¿Existe la adicción al
sexo? ¿Patología independiente o síntoma comórbido?
La DSM-5 propuso el THS
como nuevo diagnóstico, caracterizado por aumento en la frecuencia, intensidad
de fantasías, excitación, impulsos y conductas sexuales no parafílicas,
asociadas con impulsividad, que provocan malestar significativo, deterioro social
u ocupacional. La inconmensurabilidad del goce para el psicoanálisis de
orientación lacanina.
Aunque se ha
desestimado el THS como nuevo diagnóstico, los pacientes siguen consultando por
aumento en la frecuencia, intensidad de fantasías, excitación, impulsos y
conductas sexuales que les provocan malestar significativo, deterioro social u
ocupacional. Esta sintomatología presenta alta prevalencia en varones y elevada
comorbilidad en el Eje I.
La hipersexualidad es
una alteración psicopatológica frecuentemente asociada a diversos cuadros
psiquiátricos y neurológicos. En algunas ocasiones, se erige en el síntoma
cardinal que presenta el paciente, constituyendo una entidad clínica por sí
misma. Existe un notable desacuerdo en torno a la conceptualización de la
hipersexualidad primaria, habiendo sido formulada como una disfunción del deseo
sexual, una patología del espectro obsesivo, una adicción conductual, o un
trastorno del control de impulsos. Esta falta de consenso epistemológico ha
conllevado que su estatus nosológico haya sido irrelevante desde que fuera
inicialmente incluida entre los «trastornos psicosexuales no especificados» del
DSM-III (1980).
Como el TOC, quienes lo
padecen no pueden controlar sus pensamientos ni sus actos repetitivos.
"Cualquier tipo de obsesión que interfiera en la capacidad de la persona
para llevar una vida normal, que le perjudique en sus relaciones personales y
laborales, es una patología. En este caso la obsesión se canaliza a través del
sexo de forma tan intensa que el propio afectado es consciente de que tiene un
problema".
Esta definición de la
hipersexualidad da la razón al doctor Patrick Carnes, uno de los mayores
defensores de la adicción sexual como problema, que siempre ha mantenido que
"al igual que un alcohólico es incapaz de dejar de beber, estas personas
son incapaces de parar su comportamiento sexual autodestructivo" "los
sexoadictos pueden provenir de todas las clases sociales. Afecta tanto a
políticos y empresarios como a los trabajadores de una fábrica" "Esta
adicción interfiere en la vida normal y perjudica las relaciones personales y
laborales". Y no es algo solamente
masculino. También se da en las mujeres y acuden a consulta por ello, aunque en
menor proporción que los varones, algo que he constato en los últimos años en
sesión.
Aún hay contradicción
sobre si es adicción o no y a pesar de su inclusión o no en el DSM 5, sigue sin
haber consenso sobre el tema en la profesión. "Respecto a la adicción al
sexo hay mucha más especulación que ciencia", confirma Rosa Abenoza,
sexóloga del Instituto de Medicina Sexual. "Es muy difícil determinar
cuánto es demasiado, cuándo una vida sexual muy activa puede considerarse una
adicción", explica Iván Rotella, de la Asociación Española de
Profesionales de Sexología. Opinión que comparte Vicent Bataller, del Instituto
Valenciano de Sexología y Psicoterapia Analítica. "En cuestión de sexo, no
hay límites. Si tienes muchas relaciones, pero te sientes bien contigo mismo y
no sufres por ello, no hay problema", argumenta.
"Se trata de uno
de los trastornos psiquiátricos más serios pero más olvidados" Según Rojas Marcos, "esto ha existido siempre, lo que ocurre
es que hoy en día hay menos tabú al respecto". Una de las nuevas
teorías con más seguidores es “se trata de una reacción provocada por la
ruptura del equilibrio entre la excitación y la inhibición sexual.
La pregunta es ¿Cómo se
distingue a un adicto al sexo?
Las personas con adicción
al sexo suelen tener también más problemas emocionales que el resto de las
personas, son más impulsivos y tienen problemas para manejar el estrés. No es
raro que hayan sido víctimas de abuso sexual en la infancia, lo que hizo que
aprendieran a usar el sexo de un modo inadecuado y destructivo.
