martes, 8 de julio de 2014

Perfil Psicológico de Niños Asesinos

Cuando hablamos de niños asesinos el asunto toma doble importancia ya que pareciera incomprensible que un menor sea capaz de terminar con la vida de otro ser humano.
Son agresivos, impulsivos, desafiantes, dominantes, mentirosos, calculadores e insensibles al dolor humano y sin proyección de vida. Comúnmente demuestran que sienten total desprecio por la vida humana. Irresponsable con las normas y obligaciones sociales e incapaces de sentir culpa por conductas antisociales. Suelen tener un egocentrismo muy marcado y claras deficiencias de empatía y en su control. Se considera el centro del mundo, que aprende a ver a los demás como meros instrumentos para satisfacer sus deseos. No toleran la frustración y no están acostumbrados a esforzarse para resolver los problemas, tienen brotes de ira cada vez más frecuentes, que acaban en un estado de descontrol y al final, de violencia.

Las personas con trastorno psicopático, o psicópatas, suelen estar caracterizadas por tener un marcado comportamiento antisocial, una empatía y remordimientos reducidos, y un carácter desinhibido. Es impulsivo, violento e incapaz de entablar relaciones afectivas duraderas, sin olvidar que goza con el dolor, no siente culpa y puede ser adicto al alcohol y drogas.

Causas

No existe evidencia real sobre las posibles causas del trastorno de personalidad antisocial, sin embargo, se cree que factores genéticos y ambientales, como el maltrato infantil o abuso infantil, contribuyen a su desarrollo. "Ver causas y bases neurobiológicas"No se debe hablar de causas sino de factores de riesgo. En lugar de afirmar que este tipo de conductas están producidas por unas causas concretas, habría que decir que hay una serie de factores que pueden favorecer o precipitar su aparición Las personas de padres antisociales o alcohólicos corren mayor riesgo. Los hombres han resultado más afectados que las mujeres.

Las conductas antisociales son muy amplias y varían de unos niños a otros aunque tienen en común conductas violentas y oposicionistas. Desde niños, infringen reglas sociales, suelen presentar comportamientos agresivos, manifestaciones de ira y rabia continuadas, no aceptan someterse a las normas, la mayoría tiene problemas escolares tanto con respecto a la conducta como en lo que se refiere al rendimiento, absentismo escolar, tienen escasas habilidades sociales, dificultades a la hora de resolver problemas, etc. Es muy probable que se comporten de manera ofensiva, mientan, roben, se peleen, cometan agresiones sexuales, no muestren consideración hacia los demás y tengan actitudes resentidas. Esto les suele llevar a ser vengativos y a involucrarse en peleas y enfrentamientos que pueden llegar a ser muy peligrosos.

Las personas que tienen por costumbre prender fuego, maltratar a los animales e incluso perder el control del esfínter uretral durante la infancia están ligados al desarrollo de la personalidad antisocial. Cuando el niño mata con ensañamiento, está manifestando en ello un deseo inconsciente de destruir la imagen que tiene de sí mismo como ser vulnerable, buscando así librarse del sentimiento que tiene de ser una víctima. Otra situación interesante es la que se da con la humillación, cuando un niño es humillado, frecuentemente se dispara en él un mecanismo psíquico que le lleva a ver en los demás la causa de todos sus males y esto, desde luego, va haciendo que se acumulen deseos de venganza, aumentando la probabilidad de que el niño busque hacer daño, ya que eso equivaldría a atacar la fuente de sufrimiento.

Para que una acción acabe en un homicidio se requieren dos tipos de componentes: de personalidad y de oportunidad. En los niños, y en estos casos no hay intencionalidad de matar. Lo que sucede es que, en una situación emocional determinada -de celos, por ejemplo- se encadena una serie de actos que pueden incluir la violencia, y que si se dan ciertas circunstancias pueden acabar en un homicidio. En la violencia infantil, los componentes de oportunidad son muy importantes. Además de oportunidad, en muchos homicidios infantiles hay también elementos de imitación.

Se ha determinado que el abuso infantil sea cual fuere el tipo y la gravedad del este, no determina que la víctima se convierta en un futuro en un asesino serial, sin embargo la mayoría de los asesinos seriales culpan a sus padres sin embargo las acusaciones son exageradas en gran medida, muchas veces influenciados por las preguntas dirigidas a este tema que realizamos nosotros los psicólogos y que en ocasiones  son aprovechadas de manera deliberada por el criminal quien por lo general es sumamente inteligente para causar lastima o atenuar sentencias.

Aun así hay casos en que "la crueldad de los padres si ha sido algo terrorífico para el niño, que después se convirtió en asesino", van desde madres sobre protectoras o totalmente distantes, padre o madre alcohólica, madres santurronas reprimidas sexualmente o pervertidas, padre o madre golpeadores y padres misóginos, no puede faltar el fanatismo religioso o padres que imponen disciplina de manera por demás violenta.  

No todos los niños asesinos viven en ambientes degradados, pero en la corta biografía de muchos de ellos aparece un elemento en común: abandono y malos tratos. Abandono, pobreza, carencias emocionales y malos tratos son ingredientes comunes de muchas de estas tragedias. Pero miles de niños viven en esa misma situación y no se convierten en homicidas. ¿Por qué ellos sí? Un niño maltratado puede llegar a ser un maltratador si queda atrapado en la telaraña del sufrimiento. No es, ni mucho menos, una ley inexorable.

