentar que están deprimidos o que se
encuentran en “la depre”, siendo los adolescentes los que utilizan más esta
frase, sin considerar que para diagnosticar una depresión se necesita que el
individuo cumpla con varios puntos, la tristeza es una emoción que no es de
gran intensidad como la depresión y no cumple con todas estas las
características, sin embargo, de no ser tratada sí puede pasar al siguiente
nivel.
Así que sabemos que a lo largo de la vida existen
situaciones donde parece que el cielo se cierra con nubes oscuras y no permiten
ver más allá, la tristeza recurrente que llena la sociedad se está viendo como
algo natural, “déjalo está deprimido… ya se le pasará”, sin tomar en
consideración que las personas que están en esta situación están en un proceso
donde su calidad de vida se va deteriorando, al principio solo se aíslan de vez
en cuando, comen menos o pueden comer más, la diferencia en su peso es
evidente, la pérdida de interés en cosas que antes no podía dejar de hacer es
visible, la tristeza profunda, el pesimismo, aumento de cansancio, dormir menos
o más, ahora la situación va más en decaída de cómo estaba en un principio, no
sale, no se baña, no contesta, pensamientos suicidas pueden aquejar su mente,
darse cuenta que no solo es un momento de tristeza sino una depresión profunda
y pedir ayuda va más allá de sus posibilidades y de sus fuerzas que ha ido
perdiendo a lo largo de varios meses.
Además de tener unos efectos devastadores sobre
nuestra vida emocional, sobre nuestros pensamientos y sobre la capacidad para
disfrutar la vida, la depresión puede afectar numerosas funciones de nuestro
organismo. La depresión no es meramente un estado de ánimo sino que en las
personas deprimidas se producen cambios hormonales e inmunológicos que pueden
resultar sumamente dañinos. En realidad podemos decir que la depresión es una
enfermedad que afecta a la totalidad de nuestro ser.
La mujer deprimida percibe a menudo fuertes
sentimientos de aversión hacia sí misma; se siente inútil y culpable de sus
insuficiencias. Pueden comenzar a producirse ataques de llanto, pérdida de peso
e insomnio. La comida no sabe bien, el sexo no resulta excitante y se pierde
todo el interés por la gente afectivamente ligada a ella. Esta mujer deprimida
puede empezar a tener deseos suicidas. A medida que sus intenciones se hacen
más serias, las ideas esporádicas se convierten en deseos; preparará incluso un
plan y lo pondrá en práctica. Hay pocos trastornos psicológicos que sean tan
debilitadores y ninguno que produzca tanto sufrimiento como la depresión grave.
Los adolescentes que sufren depresión leve tienen un
alto riesgo de desarrollar problemas mentales más tarde en su vida, la
ansiedad, la depresión severa y los trastornos alimenticios eran mucho más
comunes entre los adultos que habían tenido una depresión leve durante la
adolescencia.
Existen diferentes tipos de depresiones pero
concuerdan en las características principales, no todas las depresiones son
iguales, puede diferir en tiempos, presentaciones y combinaciones con otros
trastornos. Se presenta tanto en niños caracterizado con una irritabilidad
evidente, en adolescentes, hombres, mujeres en un mayor porcentaje, en los
adultos mayores, en fin, cualquiera que sea la presentación, ésta representa un
foco rojo en la vida de la persona, que no dimensiona en ocasiones la decaída,
las que se encuentran alrededor son las que pueden colaborar en la recuperación
o simplemente ayudarlo a pedir ayuda a
un profesional.
Si tenemos la sospecha de que alguno de los nuestros
familiares, amigos, personas cercanas a
nosotros está pasando por un momento difícil, mantener los ojos abiertos y la
escucha activa puede salvar vidas. Nadie ve desde el problema la magnitud de
él, por lo tanto, nosotros como sociedad tenemos, más que la obligación, y como profesionista el deber ético-moral de
velar por la salud mental de los pacientes.