sábado, 1 de junio de 2013

Diferenciar entre Depresión y Demencia Senil

Las personas mayores cuando están deprimidas pueden presentar síntomas muy parecidos a los de la demencia tipo Alzheimer, a esto se le suele denominar como Pseudodemencia. Por ello daré 10 pistas orientativas para poder diferenciarlos.

 1. EL COMIENZO
La depresión suele tener un inicio que podemos llegar a precisar (todo ocurrió a raíz de…) mientras que en la enfermedad tipo Alzheimer el inicio es lento y puede pasar como pequeños olvidos cotidianos.

2. CURSO CLÍNICO
Los síntomas depresivos aparecen rápida y progresivamente, mientras que en la enfermedad tipo Alzheimer el deterioro puede tardar años en ser manifiesto

3. ANTECEDENTES PSICOLÓGICOS
La persona depresiva suelen tener síntomas depresivos a lo largo de su vida (incapacidad para disfrutar, visión negativa de la vida, etc...) que forman parte de su personalidad, mientras que el enfermo de Alzheimer ha podido llevar una vida equilibrada psicológicamente.

4. DÉFICIT NEUROLÓGICO
Las personas con enfermedad tipo Alzheimer tienen afectada principalmente cuatro funciones que son el lenguaje (tanto comprensión como expresión), el conocimiento del mundo (sufren desorientaciones personales - no saben su nombre, ni el de sus hijos- de tiempo - no saben en que día viven, ni año, ni mes – y de espacio – no saben dónde están las habitaciones de su casa, ni donde esta la panadería donde siempre iba), la realización de algunos movimientos ( dificultades para abrocharse los botones, los cordones de los zapatos, etc.) y la planificación y ejecución de taras (cocinar, jugar a las cartas, trabajo, etc..)

Las personas con depresión pueden aparentar los mismos síntomas debido a su baja motivación e inatención que prestan a los elementos que le rodean.

5. FABULACIONES
Es una de las características más importante en la enfermedad de Alzheimer y consiste en la creación de historias, que el enfermo las toma como ciertas, para explicar episodios de su vida que no se acuerda.

Ej.: Si una persona con la enfermedad tipo Alzheimer se olvida de donde ha dejado las llaves, suelen acusar a otras personas de habérselas movido o quitado, estando seguro de ello.

6. ACTITUD
En las personas con depresión las quejas son muy frecuentes y sobrevaloran los fracasos, diciendo expresiones tales “como soy una inútil, no sirvo para nada”, etc., no esforzándose en realizar tareas “dicen que no saben” o destacando los fallos que comete. Mientras que estas quejas un enfermo de Alzheimer suelen ser escasas e intentan realizar las tareas que antes hacían cometiendo un gran número de errores.

7. FRACASOS EN LAS TAREAS
La persona con enfermedad tipo Alzheimer cuando pierden una capacidad (ej: jugar a las cartas), suelen fracasar siempre que realicen esa actividad, mientras que las personas con depresión existe una gran variabilidad (hay días que juega siguiendo las reglas y otros que no)

8. AFECTO
Las personas con depresión les cuesta reaccionar positivamente ante los afectos (no pueden aceptar muestras de cariño), no suelen sentir placer por la vida, y no suelen tener ganas de realizar actividades, mientras que una persona con enfermedad tipo Alzheimer puede llevar una vida placentera y estar satisfecho tanto con el mismo como con las personas que le rodean

9. HABILIDADES SOCIALES
En las personas con depresión desde el inicio hay una pérdida de estas habilidades (no quieren salir de casa, no llaman a sus amigos, no quiere que nadie les visite, etc.) mientras que las personas con Alzheimer lo que se produce es que cuando salen suelen tener conductas extrañas que poco a poco hacen que se deteriore sus relaciones personales

