viernes, 31 de marzo de 2017

Abordaje Psicológico de Pacientes con VIH-SIDA

Aunque la problemática sanitaria del VIH-Sida es considerada en nuestro país como una cuestión relevante y grave.
Pese a la antigüedad del problema (el Virus de Inmunodeficiencia Humana o VIH, fue identificado y caracterizado en 1983) sigue siendo al día de hoy una cuestión opaca para la mayoría de los profesionales de la salud.

Estrategias de intervención psicológica frente al VIH

En mi experiencia y considerando las peculiaridades de nuestro sistema de salud y su grado de desarrollo, las actividades más importantes y necesarias a desarrollar por los psicólogos frente a esta problemática son: la prevención, el potenciamiento (mediante diversas estrategias informativas, de consejería y de educación) del desarrollo de diagnósticos precoces y el fortalecimiento de las adherencias a los tratamientos médicos específicos, en especial los que incluyen medicación antirretroviral. Asimismo, a grandes rasgos, podemos caracterizar las estrategias de intervención como de inicio (en la primer etapa de confirmación de la seropositividad), de educación, información, de evaluación psicológica y social de la situación y la problemática, de seguimiento de los procesos de tratamiento, de emergencia frente a crisis y de rehabilitación cuando la patología ha afectado sensiblemente la vida familiar y social de la PVVS.

Por otra parte, al realizar una intervención directa con PVVS el psicólogo debería trascender la mera oferta de contención emocional (necesaria sin lugar a dudas)  para brindar además y fundamentalmente,  posibilidades de esclarecimiento y comprensión de la dimensiones psicológicas y sociales del problema, propiciando nuevas perspectivas de elaboración  simbólica de los conflictos inmanentes y de gestión empírica de las dificultades.

No obstante, hay también otras tareas eminentemente técnicas a desarrollar en algunos momentos de la evolución de la enfermedad tales como la evaluación de las funciones cognoscitivas afectadas por la infección y la eventual instrumentación de estrategias re-habilitadoras y/o compensatorias frente al déficit.

No olvidemos que se trata de un virus neurotrópico, es decir que puede afectar al sistema nervioso central provocando cuadros neurológicos (encefalopatías, demencias y delirium) en aproximadamente el 30% de los casos (Ballester, 1999; Ballester, 2005)

Aspectos psicológicos 

Comienza antes de su verificación mediante pruebas de laboratorio. Salvo aquellas personas que lo contrajeron de forma accidental sin haber incurrido regularmente en prácticas de riesgo, las demás -en su mayoría- han desarrollado un proceso previo de significación de esta condición y de otorgamiento de sentido a la situación. En los entornos sociales más vulnerables al VIH son de los consumos altamente problemáticos de drogas y comportamientos peligrosos como: imprudencias diversas, violencia, etc.

Expuestos, apenados, lastimados y débiles, los pacientes diagnosticados con VIH, se enfrentan a su vida. Se presentan diversas situaciones que exigen del individuo una reinterpretación de su vida y lo obligan (obligación que se cumple o no, pero que existe), al desarrollo de estrategias nuevas que le ayuden a reintegrarse socialmente. Le imponen la resolución de conflictos, lo enfrenta a su realidad cruda y sus pertenencias reales, sus recursos y sus redes sociales. Le fuerzan a asumir otra actitud y conducta consigo mismo y con el mundo. La presunta cercanía de la muerte, obliga a la honestidad. El VIH ancla al sujeto a la vida, o lo mata. La persona se adapta o se destruye con una muerte lenta o rápida, pero siempre inminente, con actualizaciones periódicas de su amenaza. Sin embargo, aceptar la idea de finitud, no solo aplaca la angustia, sino que puede volver la existencia más intensa y vital.
Muy frecuentemente los pacientes suelen referirse al estado de shock inicial generado por el diagnóstico como situaciones de terror, pánico, espanto y horror. En tales momentos, una correcta consejería y contención psicológica se tornan de capital importancia para una adecuada elaboración de esa situación, procurando evitar que el miedo de lugar al pánico, es decir a esa respuesta espontánea y desorganizada que se puede traducir en reacciones poco meditadas en relación con su vida familiar y social. Asimismo, mientras se tramita ese shock inicial no sólo importan los riesgos derivados de actitudes y comportamientos poco meditados sino también de los derivados de la crisis emocional.

