Consideraciones
En su mayoría, los
estudios psicoanalíticos encaminados a la comprensión de las manifestaciones
adictivas se han centrado en encontrar los mecanismos psíquicos subyacentes a
la conducta adictiva, así como también en la comprensión psicodinámica de la
personalidad adicta, lo cual ha dado lugar a verdaderas tipologías o “retratos
de adictos”, que sólo han conseguido reducir el aporte freudiano a
descripciones fenomenológicas y clasificaciones estereotipadas.
Mucho se ha hablado ya
de las complicaciones técnicas derivadas de la aplicación del método
psicoanalítico al tratamiento de los pacientes adictos, razón por la cual el
presente trabajo no pretende continuar con esa polémica, sobre todo sabiendo
que el tratamiento de las adicciones se ha transformado en un campo de batalla
de las diferentes corrientes de pensamiento de psicología y psicopatología, que
han venido disputándose la primacía de los procedimientos técnicos más
apropiados para abordar los cuadros adictivos.
La mayor parte de la
literatura psicoanalítica disponible sobre alcoholismo se centra en el hecho de
que los adictos al alcohol consumen con el fin de sedar la angustia de
castración, así como para aliviar los sentimientos de culpa, alcanzar una
sensación de poder que les permita vencer un sentimiento de inferioridad,
aumentar la estima personal y elevar el estado de ánimo, para neutralizar la
función superyoica o para dirigir hacia sí mismos sus tendencias destructivas.
Suele
decirse que el alcohólico es un individuo pasivo-dependiente, esto es, de
carácter oral, a consecuencia de lo cual el alcoholismo no sería más que la no
superación de una etapa del desarrollo psicosexual.
El alcoholismo es una
relación que se establece con una sustancia inanimada a partir de una transformación de un vínculo objetal. El
paciente Alcohólico intenta prescindir del vínculo amoroso con el objeto para
abolir los factores que pueden conducirlo a la dependencia, mediante la fantasía
de que el amor del objeto puede ser sustituido por la euforia y fenómenos sensoriales
que produce la droga. Sin embargo, el resultado alcanzado es precisamente el
opuesto, ya que mediante las perturbaciones emocionales que genera el objeto,
la relación de dependencia resulta incrementada.
Sobre la patología de
la adicción Lacan establece una
diferencia entre objeto de la necesidad y el deseo, y considera que la relación
del objeto ligada a la experiencia intersubjetiva, no se satura en el registro
de la satisfacción de las necesidades. En relación a este concepto, la observación
de los mecanismos del yo que intervienen en la adicción permite establecer una reconstrucción
de la fantasía inconsciente que interviene en esta patología, mediante la cual
se intenta prescindir del vínculo amoroso por el objeto. Mediante esa fantasía
se sostiene la creencia que el desarrollo libidinal, ha podido establecerse de
toda otra condición de que el objeto que no fuera la satisfacción de las
necesidades primarias. Por otra parte se niega también que la satisfacción como la gratificación libidinal
proviene de la madre en tu totalidad y son atribuidas solamente al pecho,
estableciendo así otro nivel de incisión, que consiste en la separación del objeto
parcial, pecho, y el objeto total que lo contiene. De este modo, la madre
resulta sustituible por el pecho como entidad independiente: el biberón aislado
de quien lo suministra o el recipiente que contiene las bebidas alcohólicas.
El
objeto es reconocido tan solo en lo que respeta sus funciones nutricias, en
tanto es adecuado para satisfacer una
necesidad primaria. Pero la satisfacción es aislada de los aspectos de ternura,
amor y sensualidad que constituyen la experiencia amorosa con la madre en el
acto de amamantamiento y a su vez es vivenciada como intoxicante.
Fenichel ha señalado en los adictos que “Los objetos
no son para ellos otra cosa que proveedores de suministros”.
Un rasgo llamativo y
característico de los alcohólicos es la pasividad y el carácter oral de la
misma. Sin embargo, dicha pasividad es sólo aparente, en tanto el paciente alcohólico
se encuentra en estado de actuación permanente y utiliza el beber con distintos
significados inconscientes que están, de alguna manera, destinados a producir
determinados efectos emocionales en las relaciones con los objetos. De este
modo, el uso de la ingesta alcohólica en la interrelación con los objetos con una
finalidad proyectiva es uno de los factores que determinan la fijación a la
adicción. En realidad, en ciertos casos, la adicción persiste como tal porque
es el instrumento privilegiado para incidir sobre el objeto con el cual ha sido
establecida la verdadera fijación.
