viernes, 10 de noviembre de 2023

Ayudando a su Hijo durante un Divorcio

Miles de niños sufren el estrés del divorcio de sus padres cada año. La forma en que reaccionan depende de su edad, personalidad y las circunstancias concretas del proceso de separación y divorcio.

Todo divorcio tiene repercusiones sobre los niños implicados; muchas veces su reacción inicial es de conmoción, tristeza, frustración, enfado o preocupación. Pero los niños también pueden salir de un proceso de divorcio más preparados para afrontar el estrés y muchos de ellos se convierten en jóvenes más flexibles y tolerantes.

Entre las principales cosas que ambos padres pueden hacer para ayudar a su hijo a atravesar este difícil período, figuran las siguientes:

  • Mantener los conflictos, riñas y discusiones acaloradas, así como los comentarios sobre los aspectos legales del divorcio al margen de los hijos.
  • Reducir al mínimo la alteración de las rutinas cotidianas del niño.
  • Restringir la negatividad contra el otro, así como el resentimiento y la tendencia a echarle la culpa, a las sesiones de terapia y las conversaciones con amigos que se mantengan fuera de casa.
  • Asegurarse de que ambos padres siguen implicados en la vida del niño.

La mayoría de adultos que atraviesan un proceso de separación y divorcio necesitan apoyo, de amigos, profesionales de la salud mental, religiosos y parientes. No busque apoyo en su hijo, incluso aunque parezca estar dispuesto a ofrecérselo.

Darle la noticia

En cuanto esté seguro de sus planes, hable con su hijo sobre su decisión de separarse. Aunque no existe una manera fácil de dar la noticia, de ser posible, intente que ambos (usted y el otro progenitor) estén presentes durante la conversación. Es importante dejar a un lado los sentimientos de enfado, culpa o remordimiento. Antes de hablar con su hijo, practique cómo se lo va a decir sin alterarse ni enfadarse durante la conversación.

Aunque la conversación sobre el divorcio debe adaptarse a la edad, grado de madurez y temperamento del niño, asegúrese de trasmitirle a su hijo un mensaje fundamental: lo que ha ocurrido es un asunto entre su madre y su padre y él no es en absoluto culpable de lo ocurrido. La mayoría de los niños se sienten culpables incluso después de que los padres se lo nieguen. Por eso es básico que los padres insistan en esta afirmación para tranquilizar al niño.

Explique a su hijo que a veces la forma de quererse de los adultos experimenta cambios o que usted y su pareja no pueden ponerse de acuerdo en cosas importantes y, por lo tanto, tienen que vivir separados. Pero recuerde que los hijos y los padres están unidos de por vida, sea por nacimiento o por adopción. Los padres y los hijos a menudo están en desacuerdo en un montón de cosas, pero eso forma parte del ciclo de la vida: padres e hijos no dejan de quererse ni se divorcian nunca.

Facilite a su hijo suficiente información a fin de que esté preparado para los cambios que van a tener lugar en su vida. Intente responder a sus preguntas de la forma lo más sincera posible. Recuerde que los hijos no necesitan conocer todos los motivos que hay detrás del divorcio (sobre todo, si eso implica culpar a uno de sus progenitores). Basta con que entiendan qué es lo que va a cambiar en su vida cotidiana e, igual de importante, qué es lo que no va a experimentar cambio alguno.

Si su hijo es muy pequeño, lo mejor es explicárselo todo con palabras sencillas. Podría decirle algo como: “Papá y mamá van a vivir en casas diferentes para que no se peleen tanto, pero los dos te queremos mucho.”.

Es posible que los niños mayores y los adolescentes sean más conscientes de la situación que están atravesando sus padres y tengan más preguntas basadas en las discusiones y peleas que han escuchado.

Abordar las reacciones del niño

Si, tras recibir la noticia, su hijo está muy alterado, dígale que usted reconoce y acepta sus sentimientos, que le importan y asegúrele que esos sentimientos son perfectamente normales y comprensibles. Puede intentar decirle: “Sé que esto te molesta. ¿Intentamos pensar en algo que te haga sentir mejor?” o “Ambos te queremos mucho y nos sentimos mucho el tener que vivir separados.”

