jueves, 17 de junio de 2021

La Depresión Enmascarada

La depresión enmascarada, también llamada depresión somatizada, es una forma de depresión silenciosa que puede tener una repercusión importante en la salud emocional y física de la persona.

Se trata de un tipo de depresión donde los síntomas depresivos, similares a los de cualquier otra depresión, quedan en un segundo plano debido a que la persona se centra en los síntomas físicos. Por este motivo, la persona suele visitar a diferentes profesionales buscando un origen físico y no psicológico de su malestar.

La persona suele acudir en primer lugar a Atención Primaria, pero, como no suele expresar ni su tristeza ni su apatía en su motivo de consulta, la intervención médica se centra en su estado físico. Este hecho no sólo dificulta su diagnóstico, sino que, además, cualquier síntoma emocional que pueda expresar posteriormente, se interpreta como una causa de su problema físico.

Esta circunstancia, demora en el tiempo su diagnóstico de depresión y, cuando esto sucede, el paciente suele mostrar cierta resistencia a la hora de aceptar que, lo que realmente padece, es una depresión. Esto es debido a que socialmente se entiende y acepta mejor los problemas de origen físico y a que, una de las características personales que predisponen más a una persona a padecer este tipo de depresión, se encuentra en la dificultad para gestionar y conectar con las emociones.

Este tipo de depresión, se puede dar también en niños y en personas de edad avanzada.

La mayoría de las depresiones en niños y adolescentes, se caracterizan por presentar quejas somáticas y/o cuadros de alteración de conducta (irritabilidad, agresividad, problemas escolares, enuresis nocturna, aislamiento social, alteraciones del sueño y apetito).

En el caso de los ancianos, la depresión tiende a enmascararse debido a los síntomas físicos originados por las limitaciones psicofísicas, enfermedades crónicas, efectos secundarios de la medicación, pero también, debido a quejas de tipo hipocondríaco.

Las manifestaciones somáticas más frecuentes son:

  • Síntomas gastrointestinales: náuseas, vómitos, dolores gástricos, aerofagia, dispepsia funcional.
  • Síntomas neurológicos: parestesias, pérdida de memoria, cefalea, lumbalgia, dolores crónicos, mareos.
  • Síntomas cardio-respiratorios: disnea subjetiva, taquicardia, palpitaciones, dolor torácico.
  • Síntomas dermatológicos: alopecia, prurito, eczemas.
  • Síntomas generales: cansancio, debilidad, fatiga, alteraciones del sueño.
  • Síntomas genitourinarios: disminución de la lívido, impotencia, disuria.

 Tratamiento psicológico

Generalmente, se suele combinar la terapia psicofarmacológica con una psicoterapia. La medicación es insuficiente si la persona no modifica aquellos patrones de pensamiento y de conducta que originan y/o mantienen el estado de depresión. El tipo de intervención psicológica que ofrece mejores resultados es la Terapia Cognitivo-Conductual. Se trata de un proceso psicológico que ayuda a identificar la causa de la depresión y los factores que pudieran estar manteniéndola.

*Es importante que el psicólogo esté especializado en este tipo de intervención.

 Si crees que puedes sufrir una depresión enmascarada contáctame.


Ruiloba Psicología 

lunes, 14 de junio de 2021

Pandemia: Depresión en Niños y Adolescentes

Los adultos manifiestan tristeza profunda y prolongada, pero los niños tienen otras manifestaciones, como irritabilidad, problemas para dormir y aislamiento.

La depresión afecta a más de 300 millones de personas, lo que equivale al 4,4% de la población mundial, según la OMS. Este es un estimado pre pandémico. “Confusión, temor, incertidumbre y los duelos por seres queridos son los estresores sociales más agresivos que están sufriendo las personas”.

La depresión se identifica, principalmente, por los trastornos del ánimo: tristeza que dura más de dos semanas y se acompaña de otros síntomas: dificultad para disfrutar las actividades, falta de energía, insomnio, falta de apetito, ideas de minusvalía y de muerte.

Los síntomas varían entre el niño, el adolescente, el adulto joven o el adulto mayor.

En situaciones infantiles depende mucho de la edad del niño y de la etapa de desarrollo en que se encuentre. En ellos se combinan factores biológicos (pueden ser hereditarios), psicológicos (si el niño es introvertido, tiene dependencia emocional, baja autoestima o dificultad para adaptarse al cambio), ambientales, acoso escolar, difusión familiar o problemas en casa (enfermedades) y socioculturales, como la pobreza.

“Según la OMS, uno de cada 20 niños y adolescentes tendrá un episodio depresivo antes de cumplir los 19 años”, en mi práctica clínica he visto un incremento de casi un 50% de menores de edad con esta patología en consulta externa.