Sin embargo, frente a estas respuestas emocionales comprensibles y esperables hay una dimensión que no siempre se tiene en cuenta y a la cual se debería prestar particular atención. Me refiero a esa conjunción de factores iatrogénicos y efectos secundarios propios de algunos antirretrovirales (o bien de otros fármacos utilizados frente a diversas enfermedades oportunistas co-mórbidas del sistema nervioso central) que pueden generar a menudo alteraciones significativas en los estados anímicos. Por ejemplo, el famoso AZT (o Zidovudina, llamada anteriormente azidotimidina) uno de los antirretrovirales más usados desde fines de los años ´80, presenta una gran variedad de efectos secundarios tales como nauseas, dolor de cabeza, fatiga, cambios en la coloración de algunas partes del cuerpo así como la inducción de estados psicológicos muy diversos que varían de persona a persona: manía, depresión, astenia, confusión y ansiedad. (Ballester, 2005) Por esta razón, es deseable desde el comienzo un abordaje multi o interdisciplinario que incluya atención psiquiátrica y algún profesional con experiencia que pueda discernir eventuales efectos iatrogénicos y secundarios del tratamiento farmacológico.

El miedo al deterioro físico, la preocupación por la continuidad de su trabajo, la incertidumbre sobre el futuro de las personas con las que convive y ama, las exigencias materiales de un tratamiento que se imagina prolongado y complejo, así como la amenaza que comienza a cernirse sobre la continuidad de sus propósitos y objetivos en la vida (pareja, hijos, proyectos, etc) aparecen conformando en esta primera etapa una suerte de aplanadora existencial de una masividad inmanejable. Asimismo esos temores suelen aparecer amalgamados con los temores e incertidumbres de su entorno micro social de inserción y pertenencia. La función del psicólogo en esta etapa que adquiere un rol crucial de sostén, interlocución reflexiva y orientación.

En algunos casos la crisis emocional desencadenada por el diagnóstico de seropositividad adquiere un carácter más agresivo y violento, en otros más apático y resignado o bien de confusión y desorganización general.

Los temores más ansiógenos y frecuentes son a la:
  • Discapacidad, deficiencia física o minusvalía que pueda sobrevenir como consecuencia de la evolución de la enfermedad
  • A la desfiguración corporal (Sarcoma de Kaposi; etc.)
  • Al rechazo y abandono social debido a la estigmatización del VIH como puede ser el abandono por parte de familiares, parejas o amigos debido al diagnóstico
  • A infectar a otras personas o a sufrir una reinfección
  • Los motivos de enojo y frustración más comunes suelen estar referidos a las:
  • Incertidumbres inherentes a la evolución de la infección
  • Déficits informativos, de asesoramiento y de atención social
  • Incierta eficacia de los tratamientos
  • Complejidad de los tratamientos (cantidad de pastillas; tiempo que se invierte en el mismo; etc.)
  • Calidad de los tratamientos y fármacos (según se le esté suministrando originales, genéricos o copias) 
  • Por el juicio social acerca del modo en que contrajo el virus
Estas reacciones suelen estar amalgamadas con un sentimiento variable de culpa debido a la relación que eventualmente pudo existir entre su comportamiento sexual o de consumo de drogas y el VIH. Sentimiento especialmente incrementado si la persona considera que propició el contagio o si teme haber puesto en riesgo o haber dañado a otra.

Se debe tener presente que el desarrollo del VIH tanto en su dimensión biológica como en la simbólica, produce un desarreglo general psicológico, emocional y fisiológico y es procesado en forma sui generis de acuerdo a los recursos afectivos, materiales y sociales de cada PVVS.