No todos los niños reaccionan de forma inmediata. Haga saber a su hijo que eso también es normal y dígale que habrá otros momentos para hablar sobre el tema cuando él esté preparado. Algunos niños tratan de complacer a sus padres actuando como si no pasara nada o intentan inhibir cualquier sentimiento negativo afirmando que no están enfadados ni tristes por la noticia. A veces, el estrés se manifiesta de otras formas: en los estudios, con los amigos, en los cambios de apetito, en la forma de comportarse o en los patrones de sueño.

Independientemente de que su hijo exprese miedo, preocupación o alivio ante la noticia de la separación y el divorcio, el querrá saber cómo va a cambiar su vida cotidiana a partir de ahora.

Prepárese para contestar estas preguntas y otras similares:

  • ¿Con quién voy a vivir?
  • ¿Dónde iré al colegio?
  • ¿Tendré que cambiar de casa?
  • ¿Dónde vivirá cada uno de mis padres?
  • ¿Dónde pasaré las vacaciones y los días de fiesta, como el Día de Acción de Gracias?
  • ¿Podré seguir viendo a mis amigos?
  • ¿Tendré que cambiar de colegio?
  • ¿Podré seguir yendo de campamento este verano?
  • ¿Podré seguir practicando mis actividades favoritas?

Ser sincero con un hijo no siempre es fácil cuando no se tienen todas las respuestas, o cuando al niño le asusta la situación o se siente culpable de lo que está ocurriendo. Lo más correcto es decirle lo que necesita saber cuando lo pregunta.

Ayudar al niño a afrontar la situación

Muchos niños (y padres) sienten mucho el hecho de haber perdido el tipo de familia que deseban tener y, sobre todo los niños, echan de menos al progenitor y la vida en familia que tenían. Por eso es tan habitual y completamente natural que algunos niños mantengan la esperanza de que sus padres volverán a estar juntos, incluso después de haberles explicado el carácter definitivo del divorcio.

Lamentar la pérdida de una familia es normal pero, con el tiempo, tanto usted como su hijo acabarán aceptando y adaptándose a la nueva situación. Por lo tanto, tranquilice a su hijo diciéndole que es normal que al principio desee que sus padres vuelvan a estar juntos, pero explíquele y déjele bien clara la decisión que ambos han tomado al respecto.

He aquí algunas formas de ayudar a su hijo a superar el disgusto provocado por el divorcio:

  1. Fomente la sinceridad. Los niños necesitan saber que sus sentimientos son importantes para sus padres y que ambos se los tomarán en serio.
  2. Ayúdele a expresar sus sentimientos con palabras. El comportamiento de un niño puede darle pistas sobre si está experimentando sentimientos de tristeza o de enfado. Pruebe a decirle: “Parece que estás triste en este momento. ¿Sabes qué es lo que te pone tan triste?”. Escuche atentamente sus respuestas, incluso aunque le resulte difícil oír lo que tiene que decirle.
  3. Legitimize sus sentimientos. Decirle a su hijo: “Sé que ahora estás triste” o “Sé que te sientes solo sin papá” le ayuda a saber que sus sentimientos son válidos. Es importante animar a un niño a sacarlo todo antes de ofrecerle otras formas de sentirse mejor. Permita que el niño sepa que también está bien estar contento, aliviado o emocionado sobre el futuro.
  4. Ofrézcale su apoyo. Pregúntele: “¿Qué crees que te ayudaría a sentirte mejor?”. Tal vez no se le ocurra nada en concreto, pero usted puede proponerle algunas ideas: tal vez sentarse un rato los dos juntos, dar un paseo o abrazar a su peluche favorito. Los niños pequeños agradecerán enormemente la posibilidad de llamar por teléfono a su padre o hacer un dibujo para dárselo a su madre cuando vuelva a casa al final del día.
  5. Cuídese para mantenerse sano. Para muchos adultos, la separación y el divorcio es una situación sumamente estresante. La presión experimentada se puede amplificar con los temas relacionados con la custodia, el reparto de propiedades y los asuntos financieros, que pueden sacar lo peor de la gente.
  6. Encontrar formas de afrontar el estrés es fundamental para usted y para toda su familia. Mantenerse lo más sano posible, tanto desde el punto de vista físico como emocional, puede ayudarle a combatir los efectos del estrés. Y, si se asegura de cuidar de sus propias necesidades, estará en la mejor forma física posible para cuidar de sus hijos.
  7. Mantenga los detalles del divorcio bajo control. Cuando comente los detalles del divorcio con sus amigos, familia o abogado, asegúrese de proteger su intimidad evitando siempre que sus hijos estén presentes. Intente relacionarse con su ex de forma lo más civilizada posible, sobre todo cuando interactúen delante de su hijo.
  8. Adopte la actitud más apropiada: no culpe, recrimine ni insulte a su ex pareja si su hijo lo puede oír, independientemente de las circunstancias de la separación. Esto es especialmente importante en los divorcios donde hay alguien que ha tenido la culpa y se han producido actos muy dolorosos, como una infidelidad. Mantenga sus cartas, correos electrónicos y mensajes de texto en lugares seguros, ya que, cuando existe una situación muy conflictiva en casa, los niños sienten una curiosidad natural por enterarse de lo que sucede.
  9. Busque ayuda. Este no es un período para enfrenta a solas. Encuentre un grupo de apoyo y hable con otras personas que hayan atravesado situaciones simulares, utilice los recursos de Internet o pídale a su médico o sacerdote que le recomiende recursos o centros de apoyo. El hecho de buscar ayuda para usted le permitirá sentar un buen ejemplo para su hijo sobre cómo adaptarse de forma saludable a los cambios importantes.

El apoyo de un psicólogo, terapeuta o amigo también le ayudará a establecer y mantener una “separación” saludable con respecto a su hijo. Es muy importante que no dependa del apoyo de su hijo. Los niños mayores y aquellos a quienes les gusta complacer a sus padres intentarán ayudarle a que se sienta mejor ofreciéndole un hombro donde llorar. Por muy tentador que sea, lo mejor es no permitir que su hijo le proporcione el apoyo emocional que necesita. Explique a su hijo lo mucho que valora su cariño y que se preocupe por usted, pero no se desahogue con él sino con un terapeuta o un amigo.

La importancia de la coherencia y la rutina

La coherencia y la rutina pueden ayudar mucho a ofrecer la sensación de comodidad y familiaridad que necesita su familia durante este importante cambio vital. En la medida de lo posible, reduzca al mínimo los horarios impredecibles, la indefinición y las separaciones repentinas.

Especialmente durante un divorcio, es recomendable que los niños pasen períodos a solas con cada uno de sus progenitores. Por inconveniente que le parezca, intente ponerse de acuerdo con su ex pareja para organizar los horarios de visita.

Es normal que le preocupe el modo en que su hijo está afrontando este cambio vital tan importante. Lo mejor que puede hacer es confiar en sus instintos y basarse en lo que usted sabe sobre su hijo. ¿Le parece que se está comportando de una forma diferente a la habitual? ¿Está su hijo adoptando conductas regresivas, es decir comportamientos propios de épocas anteriores, como chuparse el dedo o mojar la cama? ¿Parece que sus emociones interfieren en sus rutinas cotidianas, como los estudios y su vida social?

Es importante que esté atento a los cambios de comportamiento de su hijo: la tristeza, la ansiedad, los cambios de humor, las dificultades en la escuela, con los amigos, en el apetito o el sueño pueden indicar la presencia de problemas.

Los niños mayores y los adolescentes pueden ser más proclives a implicarse en comportamientos peligrosos, como el consumo de alcohol y drogas, faltar a la escuela y el comportamiento desafiante. Independientemente de que tales problemas estén o no relacionados con el divorcio, se trata de problemas graves que afectan el bienestar del adolescente e indican la necesidad de pedir ayuda profesional.

