Es uno de los más famosos aforismos de la antigüedad griega de todos
los tiempos. Significa que la principal necesidad de una persona para acceder a
la sabiduría filosófica es el autoconocimiento.
Se encontraba inscrito, según diversos testimonios, en el templo de
Apolo, sitio en la ciudad griega de Delfos, lugar de enorme valor mitológico:
fue allí donde Apolo mató al monstruo Pitón, donde Zeus colocó el ónfalo,
ombligo del mundo, y donde se encuentra el famoso oráculo de Delfos. En griego,
la frase se escribe originalmente γνῶθι σαυτόν (gnóthi sautón), que traduce
‘conócete a ti mismo’. Por testimonio de un célebre viajero griego Pausanias,
sabemos que la frase estaba inscrita en el pronaos del templo de Apolo.
“Conócete a ti mismo” es una frase que se refiere a la importancia del
autoconocimiento para el ser humano.
Debido a que se encontraba inscrita en la entrada del tempo del dios
Apolo, en Delfos, es interpretada como el saludo que el dios dirigía a los
visitantes de su templo, deseándoles sabiduría. En esta frase se encuentran
encerradas o sugeridas algunas de las preguntas más antiguas del pensamiento
filosófico: quién soy, de dónde vengo, adónde voy, preguntas por medio de las
cuales trata de comprenderse y definirse cada quien. Platón pone esta frase en
boca de Sócrates en su diálogo con Alcibíades, un joven ignorante que aspira a
la política. Con ella, trata de recordarle que, antes de ser gobernante y
mandar sobre el pueblo, su primera tarea como hombre es gobernarse a sí mismo,
y no lo conseguirá si antes no se conoce a sí mismo.
Conocerse a sí mismo supone el camino del perfeccionamiento, de
hacerse mejor y adquirir conocimiento sobre la propia naturaleza y limitaciones,
pues no podemos desarrollar nuestra naturaleza si no sabemos cuál es. De este
modo, el autoconocimiento es un paso previo para la asunción de cualquier tarea
o labor de importancia que conduzca a la gloria o a la sabiduría.
“Conócete a ti mismo”, entonces, es la obligación de cada individuo:
comprenderse, aceptarse, estudiar la propia alma, que es el verdadero objeto de
conocimiento de una persona, pues solo así el individuo podrá orientar su
propia vida y sus acciones de acuerdo con sus propósitos e intereses.
Otra forma de leer esta frase es considerando el autoconocimiento como
un paso fundamental para acceder al conocimiento, a la verdad de las cosas,
para alcanzar en la sabiduría el nivel de lo divino, lo profético y lo
oracular. La frase, entonces, previene al hombre en relación con el camino
cierto de la sabiduría: primero deberás conocerte a ti mismo, para a
continuación acceder a grados mayores, más complejos y oscuros, de
conocimiento.
Otra interpretación posible de esta frase es la que se hace desde la
psicología y la literatura de autoayuda, que entiende que es fundamental que,
como personas, seamos capaces de comprendernos, de conocer nuestros
sentimientos y entender las razones que nos mueven para no dejarnos arrastrar
por otros deseos o pretensiones. En este sentido, es una frase fundamental en
la inteligencia emocional.
El aforismo ha sido atribuido a varios sabios griegos
antiguos: Heraclito, Quilón de Esparta, Tales de Mileto, Sócrates, Pitágoras, Solón
de Atenas. Otras fuentes lo atribuyen a Femonoe, una poetisa griega
mítica. En una discusión acerca de la moderación y el autoconocimiento, el
poeta romano Juvenal, cita la frase en griego y declara que el precepto
desciende "de cælo" (del cielo).
Parece que el origen del adagio se remonta a escritos
antiguos de Heraclio, Esquilo, Herodoto y Píndaro; y surge como una invitación
a reconocerse mortal y no dios. Sócrates lo eleva a un nivel filosófico como un
examen moral de uno mismo ante Dios. Platón lo orienta hacia la verdadera
sabiduría en un fantástico sistema de pensamiento.
La sabiduría del conocerse a sí mismo la evoca San Agustín
quien le expresa a Dios que el fin de la vida es “conocerte y conocerme”. El
hombre se conoce cuando va al fondo de sí mismo y ahí encuentra la imagen de
Dios. Por esta senda marcharán muchos medievales en este espíritu humanista de
pensar…
En la actualidad cotidiana, en nuestra hiperactiva cultura,
poco dada a la reflexión y a la tranquilidad de espíritu, la máxima griega inspira los numerosos libros
de autoayuda que buscan la autoconciencia o en la aceptación de la identidad de
sí mismo.
Red