La pandemia se ha convertido en un detonante para la depresión en niños y adolescentes. Estamos viviendo una etapa muy complicada, porque las circunstancias les impiden compartir y jugar con sus compañeros, esto quedó relegado a las redes sociales. Tenemos conflictos emocionales, porque los padres trabajan más que antes y les prestan menos atención, el horario ya no es de una jornada. Los niños absorben los conflictos familiares con una carga de responsabilidad.

Los rasgos que podrían sugerir depresión en los niños son diferentes a los que podemos ver en los adultos. En estos se presenta como marcada y prolongada tristeza, pero en los pequeños se evidencia como aislamiento y trastornos al dormir.

  • Tienen cambios en el estado de ánimo.
  • Tienen cambios en la conducta.
  • Muestran irritabilidad y agresividad.
  • No pueden dormir bien, no pueden conciliar el sueño.
  • Sienten que no pueden hacer sus actividades normales, que no pueden participar de la vida del hogar, que son relegados por la familia.
  • En el caso de los bebés y niños que no manejan el lenguaje verbal, no quieren comer, están enojados, les incomoda estar en casa.

Estas circunstancias pueden predisponer a situaciones de violencia y agresividad, e incluso al consumo de drogas.

El mejor tratamiento para la depresión infantil y juvenil

El hogar es la principal fuente de apoyo para la prevención y el tratamiento de los estados depresivos en el niño.

Es esencial dedicar tiempo. Me refiero a sentarse con ellos, hablar con ellos, jugar con ellos. Necesitan ser, que sus ideas, sus sueños y sus planes sean escuchados. Compartan anécdotas y experiencias. Permita que los niños y adolescentes participen en acciones y en decisiones en casa, que los hagan sentirse útiles.

Estos eventos pueden evitar que el niño entre en estados depresivos, que esté solo, que se encierre, que pase demasiado tiempo frente a los dispositivos electrónicos.

Si usted nota cualquiera de los cambios enumerados en su hijo, la recomendación inmediata es llevarlo al médico para que discrimine si está entrando en un estado depresivo y tome acciones. Mientras más pronto haya atención y se diagnostique, más pronto se podrá tratarlo. El tratamiento hoy es fácil, porque hay medicación, pero recuerde que la medicina no es el tratamiento. La familia es el sitio donde el niño se recuperará de mejor manera y en el menor tiempo posible.

Esto no significa que la depresión se cura ‘de la noche a la mañana’. Tenemos cuadros que se curan, en el mejor de los casos, en tres a seis meses o un año; otros van más allá. Depende del apoyo familiar.

El niño está creciendo y aprendiendo, idealmente a través de la experiencia en el entorno y con los pares, pero también con personas de toda edad con las que pueda jugar, a las que pueda escuchar y de las que pueda aprender.

Ese proceso le permite desarrollar su capacidad emocional, neurológica y adaptativa. Si el niño no tiene esta oportunidad, su mundo se reduce demasiado; y las circunstancias pequeñas, como conflictos caseros o ficticios, como los que ve en las películas, se convierten en sus referentes, los que marcan su estado de ánimo. La ficción de las películas, los videojuegos y las redes sociales puede convertirse, en su mente, en la realidad por la cual miden todo lo demás.

Los niños no deben pasar “pegados” a las pantallas, y sí jugar, leer e incluso vivir su mundo de sueños y fantasías, si eso es lo que necesitan para que su perspectiva se amplíe y para aprender a diferenciar lo real de lo irreal.

La pandemia nos debe dar la oportunidad de rescatar a la familia, y para ello los padres deben, dar tiempo para conversar, y no solo en grupo.

“Primero, converse con cada uno de sus hijos de forma individual. Escúchelo, sepa qué piensa, cómo le va, qué ha mirado, qué perspectivas tiene. Sugiera, aconseje. Que el niño sienta que es valorado. Abrácelo. Hágalo sentir que lo que él está pensando es importante”.

Mientras más pequeño es el niño, mayor cantidad de información del exterior necesita, por eso trate de sacar a los niños pequeños, bien protegidos, al menos por los alrededores de su casa. Disfrute con ellos el tiempo de las comidas, el tiempo antes de acostarse.

Luego, si hay más hijos en la familia, programen actividades, juegos, bailes, pintura, historias que hagan que todos se sientan parte de la familia, y que cada aporte, incluido el del niño, haga que siga creciendo. Que se sienta protegido, pero también sepa que está aprendiendo, y que al enfrentarse a la ficción pueda distinguir entre ella y la realidad, entre lo bueno para él y lo malo.