Pelearse delante del hijo

Aunque las discusiones ocasionales entre padres son esperables en cualquier familia, vivir en un campo de batalla de constante hostilidad y conflictos no resueltos representa una importante carga emocional para cualquier niño. Los gritos, las peleas, las discusiones o la violencia en la vida doméstica favorecen el miedo y las reacciones aprensivas en los niños.

Que un niño presencie conflictos entre sus padres es un modelo inapropiado para una persona que todavía está aprendiendo a relacionarse con los demás. Los niños cuyos padres mantienen relaciones llenas de hostilidad y resentimiento son más proclives a tener dificultades emocionales y de comportamiento que perdurarán más allá de la infancia.

Hablar con un mediador o un psicólogo especializado en divorcios puede ayudar a las parejas a airear sus recriminaciones y resentimientos mutuos de un modo que no sea perjudicial para su hijo. Aunque puede ser difícil, si los dos padres hacen un esfuerzo por colaboran de este modo, evitarán al niño el dolor provocado por una relación de pareja llena de amargura y resentimiento.

Adaptarse a una nueva situación

Puesto que el divorcio puede ser un cambio tan importante, las adaptaciones a las nuevas condiciones de vida deberían hacerse de forma gradual.

Pueden ocurrir varios tipos distintos de situaciones:

  • Uno de los padres tiene la custodia total.
  • Custodia compartida, donde se comparte tanto la custodia legal como la física (con quien vive el niño) entre ambos padres.
  • Custodia legal compartida, donde ambos padres comparten este tipo de custodia, pero el hijo vive mayoritariamente con un padre y este posee más autoridad en determinados ámbitos médicos o educativos.

¿Cuál es la situación que más le conviene a su hijo? Es una pregunta difícil y sobre la que muchas parejas tienen grandes desacuerdos. Aunque algunos niños se adaptan muy bien a la situación de compartir el tiempo equitativamente con ambos padres, otros parecen necesitar la estabilidad de tener un “hogar” propio y recibir visitas del padre con quien no viven. Algunos padres deciden permanecer los dos en la misma casa, pero esto solo funciona en circunstancias muy excepcionales y, por lo general, debería evitarse.

Independientemente de la solución que escojan, deberían priorizar las necesidades de su hijo. Evite verse envuelto en una especie de guerra con su ex pareja para ver quién gana. A la hora de tomar decisiones sobre los días de fiesta, las vacaciones y los cumpleaños, concéntrese en lo que sea más conveniente para su hijo. Es importante que los padres resuelvan estas cuestiones por sí solos en vez de pedirle al niño que decida.

Durante los años previos a la adolescencia, cuando los niños empiezan a participar más en actividades extra-familiares, es posible que necesiten horarios diferentes que se adapten más a sus prioridades. En el caso ideal, para los niños resulta muy ventajoso recibir apoyo de ambos padres, pero es posible que se resistan a estar la misma cantidad de tiempo con los dos si esto interfiere con sus actividades académicas o su vida social. Prepárese para escuchar la opinión de su hijo sobre el modo de compartir el tiempo con ustedes e intente ser flexible.

Es posible que su hijo no quiera compartir su tiempo con usted y su ex pareja de forma equitativa y también es posible que tome partido por alguno de ustedes. En tal caso y por duro que parezca, intente no tomarse las cosas como algo personal. Respete los horarios de visita y recuerde lo importante que es que ambos padres se involucren en el cuidado y la educación del niño.

A veces, los niños sugieren pasar un verano entero, un semestre o un curso completo con el padre que no tiene su custodia. Pero esto no tiene por qué reflejar su deseo de irse a vivir con él. Escuche a su hijo y explore las distintas opciones que le plantee. Este tipo de arreglos pueden funcionar en divorcios “amistosos”, pero no son típicos de las situaciones más conflictivas.

Educar a un hijo bajo presión

En la medida de lo posible, ambos padres deberían esforzarse para maximizar la regularidad en las rutinas y la disciplina en ambas casas. Mantener expectativas similares en lo que se refiere a la hora de irse a la cama, las normas y los deberes escolares reducirá la ansiedad del niño, sobre todo si es muy pequeño.