Es sabido y está aceptado científicamente que: los estresores psicológicos -como los casos de duelo, divorcio, las situaciones traumáticas y los estados depresivos- alteran el funcionamiento del sistema inmunológico. Entre otras pruebas que existen al respecto, vale subrayar que se han encontrado disminuciones en las cantidades de linfocitos en las personas infectadas por el VIH y que padecen depresión. Las implicaciones de la depresión en los pacientes infectados por el VIH/Sida son importantes. Se ha demostrado que los pacientes VIH positivos con síntomas depresivos tienen mayores probabilidades de no cumplir las pautas del tratamiento con fármacos antirretrovirales y de no seguir los consejos médicos.

La atención psicológica en los servicios de salud acoge a las PVVS proporcionando consejería y apoyo psicológico en el proceso de notificación de la enfermedad y de la aceptación de la condición de portador. De este modo, mediante la escucha, la comprensión e intervención se procura potenciar la calidad de vida de la PVVS minimizando consecuentemente sus riesgos físicos y emocionales propiciando además una actitud responsable en el manejo de la infección, de sus actos y decisiones. Quizás esta habilitación de un espacio de re-elaboración simbólica de la historia de vida desde una actitud comprensiva del drama existencial del otro.

Otro objetivo de vital importancia es el ayudar a sostener la adherencia al tratamiento médico-farmacológico en todas sus variantes, incluyendo el monitoreo regular de enfermedades oportunistas y el respeto por las recomendaciones terapéuticas. No olvidemos que la gestión de los antiretrovirales, sumado a las indicaciones de dieta y  demás cuidados de sí,  exige constancia y disciplina. Para el psicólogo se vuelve necesario la instrumentación de coordinaciones con los médicos tratantes (infectólogo, neurólogo, psiquiatra, dermatólogo, etc. el grupo como unidad de tratamiento) propendiendo o instrumentando de ser posible un trabajo en equipo. Cada etapa exige encuadres y aproximaciones diferentes y requiere conocimientos específicos del psicólogo sobre esta patología y las variaciones periódicas en el modo científico de entenderla y tratarla. Es decir que a diferencia de otros ámbitos de intervención clínica requiere de una actualización permanente y del desarrollo coordinado y complementario de trabajo en todos los niveles de atención.

Otros dos  niveles importantes de intervención son la evaluación cognitiva del paciente y un monitoreo constante tendiente a determinar si hay algún nivel de deterioro intelectual ocasionado por la infección y consecuentemente cuando se observa este hecho diseñar alguna estrategia compensatoria de tratamiento y rehabilitación.

Muy frecuentemente en algún momento del proceso suele aparecer en forma latente o manifiesta la demanda de una intervención familiar que contemple a los miembros más significativos de la familia nuclear o extensa del paciente. Pasando a  intervenir sobre la textura vincular del grupo familiar, sus dinámicas, sus procesos de comunicación y aprendizaje, sus emergentes y los ínter-juegos de asignación y asunción de roles.


Bibliografía:
www.itinerario.psico.edu.uy/revista
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lunes, 27 de marzo de 2017