Aunque cada caso es
particular, tienen características comunes. Necesitan satisfacer sus deseos
carnales más que cualquier otra cosa, aunque después se sienten mal. Para dar
rienda suelta a sus fantasías no dudan en masturbarse de forma compulsiva y
consumir mucha pornografía -en revistas, televisión o internet-. Son promiscuos
y aficionados a los encuentros de una sola noche, ya sea con personas a las que
conocen en algún local o bien recurriendo a la prostitución. Y en muchas
ocasiones, no se protegen, por lo que tienen más riesgo de contraer
enfermedades de transmisión sexual y de provocar un embarazo no deseado.
En ocasiones, la
hipersexualidad va acompañada de sentimientos de malestar y de culpa. Se piensa
que esta insatisfacción es la que alienta la elevada frecuencia de estimulación
sexual, así como síntomas psicológicos y psiquiátricos adicionales. Otra
manera en que se manifiesta la hipersexualidad es cuando ocurre la ruptura con
la pareja en que la relación ha sido predominantemente sexual, el o la
afectado(a) o abandonado(a) busca a la pareja inconscientemente en otras
parejas sexuales y de este modo se produce la adicción al sexo.
Los hipersexuales
pueden tener problemas laborales, familiares, económicos y sociales y hacen que
su vida gire en torno al sexo. Al mismo tiempo, cuando el adicto intenta dejar
este tipo de conductas no suele tener éxito, sino que sigue realizándolas a
pesar de haberse propuesto dejarlo, debido a que es el único modo que conoce de
afrontar el malestar emocional.
El exhibicionismo y el
voyeurismo son otras de las aficiones de estos pacientes que, en último
extremo, pueden incluso llegar a cometer una violación, aunque son los menos.
Todas estas conductas tienen consecuencias negativas para el afectado, que van
desde un divorcio hasta la pérdida del trabajo.
Entre los tipos de
conductas sexuales más comunes que practican las personas con adicción al sexo
se encuentra la masturbación y el uso excesivo de pornografía en primer lugar,
seguidas del sexo consentido con otro adulto y el cibersexo. Suelen tener
relaciones sexuales con personas que se dedican a la prostitución, y tener
múltiples aventuras o múltiples parejas sexuales, siendo la media de unas 15
parejas sexuales diferentes en un año.
El umbral para lo que
constituye la hipersexualidad está sujeto al debate y los críticos preguntan si
puede existir un umbral diagnóstico. El deseo sexual varía
considerablemente en los humanos; lo que una persona consideraría deseo sexual
normal podría entenderlo otra persona como excesivo e incluso otra como bajo.
El consenso entre
quienes consideran la hipersexualidad un trastorno es que el umbral se alcanza
cuando el comportamiento causa incomodidad o impide el funcionamiento social.
“Las personas adictas
tratan de corregir sus comportamientos sexuales pero no son capaces, por lo que
se sienten frustrados y fuera de control”
¿Existen algunos test
para facilitar el diagnóstico?
El manual psiquiátrico incluye uno, pero antes
la prueba de referencia era el SAST (Test de la Adicción Sexual), una
herramienta desarrollada por un consorcio de hospitales, terapeutas y
voluntarios consistente en 45 preguntas para responder sí o no. Entre ellas
figuran: ¿Tienen tus padres problemas con el sexo y la sexualidad? ¿Te ha
creado tu actitud sexual algún problema familiar? ¿Ocultas a los demás tus
actos sexuales? ¿Crees que controlas tu deseo? ¿Es el sexo lo más importante de
tu vida? ¿Has utilizado internet para buscar citas? ¿Has pagado para tener
sexo?, ¿Has mantenido varias relaciones amorosas al tiempo? ¿Después de una
relación, reniegas del sexo algunos meses?
Tratamiento
La adicción al sexo es
un tema tabú, mínimamente estudiado desde el ámbito de la sexología, pero con
el que cada vez tienen que lidiar más los psicólogos en sus consultas. A la
hora de analizar la hipersexualidad, como suelen denominar los psicólogos a este
problema, el primer problema con el que se encuentran los investigadores es la
propia definición del término. ¿En cuestión de actividad sexual qué es lo
normal y qué lo patológico? ¿Cómo se establece la frontera a partir de la cual
se sobrepasan dichos límites? En realidad, se trata de una cuestión personal,
sobre la que no se puede generalizar, ni siquiera en lo referente a los efectos
psicológicos que puede ocasionar. Sin embargo, lo que sí está claro para los
psicólogos es que cuando el sexo nos maneja a nosotros, y no al revés, nos
encontramos ante un problema.
