Causantes del divorcio: La disolución de un matrimonio, no se da en el momento de la firma del acta administrativa, sino se gesta, desde las etapas más tempranas del compromiso de la pareja.
Las cosas no se descomponen de la noche a la mañana, sufren un deterioro paulatino e inconsciente que va desgastando la relación, inclusive antes de iniciar. A este desgaste inicial sin soluciones le denomino “divorcio psicológico”.
Algunos indicadores de “divorcio psicológico” y que deberíamos tomar en consideración son: indicios de infidelidad o hechos consumados anteriores a la relación actual, las diferencias en el terreno de los sexual (disfunción, frecuencia incompatibles, el nivel del grado de satisfacción con la pareja, etc.),enfrentarse a los problemas económicos cotidianos relacionados con la distribución del ingreso, la percepción o ilusión de escapar de la vida actual o la posibilidad de rehacer una nueva vida, sin haber solucionado problemas personales anteriores, la diferencia entre los valores sociales de la pareja, tales como; la educación, los ideales o proyectos de vida, etc.
Algunas causas del Divorcio. Estas se pueden dar tanto en el hombre como en la mujer.
Falta de conocimiento de nosotros mismos.
Expectativas personales, no cumplidas.
Intolerancia ante las diferencias de la pareja.
Inmadurez.
Desinterés en mejorar la relación.
Insatisfacción personal.
Celos injustificados.
Baja autoestima.
Una idea equivocada del amor.
Falta de reconocimiento y aceptación de las crisis normales de la pareja.
Dejamos de amar a nuestra pareja.
Falta de compromiso emocional.
Por aprendizaje de experiencias previas, sobre todo durante la niñez.
Situaciones críticas o problemáticas del matrimonio y de la vida.
- Problemas importantes de comunicación.
- Rutina y aburrimiento.
- Violencia intrafamiliar de parte de cualquiera de las dos personas, hacia la pareja o hacia los hijos.
- Alcoholismo o drogadicción.
- Situaciones críticas. Por ejemplo
- Un embarazo no deseado.
- Enfermedades importantes en un miembro de la familia.
- Problemas sexuales.
- Infidelidad.
- Problemas económicos.
- Intervención constante de la familia de cualquiera de los dos.
La
intensidad de las emociones, el dolor, las ofensas, el rencor y otros
sentimientos provocan un daño profundo en la
pareja difícil de recuperar. Por otro lado, la victimización de los hijos
atrapados en la "batalla conyugal", produce deterioros psicológicos irreparables
en la psiquis de los menores. La mayoría de
los divorcios están precedidos por meses o años de disputas, ofensas, desamor,
peleas, desilusiones y frustraciones.
En un primer
lugar, las parejas comienzan con provocaciones mutuas, con trato y vocabulario
hostil y episodios de gritos y de abuso físico verbal.
Si la pareja no logra manejar los conflictos y comienzan un proceso de divorcio,
inician un período de enfrentamiento por distintas razones, sean por rencor,
rabia o por la división del patrimonio conyugal. En esta fase se intensifica la
hostilidad, el deseo de daño de uno al otro. Surge el odio, la amargura y a
veces hasta el deseo de venganza.
En esta etapa,
la mayoría de las parejas piensa que quitándole los hijos el uno al otro ganan
la pelea, sin darse cuenta que le están haciendo un gran mal a la psiquis de los
muchachos. De manera que,
cuando la pareja se plantea un divorcio y no hay más remedio, hay que tomar en
cuenta todo lo expresado y procurar el mayor esfuerzo en que no se generen
tantos problemas. Aunque parezca difícil, el divorcio o la separación debe ser
acordada hasta donde se pueda y negociada.
¿Seguimos
juntos o nos separamos?.
El compromiso
inicial (Algunos componentes del compromiso)
Todo buen
principio, tiene la probabilidad de tener un buen fin. Sin embargo, cuando se convierte en el factor
más importante, los preparativos para la boda, que el conocimiento personal, un
poco del otro y de las familias de origen, la cosa podría ser muy diferente. Lo
accesorio se convierte en lo importante, aunque el análisis de los miembros de
la pareja podría evitar muchos conflictos seguros hacia delante.
En ocasiones
un simple o intrascendente desacuerdo con el otro, hace pensar en la
posibilidad de disolver el vínculo. De
hecho existen parejas psicológicamente divorciadas y que aún no lo saben. Este es uno de los más fuertes
indicadores. Difícilmente, la pareja
analiza los motivos inconscientes que podrían fortalecer o debilitar el
compromiso de crecer y vivir juntos.