Depresión: Descripción General

En medicina y en psicología hablamos de depresión cuando hay un trastorno mental, cuando  ya la tristeza no es normal si no  patológica. La tristeza pasa a ser depresión cuando se experimentan cambios cognitivos,  somáticos, conductuales, afectivos y sociales que duran varias semanas, meses o años.
  1. Cambios cognitivos: pensamientos persistentemente  negativos (pesimismo, muerte, minusvalía, hipocondriasis) hipomnesia,  hipoprosexia y dificultad para orientarse en el tiempo. Indeciso. Ideas suicidas.
  2. Cambios somáticos u orgánicos: hiporexia (falta de apetito),  insomnio, disminución del deseo sexual, dolores musculares (cuello, cabeza, espalda, miembros, etc.), molestias digestivas (epigastralgia, estreñimiento, dolor abdominal),  opresión torácica, manos frías, palidez, ojeras (coloración oscura del párpado inferior), pérdida de peso, etc.
  3. Cambios conductuales: adinamia, hipobulia, falta de iniciativa, cansancio, lentitud. Puede llegar a la inacción.
  4. Cambios afectivos: bajo estado de ánimo, tristeza,  anhedonia,  sentimientos  de soledad, de vacío,  de incapacidad, de infelicidad, de sufrimiento. También es frecuente la ansiedad y la irritabilidad.
  5. Cambios sociales: pierde interés en las reuniones sociales, se  aísla, no desea comunicarse,  lo notan callado, ensimismado.
Síntomas y Signos
  • Sentimiento prolongado de tristeza, desesperanza, aburrimiento, inutilidad, y/o irritabilidad
  • Sentimientos de infravaloración. El paciente se siente con menor valor del real.
  • Anhedonia: no siente placer  por  las cosas que que antes disfrutaba
  • Generalmente hiporexia  o anorexia. En algunos casos puede haber polifagia.
  • Pérdida de peso.
  • Disminución o abolición del deseo sexual o libido.
  • Frecuente ansiedad  y/o irritabilidad
  • Piensa que su vida no tiene sentido y muchas veces desea desaparecer o tiene ideas suicidas.
  • Hipocondriasis: cree que tiene enfermedades físicas graves.
  • No tiene planes para el futuro, está pesimista. Cree que nadie puede ayudarlo.
  • Aislamiento social.
  • Está muy sensible y siente deseos de llorar con frecuencia.
  • Insomnio.
  • Hipoprosexia, hipobulia, hipomnesia: tiene que hacer esfuerzos para realizar sus tareas rutinarias.
  • Ideas de minusvalía. En cuadros psicóticos delirio nihilista.
  • Sensación de cansancio y falta de fuerzas.
  • Dolores musculares y/o articulares en espalda, nuca y/o cabeza.
  • Molestias digestivas: epigastralgia, estreñimiento, dolor abdominal, meteorismos.
  • Los síntomas, frecuentemente,  siguen un ritmo circadiano. Empeoran por la mañana o por la noche.
 Clasificación

Según la gravedad, una depresión puede ser: Leve, moderada o grave. 

Una distinción fundamental es la establecida entre la depresión en personas con y sin antecedentes de episodios maníacos. Ambos tipos de depresión pueden ser crónicos y recidivantes, especialmente cuando no se tratan.

A. Leve: grosso modo,  un trastorno depresivo es leve cuando los síntomas no son tan intensos y la persona puede realizar sus labores habituales sin mucha dificultad.
B. Moderado: los síntomas y signos son más intensos, de manera que él o la  paciente debe hacer un esfuerzo mental  para realizar sus labores habituales y siente  que ya no le son tan gratas como antes, además tiene menos interés por sus entretenimientos. Pero no está totalmente inactivo.
C. Grave: los síntomas son tan intensos que no le permiten realizar casi ninguna labor, no obtiene placer alguno por nada, no tiene voluntad ni energía para arreglarse, asearse, comer. Tiene deseos  de muerte permanente o delirios nihilistas y/o alucinaciones auditivas  (en este caso se dice que tiene una depresión psicótica). En ocasiones puede llegar a un estado catatónico con riesgo de muerte.

1.- Trastorno depresivo mayor: La edad promedio de inicio es la tercera década de la vida, se instaura en días o semanas y termina también en días o semanas.
2.- Trastorno afectivo bipolar: este tipo de depresión consiste característicamente en episodios maníacos y depresivos separados por intervalos con un estado de ánimo normal. Los episodios maníacos cursan con estado de ánimo elevado o irritable, hiperactividad, logorrea, autoestima excesiva y disminución de la necesidad de dormir.
3.- Trastorno distímico: Se caracteriza por un estado de ánimo depresivo de muy larga evolución (2 años o más) con intervalos libres de síntomas de pocos días o semanas, con muchas de las características de un trastornos depresivo mayor pero menos intensos, más duradero  y con menos síntomas somáticos. Tiene un inicio insidioso lento, progresivo
4.- Trastorno depresivo debido a enfermedad médica:Muchas enfermedades médicas pueden causar alteraciones del humor  como:
  • Enfermedades  neurológicas degenerativas: Parkinson, Demencia y Corea de Huntington.
  • Enfermedades vásculo-cerebrales
  • Enfermedades metabólicas:
  • Enfermedades carenciales
  • Enfermedades endocrinas: hipotiroidismo, hipoparatiroidismo, Cushin
  • Infecciones víricas: heptitis, VIH,  mononucleosis, etc
  • Tumores malignos
5.- Trastorno depresivo debido a uso de sustancias:
Los trastornos depresivos pueden asociarse a consumo de sustancias, entre ellas: opiáceos, sedantes hipnóticos, reserpina y asteroides. También la abstinencia de ciertas sustancias como: alcohol, cocaína, benzodiazepinas, anfetaminas, morfina y similares.

