lunes, 5 de diciembre de 2016

Mi Hijo me Pega: Violencia Filio-Parental

Una preocupación frecuente de los padres y que muchas veces llevan a la consulta, se refiere a si es normal que los niños peguen a otros niños o a los adultos que conviven con ellos. Para responder ésta pregunta primero hay que tener en cuenta algunos factores como la edad del niño y el contexto en el que éste comportamiento ocurre.
Algunos padres viven la pesadilla del maltrato físico y psicológico de sus hijos, aunque no muchos se atreven a contarlo. Se suele hablar mucho del maltrato de padres hacia los hijos, pero en menos ocasiones, se trata el tema cuando ocurre a la inversa, cuando son los hijos quienes agreden física o verbalmente a los padres. Esto ha hecho que nosotros psicólogos clínicos y sociólogos concentremos miradas en un fenómeno que no es nuevo, pero ha aumentado su recurrencia en las últimas décadas: la violencia filio-parental. Es la forma más oculta, incomprendida y estigmatizada de violencia familiar. Miles de padres viven con temor pero aún es un tema tabú. Se trata de una forma de violencia intrafamiliar en la que los hijos abusan verbal, emocional, económica y físicamente de sus padres o cuidadores para tener el control. 

En el abordaje familiar de este tipo de patologías, asociadas a problemas de hiperactividad o impulsividad y que desembocan, si no se interviene a tiempo, en trastornos de conducta desafiante y, lo que es peor, en la agresión a padres, hermanos, compañeros o profesores. Se trata de patologías que muchas veces quedan sin diagnóstico y cuyas consecuencias van más allá del ámbito doméstico: el fracaso escolar, rechazo social, la comisión de delitos y la falta de perspectivas laborales.

¡Mi hijo pega mucho! ¿Qué hago?

Entre el año y los dos o hasta los 4 años máximo, puede aparecer el gesto de pegar o el hábito de morder a sus padres, hermanos y/o compañeritos del jardín maternal como una necesidad del niño de comunicar sus sentimientos y de no encontrar otra manera para hacerlo. Puede que tu hijo pegue porque no sabe expresar con palabras su frustración o puede que tenga un problema de agresividad. Es necesario enseñarle a actuar de otra manera.

Un niño enfadado es un niño que bajo esa apariencia de dureza está bastante asustado y triste. Por muy pequeño que sea el problema, siente que algo de vital importancia para él está siendo amenazado, y que no tiene otra posibilidad más que la lucha. También se siente solo. Hasta donde él puede ver, nadie le entiende, nadie viene a su rescate, y todo el mundo intenta hacerle daño. Los niños se inclinan con naturalidad hacia el cariño y la compañía.

En caso de agresión hacia la madre hay una regla básica y no negociable "No se pega a mamá".

Un niño no pega porque sí. El pegar suele responder al enfado, pero debajo del enfado hay otras cosas: resentimiento, frustración, miedo, tristeza…

Después de que pegue a alguien, y cuando tu hijo se haya calmado, ayúdale a identificar lo que ha pasado. No lo juzgues, solo escucha lo que tenga que decir. Intenta no perder la calma ni los nervios cuando pegue, dile que estás ahí para ayudarla a encontrar otra manera distinta de mostrar su tristeza/rabia/miedo/frustración…Siempre y cuando tú/tu marido no recurran a pegar cuando su  hijo(a) les saque de quicio, de lo contrario, el mensaje sería cero coherente.

No hay maldad en la rabieta. No lo tomemos como algo personal. El niño ni siquiera tiene intención de hacer daño cuando pega. La rabieta es su forma de expresar el enfado y la frustración. Hay que diferenciar el comportamiento (pegar) que no es aceptable bajo ningún concepto, y el sentimiento que ha provocado que tu hijo pegue (que es totalmente válido sea el que sea, y es incuestionable). “Entiendo que te hayas sentido triste/avergonzada/frustrada/dejada de lado. Probablemente a mí me habría pasado lo mismo, pero la manera de expresarlo no es pegando. Te voy a ayudar a encontrar una manera sana para ti y para los demás”. Que tu hijo decida qué le sirve a ella para expresar su enfado.

"Enfócate en enseñarle a gestionar su enojo y no en resaltar sus errores"

La falta de comunicación y de atención de alguno de los padres al hijo durante su niñez, y la ausencia de uno de los progenitores, bien por una separación matrimonial o por el fallecimiento de este, son desencadenantes que hacen sentir al menor falta de cariño y provoca esta conducta violenta. En muchas situaciones, la exposición a la violencia en la vida diaria de la familia hace que los adolescentes repitan esta acción. Los niños que pegan, son niños que no se sienten amados.

"La agresión es un elemento más de disfuncionalidad o hay problema de salud mental, drogadicción o violencia entre sus miembros"

El principal problema es la falta de normas y límites en la educación. Son niños que reciben una educación demasiado permisiva en la que mantienen una jerarquía de igual a igual con sus padres. Son niños tiranos y mandones, con una baja tolerancia a la frustración, no aceptan un no por respuesta, son impulsivos y manifiestan poco apego hacia los demás. Al margen de aquellos casos en que la razón es biológica y está asociada a algún trastorno, las estadísticas muestran que estos niños no tienen unos padres muy autoritarios, tampoco provienen de familias separadas o de aquellas con un nivel socioeconómico bajo. Asimismo, parte del problema suele ser que la familia no tiene claro el concepto de autoridad y su sistema educativo es permisivo. Son más amigos que padres y crean adolescentes caprichosos que no toleran la frustración.