10. PRUEBAS NEUROLÓGICAS
En las personas con enfermedad tipo Alzheimer suelen tener anormalidades en pruebas tales como, Tomografía Axial Computerizada (TAC) y el electroencefalograma (EEG)

martes, 28 de mayo de 2013

Como Hablar de Sexualidad con los Hijos

Antes de recabar información sobre la sexualidad es necesario realizar una reflexión sobre cuáles son nuestras actitudes sobre el sexo y la sexualidad. Como nuestro entorno, nuestra educación y nuestra cultura han conformado el modo de ver y vivir la sexualidad, hemos de preguntarnos si estamos de acuerdo con ello y en qué creemos realmente. En la manera de vivir la sexualidad no hay normas. Cada persona es libre de sentirse satisfecha con aquello que siente y gusta. No existe una buena sexualidad y una mala sexualidad en términos doctrinales. La única condición para poder juzgarla es la libertad desde la que se ejerce. A partir de ahí, si encontramos una significativa disonancia entre cómo vivimos nuestra sexualidad y cómo nos gustaría vivirla, habremos de pensar que hay que promover cambios profundos.
La educación sexual es un proceso que dura toda la vida. En función de la etapa de desarrollo existen distintos grados de interés. La educación sexual en la familia no se limita a explicar cómo vienen los niños. Debe mostrar cómo adquirir información, formar actitudes y valores sobre la identidad, las relaciones, la intimidad. Incluye el desarrollo sexual, la salud reproductiva, las relaciones interpersonales, el afecto, la intimidad, la imagen corporal y el género. La educación sexual concierne a las dimensiones biológicas, psicológicas y socio-culturales.

Cuando padres y madres quieren hablar con sus hijos e hijas sobre el sexo y la sexualidad, en la mayoría de las ocasiones surge la angustia sobre qué decir y cómo decirlo. La inseguridad está presente desde el comienzo. No se sabe cómo ni cuándo tocar el tema, y se evidencian dudas sobre los propios conocimientos y la veracidad de los mismos, sobre cuánta información ofrecer, qué datos son necesarios o cuáles innecesarios. A esto se suma la percepción de que los hijos propios no se hacen nunca suficientemente mayores, con lo que es difícil saber a qué edad hay que hablar de sexo.

Es bueno partir admitiendo que las principales causas del miedo y la resistencia a hablar de sexo con los hijos e hijas son los temores personales. El padre y la madre se encuentran en una situación en la que perciben la propia desinformación, dudan incluso sobre qué es en realidad la educación sexual y para qué sirve, se enfrentan a ideas erróneas e incluso falsas y a la influencia de los medios de comunicación, que conduce muchas veces a tener una imagen distorsionada de la relación paterno filial. Además, transmitir información sobre el sexo es exponer el sistema de valores. Por eso es tan importante conocerse previamente uno mismo y si es necesario, realizar un ejercicio de autoformación.

Tomar la iniciativa

Es pertinente que los adultos tomen la iniciativa. Si el menor no ha formulado pregunta alguna sobre la sexualidad, hay que aprovechar cualquier oportunidad que surja. No se trata de mantener una conversación artificial, pero sí de estar atento a la necesidad de sacar a colación el tema, porque aunque no sea a través de sus progenitores, el niño o la niña van a estar en contacto con la sexualidad y conviene no negarlo. El niño puede comenzar a preguntar y a exponer comentarios que sin duda habrá oído. Luego sólo queda permitir que la conversación siga su curso e incluso procurar que no decaiga el interés y gracias a que se han pensado con anterioridad los mensajes que se quieren transmitir, aprovechar para hacerlo.

Explicar la verdad sobre "la cigüeña"

Si bien a nuestros hijos e hijas se les ha de explicar las circunstancias biológicas relacionadas con el sexo, también deben comprender que las relaciones sexuales implican cariño, atención y responsabilidad. Al tiempo que se explica la cópula, es necesario comentar los aspectos emocionales de una relación sexual. De esta forma se dota de una herramienta emocional que ayudará a tomar decisiones y resistir la presión de entender el sexo como algo oculto, frívolo o maligno. Cuando el niño o la niña se hayan familiarizado con el concepto de la relación sexual como un acto que procrea y también como una demostración de amor, será el momento de incluir mensajes relacionados con las responsabilidades y las consecuencias de la actividad sexual. Por ejemplo, las conversaciones con niños de 11 y 12 años de edad deben incluir reflexiones sobre la libertad a la hora de elegir una pareja con la que vivir una relación sexual, la importancia de que esa relación sea consentida y de que se llegue a ella con alegría y con seguridad. También es el momento de hablar de embarazos no deseados y de la posibilidad de usar métodos anticonceptivos. Estas conversaciones se deben repetir a lo largo del tiempo. No nos podemos conformar con dar una sola lección teórica. El mensaje es complejo, la formación va cambiando conforme pasan los meses y la capacidad de entender lo que se transmite se amplía. Las dudas van surgiendo y conforme surgen conviene solventarlas.