“La ausencia de una
definición operativa imposibilita la generalización de los hallazgos obtenidos
en las muestras estudiadas. A nivel nosológico, es sugerible su inclusión entre
las disfunciones sexuales del deseo, considerando la presencia del «deseo
sexual hipoactivo» en dicha categoría. En el ámbito etiopatogénico, es
preceptivo llevar a cabo más investigaciones longitudinales para determinar la
naturaleza multifactorial de este trastorno, es decir, si representa
adicionalmente un mecanismo de autorregulación emocional, filiación y/o una
reacción postraumática, aspecto este último observado en mujeres hipersexuales.
Por otro lado, es prioritario impulsar estudios de neuroimagen funcional para aprehender
sus correlatos biológicos. En cuanto al tratamiento, se hacen necesarios más
ensayos clínicos con grupo control para calibrar el verdadero alcance
terapéutico de las técnicas cognitivo-conductuales (mindfulness) y los
antidepresivos (ISRS)”.
Cada vez más personas
acuden a consulta por no poder controlar su conducta sexual. Para el sexólogo de la
Universidad de California Rory Reid, uno de los pioneros en este tipo de
investigaciones, la hipersexualidad se define por la falta de control sobre uno
mismo. Un impulso que nos lleva a mantener un elevado número de relaciones
sexuales que, posteriormente, nos hacen sentir mal. “Las personas adictas
tratan de corregir sus comportamientos sexuales pero no son capaces, por lo que
se sienten frustrados y fuera de control”, añade el investigador.
Una patología en auge
apenas estudiada
El problema de la
adicción al sexo es complejo, y además de la falta de control existen otros
elementos que le dan forma. El primero de ellos tiene que ver con el recurso al
sexo como una forma de respuesta al estrés, la frustración o el vacío
existencial. Una suerte de huida hacia adelante que no hace más que incrementar
sus consecuencias negativas sobre la salud mental así como su persistencia. Un
círculo vicioso del que cada vez es más difícil escapar. Sobre todo cuando
interfiere en diferentes aspectos de la vida privada, hasta el punto de acabar
sacrificando cuestiones vitales importantes.
Se trata de una
reacción provocada por la ruptura del equilibrio entre la excitación y la
inhibición sexual.
Una problemática menos
episódica de lo que comúnmente se podría pensar, a pesar de la falta de
estudios en torno a esta cuestión. De hecho, llama la atención que a pesar de
afectar al 3% de la población femenina no está incluida en el manual de
referencia de los trastornos mentales DSM-5.
Una ausencia que los autores de su
quinta y más reciente edición, justificaron debido a la escasez de producción
científica.
Las causas de esta
adicción, que se ha incrementado durante los últimos años, especialmente entre
las generaciones más jóvenes, siguen siendo meras hipótesis. Entre ellas, la
que más defensores atrae es la planteada por un equipo de investigadores del
Kinsey Intitute. Según estos, se trata de una reacción provocada por la ruptura
del equilibrio entre la excitación y la inhibición sexual.
Una necesidad creciente
de excitación sexual
Una hipótesis que
corroboraría el último estudio sobre esta cuestión, publicado en el Journal of
Sexual Medicine, llevado a cabo entre el estudiantado de medio centenar de
universidades alemanas. Según los resultados de este último, la frecuencia con
la que se masturban las mujeres hipersexuales es mucho mayor que la media, por
lo que se visualiza una mayor necesidad de excitación, posiblemente provocada por
la generalización de la new porn culture entre las nuevas generaciones.
La postura de los
expertos en relación a la dependencia o adicción al sexo depende mucho de su
especialidad. Cada especialista tiene su método de intervención diferente, lo
más común es combinar la terapia cognitiva conductual, tanto individual como en
grupo, para ayudar al paciente a controlar sus impulsos, con el asesoramiento
sexológico y algunos fármacos, como los parches antitestosterona o pastillas
para calmar la ansiedad.
