Un hábito bastante
común de la mente es el de divagar hacia eventos y situaciones del pasado. Algo
que incluso puede parecernos normal y que no merece mayor atención. Sin
embargo, una reflexión más minuciosa acerca de esta tendencia tan natural, nos
alerta sobre sus implicaciones y efectos. A veces el pasado nos atrapa como si
fuera el diagnóstico de una enfermedad crónica y nos condena a un futuro
limitado. Pero no tiene que ser necesariamente así.
Aferrarse al pasado, ya
sea a través de la culpa, de la nostalgia, de la negación o del resentimiento,
es un desperdicio de valiosa energía, de energía que se puede usar para
transformar el hoy y el mañana.
Al vivir en el pasado
no le damos la posibilidad a nuestro ser interior de aprender, de experimentar
sensaciones nuevas. Nos perdemos el hoy y cerramos las puertas a todo lo nuevo.
Mirar hacia atrás es retroceder, todo lo que sucedió ya forma parte del pasado.
Una cosa es dirigirnos
al pasado de manera consciente, para recordar hechos y para extraer información
y aprendizaje. En ese sentido es algo no sólo útil sino necesario en muchas
ocasiones. Algo muy diferente es volar de modo involuntario, a escenas y
situaciones del pasado y volver a revivirlas, evocando los sentimientos,
sensaciones y emociones que se produjeron que a veces incluso son dolorosas y
nos aferramos a eso. Tanto si fueron escenas agradables como desagradables, en
ambos casos, volver con nuestra mente al pasado nos impide vivir con plenitud
el presente, ya que no estamos plenamente alertas ni conscientes de lo que está
sucediendo. Cuando hablamos del
presente, por un lado implica el momento actual y por otro es el regalo más
valioso, es la oportunidad de aprender y crecer, pero sólo si sabemos vivirlo
con plena consciencia.
Vivir en paz es vivir en
armonía con uno mismo, con los demás y todos los seres sintientes a tu alrededor, vivir en paz es tanto un proceso externo como interno. De manera exterior,
vivir en paz es una forma de vida en la nos respetamos y amamos unos a los
otros a pesar de nuestras diferencias culturales, religiosas y políticas. De
manera interior, todos tenemos que buscar en nuestros corazones y entender, el miedo, el impulso de violencia, el rencor y el odio, ya
que si continuamos ignorando esto, la tormenta afuera nunca desaparecerá. Olvida
los sentimientos de victimismo e impotencia, aceptando tu realidad que es el
primer paso para avanzar de una manera sana, consiste en comprender y si es
necesario, perdonar.
Para olvidar el pasado,
dejar de lado la idea de que la culpa es de otro. Cuando culpamos a los demás,
lo que hacemos en realidad es buscar excusas para llenar el vacío que dejamos
con nuestras decisiones que consideramos erróneas.
Habréis de quedar en
paz con nuestro pasado, bendiciendo a nuestros detractores y enemistades, tal vez
un engaño amoroso, o una relación sentimental destructiva, una experiencia
negativa o impactante, un fracaso o falla importante, ¡¡Suéltalo, déjalo ir!! Marca
tu raya, suelta el ancla, desata amarres y libérate de la esclavitud de todos
los recuerdos que atormentan tu razón y tu corazón. Desatórate, suelta las
costumbres, los hábitos, los vicios, los apegos que te hacen esclava(o) de tus
propios sentimientos y resentimientos. Comprende que nosotros tampoco fuimos perfectos
al estar en las vidas de las personas que ahora decimos odiar. No permitir el
odio bajo ninguna circunstancia, evento o condición. No permitir la falta de
perdón bajo ninguna circunstancia. Busca el perdón, más no la venganza. Ponerse
en paz con el pasado implica comprenderlo.