Abraham examinó
las relaciones psicológicas entre la sexualidad y el alcoholismo. El autor
sugiere que el alcohol, al suprimir inhibiciones, incrementa la actividad
sexual, no solamente de tipo normal sino también perverso, tal como el incesto,
la homosexualidad, la escoptofilia y el exhibicionismo. Destaca que las
perversiones como el sadismo y el masoquismo se hacen tan manifiestas que
muchos crímenes brutales se perpetran en estados de intoxicación alcohólica. Al
referirse al alcoholismo como evasión dice que el alcoholista utiliza el
alcohol como medio para obtener placer sin problemas. Renuncia a las mujeres y
abraza la bebida. Luego proyecta sus sentimientos de culpa sobre su esposa y la
acusa de serle infiel. Abraham considera que la disminución de la potencia es
causa principal de los celos del alcoholista. En su artículo "La primera
etapa pregenital de la libido" Abraham destaca la importancia en
todas las adicciones del deseo oral insaciable. Observó a pacientes que sufrían
de alimentación compulsiva y excesiva y notó que si sus deseos no eran
satisfechos sufrían una tortura similar a la de los "morfinómanos y a la
de muchos dipsómanos". En el mismo artículo examina la adicción a los
medicamentos y dice que el neurótico deprimido o excitado es a menudo
favorablemente influido, aunque sea en forma pasajera, por el solo hecho de ingerir
medicamentos aunque ellos no posean una acción sedante. Es interesante señalar
que Abraham destacó sólo el factor oral de las adicciones sin vincularlas a los
estados maníaco-depresivos.
Ferenczi contribuye a la psicopatología del alcoholismo con la descripción de un caso de
paranoia alcohólica con delirios de celos. Piensa que entre los deseos
heterosexuales conscientes y los deseos homosexuales inconscientes del paciente
había un conflicto insoluble, pero sugiere que en este caso el alcohol sólo
desempeñó el papel de agente destructor de la sublimación. Señalaba que el
alcoholismo no es la causa de la neurosis, sino su consecuencia. El alcoholismo
tanto individual como social sólo puede curarse con la ayuda del psicoanálisis,
que revela las causas de la huida hacia el narcotismo y las neutraliza.
Juliusburger realizó
varias contribuciones a la psicología del alcoholismo: destaca la
importancia de los impulsos homosexuales inconscientes en la dipsomanía,
combinada con una tendencia al autoerotismo y a la masturbación. Considera a la homosexualidad inconsciente sólo como uno de los factores del
alcoholismo. Examina las tendencias sádicas de los homosexuales a menudo
observables en quienes sufren de delirios celotípicos, y cree que el deseo de
intoxicarse responde al deseo de perder totalmente la conciencia individual,
subrayando la tendencia al suicidio.
Pierce Clark pone el acento en la importancia de las regresiones profundas en el
alcoholismo, tales como las primitivas
identificaciones con la madre combinadas con un intenso amor a sí mismo
(narcisismo).
Kielholz realizó muchos
aportes a la psicopatología del alcoholismo y la psicosis alcohólica (delirium
tremens). Considera al alcoholismo como una neurosis narcisista relacionada con
la psicosis maníaco-depresiva.
Rádo realizó una
cantidad importante de contribuciones acerca del problema de la drogadicción.
En 1926 destacó la predisposición a la adicción sugiriendo que "algunas
manifestaciones del erotismo oral están siempre presentes en forma marcada,
incluso en aquellos casos de toxicomanía en los que la droga no es ingerida por
vía oral". Piensa que el "orgasmo alimenticio" experimentado primeramente
por el lactante en el pecho es revivido en la adicción a las drogas, y la
excitación sexual perteneciente a las fantasías de la situación edípica se
descarga no por medio del onanismo sino a través del orgasmo alimenticio. El
sugiere que en la drogadicción crónica "toda la personalidad mental
representa un aparato de placer autoerótico.
