Es
común para muchos pensar en la infancia como "la etapa más feliz de la
vida" en efecto, se crean los primeros vínculos afectivos y se conocen
las maravillas del mundo con asombro y fascinación, pero este proceso puede
enfrentar dificultades que alteran la conducta de un niño, generando una
relación conflictiva con su entorno, aislamiento y situaciones angustiantes que
merman su capacidad creativa y de convivencia.
A
veces los niños, como los adultos, pueden encontrar ayuda en la terapia. La
terapia puede ser útil para que los niños desarrollen habilidades para resolver
problemas y también para enseñarles el valor de buscar ayuda. Los terapeutas
pueden ayudar a los niños y a las familias a manejar el estrés y temas diversos
relacionados con las emociones y el comportamiento.
Muchos
niños necesitan ayuda para manejar el estrés en la escuela, por ejemplo, por
los deberes, los exámenes, el acoso escolar y la presión de los compañeros.
Otros necesitan ayuda para poder hablar de sus sentimientos respecto a temas
relacionados con la familia, sobre todo en el caso de transiciones importantes,
como puede ser un divorcio, un traslado o una enfermedad seria.
¿Debería
mi hijo ver a un terapeuta?
Ciertos
acontecimientos serios como la muerte de un miembro de la familia, un amigo o
una mascota;un divorcio o un traslado, abusos, trauma o una enfermedad importante en la familia pueden
causar un estrés que podría dar lugar a problemas de comportamiento, estado de
ánimo, sueño, hambre, rendimiento en la escuela o problemas de interacción
social.
En
algunos casos, no es tan claro lo que puede estar causando que un niño de
repente se muestre retraído, preocupado, estresado, malhumorado o triste. Pero
si usted siente que su hijo podría tener un problema emocional o de
comportamiento o que necesita ayuda para enfrentar un acontecimiento difícil de
la vida, confíe en su instinto.
La
psicología infantil nos dice que siempre que observemos cualquier cambio
notable en la conducta del menor, por exceso o por defecto, deberíamos de
ponernos alerta. Como posibles ejemplos de situaciones a las que prestar
atención tenemos:
Cambios
en los patrones de alimentación. Come más o menos que antes o lo hace de forma
diferente.
Cambios
en los patrones de sueño. Presencia de alteraciones como insomnio, pesadillas,
se duerme “por las esquinas”, se orina en la cama, etc.
Cambios
en el rendimiento escolar. No es capaz de prestar atención, no hace sus tareas,
su rendimiento ha bajado notablemente
Cambios
en su estado de ánimo. Parece más triste, apagado, sin energía.
Cambios
en su nivel de actividad. Es más elevado o menos que el de sus compañeros, ha
habido una notable disminución o aumento en los últimos meses, parece más
nervioso.
Alteraciones
en el juego. Juega siempre solo, no participa en juegos sociales, se aísla,
juega siempre a juegos violentos.
Alteración
en la conducta. No acata normas, tiene conductas extrañas (diferentes a las de
sus compañeros o hermanos), tiene conductas repetitivas.
Alteraciones
en las relaciones sociales. Ha dejado de relacionarse o siempre ha tenido
problemas con sus compañeros, no llama a nadie o no le llaman para salir, no es
capaz de hacer nuevos amigos, evita situaciones sociales o presenta claros
síntomas de ansiedad en dichas situaciones.
Las
señales que pueden indicar que su hijo podría beneficiarse de la ayuda de un
psicólogo clinico, incluyen:
- Un retraso en el desarrollo del habla, el lenguaje o en el control de los esfínteres para dejar lo pañales
- Problemas de aprendizaje o de atención (como el TDAH)
- Problemas de comportamiento (como ira excesiva, mal comportamiento, hacerse pipí en a cama o trastornos de la alimentación)
- Empezar a sacar malas notas en la escuela, sobre todo si solía sacar buenas notas
- Episodios de tristeza, llanto o depresión
- Retraimiento social o aislamiento
- Ser víctima del acoso escolar o acosar a otros niños
- Menor interés por actividades que previamente disfrutaba
- Comportamiento excesivamente agresivo (como morder, dar patadas o pegar)
- Cambios repentinos en el apetito (especialmente en los adolescentes)
- Insomnio o excesiva somnolencia
- Ausentismo o faltas de puntualidad de manera reiterada en la escuela
- Cambios en el estado de ánimo (p. ej., estar feliz ahora y al minuto siguiente sentirse desgraciado)
- Desarrollo de síntomas físicos (como dolor de cabeza, de estómago o malestar) a pesar de que el reconocimiento físico realizado por el médico no haya revelado nada anormal
- Tener una enfermedad grave, aguda o crónica
- Signos que delaten el consumo de alcohol, drogas u otras sustancias (como disolventes inhalables o fármacos)
- Problemas en las transiciones (después de una separación, divorcio o traslado)
- Temas relacionados con duelos
- Evaluaciones para la custodia
- Abuso sexual, físico o emocional u otros acontecimientos traumáticos
“decir
que llevar al niño al psicólogo no significa que haya un problema de
salud mental detrás. En la mayoría de los casos los padres necesitan más una
orientación sobre qué pautas llevar a cabo con sus hijos, y éstos un
entrenamiento en ciertas habilidades de afrontamiento, ayudando así al correcto
desarrollo del menor”.
