La responsabilidad de la víctima en la co-creación de un vínculo de
sometimiento
Se utiliza el concepto
de víctima para referirnos a la actitud psicológica por la cual una persona se
percibe a sí misma como sometida a otra, delegando en el entorno la
responsabilidad de lo que siente y/o le acontece.
Es comprensible que las
diferencias de autoridad, fuerza, poder coercitivo, etc., hagan que algunas
personas se sientan víctimas de otras. Sin embargo, no es justificable que se le
otorgue el poder a otro sobre la propia persona, dado que es posible
discriminar que ese poder es en relación al rol desempeñado.
Imaginemos una
situación de asalto: desde el punto de vista legal, soy víctima; desde el punto
de vista psicológico, puedo optar por rebelarme (con consecuencias
imprevisibles) o acompañar la situación con una actitud colaborativa y a la vez
no sometida. Decimos no sometida ya que, si bien el ladrón no me da la opción
de elegir el rol de asaltada, conservo la libertad de elegir cómo actuar. (Al
referirnos de este modo a la noción de víctima, aludimos a un adulto. En el
caso de un menor de edad será comparable a este segundo caso, siempre y cuando
el otro del vínculo sea coetáneo).
Habitualmente nos
resulta mucho más evidente la responsabilidad del sometedor que la del
sometido. En el mejor de los casos, decimos que el sometido "lo permitió"
o "no supo poner límites".
Como terapeutas, esto
nos parecía contradictorio con el concepto de responsabilidad en gestalt, según
el cual no es posible acusar al estímulo de lo que nos produce. Al sumarle los
conceptos de proyección y de polaridad, la contradicción es aún mayor.
Motivadas por esta inquietud, nos abocamos a la investigación de la temática,
apoyándonos en la noción de responsabilidad personal llevada a sus últimas
implicancias.
Se Postula que todo
vínculo de maltrato o sometimiento es co-creado. Por eso preferimos llamar al
sometido "sometible". No es suficiente la existencia de una persona
dominante, autoritaria, descalificadora o agresiva, sino que es necesaria la
condición de víctima de quien se vincula con ella. Si alguien tiene una actitud
sometedora y yo no me ubico en la posición complementaria de sometida, no hay
maltrato sino una situación frente a la cual tendré que hacer algo. Se
requerirá algún tipo de acción de mi parte y no una reacción.
El interés se
centra en las posibilidades con las que cuenta la víctima para trascender un
vínculo de sometimiento o de maltrato. Para ello es necesario comenzar
iluminando cuál es la responsabilidad de la víctima en el sometimiento:
Así como Lichtenberg
habla de un otro vulnerable seleccionado por el victimario, supongo complementaria la existencia de un otro potente designado por la víctima. Las características
de la víctima que propician esta selección son:
- Exceso de narcisismo, que lleva a suponer como dedicado a uno mismo lo que en realidad es el estilo o el humor del otro.
- Escasez de auto-sostén; por ende, las actitudes de los otros que no encuadran con las propias expectativas tienden a ser vividas como agresivas, maltratadoras, etc.
- Desconocimiento de aspectos sádicos y agresivos proyectados en el victimario.
- Alto nivel de soberbia que lleva a la víctima a "saber" cómo tiene que ser el otro y cómo tiene que comportarse.
- Demanda de aprobación y valoración del otro. Si no la obtiene, vive la situación como rechazo y maltrato.
- Lucha para cambiar al otro (si yo "sé" cómo tiene que ser y además es malo porque no me valora, debe ser distinto).
Curiosamente, la
víctima, tan vulnerable al rechazo del otro, no es conciente del nivel de
rechazo que siente por el maltratador. Tampoco es conciente del sadismo que
representa culpar al otro de sus infortunios y limitaciones. Nadie duda del
padecimiento de la víctima. Es más difícil ver el beneficio: que otro sea
culpable de lo que le pasa.
Es posible reconocer la
falta de libertad y potencia que implica dejarme llevar por la modalidad del
otro. Guiados por el aspecto víctima, justificamos llevar a cabo conductas que
habitualmente no consideramos adecuadas. Desde la víctima reacciono, es decir,
me someto al tipo de intercambio que el otro propone. En cambio, desde el
autosostén actúo con la modalidad que para mí es correcta (si me escupís,
pregunto qué pasó para que me escupieras). Desde la víctima, lo que el otro
dice o hace es inapelable; desde el auto-sostén, es una conducta acerca de la
cual podemos comunicar.
Falta de
auto-contención: esta dramática es el producto de un aspecto aniñado que no
logra hacer ajuste creativo con la realidad; podemos aprender a crear un
vínculo interno que logre contener ese aspecto. No se trata de dejar de tener
un aspecto infantil, sino de aprender a satisfacerlo por nosotros mismos, dado
que es imposible (por frustrante y por inadecuado) que el otro lo satisfaga.
Nos parece relevante
también poner luz sobre las conductas que fomentamos los terapeutas, conductas
que constituyen desde nuestro punto de vista un pseudo auto-sostén. Son las
recomendaciones orientadas a ponerle un límite al otro, a saber defenderse, y
promueven en el paciente la aparición de una víctima fuerte, porque confirman
la "mala intención" o "mala actitud" del otro. Defenderse
implica un ataque previo.
En este sentido,
distinguimos entre:
- Víctima débil: considero que el otro atravesó la frontera de contacto y no puedo hacer nada al respecto. Auto percepción: indefensión (lloriqueo porque me gritó).
- Víctima fuerte: ya que el otro atravesó mi frontera, puedo atravesar la frontera del otro y decirle qué tiene que hacer. Auto percepción: indignación ("no me grites").
Otro malentendido
posible es suponer ser honesto con lo que me pasa y decírselo al otro. Para
nosotros, la honestidad consiste primero en chequear si esto que me pasa es
desde mi aspecto infantil y si es así veré qué es lo comunicable a partir de la
traducción que haga mi aspecto maduro.
Recursos terapéuticos (Describimos una
secuencia lógica, no cronológica, respetando los tiempos y las características
de cada paciente.)
- Detectar las distintas manifestaciones de la posición de víctima
- Quejas.
- Intolerancia / rechazo a los rasgos del otro.
- "Saber" cómo tiene que obrar el otro.
- Tomar lo que dice el otro como inapelable.
- Creer que la solución del conflicto depende del cambio del otro.
- Facilitar el darse cuenta de que la víctima es un aspecto, y que este aspecto es infantil.
- Posibilitar la discriminación de las emociones, sensaciones y sentimientos del aspecto infantil.
- Desarrollar recursos del aspecto adulto para que aprenda a contener al aspecto infantil.
- Capacitar al paciente para que actúe desde su aspecto adulto.
Cuando las personas
acceden a revisar las situaciones en las que se sintieron víctimas (grandes o
pequeños ataques, descalificaciones, des-confirmaciones, acoso, etc.) y logran:
a) integrar los aspectos proyectados en el otro.
b) reconocer las expectativas
puestas en el otro (que cambie, que sea más bueno, comprensivo , que me
respete).
c) confiar en los propios recursos para manejarse en las
interacciones, ven aumentada la capacidad de auto-sostén y dan respuestas más creativas.
Esto les permite desarrollar vínculos maduros y satisfactorios, aún con las
mismas personas que antes los "hacían padecer".