Existen
diferentes formas de presión personal o social para establecer un compromiso
El haber
invertido una cierta cantidad de tiempo en la relación, el hecho de que ambas
familias conocen y en ocasiones aceptan socialmente al otro, certificándolo
como un buen candidato a incorporarse a la familia, otro puede ser la presión
ejercida veladamente por la familia para que los futuros consortes formalicen
su situación, otro más es el sentimiento de agrado que los futuros cónyuges
podrían tener para comprometerse en la relación . En este último punto,
resulta frecuente en las parejas
desavenidas y que solicitan apoyo terapéutico el encontrar que desde el inicio
era más fuerte el deseo de alguno de los dos el casarse, estableciendo una
relación desigual o desbalanceada de compromiso desde el principio, con las
consecuencias que ello con lleva.
¿Por qué y para qué seguimos juntos?
Generalmente
cuando una pareja está en la disyuntiva de saber sí vale la pena seguir juntos,
dentro de la terapia es importante conocer ¿por qué? y ¿para qué? continuar con
una relación de pareja. Si la pareja ha
llegado a este punto es probable que la esencia del convivir se haya desviado o
simplemente nunca la hayan considerado.
Crecer, junto
con el ser amado, respetar las
diferencias, continuar con una relación de compromiso, evolucionar hacia el
mismo objetivo, simplemente no existe.
Ello por supuesto no niega ni elimina la presencia del conflicto en la
relación, el cuál es inevitable. Sin embargo,
estos son parte de los obstáculos por los que vale la pena “penar” o luchar por
la relación de pareja.
Por otro
lado, en ocasiones, la convivencia con el otro, mete a la pareja en un círculo
vicioso en donde convivir, se vuelve costumbre o dependencia.
El convivir
juntos en la habitación y separados en lo emocional es otro indicador del
divorcio psicológico, en donde lo intrascendente de lo cotidiano, se vuelve el
tema de conversación. En los casos más
graves, vivir bajo el mismo techo separados en diferentes habitaciones, pero
juntos aún en lo emocional, deja más abierta la posibilidad de buscar fuera de
la relación una tercera persona.
La
codependencia, la costumbre o la separación física o emocional con el otro,
puede durar toda la vida.
¿Nos
separamos?
En las
parejas desavenidas, los sentimientos hacia el otro van en proporción a los
motivos que les llevaron a separarse.
Cuando el evento ha sido de mucho desgaste, la separación puede ser un
elemento liberador. Sin embargo, cuando
ambos miembros suponen estar más o menos bien y se presenta algún evento
desencadenante de la separación, el hecho resulta más traumático y doloroso,
por lo inesperado del acontecimiento El apoyo terapéutico en estos casos puede
ser de gran ayuda, pues implica entre la revisión de la historia personal del
paciente y el análisis de los motivos de separación, hacer conscientes aquellos
elementos disparadores del divorcio.
La firma del
acta administrativa, es de hecho una fase más del divorcio. Sin embargo, el
hecho empezó con el divorcio psicológico, manifiesto a través de los
indicadores antes mencionados.
Durante la
fase posterior al hecho legal-administrativo, el estado psicológico del
paciente, pasa por varias etapas, reunidas en una sola, a la cual se le
denomina “duelo”.
En el duelo
la primera fase es la “negación”, la cual consiste en no creer la consumación
del evento (divorcio), sobretodo, porque no se encuentran razones que expliquen
cómo la inversión positiva emocional con la pareja haya finalizado. En ocasiones se confunde con un mal sueño o
una pesadilla, con la ilusión de que las cosas son temporales y van a mejorar.
Posteriormente,
se presenta un estado de “frustración” acompañado de sentimientos o acciones
agresivas hacia el otro, o hacia uno mismo, o hacia quién perceptualmente
propicio la disolución del vínculo. Este
estado sentimental, en ocasiones va acompañado de la pérdida del sentido
espiritual o la “fe”, del propio sistema de creencias.
En seguida, el paciente
pasa por la “sustitución”, en esta etapa es capaz de ir adquiriendo nuevas
habilidades sociales y ello le prepara para la fase de “aceptación o resolución
del conflicto”, en esta última etapa, el paciente es capaz de re-interpretar el
pasado y puede adaptarse a vivir una nueva realidad de su situación de
pareja. En ocasiones se plantea de una
forma más sana el darse la posibilidad de establecer una nueva relación.