Encontrar
al Terapeuta Adecuado
¿Cómo
encontrar un profesional en salud mental que tenga experiencia en trabajar con
niños y adolescentes? Aunque la experiencia y la formación son importantes,
también lo es encontrar a un terapeuta con el que su hijo se sienta cómodo
hablando. Busque uno que no sólo tenga la experiencia adecuada, sino también
que pueda ayudar a su hijo en las circunstancias actuales.
Su
pediatra puede ser una buena opción para que le oriente en esto. Muchos
pediatras, por su trabajo, están en contacto con especialistas en salud mental,
como los psicólogos o trabajadores sociales clínicos. Los amigos,
compañeros de trabajo o familiares también podrían recomendarle alguien.
Cuando
busque un terapeuta adecuado para su hijo, debería tener en cuenta diversos
factores. Un buen primer paso es preguntar si el terapeuta está dispuesto a
darle una cita para una breve consulta o a entrevistarse con usted por teléfono
antes de comprometerse a llevar a su hijo para las visitas regulares. No todos
los terapeutas tienen la posibilidad de hacer esto, debido a sus apretadas
agendas. La mayoría de los terapeutas cobran este tipo de servicio, otros lo
consideran un servicio gratuito.
En
lo referente al terapeuta de su hijo:
Le
propongo una serie de sugerencias que pensé le podrán ayudar a la hora de
elegir un buen profesional.
Acuda en la medida de sus posibilidades
a un psicólogo privado. Aunque tanto los privados como los públicos
dispongamos de la misma formación, la avalancha a la que se ven expuestos los
segundos (y prueba de ello son las listas de espera), hacen que pudiera ser que
uno público no prestase con detenimiento y minuciosidad la atención necesaria
que su hijo (y cualquier otra persona) merece, habiendo casos que por estar
comprimidos en historias clínicas o por la complejidad del problema, opten por
derivarlos directamente al psiquiatra. Le aseguramos que si elige el adecuado
no se arrepentirá jamás y nunca pensará que ha “tirado el dinero”.
Desconfíe del terapeuta que no haga una
evaluación exhaustiva del problema. La importancia de tener un buen
análisis funcional del problema de conducta de su hijo es crucial, si no, el
psicólogo irá a buen seguro “dando palos de ciego”. Tras lo cual le indicará
cuál es la intervención que deberá realizar sobre su hijo.
Mal asunto si se centra en aspectos
pasados demasiado tiempo y no en el presente. No es tanto lo fundamental el
qué fue lo que provocó el trastorno de su hijo, sino cómo se mantiene
actualmente y, desde luego, como se podría extinguir. El pasado sólo nos puede
ayudar para arrojar algo de luz sobre el presente, pero no para modificarlo.
¿Le ha dicho en alguna ocasión que usted
“no” es parte implicada en el tema y que sólo debe entrevistarse con el niño?
Si es así, le recomiendo que se vaya de la consulta cuanto antes (y si puede,
sin pagar). Aunque sea probable y verdad que en las sesiones deba entrevistarse
a solas con el niño, tendrá que hablar usted con el profesional no en una, sino
en varias o bastantes ocasiones. Los problemas del niño o adolescente se
mantienen en parte por comportamientos erróneos de los padres, que refuerzan
inadecuadamente o castigan del mismo modo por ejemplo, y que su profesional le
informará y ayudará a cambiar. En su defensa es que nadie nace sabiendo educar y (el niño
no nace con un manual de instrucciones evidentemente).
Factores
a Tener en Cuenta
Considere
los siguientes factores para elegir un posible terapeuta:
- ¿Tiene el terapeuta la titulación adecuada para ejercer en su estado? (Podría comprobarlo en la junta estatal de acreditación para ese tipo de profesionales o fijarse si en su consulta tiene expuesto algún titulo.) ¿Está cubiertos los servicios del terapeuta en las prestaciones de salud mental de su seguro médico? En caso de que lo estén, ¿cuántas sesiones cubre su plan? ¿Qué porcentaje debe pagar usted?
- ¿Cuál es su titulación?
- ¿Qué tipo de experiencia tiene el terapeuta?
- ¿Durante cuánto tiempo ha trabajado el terapeuta con niños y adolescentes?
- ¿Le cae bien el terapeuta a su hijo?
- ¿Cuál es su política de cancelación de sesiones en el caso de que le sea imposible asistir a una cita?