Tratamiento

Una vez diagnosticada la depresión, el paciente debe iniciar el tratamiento, siendo en casi todos los casos una acción combinada de terapia farmacológica con apoyo psicológico. 

Nota: Antes de iniciar un tratamiento, farmacológico y/o psicoterapia, es importante averiguar si existen acontecimientos vitales estresantes (situación de pérdida real o  mal interpretada por el paciente)  y evaluar si estamos ante una respuesta  normal (tristeza normal) o si se trata un trastorno depresivo, consumo de sustancias, fármacos o enfermedad médica.

A los  pacientes con trastorno bipolar, depresión u otra enfermedad psiquiátrica previas de larga evolución, se tratan como casos crónicos.

Si no existe historia psiquiátrica previa se evalúa el grado de interferencia con su funcionamiento social, laboral o académico y si la intensidad del cuadro es leve no se prescriben fármacos, se hace un seguimiento frecuente para observar si el cuadro cede espontáneamente.

En los cuadros con síntomas persistentes o severos se indica psicoterapia,  fármacos, Terapia Electroconvulsiva (TEC) y Estimulación Magnética Transcraneal (EMTr). En estos casos la detección temprana y tratamiento precoz, disminuye la gravedad y las complicaciones.

Los profesionales sanitarios deben tener presentes los posibles efectos adversos de los antidepresivos, las posibilidades de llevar a cabo uno u otro tipo de intervención (por disponibilidad de conocimientos técnicos o del tratamiento en cuestión) y las preferencias individuales.

Las técnicas psicoterapéuticas más efectivas son:

1.- Terapia cognitivo-conductual: relajación muscular, entrenamiento respiratorio, ejercicio físico diario progresivo. 
Los fármacos más efectivos son:
  • I S R S: Paroxetina, Sertralina, Fluoxetina, escitaloprán.
  • Tricíclicos: Imipramina, Clorimipramina.
  • Benzodiazepinas: Alprazolán, Clonazepán, Lorazepán.
En pacientes con Trastorno Bipolar se deben usar con cautela los medicamentos antidepresivos, ya que pueden precipitar un episodio maníaco, en cuyo caso se recomienda usar  un estabilizador del humor.

2.- Estabilizadores del humor: la  lamotrigina es el estabilizador del humor más recomendado cuando existe un episodio depresivo en un paciente con trastorno bipolar. 
Si hay síntomas psicóticos como ideas delirantes o alucinaciones,  se debe usar antipsicóticos (haloperidol, olanzapina, risperidona o clozapina).

3.- TEC: La terapia electro-convulsiva está indicada cuando hay:
  • Serio riesgo suicida
  • Cuadro catatónico
  • Síntomas psicóticos
  • Depresión en una embarazada.
  • Episodio mixto (síntomas maníacos sobrepuestos a los síntomas depresivos)
  • Depresión grave que no cede con fármacos.
Respuesta favorable previa al TEC. Es decir, si un  paciente ha sido tratado previamente con  TEC y su respuesta fue favorable, se prefiere este tratamiento.

4.- EMTr: La estimulación magnética transcraneal  es un tratamiento reciente que ha mostrado efectividad  en las depresiones moderadas,  en las embarazadas (para evitar el uso de fármacos) y en las personas que no desean recibir medicamentos, por los efectos indeseables de estos. 

Se debe referir a psiquiatría y/o al psicólogo clínico cuando:
  • Existe riesgo suicida
  • Tiene síntomas psicóticos
  • Existe una discapacidad importante
  • Depresión moderada o grave
  • Se sospecha de un trastorno bipolar
  • Requiere de psicoterapia específica
  • Existe un trastorno de personalidad
  • El médico no está capacitado para tratarlo
  • Paciente embarazada con cuadro depresivo.

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