¿Quién es el culpable? No lo son hijos ni padres, hay un conflicto. Son dos imanes mal colocados que se repelen pero si se colocan bien se atraerán. Es una patología del amor.

Esta problemática tiene solución. Siguiendo unas pautas educativas, las familias pueden llegar a una convivencia razonable. El tratamiento de la conducta agresiva en un niño, en los casos que sea persistente su conducta debe estar sometido a un profesional especializado en salud mental.

Qué hacer si el niño agrede e insulta a los padres

Los estudios revelan que los niños que desarrollan conductas agresivas a temprana edad tienen la tendencia de continuar este comportamiento cuando son mayores, para frenarlo los padres podemos:
  • Establecer normas y límites: dejar el consabido 'pórtate bien' y explicarles qué esperamos de ellos y cómo se han de comportar. No hace falta inundarles de normas, pero sí establecer unas básicas que comprendan y que respeten.
  • No razones cuando está en plena explosión: el momento de la rabieta no es el más adecuado para dialogar. En esos momentos intentaremos que no se hagan daño a ellos mismos, a otros niños o a nosotros y esperaremos a que haya pasado la pataleta para hacerles comprender por qué no está bien lo que hicieron.
  • No reaccionar con violencia: si gritamos, pegamos o insultamos a nuestros hijos, ellos imitarán esas conductas violentas. Asumirán el maltrato como algo normal.
  • Estimular el vínculo: hacerles saber cuánto les queremos, participar de sus aficiones, hablar con ellos, mostrarles afecto, en definitiva, fomentar también la inteligencia emocional en nuestros hijos y el apego es fundamental.
  • Controlar su impulsividad: debemos ser un ejemplo en ese sentido, además hemos de establecer consecuencias para que ellos entiendan cuándo no actuaron bien o incluso podemos enseñarles a seguir instrucciones paso a paso, haciendo juegos o recetas de cocina, para que ellos aprendan a autocontrolarse.
  • Educar en la empatía: enseñarles a ponerse en el lugar del otro es básico para que controlen esa agresividad y persistan en su actitud hiriente hacia los demás.
  • La opción es la de hacerle lo mismo que el niño está haciendo para que vea que está haciendo daño. No aplica. Ej."para que no toque la caja de los hilos, donde hay agujas, le pinchas con una aguja en la mano... así nunca más querrá tocarla"  es igual a "te pego, que es lo mismo que tú haces" y si es capaz de pensar "me duele, no se lo haré a nadie más". El problema es que podría no entenderlo o incluso entenderlo al revés "mis padres me pegan, yo también puedo pegar", o que piense si "mis padres se relacionan conmigo haciéndome daño, yo también podré hacerlo".
En breve, que hacer si tu hijo pega: Actúa de inmediato, responde con consecuencias lógicas, mantén la calma, disciplinarlo con constancia, enséñale alternativas, enséñale a ofrecer disculpas, recompénsalo por su buen comportamiento, limita su tiempo frente a la televisión/tablet/móvil, proporciónale mucha actividad física, no temas buscar ayuda. 

Si la agresividad del niño no coincide con las edades esperables para éste comportamiento ni con los contextos esperables (situaciones de cambio) es conveniente consultar a un profesional que les pueda aclarar la situación y orientar para resolverla.

Modelo de intervención por los padres: Cuando esté determinado el procedimiento que utilizará, poner en práctica el plan.

Identificar el tipo de conducta, cuantas veces el niño aplica la conducta de agresividad, elegir dos objetivos para modificar la conducta: debilitar la conducta agresiva y reforzar respuestas alternativas deseables,  reducir el contacto del niño con los modelos agresivos. Muéstrele a su hijo otras vías para solucionar los conflictos, enseñar al niño a permanecer en calma ante una provocación, recompense a su hijo cuando éste lleve a cabo un juego cooperativo y asertivo. 

"Mantenga una actitud relajada y positiva y notarás los progresos. Al final, todos se sentirán mejor".

Recuerda que tu hijo es todavía muy pequeño. Si procuras ayudarlo con paciencia y creatividad, es probable que pronto lo único que quede de sus tendencias combativas sea el recuerdo.

Nota: En los adolescentes violentos/agresivos las conductas más habituales son las amenazas, el maltrato psicológico, insultos y humillaciones, lesiones leves como arañazos o bofetadas, empujones, golpes y roturas de mobiliario. Cuando no haya control «Llamar a la Policía para denunciar a tu propio hijo es muy duro pero hay que hacerlo si queremos solucionar el problema». Las intervenciones comienzan, según el grado de violencia, con mediaciones para que el joven sepa que lo está haciendo mal. Si persiste en su comportamiento se puede llegar a sanciones que pasan por terapias, privación de libertad y órdenes de alejamiento en última instancia.

Conclusión

Se reclaman protocolos de intervención social para detectar y saber cómo actuar a nivel familiar. Una labor también pendiente en América Latina, donde además en muchos países no se diferencia estadísticamente los casos de violencia filio-parental de otras agresiones familiares. Hay cierto desfase en la atención a este problema, aunque cada vez se tiene más en cuenta. Dicen que "Sí existe, pero la prioridad allí es frenar el maltrato infantil y la violencia de género, las otras dos formas de violencia intrafamiliar"…

No todo termina en el dictamen del Juez en culpabilizar a los padres o como profesionales de la salud mental, al no apreciar signos de patología severa y concluir que son unos padres "inadecuados". Se requiere una re-estructuración al actual sistema educativo, instituciones de AP y servicio social, también al fortalecimiento de los vínculos paterno-filial como a la prevención de malos manejos. Que la sociedad ofrezca más recursos alternativos.