Vive en el presente, no
en el pasado. Pensar mucho en lo que podría haber sido y revivir las heridas
del pasado, mantendrá vivos los aspectos negativos del pasado y traerá un
conflicto interno constante. Nadie va a venir y
arreglar tu vida, eres tú quien debe hacerlo y si estás leyendo esto, es porque
lo comprendes a la perfección. Acepta que lo que has hecho en tu vida,
simplemente ha ocurrido y no es posible cambiarlo ahora, pero si puedes elegir como
confrontarlo de manera que no te afecte y puedas crecer con él. Si logras
perdonar y perdonarte, aprender de tu pasado, y comprendes que es tu
responsabilidad cambiar tu vida desde ahora…pondrás en paz tu pasado, así no
arruinara tu presente.
"Dejar el pasado
atrás, pesado compañero de viaje, sombra que no cubre pero enfría. Te dejo
pasado mío, te dejo dormir en paz, ya no te buscaré para sacar de ti recuerdos
amargos. Ya no te llamaré para que seas refugio recordando esos momentos de glorias pasadas que no me
permiten ver la vida en su esplendor y belleza. Te dejo atrás con amor y
respeto y agradeciendo lo que fuiste que ya no serás más".
Si tú eres una persona que
vive anclada en el pasado, tu presente se tornará en una vida muy accidentada.
“Hoy empezare a sentir
gratitud por mi pasado. No puedo cambiar lo que ocurrió, pero puedo transformar
el pasado adueñándome de mi poder, ahora, para aceptar, para curarme y para
aprender de él”.
Comparto un fragmento del
libro “el lenguaje del adiós”:
“Yo solía vivir en mi
pasado”, dijo una mujer en recuperación. “O bien estaba tratando de cambiarlo,
o lo estaba dejando que me controlara. Por lo general eran ambas cosas.
Constantemente me sentía culpable de cosas que habían sucedido. De cosas que yo
había hecho, de cosas que otros me habían hecho a mí, aunque había reparado
casi todos los daños, la culpa me embargaba. De alguna manera, todo era mi
culpa. Simplemente, nunca pude dejarlo ir. Me aferre a la ira durante años,
diciéndome a mí misma que era justificada. Estaba en negación acerca de muchas
cosas. A veces, trataba de olvidarme absolutamente de mi pasado, pero nunca me
detuve a analizarlo realmente, mi pasado era como una nube oscura que me
perseguía, y del cual no me podía sacudir. Supongo que me asustaba dejarlo ir,
que le temía al hoy, que le temía al mañana. He estado en recuperación durante
años, y me ha llevado casi los mismos años tener una perspectiva adecuada de mi
pasado. Estoy aprendiendo que puedo olvidarlo, necesito curarme de él. Necesito
sentir y dejar ir cualquier sentimiento que aún tenga, especialmente la ira.
Necesito dejar de culparme a mí misma por los eventos dolorosos que ocurrieron
y confiar en que todo ha sucedido de acuerdo con lo programando y que
verdaderamente todo está bien. He aprendido a dejar de tener remordimientos, a
sentirme agradecida. Cuando pienso en el pasado, le doy gracias a Dios por la
curación y el recuerdo. Si ocurre algo que necesite de una reparación, lo hago
y termino con ello. He aprendido a ver mi pasado con compasión hacia mí misma,
confiando en que mi Poder Superior tenía el control, incluso entonces. Me he
curado de algunas de las peores cosas que me pasaron. He hecho las paces
conmigo misma acerca de estas cuestiones y he aprendido que curarme de algunas
de ellas me ha permitido ayudar a los otros a curarse también. Soy capaz de ver
cómo las peores cosas me ayudaron a formar mi carácter y a desarrollar algunas
de mis facetas más sutiles. Incluso he llegado a desarrollar gratitud por mis
relaciones fracasadas porque ellas me han llevado a ser quien soy y a
encontrarme donde me encuentro hoy. Lo que he aprendido ha sido la aceptación,
sin culpa, sin ira, sin culpar y sin vergüenza. He tenido incluso que aprender
a aceptar los años que pasé sintiéndome culpable, enojada, avergonzada y
culpando a los demás. Nosotros no podemos controlar el pasado. Pero podemos
transformarlo permitiéndonos curarnos de él y aceptándolo con amor a nosotros
mismos y a los demás. Lo sé, porque esa persona soy yo”.