Los mecanismos del cerebro humano son un gran misterio que justo ahora comienza a desvelar sus secretos. Uno de los más interesantes es cómo afectan los impactos emocionales de la vida en la estructura mental que heredamos en nuestros genes. Los estudios muestran que determinadas condiciones de vida pueden llegar a alterar las estructuras cerebrales que controlan los impulsos. Es decir, que una situación de maltrato reiterado puede dejar huella en el cerebro del niño, todavía en fase de maduración.

Pero también hay casos de violencia extrema inexplicable de niños o adolescentes que no pertenecen a una familia desestructurada ni han sido víctimas de violencia. El 54% de los homicidas presentaba algún tipo de trastorno de la personalidad o conducta antisocial y otro 4% había actuado bajo los efectos de un brote psicótico, es decir, un trastorno mental severo que anula la voluntad. Pero el restante 42% eran chicos aparentemente normales que vivían en familias también aparentemente normales. (cifras de porcentajes no actuales) es decir que el  4% de los niños y adolescentes homicidas había actuado bajo el efecto de un brote psicótico (una situación de delirio y desconexión de la realidad causada por una enfermedad mental grave). Pero había otro 54% que presentaba síntomas de algún tipo de trastorno mental. Sabían desde luego lo que hacían, pero su conducta era anormal. "Básicamente se podían distinguir cuatro tipos de trastorno: de la personalidad, antisocial, antisocial precoz persistente y psicopatía".

La violencia, ¿se hereda o se aprende? Desde luego, se hereda parte y también se aprende. Lo que no está claro es en qué proporción se combinan ambos factores en cada caso. Si un niño tiene un temperamento proclive a la violencia y nadie le pone límites desde muy pequeño, las posibilidades de que la educación pueda llegar a modular su comportamiento son cada vez menores. Pequeñas transgresiones que no se han controlado a los tres años pueden dar lugar a una conducta incorregible a los 10. "La mayoría de los niños pequeños pega para conseguir algo, pero la mayoría de ellos aprende que la agresión física no es una conducta tolerable. Empiezan a aprenderlo en la guardería y cada vez pegan menos, hasta que dejan de hacerlo".

En los niños violentos estos elementos de control social no han funcionado. Son niños que pueden llegar a la adolescencia sin haber tenido un buen desarrollo moral, sin haber aprendido a diferenciar lo que está bien de lo que está mal, y a decidir, en caso de conflicto, el mal menor. Eso es algo que se aprende con la educación, pero muchos niños no han tenido la oportunidad de recibirla o son especialmente resistentes a ella, con lo que pueden caer en conductas antisociales y violentas, de las que su propia familia puede ser la primera víctima.

¿Se puede hablar de psicopatía en el caso de los niños? La psicopatía es un trastorno de la personalidad, y ésta no acaba de madurar hasta el final de la adolescencia, aunque es difícil establecer límites precisos porque es un proceso. No se puede hablar de psicópatas hasta los 18 años: "Antes de esa edad podemos hablar de trastornos de la personalidad o personalidad inmadura, pero no de psicopatía".

Sin embargo, una contradicción: "Muchos psiquiatras consideran que sí se puede hablar de psicopatía en menores. El problema es que la psicopatía no afecta a la voluntad -el agresor sabe lo que hace-, pero la legislación considera que los menores, hasta cierta edad, son irresponsables, y ahí tenemos un lío"A partir de los ocho años de edad se pueden detectar los niños con un desequilibrio de este tipo. Los responsables de su diagnóstico y tratamiento somo nosotros los psicólogos y psiquiatras.

En todo caso, lo que sí hay es elementos temperamentales que podrían favorecer las conductas violentas. Básicamente son tres: dureza emocional, impulsividad y ausencia de miedo.

La dureza emocional implica que son niños que se conducen siempre con una cierta frialdad. Niños que no muestran empatía, que no se conmueven ante el dolor de los demás. En un ambiente de malos tratos, carencias emocionales y falta de cuidado, muchos niños aprenden a inhibir las emociones, a no sentir miedo, o rabia, o soledad como un mecanismo de defensa psicológica. Si no sienten, no sufren. Otras veces, esa insensibilidad forma parte del temperamento del niño, y con frecuencia se expresa maltratando a los animales.

En segundo lugar, niños con un alto nivel de impulsividad y atrevimiento. Siempre están bordeando los límites, siempre al filo del precipicio. Tienen muchas dificultades de autocontrol. Y esto se combina con el tercer elemento: la falta de miedo, una cierta incapacidad para comprender o visualizar los efectos de las acciones que emprenden. El elemento más preocupante es que en estos niños, el castigo no sirve de nada. Ni el castigo físico, ni la amenaza, les produce el más mínimo impacto. Impasibles a los pleitos, suelen sufrir frecuentes accidentes.

En los casos de comportamiento violento suelen darse, con mayor o menor intensidad, los tres elementos. Si además se añade una capacidad cognitiva limitada, el riesgo es entonces muy alto, porque cuando se presenta una situación de conflicto pueden resolverla de la peor manera posible.