Simmel realizó numerosas contribuciones a la psicopatología y al
tratamiento de la drogadicción y el alcoholismo. En 1928, al examinar la
drogadicción, sugiere que los adictos sufren de neurosis narcisistas
(enfermedad maníaco-depresiva) que evitan utilizando mecanismos de la neurosis
obsesiva. El cree que el efecto de la droga se focaliza en el superyó. También
tiene en cuenta la importancia del sadismo en la drogadicción y piensa que, por
causa de los impulsos asesinos y de la necesidad de autocastigo el tratamiento
del drogadicto está plagado de peligros, en particular el suicidio. Intenta
clarificar la relación de la drogadicción con la enfermedad física, la neurosis
obsesiva, los estados maníaco-depresivos y la perversión. Por ejemplo, vincula
la drogadicción con los ritos obsesivos y la masturbación y sugiere que el
deseo de drogarse es sólo una nueva edición del conflicto de la masturbación,
de la misma manera que en la neurosis obsesiva. A menudo las drogadicciones
comienzan con psiconeurosis bajo el dominio de mecanismos obsesivos, pero ante
la vivencia de la intoxicación se convierten en neurosis narcisistas de tipo
maníaco-depresivo. Observa que en la enfermedad física, en la depresión y la
drogadicción, los instintos agresivos y destructivos se vuelven contra el yo.
Glover realizó su
aporte más detallado acerca de la drogadicción. Intenta arrojar luz sobre el
desarrollo del abordaje psicoanalítico de la drogadicción y el alcoholismo,
examinando críticamente el trabajo de otros analistas desde el punto de vista
histórico. Por ejemplo, destaca la imposibilidad de sostener la relación de la
drogadicción con una etiología libidinal y una regresión a la oralidad y a la
homosexualidad.
Knight contribuyó con
varios artículos acerca de la dinámica del tratamiento del alcoholismo,
sosteniendo que la adicción alcohólica más que una enfermedad es un síntoma. En
muchos casos se descubren tendencias psicóticas, en particular rasgos
paranoides y esquizoides. Durante el período de excesiva ingestión alcohólica
el paciente entra temporariamente en un estado psicótico y a menudo se registra
un acting out regresivo de pulsiones inconscientes libidinales y sádicas. Opina
que el alcoholismo representa un intento de encontrar alguna solución o cura al
conflicto emocional, e intentó definir el carácter del alcohólico y describió
lo que él considera una constelación familiar típica de los pacientes
alcohólicos. “La madre por lo general parece ser sobreprotectora e indulgente
en exceso. Trata de apaciguar al niño satisfaciéndolo contantemente, de tal
manera que el eventual destete del niño sólo puede significar la traición de la
madre que lo condujo siempre a esperar indulgencia, y el niño intenta por todos
los medios recapturar esta experiencia perdida. A lo largo de su vida tratará
de obtener de la gente una indulgencia pasiva y desarrollará modos orales
característicos de tranquilizarse cuando sus deseos sean frustrados, deseos que
por ser tan inmensos lo más probable es que a menudo se frustren. A esto
reaccionan con rabia, la cual es vivida por lo común como una insatisfacción
inquietante y un agitado resentimiento interno. Toda aflicción psicológica
resultante de los sentimientos de inferioridad, de la pasividad del paciente,
de la frustración y de la rabia, y de la culpa o rencor, es mitigada por el
pacificante alcohol.
El padre del alcohólico
es casi siempre frío y nada afectuoso, más bien dominante respecto de su
familia e inconsistentemente severo e indulgente hacia su hijo. Por lo general
hay un resentimiento y una rabia reprimidos contra esta poderosa figura paterna
y a menudo la bebida represente una parte de una rebelión adolescente no resuelta
contra el padre. Knight destaca que el paciente restaura al beber la profunda
perturbación de su autoestima. Relaciona el deseo de beber con el antiguo deseo
infantil insaciable del pecho, pero este deseo se refuerza por el desafío del
paciente a la sociedad, a sus padres y por su protesta masculina. Después de
beber está deprimido, con intenso arrepentimiento y asqueado con sigo mismo.
También se ve aterrorizado por la peligrosa destrucción que importa la conducta
a la que se ha entregado. Pero a pesar de ello conserva una confianza suprema
en la magia del alcohol. El paciente se siente traicionado por el alcohol pero
sufre su atracción, del mismo modo como se sintió traicionado por su madre y
sin embargo la deseó con vehemencia por sus indulgencias”.