- ¿Es posible llamar al terapeuta por teléfono si se presenta una emergencia?
- ¿Quién podrá atender a su hijo durante las vacaciones del terapeuta, si está enfermo o fuera de las horas de consulta?
- ¿En qué tipo de terapia está especializado el terapeuta?
- ¿Está el terapeuta dispuesto a encontrarse con usted además de trabajar con su hijo?
La
buena conexión entre el terapeuta y el cliente es esencial, por lo que puede
ser necesario que se entreviste con varios antes de encontrar alguien que
encaje tanto con usted como con su hijo.
Como
con otros profesionales de la salud, los terapeutas pueden tener distintas
formaciones y titulaciones. Como norma general, el terapeuta de su hijo debería
tener un título profesional en el campo de la salud mental (psicólogo,
trabajador social o psiquiatra) y estar autorizado para trabajar en su estado.
Los psicólogos, trabajadores sociales y psiquiatras pueden diagnosticar y
tratar trastornos de salud mental. Conviene
saber lo que significan las descripciones en la propaganda o promoción que pueden acompañar al nombre del
terapeuta.
Prepararse
para la Primera Visita
- Es posible que a usted le preocupe que su hijo pueda sentirse mal cuando le diga que va a ir a ver a un terapeuta. Aunque a veces esto es verdad, es esencial que le hable con honestidad de la sesión y de la razón por las que su hijo (o la familia) va a ir al terapeuta. Este tema va a surgir en la sesión, pero es importante que prepare a su hijo para ello.
- Explique a sus hijos pequeños que este tipo de visitas al médico no implican exámenes físicos ni inyecciones. Quizá también quiera destacar que este tipo de médicos hablan y juegan con los niños y las familias para ayudarles a resolver problemas y a sentirse mejor. Los niños pueden tranquilizarse si saben que el terapeuta va a ayudar a los padres y a otros miembros de la familia también.
- A los niños mayores y a los adolescentes les tranquilizará saber que todo lo que expliquen al terapeuta será confidencial y no podrá explicarse a nadie, incluidos los padres u otros médicos, sin su permiso; la excepción a esto es si explican que tienen ideas relacionadas con el suicidio o con hacerse daño a ellos mismos o a otros.
- Dar a los niños este tipo de información antes de la primera visita puede ayudar a marcar un buen precedente, evitar que su hijo se sienta puesto en evidencia o aislado y tranquilizarle respecto a que toda la familia va a trabajar sobre el problema.
Cuando
se Necesita más Apoyo
- Aunque su hijo sea capaz de manejar los aspectos emocionales, muéstrele su disposición a escucharlo y quererlo, y ofrézcale su apoyo sin juzgarlo. La paciencia es esencial también, pues muchos niños son incapaces de verbalizar sus temores y emociones.
- Intente reservar un espacio de tiempo para hablar con su hijo de lo que le preocupa y le inquieta. Para evitar las distracciones, apague el televisor y active el contestador en el teléfono. Esto hará que su hijo sepa que ahora él es su principal prioridad.
Otras
maneras para comunicarse abiertamente y para la resolución de problemas
incluyen:
- Hable con su hijo honestamente y tan frecuentemente como pueda.
- Muestre amor y afecto a su hijo, especialmente en los momentos difíciles.
- Sea un buen ejemplo para él atendiendo a sus necesidades físicas y emocionales.
- Solicite el apoyo de su pareja, familiares inmediatos, el pediatra de su hijo y sus profesores.
- Mejore la comunicación en su hogar convocando reuniones familiares frecuentes que terminen con alguna actividad divertida (p. ej., jugar a algo o hacer helados).
- Por muy difícil que sea, establezca límites respecto a los comportamientos inapropiados. Pida al terapeuta que le sugiera algunas estrategias para animar a su hijo a cooperar.
- Mantenga una comunicación frecuente con el terapeuta.
- Tenga una actitud abierta hacia cualquier punto de vista de su hijo o del terapeuta.
- Respete la relación entre su hijo y el terapeuta. Si siente esto como una amenaza, coméntelo con el terapeuta (no es nada por lo que deba avergonzarse).
- Disfrute de sus actividades o aficiones favoritas con su hijo.
Conclusión
Reconociendo
los problemas y buscando ayuda lo antes posible puede ayudar a su hijo y a toda
su familia a atravesar los momentos difíciles, para que más adelante puedan
disfrutar de otros momentos de mayor felicidad y bienestar.
Dar importancia a la
detección y al tratamiento de problemas de salud mental en la infancia es muy
necesario porque previene dificultades en el futuro no sólo en lo individual
sino en lo familiar, debido a que "lo que le ocurre al niño es un reflejo
de su condición de vida" y, ante todo, considerar que en la salud mental
siempre es mejor prevenir que lamentar.