Siempre que sea posible, colabore con su ex pareja para mantener una normas coherentes y, a pesar de que usted no pueda aplicarlas en la casa de su “ex”, por lo menos podrá hacer que se cumplan en la suya.

Es importante mantener la mayor normalidad posible después de un divorcio, conservando las rutinas habituales, que afectan al horario de las comidas, las normas domésticas sobre el comportamiento y la disciplina en la casa. Relajar los límites, especialmente en los períodos de cambio, tiende a generar inseguridades en el niño y reduce las probabilidades de recuperar la autoridad parental más adelante.

No caiga en la tentación de dejar de aplicar rutinas y límites y de saltarse unas normas de comportamiento coherentes, consintiendo y malcriando a su hijo porque lo está pasando mal a consecuencia del divorcio. Siéntase libre para darle todo el afecto posible; un niño no se malcría por recibir demasiados abrazos y palabras cariñosas. Pero comprarle cosas o hacerle regalos para sustituir el amor o permitir que actúe como le plazca no es lo que más le conviene. Además, en estos casos, suele costar mucho que los padres vuelvan a ejercer su autoridad cuando las aguas vuelvan a su cauce.

El divorcio puede ser una crisis importante en una familia. Pero, si usted y su ex pareja colaboran y se comunican de forma civilizada por el bien de su hijo, la unidad familiar original puede seguir siendo una fuente de fortaleza, incluso aunque nuevas familias compuestas entren en escena.

Por eso, recuerde:

  1. Buscar ayuda para afrontar sus propios sentimientos sobre el divorcio. Si usted es capaz de adaptarse a la nueva situación, sus hijos serán también más propensos a adaptarse a ella.
  2. Tener paciencia consigo mismo y con sus hijos. Los problemas emocionales, las pérdidas y el dolor que ocasiona un divorcio requieren tiempo para sanar y esto suele ocurrir por etapas.
  3. Reconocer los síntomas del estrés. Consulte con el maestro, pediatra o terapeuta de su hijo para que le guíe en la forma de enfocar problemas específicos que le preocupen.

Cualquier tipo de cambio es difícil; pero debe saber que tanto usted como su hijo pueden adaptarse y se adaptarán a este cambio. Encontrar su fortaleza interior y buscar ayuda para aprender nuevas habilidades de afrontamiento no son cosas fáciles, pero puede hacer una gran diferencia su familia supere este difícil período.


Referencias: Connecticut Children's

Depresión Reactiva

La depresión reactiva, también llamada depresión situacional o adaptativa, se considera un trastorno del estado de ánimo que se desencadena después de un evento estresante. 

La muerte de un ser querido, el final de una relación, la pérdida de un trabajo, por ejemplo, son algunos de los desencadenantes de este trastorno. A diferencia de la depresión mayor, que puede durar años si no se trata adecuadamente, la depresión reactiva dura unos meses, pero los síntomas pueden ser muy agudos y graves durante este tiempo. Sin embargo, es bueno recordar que ningún tipo de depresión es más “real” que otro, ambos pueden presentar desafíos y amenazas importantes para el bienestar. Por lo tanto, la depresión reactiva es el resultado de una lucha interna para aceptar cambios dramáticos en la vida.

Causas y síntomas

Las causas ya han sido parcialmente anticipadas, en general podemos decir que este tipo de depresión es desencadenada por todos los eventos estresantes que pueden cambiar la rutina de la persona. Por lo tanto, el historial del caso es muy amplio y puede incluir varias razones, entre ellas:

  • Problemas de relación o matrimoniales.
  • Experimentar un evento traumático como un desastre ambiental, una epidemia, un crimen o un accidente.
  • Pasar por cambios como jubilarse, ir a la escuela o tener un bebé.
  • Pasar por malas situaciones financieras, problemas de dinero o pérdida de empleo.
  • Cambios en los hábitos de sueño o alimentación.
  • Te mudas a otra ciudad.
  • Problemas sociales en la escuela o el trabajo.
  • Una mala enfermedad.
  • Vivir en un barrio peligroso.