Son muchos los
analistas que investigaron la relación de la drogadicción y el alcoholismo. Los
estudios de investigación llevados a cabo por el psicoanálisis han mostrado que
toda persona que hace uso excesivo del alcohol, es para llenar o compensar
alguna carencia dentro de su persona. Las carencias guardan relación con
sentimientos de frustración en el amor, en la sexualidad, con la falta de
ambición, inseguridad, etc., que la persona trata de compensar con el uso del
alcohol. En los casos de carencia afectiva, el alcohólico suele culpar a su
pareja de no sentirse querido. Este tipo de personas suelen expresar su
malestar afectivo con ira y violencia hacia la persona de la que se espera
recibir un amor que nunca recibió. Otra variante es aquella de hombres y
mujeres que viven su vida de manera insatisfactoria por no haber logrado
alcanzar metas mejores que las conseguidas. Y otra variante, dentro de las más
frecuentes, es cuando el alcohol esconde un estado de tristeza o depresión. Con
mayor frecuencia, observamos que tras un estado de alcoholismo, subyace una
gran depresión que la persona tapa con el uso del alcohol. Se debe ser muy cauto
a la hora de hacer el diagnóstico de alcoholismo, porque no se han encontrado
dos alcohólicos iguales ni son las mismas causas las que incitan a una persona
a la búsqueda de un refugio en el alcohol. El psicoanálisis hoy por hoy vuelve
a ser una terapia muy efectiva para entender las causas que originan el
alcoholismo en hombres, mujeres y jóvenes. Podemos decir que incluso cambian su
manera de amar y de posicionarse ante el mundo. Lo que llamamos una
rectificación subjetiva.
Colette Soler nos
explica que existen síntomas que son parcialmente desconocidos, que el sujeto
queda cautivo de conductas de goce no percibidas como tales, no subjetivas hasta que el análisis le haga apreciarlas.
Sabemos que hay adictos
neuróticos, psicóticos y perversos, sabemos también que desde el punto de vista
de la clínica psicoanalítica, la adicción no puede percibirse como una
enfermedad ni como una estructura clínica. El tratamiento psicoanalítico
permite que el sujeto pueda ir articulando las causas que lo llevan a consumir
drogas o alcohol. La clínica psicoanalítica de las adicciones tiene como
objetivo que el sujeto logre construir la función que tiene el alcohol o las
drogas en su economía libidinal, separándolo de las marcas y de las etiquetas
con que se los identifica.
“Al beber hay un goce
más allá del goce fálico, el goce que suple la no existencia de la relación
sexual”. Parece que el tratamiento
psicoanalítico está permitiendo que el paciente neurótico obsesivo logre
visualizar que el alcohol lo impulsa a cometer actos que están insertos en su
fantasma fundamental. "La diferencia entre un neurótico y un perverso es que
allí donde el neurótico goza al imaginar que lleva a cabo sus fantasías más
recónditas (tanto sexuales como sádicas), no pasa al acto. En cambio, el
perverso si lo hace. El perverso pasa al acto esas fantasías sádicas, sexuales
y retorcidas. Decimos que el neurótico no pasa al acto, siempre y cuando no
esté alcoholizado. Cuando el neurótico bebe y se emborracha, pierde la
conciencia, entra en un estado de ebriedad y generalmente, pasa al acto esas
fantasías prohibidas, dejándose arrastrar por la voz superyoica obscena y feroz
que le ordena hacerlo. Cuando el sujeto vuelve a estar consciente (cuando está
sobrio) y se da cuenta de lo que hizo en estado de ebriedad (pasar al acto esas
fantasías que se encuentran siempre en el campo de la perversión), no soporta
muchas veces ni mirarse al espejo. Siente vergüenza, arrepentimiento,
remordimientos. Muchos de ellos tienen tal insoportabilidad que pasan al acto e
intentan suicidarse; algunos lo consiguen, otros son rescatados de la muerte".
El psicoanálisis está
allí para poder analizar, observar, reflexionar y articular la historia de cada
uno. Pasar por la palabra ese goce que forma parte de nuestros más grandes
sufrimientos y temores, para hacer algo con ello. El psicoanálisis
contemporáneo de las adicciones puede enriquecer la comprensión y el proceso de
recuperación de las personas que sufren dependencia a sustancias.
Referencias:
Sobre la patología del alcoholismo y la drogadicción
en la experiencia psicoanalítica
Freud, Sigmund. Más allá del principio del placer.
Lacan, Jacques. Kant con Sade. Escritos II
Soler, Colette. Lo que Lacan dijo de las mujeres.
Desarrollo post-freudianos sobre adicciones.