“Al niño o la niña, no sólo hay que explicarles la etapa que están viviendo, también hay que anticiparse al futuro inmediato y anunciarles los cambios”

Anticiparse a las etapas del desarrollo

Los niños y niñas pueden asustarse y confundirse con los cambios repentinos que experimentan sus cuerpos cuando llegan a la pubertad. Para poner fin a sus inquietudes, hay que explicar y conversar no sólo sobre la etapa de desarrollo en la que estén, sino sobre las siguientes. Entre los 8 a 10 años de edad tienen la madurez suficiente para comenzar a escuchar conversaciones sobre la menstruación, tal vez de forma más precisa en las niñas porque les interesará más debido a que ellas serán protagonistas de ese cambio. Igual sucede con los cambios que experimentarán sus cuerpos en el futuro, como el hecho de que al niño le saldrá barba y a él le interesa saber por qué pasará eso.

Dar a conocer los propios valores

Tenemos la responsabilidad de dar a conocer a nuestros hijos nuestros propios valores sobre el sexo. Incluso si ellos no los adoptan cuando crezcan, por lo menos los conocerán y les servirán de referencia a medida que luchan por establecer su propio sistema de comportamiento.

Hablar con los hijos e hijas del sexo opuesto

Algunos padres se sienten incómodos cuando hablan de sexo con sus hijas, e igual sucede a las madres con sus hijos. Aunque es comprensible, no puede servir de excusa para eludir la conversación.

Dialogar sin angustia

No hay que preocuparse si no se conocen todas las respuestas a las preguntas de los hijos. Lo que se sabe es mucho menos importante que la manera en la que se responde. El hijo sabrá que no hay temas de conversación prohibidos en su hogar.

Proporcionar información precisa y adecuada según la edad de los hijos e hijas

Los mensajes dirigidos a los hijos e hijas deben adecuarse a la edad y a su personal desarrollo. Se tiene que tener en cuenta su grado de comprensión, su madurez intelectual y las inquietudes concretas que exprese, que son diferentes en cada cual.

Conclusión

1.- La educación sexual debe ser parte del proceso familiar, educativo y social de preparación para la vida. - El ejemplo de nuestras actitudes tiene mucho más peso que nuestras palabras.

2.- En la medida de lo posible, no conviene contradecir lo que se dice en casa con lo que se afirma en el colegio. Los criterios han de ser comunes tanto en los contenidos como en el modo de darlos. Y si no lo son, hay que explicarles que algunas personas piensan de una forma y otras tienen una opinión distinta.

3.- Los padres, madres y educadores han de adquirir suficiente conocimiento sobre la sexualidad para trasmitir ideas claras y precisas.

4.- Hemos de repasar nuestras actitudes y comportamientos sexuales, para evitar posibles conflictos entre lo que decimos y lo que hacemos.

5.- Nunca es demasiado tarde para aprender a disfrutar y a vivir la sexualidad. Muchas veces, la obligación de tener que educar sobre ella sirve para solventar dudas y ampliar conocimiento.

6.- Se requiere tiempo y paciencia para responder a las preguntas relativas al sexo.

7.- Hay que enseñar que toda conducta (sexual o no) que tenga que ver con los genitales ha de desarrollarse en la intimidad. No hay que impedir que la realicen, pero hemos de indicarles los lugares apropiados.

8.- Es importante que les enseñemos a conocer y apreciar su cuerpo y les ayudemos a satisfacer la curiosidad que les producen los cambios en su cuerpo y el de los demás.

9.- Si así se quiere, se pueden utilizar materiales de apoyo (películas, dibujos, láminas) o el propio cuerpo para explicar. No toda la información ha de ser verbal.

10.- Se debe adecuar la información al nivel madurativo del niño o niña, a su ritmo de aprendizaje y a las necesidades que se proyecten.

11.- Es beneficioso fomentar hábitos higiénicos, de autonomía y de responsabilidad en la vivencia de la sexualidad.