Todas las
rupturas precisan pasar por el proceso antes citado. Y éste tiene una duración
que oscila entre los 6 meses y los 2 años, aproximadamente, dependiendo de
varios factores:
De la
personalidad. El rasgo de personalidad (tendencia a comportarse de una manera
particular a lo largo de una serie de situaciones) influye enormemente.
Sensibilidad.
En el aspecto emocional hay personas que sienten las cosas, tanto las alegrías
como las tristezas de forma muy profunda, mientras que otras tienen vivencias
más superficiales.
En el aspecto
cognitivo, hay personalidades que entran en una espiral de pensamientos catastróficos que les
inmovilizan y no pueden ver con claridad, mientras que otros con más
conocimiento de sí mismos y del proceso por el que están pasando saben darse
tiempo.
Recursos
propios. El nivel alto de autoestima o confianza en sí mismo ayudará a no tener
pensamientos autodestructivos ni de acontecimientos catastróficos.
La visión
hacia el futuro
Cuando un
paciente has superado la etapa del duelo, es capaz de aceptar la propia
responsabilidad en el conflicto de forma sana, pues como en todo compuesto
químico, es un elemento de la fórmula con el otro, y es capaz de
entenderlo.
Lo más
importante, es el considerar el acontecimiento como una conducta que trajo sus
consecuencias y aprendizajes. A pesar de
todo, brinda la posibilidad de evolucionar y crecer. De revertir y aprovechar las consecuencias
para crecer y adaptarse al cambio de vida.
Aprender del
pasado, es la estrategia para construir nuevas redes sociales (hacer nuevos amigos), o recuperar las más cercanas (amigos anteriores), o plantear la
posibilidad de re-organizar nuevamente el entorno familiar.
El proceso de recuperación incluye;
plantearse nuevos proyectos de vida. A manera de estrategias para el cambio,
vale la pena tomar en cuenta lo siguiente:
Para reconstruir nuevamente una
relación de pareja, “el borrón y cuenta nueva, nunca funciona”, es cómo esperar
un arreglo mágico de las cosas, sin haber hecho nada.
Mejorar y entender las diferentes
formas de comunicación: brinda la posibilidad de ser más concretos y
específicos para transmitir una idea y crecer en pareja a pesar de las
diferencias.
Analizar la forma cómo se originó una
pareja, da cuenta de la probabilidad de su posible futuro. “El origen influye fuertemente en el
destino”.
Tomar en serio el compromiso inicial
de la pareja, puede fortalecer los lazos de unión entre los futuros consortes.
Nunca, nunca, pero nunca, suponer que
la relación de pareja está bien, solo por el hecho de que “yo me siento bien en
la relación".
Resolver los problemas cotidianos, es
una gran tabla de salvación, pues cuando
se acumulan, de montoncito en montoncito, se crea una enorme montaña de
conflictos
Analiza cuáles pudieron ser las causas de tu divorcio.Recuerda que generalmente son más de una.
Enfócate en ti. En lo que crees que está relacionado con tu actitud de vida, pensamientos, sentimientos y conducta.
No busques culpables.
Responsabilízate por lo que tiene que ver contigo.
Recuerda que un matrimonio es de dos y un divorcio también es de dos. Lo importante no es que te sientas culpable o enojado contigo mismo por lo que hiciste o dejaste de hacer, sino que aprendas de tus errores.
Aunque en estos momentos no lo veas así, la vida sigue y tienes por delante muchas oportunidades de ser feliz.
Pero para ello tenemos que aprender de nuestros errores, corregirlos cuando es posible o evitar volverlos a cometer.
En lo
inevitable.
El en el peor de los casos, cuando la
disolución del vínculo está decidida y es inevitable, más vale llegar a un buen
arreglo que a un mal pleito. Es
conveniente pensar con la cabeza y no dejar que las resuelva el corazón o una
conducta visceral.
Cuando los pleitos se alargan, además
de perder los consortes, los hijos son los más perjudicados y los abogados los
únicos beneficiados.
Recuerda que tu hijo aprende lo que
ve. Una máxima de los abogados es:
“hijos de padres divorciados, divorciados serán en la edad adulta”.
Palabras
Finales
“El
matrimonio es como un pequeño jardín que tienes que cuidar constantemente". Es la única
forma de crecer, evolucionar y seguir juntos.