Hay algunos factores que pueden aumentar su riesgo de depresión reactiva, estos incluyen:

  • Tener una condición de salud mental existente.
  • Estrés y traumas de la infancia pasada.
  • Experimentar múltiples traumas o factores estresantes al mismo tiempo.
  • Antecedentes familiares de depresión.

¿Cuáles son los síntomas de la depresión reactiva?

Aunque la causa de la depresión reactiva difiere de las causas de otros tipos de depresión, todos los tipos de depresión tienen síntomas similares, y esto es un problema, porque los síntomas son similares, si no iguales. Algunas de las situaciones como la muerte de un familiar son situaciones donde es normal sufrir. No es difícil ver que los síntomas de la depresión y el duelo se superponen. Este aspecto puede dificultar saber si estamos experimentando un dolor normal o si se está convirtiendo en algo más problemático. Sus síntomas incluyen:

  • Desesperación.
  • Nerviosismo.
  • Tristeza.
  • Ansiedad.
  • Sacudida.
  • Fluctuaciones de peso.
  • dolor de cabeza
  • Problemas digestivos.
  • Palpitaciones.
  • Cansancio.

Además de estos, puede haber otros síntomas ya que cada persona reacciona de manera diferente. De manera más general, cuando se trata de una depresión reactiva, puede parecer que nada en la vida importa. Es posible que no le importe su rutina normal, por lo que puede ser difícil limpiar la casa, ir a trabajar o pagar las cuentas. Las personas no ven un propósito y pierden interés en las actividades que solían disfrutar. En la práctica, el estrés causado por el evento traumático parece debilitar al paciente que es incapaz de manejar la situación y esto conduce a una serie de procesos psicológicos, tanto agotadores como paralizantes.

Hay síntomas más severos que la depresión reactiva, algunas personas recurren al abuso de sustancias o tienen pensamientos suicidas. Como tal, la depresión reactiva no es algo que deba auto diagnosticarse, y definitivamente no es algo que deba tomarse a la ligera. Ver a su médico de cabecera primero es lo mejor que puede hacer. Él lo derivará a un consejero calificado que puede determinar si está lidiando con depresión reactiva o no.

¿A quién contactar para el tratamiento de la depresión reactiva?

Como decíamos al principio, la depresión reactiva es uno de los trastornos más comunes en la población. No obstante, de los diferentes tipos de depresión, es la que tiene mejor pronóstico. La visita a un psicólogo clínico es fundamental para comenzar a hacer frente a los eventos estresantes que llevaron a la condición del paciente. Abordar estos problemas, gestionar la acumulación de emociones y promover una adecuada reestructuración cognitiva capaz de generar comportamientos más positivos es, sin duda, uno de los mejores enfoques.

Tratamientos cognitivo conductuales

Los modelos cognitivos utilizan la metáfora del hombre como un sistema de información, es decir, similar a una computadora. El hombre procesa la información antes de dar una respuesta, clasifica, evalúa y asigna significado al estímulo que recibe. Esto, por supuesto, sobre la base de sus experiencias, que ha memorizado, sus creencias, suposiciones, actitudes, cosmovisiones y autoevaluaciones.

La terapia cognitiva establece que los trastornos emocionales son el resultado de pensamientos irracionales. Si analiza los pensamientos detrás de un comportamiento y lo hace lógico y racional, el problema psicológico se resolverá. Existe un sesgo sistemático en el procesamiento de la información, por lo que la perturbación emocional depende del potencial de los individuos para percibir negativamente el entorno y los acontecimientos que les rodean.