Dado que son personas
que no han aprendido modos sanos y adecuados de afrontar el estrés y el dolor
emocional, uno de los principales aspectos del tratamiento consiste en
enseñarles formas alternativas y saludables de afrontar el estrés, manejar el
malestar emocional y regular sus emociones y la intensidad de dichas emociones,
así como habilidades de solución de problemas u otro tipo de habilidades que
puedan necesitar aprender, de manera que cuando se sientan mal o se encuentran
con dificultades, problemas u obstáculos en sus vidas diarias, tengan las
herramientas psicológicas necesarias para afrontarlos sin necesidad de recurrir
al sexo.
No obstante, los
especialistas admiten que todavía se conoce muy poco sobre cómo el cerebro
reacciona ante un trastorno de hipersexualidad. "Parece que hay estudios
neurobiológicos que apuntan a que podría haber algún tipo de disfunción de los
neurotransmisores -dopamina y del sistema opiáceo- que daría lugar a algún tipo
de síndrome de la recompensa insuficiente", indica la doctora Abenoza.
Pero tal y como recuerda, se trata de un campo "históricamente
controvertido", en el que apenas se está empezando a investigar.
Criterios diagnósticos
del DSM V
A. Haber experimentado,
durante los últimos seis meses, fantasías sexuales recurrentes e intensas,
urgencias sexuales o conductas sexuales asociadas a tres o más de los
siguientes criterios:
B. El tiempo consumido
por fantasías, urgencias o conductas sexuales
interfiere
repetidamente con otras metas, actividades u obligaciones no sexuales.
C. Involucrarse
repetidamente en fantasías, urgencias o conductas sexuales en
respuesta a estados de
disforia afectiva (Ej.: ansiedad, depresión, aburrimiento, irritabilidad).
D. Involucrarse
repetidamente en fantasías, urgencias o conductas sexuales en respuesta a
eventos estresantes.
E. Esfuerzos
repetitivos por controlar estas fantasías, urgencias o conductas sexuales;
pero, no exitosos.
F. Involucrarse en
conductas sexuales repetitivas sin tomar en cuenta el riesgo de daño físico o
emocional para sí mismo u otras personas.
G. Significativo
malestar personal o impedimento social, ocupacional, o de
otras áreas importantes
del funcionamiento asociadas con la frecuencia de estas fantasías, urgencias y
conductas sexuales.
H. Las fantasías,
urgencias y conductas sexuales no son causadas por el efecto directo de
sustancias exógenas.
Diagnóstico
diferencial: Adicción al sexo
La adicción al sexo es
el principal diagnóstico diferencial que debemos plantear. En ésta, lo que
lleva a la búsqueda de la relación sexual es más el alivio del malestar que la
búsqueda de placer sexual. La conducta no es intrínsecamente de índole sexual,
sino que con ella se trata de reducir la ansiedad o escapar de un desasosiego
interno.
Solo se puede hablar de
adicción al sexo cuando:
- Hay una pérdida de la
libertad de parte del sujeto afectado (recurre a ciertas conductas sexuales a
su pesar y sin ser capaz de evitarlas).
- Hay ansias y
fantasías sexuales recurrentes.
- El sexo se convierte
en el centro de la vida de una persona.
- Ocurre una
interferencia grave con su vida cotidiana (malestar emocional y consecuencias
negativas).
Conclusión
Aunque la APA no
considere esta realidad como una entidad propia, existe una demanda clínica
para atender esta sintomatología. Conviene llevar a cabo estudios
epidemiológicos para determinar la prevalencia, investigar si es un síntoma
inespecífico de una patología del Eje I, si existe la Adicción al Sexo como una
entidad independiente o si es la expresión psicopatológica de eventos
traumáticos en la vida sexual o en el desarrollo del apego.
También se requiere
estudiar el impacto económico y social en la salud pública, y desarrollar
ensayos clínicos aleatoriados sobre la eficacia de los tratamientos
farmacológicos y psicoterapéuticos.
Los criterios
propuestos en la DSM-5 pueden resultar operativos para evaluar la conducta
sexual excesiva como psicopatología propia de una patología del Eje I o como un
trastorno independiente. La exploración de la conducta sexual y su vivencia
desde una perspectiva clínica abierta y sin prejuicios, puede evitar el
nihilismo diagnóstico y favorecer la atención de la patología sexual. Son
necesarios estudios para conocer la prevalencia, psicopatología, etiopatogenia,
correlatos neurobiológicos y tratamiento del THS.
Prudencia a la hora de
calificar la hipersexualidad como adicción.