Los objetivos a alcanzar durante la terapia cognitivo conductual son:

  1. Aprenda a evaluar situaciones relevantes de manera lógica y realista.
  2. La depresión hace que reduzcamos nuestra atención y tengamos en cuenta solo los aspectos negativos de la situación. por eso la terapia cognitivo conductual propone un cambio para tener en cuenta todos los datos relevantes en estas situaciones.
  3. Aprender a formular explicaciones alternativas lógicas y racionales para obtener un resultado adaptativo en las interacciones sociales.
  4. Para cambiar pensamientos, de modo que cuando se encuentre un pensamiento automático irracional, sea cambiado por el pensamiento lógico y racional que ha sido procesado. Esta parte de la terapia cognitivo conductual clásica no la comparte la terapia de aceptación y compromiso, que busca cambiar la función del pensamiento, es decir, la reacción que tenemos cuando lo pensamos y no busca modificar el contenido, es decir, si es lógico y racional o si refleja la realidad o no.
  5. Finalmente, y lo más importante, propone probar los pensamientos racionales mediante la realización de experimentos de comportamiento que ofrecen la oportunidad de ver que conducen a un comportamiento más adaptativo al interactuar con otras personas y resolver problemas.

¿Requiere un tratamiento con medicamentos?

En algunos casos, sí. Por ejemplo, en caso de depresión reactiva y ansiedad, un soporte con benzodiacepinas (ansiolíticos) podría ser útil.

Si la depresión reactiva aparece en un marco que ya es problemático y está lleno de fragilidad o si existen ideas suicidas, la integración de los fármacos antidepresivos podría ser útil.

En todas las circunstancias, el uso de medicinas psicotrópicas siempre debe discutirse con el psicoterapeuta y el psiquiatra: esto siempre es cierto incluso si, en la depresión reactiva, el paciente tiende a aceptar todo de forma pasiva.

Es por esto que, en este tipo de depresión, cuando la desesperación se está extendiendo, es más fácil caer en el uso de drogas o alcoholismo. Y es por eso que es muy importante actuar rápidamente sin correr el riesgo de pasar de un trastorno depresivo a una adicción a las drogas. También es esencial entender que solo la atención farmacológica no es suficiente

Los que sufren de depresión reactiva no solo deben lidiar con los síntomas descritos anteriormente: estos síntomas se reflejan en la esfera física que se traduce en bajos niveles de energía. Si un paciente tiene poca energía para invertir, el tratamiento se vuelve muy difícil.

Si sospechas que tienes depresión reactiva grave, es importante que busques ayuda. De manera similar, si algún ser querido sufre de este trastorno, puede ser apropiado dirigirlo a una psicoterapia.

El momento más delicado que experimentan las personas que sufren de depresión reactiva es la noche: con la oscuridad, el cansancio del día y la reducción de la barrera del estado consciente, se acentúan todos los síntomas típicos de la depresión.

Conclusión

Por supuesto, es normal sentirse mal y expresar el dolor después de una «desgracia», sin embargo, en el caso de este trastorno adaptativo, la respuesta emocional es excesivamente más intensa y prolongada que la causa desencadenante.

La vida está llena de eventos estresantes y dolorosos, por lo que la depresión reactiva se convierte en un trastorno mucho más generalizado de lo que uno podría imaginar.

Todo el mundo experimenta el estrés y el dolor de manera diferente. La depresión reactiva también puede ser inducida por un evento aparentemente: en personas particularmente frágiles, esta forma de depresión puede hacerse cargo incluso después de un rechazo a un examen o cualquier evento que pueda traicionar las altas expectativas. Pasar la custodia de un hijo a otro padre en caso de divorcio, la muerte de un ser querido, la pérdida de un bebé prematuro, la separación de pareja, un robo, un accidente automovilístico, una mudanza o una transferencia al trabajo. Estos eventos, dramáticos o más míticos, pueden desencadenar una reacción depresiva que puede persistir durante mucho tiempo e interferir significativamente con las funciones sociales, emocionales y laborales normales de una persona.

Esta es, por lo tanto, la definición de depresión reactiva: una respuesta emocional desproporcionada a un evento vivido.

Hay varias terapias psicológicas que un psicólogo puede usar para tratar la depresión reactiva. La elección de la técnica debe hacerse en base al análisis funcional que se realiza personalmente a cada paciente. En cualquier caso, nunca es el paciente el que se adapta a la terapia sino todo lo contrario.


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